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En el día de hoy nos hemos propuesto recorrer el mayor número posible de lugares de la Val di Noto, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO por su homogénea arquitectura barroca y urbanismo. Están inscritas las ciudades de Catania, Caltagirone, Noto, Militello di Val di Catania, Ragusa, Scicli, Ragusa y Palazzolo Acreide; todas ellas fueron destruidas tras el gran terremoto de 1693 y reedificadas según los planteamientos del urbanismo barroco, con abundantes ejemplos de excepcional arquitectura, muchos de ellos diseñados por el genial arquitecto Rosario Gagliardi.
Comenzamos en la preciosa Noto, que ya habíamos disfrutado la noche anterior. La ciudad fue reconstruida a 18 km de la hoy llamada Noto Antica, buscando un lugar escogido por su exposición ideal al sol. Se diseñó en torno a tres calles principales paralelas trazadas de Este a Oeste para que el sol las iluminara todo el día. La calle más alta fue el asentamiento de la nobleza, la del centro lo fue del clero y la más baja se destinó a las clases populares, todas ellas con una atmósfera especial debido a las tonalidades cálidas de la piedra. Todos los edificios se hallan magníficamente restaurados y cuenta con más de 20 iglesias y otros tantos palacios.
Comenzamos la visita por el Giardino Pubblico, cuajado de ficus centenarios y un ambiente encantador decimonónico; frente a él se abre la Porta Reale, construida en el siglo XIX con motivo de la visita de Fernando II. Da acceso al Corso V. Emanuele III, la arteria principal de la ciudad, de carácter peatonal.
Toda la calle está repleta de edificios históricos, comenzando por la Chiesa di San Francesco all'Immacolata, escenográficamente situada sobre una escalinata con una fachada teatral con columnas acanaladas; le acompañan el monumento a la Inmaculada y un convento anexo.
Un poco más adelante aparece el Monasterio de San Salvatore, edificio de espectaculares dimensiones rematado por un precioso mirador y la buena talla de sus molduras barrocas. Descatan las ventanas abombadas con celosías de hierro forjado.
Enfrente de ambos edificios encontramos el Monasterio de Santa Chiara, obra del prolífico Rosario Gagliardi, que presenta una iglesia de forma oval a modo de bombonera de estuco que guarda quizás la mejor escultura de Antonello Gagini, una Madonna col Bambino. Con una entrada de 1,50 euros se puede acceder a algunas dependencias, entre ellas el coro, que ofrece unas magníficas vistas del interior de la iglesia a través de los óculos y celosías y al mirador del monasterio, desde el que se pueden divisar los grandiosos edificios barrocos de la ciudad.
A dos pasos llegamos a Piazza Municipio, sin duda la más espectacular de toda la ciudad, flanqueada por grandiosos edificios a cual más impresionante en una continua escenografía barroca, con los edificios situados a varios niveles, lo que realza aún más sus dimensiones. El Duomo o Catendral de San Nicolò (visita gratuita) se sitúa sobre una enorme escalinata que conduce a su fachada del XVIII; todo está hecho a lo grande y se corona por los cuatro evangalistas y dos campanarios. El interior se derrumbó en 1996 por la noche, por lo que no hubo víctimas; ha sido reconstruido, aunque provoca una sensación un poco fría.
Al Duomo le hacen compañía el Palazzo Vescovile, la iglesia neoclásica del Monasterio de San Salvatore, el Palazzo Landolina y el precioso Palazzo Ducezio, hoy en día Ayuntamiento de la ciudad. Consta de dos plantas, aunque la última se añadió en los años 50, los pórticos de la planta baja son un juego de entrantes y salientes, de luces y sombras, que recuerda más a un edificio balneario o a un casino que a un edificio público. En el interior se puede visitar un salón de los espejos y un museo con poco interés.
Siguiendo por la Via Vittorio Emanuele III, llegamos a San Carlo Borromeo, el convento de los jesuitas en la ciudad. Se trata de una de las obras más reconocidas de Gagliardi, ejemplo perfecto del barroco de la Val di Noto, con su fachada cóncava de tres alturas con superposición de los tres órdenes y juego de luces y sombras a través de hornacinas.
