El día 13 de mayo nos dirigimos al aeropuerto de Kayseri para entregar el coche que teníamos alquilado, y con el cual habíamos hecho 450 kilómetros, seguidos cogimos un par de vuelos internos con Pegasus, el trayecto fue Kayseri-Estambul, Estambul-Izmir, donde alquilamos de nuevo un coche, esta vez con Circular Car Hire, de nuevo no estaba nadie a buscarnos y nos llevamos un nuevo “soponcio”, cuarto de hora más tarde un hombre se presentó con nuestro apellido y nos llevó a una gasolinera a recoger el vehículo, me siento en la obligación moral de contar que nos lo entregaron muy sucio y que nos querían cobrar de forma adicional a lo pactado vía on-line, 20 euros en concepto de autopista, (que no íbamos a utiliza) y otros 10 euros de un seguro de rotura de lunas, tuvimos que “pelear un ratito” para que asumieran que no estábamos de acuerdo.
En fin, con el nuevo coche que sonaba a tractor y que perdía agua, nos aventuramos a conocer las ciudades y vestigios griegos que se encuentran por doquier en Turquía. Dirigiéndonos con ese fin desde Izmir a Selçuk. (por la carretera D550) que tardamos algo más de una hora y eso que eran menos de 100 kilómetros.
En la oficina de turismo de Selçuk encontramos a un informador excepcional que además hablaba perfectamente español y nos dio el plano de la zona y nos hizo sus recomendaciones, que nos vinieron genial. Os resumo el recorrido:
- Visita a la mezquita de Isabey.
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- Intento de entrar en la Basílica de San Juan, (que estaba cerrada).
- Paseo por el Templo de la Diosa Artemisa.
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- Subimos en coche a las ruinas de Éfeso, (dejándo la visita para la mañana siguiente) y aprovechando para ver La Cueva de los siete Durmientes y tras subir una carretera de pequeño puerto de montaña anduvimos por la Casa de la Virgen, (donde se cree que pasó los últimos años la Virgen María), observando los murales llenos de deseos que dejan los visitantes.
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- Paseamos por un pueblecito pintoresco llamado Sirince, que vendía aceites de oliva, jabones y otros productos artesanos, a mí me recordó a pueblos de España como las Hurdes extremeñas o la Alberca en Salamanca, pero con calles más complicadas de transitar, mereció la pena el paseo.
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- Buscamos un hotel, del que llevábamos alguna reseña, concretamente Hotel Nazar, fue un lugar modesto, pequeñito pero limpio y familiar, y nos ofrecieron quedarnos a cenar una cena típica de la zona. Que consistió en: Mezzes, ensalada, sopa de verduras con especias, guisantes con pollo, arroz pilaf y de postre sandía con fresas.
El día 14 desayunamos y despidiéndonos del chico de recepción continuamos nuestro viaje:
- Ruinas de Éfeso, donde pasamos la mañana imaginando lo grande que debió de ser la ciudad y la cantidad de personas que la visitamos.
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- Viaje a Priene, Mileto y Didima, (lo que más nos gusto fue el teatro de Priene y lo peor que nos perdimos un poco por Didima y no pudimos visitar el Templo de Apolo.
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Después de estas excursiones, quisimos ir a la ciudad de Antalya, cosa que gracias a nuestro mal llamado GPS, yo lo llamo Tontón, nos metimos por caminos de cabras, que aunque nos resultó muy pintoresco todo, desde el cruce de animales, bosques con corrales de pastores de construcciones en piedra muy curiosas, las negligencias de los distintos conductores, y el pasar por lugares, (que por tercera vez en el viaje), nos miraban como a auténticos extraterrestres. Conseguimos “enderezar” el camino correcto, pero como se había hecho de noche, decidimos alojarnos en una ciudad llamada Ķas, en la costa Licia. Los parajes me encantaron, yo los describiría como la Costa Brava española, con invernaderos de fresas almerienses el mar, árboles frutales y con la montaña compartiendo espacio con las playas, (de piedra y no arena fina), con el mar Mediterráneo, (Mar de Marmara), jugando al escondite apareciendo y ocultándose constantemente
Nos alojamos en el Hotel Bilgin, que no estaba mal pero olía mucho a tabaco y el desayuno algo escaso. Y en Ķas observamos la gran oferta de deportes marinos que había, las excursiones por las distintas islas que salpican el mar, y ”el chollo” que supone para el turismo alemán, pues parecía que hubiese más alemanes que turcos.
El día 15 continuamos a Antalya, por la D400, pues ya aprendimos la lección de no salirnos de carreteras que van precedidas por la letra D, las E son autopistas y no cogimos ninguna, así que no puedo opinar si merece la pena o no lo de pagar peaje. Antalya nos pareció inmensa pero con mucho problema para aparcar. Este día lo dedicamos a visitar:
- Aspendos, que tiene un teatro romano interesantísimo, pero estaba parcialmente cubierto de andamios.
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- Termessos, es ideal para los amantes del senderismo de montaña, al final tiene un pequeño teatro romano, dicen que con vistas impresionantes, y digo lo de dicen porque había una niebla espesa que no nos permitió disfrutarlas, ¡mala suerte!, además nos tuvimos que dar mucha prisa en bajar porque cerraban a las 6 de la tarde
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- Afrodisias, está en los entornos de Pamukkale, pero de nuevo nuestro tontón y nuestra ignorancia, en vez de coger dirección Pamukkale nos llevaba hacia otros pueblos que empiezan por Pamuk-, como Pamukören en Aydin, (famoso por sus aguas termales), digo esto, para que no os suceda lo mismo y recordéis que Pamukkale se escribe con dos Kas. Con este problemilla ya no paramos en Afrodisias, y además estaba cerrado por la hora.
- Y a conectar con Pamukkale, me gustaron sus vistas, parecía nieve, sin embargo se notaba un olor intenso a azufre y como a gas por todo el pueblo, (el pueblo no me gusto, estaba todo demasiado cutre).
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- Buscamos alojamiento en el hotel Allgau porque en los que llevábamos de referencia no tenían plaza, la verdad es que estábamos cansados y no teníamos ganas de buscar más, pero la habitación no tenía ni armarios y la escayola estaba a punto de desprenderse del techo.
- Cenamos bastante bien en un restaurante del pueblo, donde curiosamente nos encontramos con un chico de Bilbao que habíamos conocido en Selime, dimos una vuelta y nos despedimos.
El propietario del Hotel Allgau, que fue amabilísimo con nosotros en todo momento, nos sorprendió con un gratísimo desayuno turco, con nísperos recién cogidos del árbol.[i] Así que con “las pilas cargadas” nos fuimos a recorrer Pamukkale o “el Castillos de algodón” y la ciudad de Hierápolis, (que está en el propio recinto).
Me encantaron las dos cosas pero Pamukkale me pareció tan único[u] que sólo lamenté no haber llevado ropa de baño. No voy a decir que Hierápolis no me impactó, pero como ya habíamos visto tantos vestigios griegos y romanos presté especial atención a su necrópolis que es inmensa.