Amanece un nuevo día en la Bretaña y las nubes parecen hacer acto de presencia, esperemos que no nos fastidien el día, pues hoy nos tocaba recorrer la costa sur hasta nuestro destino final, Quimper. A las 8:30 ya estábamos desayunando en el hotel, esta vez con algo más de variedad que el día anterior y a las 9:30 subidos en el coche. Cerca de Auray, la guía recomendaba un pueblecito pescador con encanto, Saint Cado, así que allá fuimos. Y mereció la pena. Al ser tan temprano, apenas había nadie y se respiraba una paz y tranquilidad únicas. Nos dieron ganas de quedarnos allí todo el día, pero tras pasear bordeando el mar (con la marea super baja, como sería la constante del viaje) y sentarnos brevemente a contemplarlo, emprendimos marcha hasta el siguiente destino: Pont Aven.
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Llegamos a Pont Aven sobre las 11 con una lluvia de estas finitas que parecen que no, pero sí, te cala. Aparcamos un poco más arriba del bullicio, en zona non payant, y andando llegamos a la oficina de turismo donde cogimos un mapa en el que te vienen varias rutas recomendadas. Primero, hicimos la ruta del pueblo, paseando por el río, viendo los antiguos molinos... Precioso pueblo, muy pintoresco, lleno de galerías de arte, y flores, muchas flores, y con la lluvia, parece que no, pero tenía un encanto especial. Como empezaba a salir el sol y nos iba entrando el hambre, nos adentramos en el Bois d’Amour, bosque al que acudían pintores como Gaugin a inspirarse, y allí nos comimos un sándwich contemplando el río. Nos encantó el bosque, nos perdimos una media hora por allí y después emprendimos rumbo hacia Concarneau, con el sol ya instalado para quedarse
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A Concarneau llegábamos sobre las 14:30 y aparcamos un poco más lejos de la zona del puerto, esta vez en zona Payant (por 2 euros, podíamos estar 3 horas). Fuimos andando hacia el puerto y viendo cada vez más cera el imponente fuerte de la Ville Close. En la oficina de turismo nos dieron el mapita de rigor, y de ahí nos adentramos en el fuerte. Nos gustó muchísimo, además había un concierto en la entrada y mucho ambiente. Me parece una de las paradas obligatorias del viaje. Nos compramos un heladito (el sol ya picaba) y tras un tranquilo paseo, decidimos irnos pronto, pues aún nos quedaba un buen trayecto hasta la Pointe du Raz, siguiente parada.
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El viaje hasta allí se nos hizo un poco pesado y estábamos cansados de todo el día. No sé si fue por eso que no nos impresionó demasiado... Llegamos al parking sobre las 16:30 y nos dijeron que había que pagar 6 euros... la verdad, me pareció un poco caro porque luego el paseo hacia la punta no es demasiado bonito. Creo que es demasiado turismo, y eso le quita el encanto. Había demasiada gente, pero a pesar de todo lo dicho, es muy bonito... Si merece la pena o no, ya depende de cada uno, pero creo que ya que estás ahí, hay que ir.
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Finalmente, después de un largo día, llegábamos a nuestro hotel de ese día a las 19:00. El hotel era “Hotel La Gare”, cerca de la estación, y es bastante curioso. Tipo apartamentos, con jardincito... no estaba mal. Tras instalarnos y ducharnos, nos fuimos a conocer Quimper. Del hotel al centro teníamos sólo 10 minutillos andando y nos vino genial porque estábamso un poco cansados de coche. En el hotel nos habían dado un mapa, así que fuimos adentrándonos en el centro y allí estaba, su imponente catedral, una pasada. Nos gustó mucho Quimper, sus calles, los canales que hay por el centro, el ambiente... Cenamos en un restaurante llamado Barrococo, en la terraza, se estaba de vicio. Yo una pizza carbonara y mi chico unas brochetas de pollo especiado, que estaban deliciosas, todo regado por un buen vino blanco francés. Aprovechando que no había que coger coche, decidimos tomarnos unas sidras bretonas en una terraza justo en frente de la catedral (Finisterre) y así, con las vistas de la catedral iluminada, nos dieron las 12 y ya nos fuimos a dormir... Otro día más tocaba su fin.
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Llegamos a Pont Aven sobre las 11 con una lluvia de estas finitas que parecen que no, pero sí, te cala. Aparcamos un poco más arriba del bullicio, en zona non payant, y andando llegamos a la oficina de turismo donde cogimos un mapa en el que te vienen varias rutas recomendadas. Primero, hicimos la ruta del pueblo, paseando por el río, viendo los antiguos molinos... Precioso pueblo, muy pintoresco, lleno de galerías de arte, y flores, muchas flores, y con la lluvia, parece que no, pero tenía un encanto especial. Como empezaba a salir el sol y nos iba entrando el hambre, nos adentramos en el Bois d’Amour, bosque al que acudían pintores como Gaugin a inspirarse, y allí nos comimos un sándwich contemplando el río. Nos encantó el bosque, nos perdimos una media hora por allí y después emprendimos rumbo hacia Concarneau, con el sol ya instalado para quedarse

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A Concarneau llegábamos sobre las 14:30 y aparcamos un poco más lejos de la zona del puerto, esta vez en zona Payant (por 2 euros, podíamos estar 3 horas). Fuimos andando hacia el puerto y viendo cada vez más cera el imponente fuerte de la Ville Close. En la oficina de turismo nos dieron el mapita de rigor, y de ahí nos adentramos en el fuerte. Nos gustó muchísimo, además había un concierto en la entrada y mucho ambiente. Me parece una de las paradas obligatorias del viaje. Nos compramos un heladito (el sol ya picaba) y tras un tranquilo paseo, decidimos irnos pronto, pues aún nos quedaba un buen trayecto hasta la Pointe du Raz, siguiente parada.
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El viaje hasta allí se nos hizo un poco pesado y estábamos cansados de todo el día. No sé si fue por eso que no nos impresionó demasiado... Llegamos al parking sobre las 16:30 y nos dijeron que había que pagar 6 euros... la verdad, me pareció un poco caro porque luego el paseo hacia la punta no es demasiado bonito. Creo que es demasiado turismo, y eso le quita el encanto. Había demasiada gente, pero a pesar de todo lo dicho, es muy bonito... Si merece la pena o no, ya depende de cada uno, pero creo que ya que estás ahí, hay que ir.
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Finalmente, después de un largo día, llegábamos a nuestro hotel de ese día a las 19:00. El hotel era “Hotel La Gare”, cerca de la estación, y es bastante curioso. Tipo apartamentos, con jardincito... no estaba mal. Tras instalarnos y ducharnos, nos fuimos a conocer Quimper. Del hotel al centro teníamos sólo 10 minutillos andando y nos vino genial porque estábamso un poco cansados de coche. En el hotel nos habían dado un mapa, así que fuimos adentrándonos en el centro y allí estaba, su imponente catedral, una pasada. Nos gustó mucho Quimper, sus calles, los canales que hay por el centro, el ambiente... Cenamos en un restaurante llamado Barrococo, en la terraza, se estaba de vicio. Yo una pizza carbonara y mi chico unas brochetas de pollo especiado, que estaban deliciosas, todo regado por un buen vino blanco francés. Aprovechando que no había que coger coche, decidimos tomarnos unas sidras bretonas en una terraza justo en frente de la catedral (Finisterre) y así, con las vistas de la catedral iluminada, nos dieron las 12 y ya nos fuimos a dormir... Otro día más tocaba su fin.
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