Al final de la calle aparece la Piazza XVI Maggio, una de las más impresionantes de la ciudad, flanqueada por la Chiesa de San Domenico, de piedra de toba volcánica y juego de líneas curvas, que dan una gran sensación de movimiento y ligereza; tal genialidad no podría ser obra más que de Rosario Gagliardi. Le acompañan una fuente con un Tritón procedente de la antigua Noto y el neoclásico Teatro Municipal. Acaba aquí el recorrido por la calle central, que, como podemos comprobar, estaba destinada a la Iglesia.
Nos disponemos ahora a recorrer la zona alta de Noto, lugar de residencia de la aristocracia, con espectaculares palacios de las familias de la nobleza local. Ascendemos por la Via Nicolaci, donde destaca, entre otras mansiones, el Palazzo Nicolaci di Villadorata, enorme edificio en el que destacan sus seis balcones cargados de figuras grotescas, leones, sirenas, caballos y angelones. Se puede visitar el interior, aunque no teníamos mucho tiempo, por lo que desistimos.
[size=9]Palazzo Nicolaci, Noto.
Como telón de fondo tenemos la Chiesa di Montevirgini, con su fachada convexa, que nos lleva a la Via Cavour, repleta de grandiosos edificios barrocos como el Palazzo Trigona, Palazzo di Lorenzo Castellucccio, Palazzo Astuto o Trigona di Cannicaro, todos ellos llenos de detalles interesantes. Seguimos subiendo hasta el Palazzo Impellizzeri, el convento di San Antonio de Padova o la Chiesa del Crocifisso. Noto es un lugar para perderse y sorprenderse en cada rincón, pero queríamos conocer más sitios, así que dejamos la ciudad rumbo a Modica.
Modica se apiña en un espolón rocoso entre dos profundas gargantas. El camino para llegar a ella es un poco complicado, con una carretera llena de curvas, pero la llegada a la ciudad, con las casas en desnivel de fondo es impresionante. Dejamos el coche en las afueras y nos acercamos hasta el centro. Tras el terremoto de 1693 los habitáculos trogloditas fueron abandonados y los habitantes bajaron al valle, que fue inundado en numerosas inundaciones. Comenzamos la visita en Modica Bassa, atravesada por el Corso Umberto I, situado sobre el antiguo curso del torrente. Visitamos la Chiesa di San Pietro, que hace las funciones de Duomo, situada sobre una escalinata y rodeada por las esculturas de los doce Apóstoles; es mediodía y ya está cerrada. Casi al lado llegamos a la iglesia bizantina de San Nicolò Inferiore, una verdadera sorpresa; pese a estar cerrada, el guardia nos hizo el favor de abrirnos un momentito para echar una ojeada previo pago de la entrada de 2 euros. Se trata de una iglesia rupestre descubierta en los años 80; data del siglo XII y conserva en sus reducidas dimensiones frescos bizantinos y normandos, junto con materiales de acarreo; destaca el del Cristo Pantocrátor rodeado de santos. No se pueden hacer fotos.
Comemos en la misma Via Umberto I, en un restaurante-pastelería con menú a 10 euros; todo está desierto hace un sol de justicia. Un plato de pasta y un segundo con guarnición; no está mal, por lo menos hay aire acondicionado. No podíamos parar de mirar las estanterías con el chocolate de Módica, que nos moríamos por probar, así que compramos un par de tabletas de postre. La cata no decepciona las expectativas, la textura es un poco rara, como de azúcar granulado, pero el sabor el buenísimo, especialmente el de cítricos.
