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Hoy madrugamos, queremos evitar el calor de la Valle dei Templi de Agrigento, aunque ha sido imposible, porque a las 9 de la mañana estamos en la puerta y ya hay 30 grados. Por lo menos tenemos el estómago lleno, hemos aprovechado todo lo que han dejado los boy scouts en el hotel de San Leone; muchos deben estar a dieta, porque todo está repleto de bollos de chocolate de todo tipo; no importa, hoy los vamos a quemar.
Hemos decidido no visitar la ciudad, no tenemos mucho tiempo, por lo que toda la mañana estará destinada al complejo arqueológico, que es la verdadera razón de venir hasta aquí y una de las más importantes para elegir Sicilia para nuestras vacaciones. Lo primero que llama la atención es que no es un valle, sino una sucesión de colinas a distintas alturas desde las que se divisa el azul intenso del mar, Mediterráneo puro. Gracias a Dios o más propiamente a Zeus, no hace mucho, el gobierno italiano mandó derribar más de 600 construcciones que se hallaban entre los campos que rodeaban la zona arqueológica.
Dejamos el coche en el aparcamiento cercano a la Puerta V (1,5 euros), que está a dos pasos de las taquillas y de la entrada a través de las antiguas murallas, aunque el recorrido se hace en ascenso. La entrada cuesta 10 euros si sólo se quiere visitar la zona arqueológica; 8 euros para el museo arqueológico y una combinada por 13,50 euros. No creemos que nos dé tiempo a visitar el museo, así que optamos sólo por la zona arqueológica. La luz es espléndida, el sol de un azul profundo, estupendo para las fotos, y el lugar es tranquilo, a pesar de que hay muchos visitantes, ya que los grupos organizados pasan como una locomotora exprés y pronto te dejan tranquilo.
La ciudad (Akragas en época griega) fue fundada por colonos griegos procedentes de Gela, Creta y Rodas en el siglo VI a.C. Los sucesivos tiranos le dieron esplendor, especialmente el conocido y temible Terón (s. V a.C.), impulsor de la mayoría de los monumentos más espectaculares. Como cabe esperar, a todo esplendor sigue una decadencia, la ciudad cayó en manos de los cartagineses, que no supieron mantener el esplendor constructivo, seguidos por los romanos, que la llamaron Agrigento, árabes, que la nombraron Kerkent y posteriormente Girgenti. No recuperó su actual nombre (Agrigento) hasta 1927.
Aquí se respira historia por todos sitios. Fue la tierra natal de Empódocles, gran filósofo que acabó arrojándose al cráter del Etna (es lo que tiene pensar tanto y bien) y el premio Nobel Luigi Pirandello, entre otros.
Visitamos en la parte baja el Templo de Cástor y Pólux (Dioscuros), del que sólo resta un ángulo del templo dórico original, reconstruido en el siglo XIX, aunque es uno de los más fotogénicos de todo el complejo. Un magnífico muestrario para los que quieran estudiar o repasar cuáles son las partes del orden dórico.
Los restos arqueológicos están esparcidos por todos sitios, resto de otras construcciones menores o que han tenido menos fortuna, como el Santuario de las divinidades ctonias, un conjunto de pequeños edificios de culto y altares de diferentes formas en los que se veneraba a las divinidades de la tierra (posteriormente Deméter y Perséfone), responsables de los ciclos vegetativos y, por tanto, de la vida.