Cioccolato di Modica:
El chocolate llegó a Sicilia en 1600 de manos de los españoles que colonizaron la isla durante el reinado de Felipe V y mantuvieron los mismos métodos de elaboración de los aztecas. Los ingredientes básicos de la receta incluyen la misma cantidad de azúcar que de pasta de cacao amargo además de canela o vainilla, así como la manteca de cacao que amalgama todos los ingredientes. Una vez dispuestos se mezclan en una especie de mortero a fuego lento durante al menos tres veces, manteniendo íntegros los cristales de azucar. Posteriormente la mezcla se dispone en típicos moldes rectangulares y se deja enfriar sobre una superficie de mármol de forma que el aire sale de la mezcla en forma de burbujas que confieren la característica textura terrosa de este chocolate.
El chocolate siciliano es rugoso, menos refinado, puede parecer incluso que se ha derretido y vuelto a enfriar, pero un mordisco a una tableta de chocolate de Modica muestra que esto no es así, que no todo tiene que ser finura y delicadeza. Es delicioso, y los sabores con los que se combinan (pistachos, chiles…) son siempre sutiles, no se sobreponen al sabor principal del cacao.
Con la barriga llena nos dirigimos a Modica Alta, a través de las intricadas callejuelas, siempre llenas de escaleras que parece que no tienen fin; todo está desierto, hace un calor horrible, pero tenemos ganas de conocer la ciudad. La poderosa mole del castillo dei Conti di Modica domina toda la ciudad, con su gigantesco reloj, aunque estaba cerrada por restauración. En la subida al castillo se puede ver la casa del poeta Salvatore Quasimodo, premio Nobel de Literatura, que estaba cerrada también por la hora.
Parece que las casas formen parte de la propia montaña, a veces no se distingue entre los materiales de las viviendas y la propia roca; todo es uniforme, armónico, las casas se suceden una sobre otra escalando toda la pendiente entre escaleras, callejones y pequeños huertos. Desde esta parte de la ciudad se observa el otro lado del valle, con sus casas pardas que guardan un equilibrio inestable en una mezcla de ciudad gótico-barroca-cavernícola muy impresionante.
Las callejuelas de Modica Alta encierran otros secretos más o menos escondidos, aunque no son grandiosos palacios ni espectaculares iglesias, sino rincones con sabor, pequeñas capillas, casas populares con molduras de piedra, etc, aunque lo más destacado es la Chiesa di San Giorgio, obra maestra de Rosario Gagliardi y paradigma del barroco de la Val di Noto. Se alza sobre una escalinata de 250 peldaños que, por fortuna, sólo tuvimos que bajar, lo que contribuye a engrandecer aún más sus gigantescas dimensiones. Responde al modelo de torre-fachada con cinco pórticos que corresponden a las naves interiores. Merece la pena sentarse un ratito a observarla con detenimiento y buscar diferentes vistas desde los alrededores. Dado el calor y que no habrían hasta las 6 de la tarde, decidimos no visitar el interior y comenzar el descenso hasta Modica Bassa.
De camino al coche, en el mismo Corso Umberto I encontramos la Antica Dolceria Rizza, una tienda donde venden el famoso chocolate de Modica y en la que puedes probar todos los sabores que quieras; en diversos cuencos se ofrecen pedazos de cada uno de los sabores (creo recordar más de 20); están a cual más rico, aunque al final compramos el cioccolato agli agrumi di Sicilia (cítricos), vaniglia (vainilla) y peperoncino (picante). Es un regalo perfecto, aunque no todas las tabletas llegaron a España.
Como no andamos mal de tiempo, decidimos acercarnos a Scicli, a unos 10 km de Modica. Es una pequeña ciudad con pocos turistas que conserva bellos monumentos tras la reconstrucción barroca. Aparcamos donde Dios nos dio a entender y cruzamos los dedos dirigiéndonos a la Piazza Italia, dominada por la Chiesa di San Ignazio, que conserva la curiosa estatua ecuestre de la Madonna delle Milizie (Virgen de las Tropas) hecha de cartón piedra, que, según cuenta la leyenda, dio la victoria a Roger I sobre los sarracenos al combatir a su lado. Un entierro comenzó a hacernos compañía, así que salimos pitando; es curioso que en Sicilia los entierros se siguen realizando como en la España de hace 40 años...
Con un empacho ya considerable de iglesias, nos acercamos a la Chiesa de San Giovanni, de planta oval y decorada con estucos dorados y colores pastel que hace que parezca una bombonera ideal para Barbie. Para ser justos, fuera de empachos, parece en realidad un salón palaciego dispuesto a celebrar un baile de la más alta aristocracia...
Callejeamos por Scicli en busca de nuevas iglesias a las que no podemos entrar y edificios palaciegos, todo es mucho más recogido y sencillo que en Noto o Modica, menos teatral pero más vivido. La excepción es el Palazzo Beneventano, un magnífico ejemplo de decoración barroca con sillares almohadillados, puntas de diamante y ménsulas con seres fantásticos y mascarones con rostros de moros grotescos.
Nos despedimos de Scicli admirando desde sus plazas los vestigios del castillo medieval y la Chiesa di San Mateo, de origen normando, que desde lo alto dominan toda la ciudad. La colina esta perforada con innumerables orificios, antiguas viviendas troglodíticas. No tenemos fuerzas para subir, ya que hace un calor enorme y tenemos todavía que visitar Ragusa, así que nos contentamos con la panorámica general. Ha merecido la pena el desplazamiento a Scicli para alejarnos un poco de los circuitos turísticos más trillados.
La última etapa de la larga jornada de hoy es Ragusa, la mayor de las ciudades que vamos a visitar hoy. La ciudad está formada por los aglomeraciones: Ragusa Superiore y Ragusa Ibla, la más interesante por su arquitectura barroca, ambas encaramadas en un emplazamiento imposible y de difícil acceso. Tras dar unas cuantas vueltas con el coche no sabemos dónde dejarlo, así que rodeamos Ragusa Ibla y aprovechamos la única plaza libre que queda en el Corso Giovanni Ottaviano, al pie de la ciudad; el desnivel el considerable y tendremos que subir cientos de escalones hasta llegar a Ragusa Ibla, que es la única que vamos a visitar, pero no hay otra opción.
Accedemos a través del Portale di San Giorgio, un portal gótico-catalán del siglo XV con la figura de San Jorge matando al dragón; es el único vestigio de una antigua iglesia. Tenemos ya la lengua fuera, aunque los alrededores son muy tranquilos y evocadores.
Al lado se encuentra el Giardino Ibleo, un parque muy agradable que alberga tres pequeñas iglesias que se pueden visitar, aunque, dado el gran número que llevamos hoy, son de interés escaso. Lo más bonito son las vistas que se contemplan del valle del Irminio y del barranco.
A través del Corso XXV Aprile llegamos a la Chiesa de San Giuseppe, atribuida a Gagliardi, con un interior de planta oval a modo de salón palaciego. Destaca la típica torre-fachada de forma convexa rematada por una espadaña y el convento anexo.
Un poco más adelante nos encontramos con la Piazza Duomo, en la que destaca el Circolo di Conversazione, un edificio decimonónico que servía de lugar de reunión para la aristocracia local, conversar y realizar fiestas alejados del pueblo común en un ambiente de sofisticación y elegancia. Sirvió de decorado para la película L'Uomo delle Stelle de Giuseppe Tornatore.
El Duomo di San Giorgio (visita gratuita) preside la plaza. Construida en el siglo XVIII sobre una escalinata cerrada por una verja labrada, es prima hermana de la iglesia del mismo nombre de Modica, diseñada también por Gagliardi. Cuenta con una magnífica fachada-campanario con juego de curvas y rectas, aunque es algo más modesta que la de Modica. La gigantesca cúpula fue una añadido del siglo XIX. En su interior destacan los cortinajes y telones teatrales que separan las naves y que le dan un ambiente bastante profano.
En un local de la plaza decidimos probar las famosas empanadillas de carne con chocolate típicas de la zona. A mí no me gustaron en absoluto; la carne quedaba un poco terrosa y daba una sensación extraña al paladar, aunque son consideradas una delicia. Había que probarlas.