A dos pasos se encuentra el Tempo de Zeus olímpico, uno de los tres más grandes del mundo helénico y el mayor de Sicilia, aunque han quedado pocos restos, ya que sus materiales fueron utilizados para la construcción de edificios posteriores y la escollera de Porto Empedocle en el siglo XVIII. Sus dimensiones eran impresionantes: 115x56 m, además tendría una altura de unos 10 pisos; su diseño también fue muy original, ya que combinaba paredes macizas con columnas adosadas y unos atlantes gigantescos (telamones) de más de 7 m; los restos de algunos de ellos aparecen en el suelo junto a las ruinas del templo y siguen siendo impresionantes. Merece la pena recordar un frangmento del poema que el escritor siciliano Salvatore Quasimodo dedicó al templo de Zeus:
Tú giras, antigua rueda de espanto,
tú, melancolía que dispones la jornada
en todo tiempo atenta, ¡qué ruina
provocas en milagros y angélicas imágenes,
qué mar arrojas a la luz escasa
de un ojo! El telamón está aquí, a dos pasos
del Hades (sofocante, inmóvil murmullo),
tendido en el jardín de Zeus, y se quiebra
su piedra con paciencia de gusano
del aire: está aquí, juntura sobre juntura,
entre los árboles eternos por una sola semilla.
Para los que no aman mucho las piedras, el lugar no es más que un amasijo de ruina y destrucción, pero para los amantes de la historia y la arqueología el lugar no puede ser más mágico y evocador. El recorrido continúa bajo nuestros sombreros (imprescindibles) entre hierbas secas de las que salen, más frecuentemente de lo que nos gustaría, algún que otro lagarto. De vez en cuando hay algunas fuentes de agua donde recuperar lo sudado. Junto a otros restos menos importantes o llamativos, destaca el Templo de Hércules, junto al ágora inferior. Es otra maravilla arqueológica, ya que es un magnífico ejemplo de templo dórico arcaico que data de las últimas décadas del s. VI a.C.; quedan 8 columnas en pie, con restos del estuco que las recubría en algunas de ellas, que muestran las características del arte arcaico: excesivo grosor de los fustes, capiteles demasiado aplastados, anchura de los pasillos internos, etc.
Un poco más arriba esperan aún más sorpresas, todavía queda lo mejor. El templo más conocido y mejor conservado es el Templo de la Concordia, magnífica construcción dórica del s. V a.C., auténtico paradigma de este estilo y época artística, quizá el mejor conservado del mundo helénico al sobrevivir a guerras, fanatismo religioso y seísmos; precisamente el catolicismo lo salvó al convertirlo en basílica cristiana en el s. VI d.C. con algunos añadidos que fueron eliminados en el s. XVIII, aunque todavía quedan las tumbas en el suelo, cortes en columnas y los 12 arcos de medio punto en las pareces de la cella, visibles también desde fuera. Cuesta creer que se haya mantenido en pie durante 25 siglos y todavía hoy podamos disfrutar de las finezas típicas de la arquitectura griega de época madura, el éntasis en las columnas, que disminuyen de tamaño en la parte superior para parecer más esbeltas, la perfecta unión de los bloques de piedra, las proporciones y separación entre las columnas...El nombre Concordia, con el que se conoce universalmente, deriva de una inscripción romana de la época imperial hallada en los alrededores del templo, pero no se sabe exactamente a qué divinidad estaba dedicado. Justo delante de él podemos observar una magnífica obra del escultor polaco Igor Mitoraj que representa a Ícaro, que no desentona en absoluto con el conjunto, sino que lo hace más interesante.
El recorrido termina en la parte más elevada, donde se alza el Templo de Juno, en una situación privilegiada de la cresta rocosa, desde donde se divisa el mar y el resto de la zona arqueológica. Se erigió en el s. V a.C. y conserva una columnata casi intacta, coronada por su arquitrabe, síntesis del apogeo de esplendor y de la posterior ruina de la ciudad de Akragas, o tal vez de toda la civilización helénica. Está considerado como uno de los más elegantes monumentos de la arquitectura dórica occidental.
Ya sólo quedan descender hasta la salida y seguir disfrutando de este lugar tan único en el mundo, testigo de siglos de historia y ejemplo único para los amantes del arte y la arqueología. La visita no nos ha defraudado en absoluto, salimos encantados y lo ponemos en la lista de sitios a los que hay que volver de nuevo, ya que también nos ha quedado la zona del Museo Arqueológico por ver. Tenemos ahora un largo camino que nos va a llevar a Trapani, aunque antes queremos pasar por Palazzo Adriano y recorrer un poco el interior de la isla.
El camino es literalmente penoso, nos arrepentimos mil veces durante y después del recorrido, ya que pudimos sufrir el estado de las carreteras secundarias del interior de la isla: curvas, desniveles, poca señalización, baches, agujeros...caminos por los que no pasaría ni el Chupacabras. Al principio tenía su encanto, pero luego se convirtió en algo desesperante, no sabíamos si el coche de alquiler iba a salir ileso de allí y no sabemos rozar el rosario. Son apenas 100 km, pero empleamos más de dos horas y media, teniendo en cuenta las veces que nos perdimos. Para descansar un poco las piernas hacemos una parada en Castronuovo di Sicilia; son las dos y todo está cerrado, no hay nadie, ningún sitio para comer ni comprar comida. Preguntamos a un señor con un diente y dialecto más moldavo que siciliano el camino para Palazzo Adriano y , por fin, tras otra media hora conseguimos llegar.
Casi a las 3 y con 36 grados llegamos a Palazzo Adriano, sin comer y desesperados. El motivo de esta visita tiene que ver por nuestra devoción a la película Cinema Paradiso de Tornatore, rodada en otros lugares de Sicilia que ya hemos visitado, pero principalmente en la plaza de este pueblo. No tiene nada de particular a los ojos de la mayoría, pero para nosotros significa mucho, es una meta dentro del viaje. La plaza es un lugar con un espíritu especial, que acoge esas historias que hemos visto e imaginado, la inocencia de un tiempo, la ilusión del cine, la vida rural...es difícil de explicar. El cine nunca existió, ya que se creó para el rodaje, aunque queda el sitio, hoy en día ocupado por una vivienda particular. La fuente guarda otras historias y no podemos evitar gritar: "¡La plaza es míaaaaaaaaaa!"; quienes hayan visto la película sabrán por qué.
Encantados y emocionados con la visita, casi no nos damos cuenta de que son las 4 y no hemos comido. Todo está cerrado, las dos tiendas de ultramarinos del pueblo no abren por la tarde, el único restaurante de la plaza se negó a hacernos cualquier cosa porque habían cerrado la cocina y en el único bar que quedaba sólo daban café y granita; algo es algo, por lo menos un líquido fresco que echarse al estómago.
Muertos de hambre seguimos nuestro camino hacia Corleone; ahora las carreteras son aún peores, con agujeros de 20 cm, nos perdemos de nuevo y circulamos por pistas de tierra...Con esta señalización es fácil.
Por fin llegamos a Corleone, ha sido toda una aventura. Nos negamos a hacernos la típica foto en el cartelito de entrada y paramos en la primera panadería que vemos para comprar un par de focaccie que devoramos en 30 segundos. Es un típico pueblo de la Sicilia interior, con sus múltiples iglesias (dicen que 40, 38 de ellas abandonadas según vimos), fortaleza y calles estrechas por las que es un suplicio circular. De la mafia, evidentemente, ni rastro, salvo alguna sugestión por las historias que nos han contado. Estamos cansados y no nos gusta demasiado, así que damos una vuelta para emplear el menor tiempo posible y llegar pronto a nuestro destino.