'Mpanatigghi
Lo más probable es introducido por los españoles durante su dominio en Sicilia se produjo en el siglo XVI, cuyas pruebas también se les da por la combinación poco habitual de carne y chocolate que se produce muchas veces en la cocina española, de las delicias 'mpanatigghi sólo son capaces de cumplir con el necesidades de los amantes de sabores intensos y detalles. Típico dulce de Modica (en la provincia de Ragusa), el mpanatigghi '(también llamado impanatiglie dulces o carne) son galletas rellenas empanados como una pequeña forma de media luna Panzerotto, y se producen utilizando almendras, nueces, chocolate, azúcar, canela, clavo de olor y carne.
Se nos va haciendo tarde, sólo tenemos tiempo para un paseo por las calles de Ragusa Ibla, escaleras arriba y abajo, sorprendiéndonos con sus múltiples iglesias y palacios, hasta llegar a perdernos por la maraña de calles y escaleras que no llevan a ningún sitio; las piernas se van resintiendo, aunque todavía quedan fuerzas para pasarnos por la Piazza della Repubblica y visitar los vecinos Palazzo Cosentini y Palazzo Bertini, del siglo XVIII, con sus característicos balcones barrocos sostenidos por ménsulas adornadas con monstruos y figuras grotescas; es curioso el pobre desdentado, el rico comerciante con turbante, una auténtica caricatura de la pobreza, el poder y el dinero. La cúpula de San Giorgio aparece y desaparece a cada instante, nos acercamos al extremo del barranco donde se asienta la ciudad y volvemos a entrar en las callejuelas, bastante solitarias a estas horas, ya que los turistas de los autobuses de viajes organizados ya se han ido. Es una pena no poder pasear por aquí por la noche, pero tenemos que irnos.
Regresamos al coche a través de la Via Giovanni Ottaviano mientras admiramos el magnífico panorama del atardecer con los últimos rayos de sol sobre Ragusa Ibla. Prometemos regresar con más tiempo y quedarnos a dormir en la próxima ocasión.
Tenemos que conducir un buen trecho para llegar a Caltagirone, donde vamos a dormir. Llegamos ya de noche y es imposible aparcar cerca de nuestro bed and breakfast, ya que está en pleno centro histórico. Las calles son estrechas, sin plazas de aparcamiento, llenas de cuestas y escalinatas, que casi te las comes; es un laberinto sin fin y nos perdemos en varias ocasiones. Al final encontramos un puesto libre en una plaza minúscula e inclinada; nos aseguramos de que hemos puesto el freno de mano y pagamos las primeras horas de zona azul del día siguiente. Nos alojamos en Tre Metri Sopra il Cielo (75 euros/noche), un bed and breakfast familiar junto a la famosa escalinata; la situación es inmejorable, pero el acceso es horrible. Tuvimos que subir media escalera con las maletas a cuestas y llegamos sin resuello. El dueño nos estaba esperando tomando unas copichuelas en el bar de enfrente y nos da una habitación con vistas a la vertiginosa escalera; todo es pretendidamente coqueto y falsamente romántico, aunque un poco destartalado y no precisamente limpio. Personalmente no me gustan este tipo de sitios, con falta de intimidad; parece que te hayas colado en la casa de alguien. Aún así, el emplazamiento es bonito y caemos rendidos después de todo lo que llevamos recorrido durante el día.
Cenamos en La Piazzetta (Via vespri, 20), un bar con comida preparada y una agradable terraza en la que hace un poco, pero sólo un poco de fresquito. Nos zampamos dos arancini que no se los salta un gitano y una pizza como mi mesa de escritorio; después, un paseo para gastar las últimas energías y un helado en la heladería de al lado; esta vez alla nocciola(avellana) que está tan bueno que te dan ganas de tirarte rodando por las escaleras de gusto. Desistimos del impulso porque todavía tenemos que subirlas para llegar al bed and breakfast, esquivando a toda la juventud local que se sienta en los escalones para pelar la pava, tomar pizza o hacer botellones al estilo siciliano. No podemos más, necesitamos descansar.
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