A media tarde llegamos, por fin, a Trapani. Nos alojamos en el Hotel Crystal, un 4 estrellas muy cercano a la estación; nos clavan 80 euros, pero fue lo más barato que encontramos para los precios de la ciudad. Además, está muy cerca del centro caminando y casi enfrente hay un gran aparcamiento en el puerto, junto a la Piazza Vittorio Emanuele, que es gratuito. El hotel está un poco venido a menos y tiene un ambiente tristón y oscuro, aunque las habitaciones son espaciosas y limpias. Descansamos un momento y vamos a ver lo que nos dé tiempo. Hace un calor húmedo, como en Palermo, pero el centro histórico es bonito, con encanto, típico de las ciudades portuarias; deambulamos sin rumbo encontrándonos palacios góticos, iglesias barrocas, edificios historicistas del XIX, en una mezcla de estilos con un manto de decadencia que nos gusta mucho. Nos sorprende que la ciudad no esté promocionada turísticamente, ya que tiene mucho encanto y bien merece una visita, aunque la nuestra sea un poco rápida, ya que se hace de noche. La ciudad tiene forma de península, que se va estrechando poco a poco hasta acabar en una punta donde se encuentra la Torre Ligny; visitamos la Piazetta Saturno, con la escultura barroca del dios en una fuente y la fachada gótica de la Chiesa di Sant'Agostino, la barroca iglesia del Colegio de los Jesuitas, el Ayuntamiento con su pareja de relojes y la catedral de San Lorenzo.
El atardecer a través del Lungomare Dante Alighieri, que discurre sobre las antiguas murallas es verdaderamente precioso; un paseo desde la Torre Ligny hasta la Pescheria (antiguo mercado de pescado) en el que tomar la brisa del mar, bajar a las pequeñas calitas y ver toda la costa iluminada, pequeños restaurantes familiares, con los edificios de pasadas glorias a la espalda es una experiencia de las más bonitas de este viaje. Todo el mundo hace la passeggiata, el paseo diario que todo buen siciliano debe darse desde el atardecer hasta bien entrada la noche para tomar el fresco, ver y ser visto. No cabe un alfiler en el paseo; la gente compra pizza o cualquier cosa para comerla en el malecón con los amigos y familiares, las señoras mayores sacan su silla a la puerta de la casa para tomar la fresca y charlar con los vecinos. Vamos, la imagen de un pueblo típico siciliano que todos tenemos grabada en la mente.
Por suerte, en la Pescheria esta semana se celebra la feria Stragusto, un conjunto de muchos puestos de comida preparada en el acto de diferentes rincones de Sicilia; es un oportunidad única para probar diferentes platos típicos de toda la isla a buen precio. Se deben comprar tickets de un euro cada uno para canjearlos por platos, que tienen distintos precios, aunque son económicos. Nos pusimos las botas, todo estaba delicioso y queríamos probarlo todo; es nuestra última noche en la isla y vamos a reventar: sfincione (pan-pizza con toma y queso caciocavallo, típicas de Palermo. Receta: cocinayrecetas.hola.com/ ...sfincione/ ), crespelle (unos crepes cocinados como canelones y relllenos de carne. Receta: www.petitchef.es/ ...fid-572900 ), panelle (frituras de harina de garbanzo), crocché (croquetas de patata, huevo e hierbabuena), timbales de pasta con sardinas (Receta: www.recetasderechupete.com/ ...iana/7509/), la deliciosa caponata (especie de pisto con berenjenas. Receta: recetascarmelilla.blogspot.com.es/ ...no-de.html), el famoso cuscús de Trapani (con verduras. Receta: www.cocinaitaliana.eu/ ...receta.htm ) y un buen postre de cassata (tarta de bizcocho, queso ricotta, mazapán y frutas confitadas). Todo era en pequeñas porciones...
Cantando "¡Qué festín, qué festín de postín........!" como en La Bella y la Bestia, y a punto de echar a rodar, decidimos dar un paseo para bajar la cena. Todo está muy animado, la gente pasea por todos sitios, las terrazas están llenas y las tiendas abiertas a pesar de ser las 12 de la noche, pubs donde las dobles de Carmen Lomana toman los últimos cócteles de moda; compramos los últimos regalitos para los compromisos y con mucha pena por ser nuestra última noche en Sicilia (por ahora) regresamos al hotel. Nos ha encantado Trapani; también prometemos volver.
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