No se cuantas horas pudimos dormir. Un montón.
Nos levantamos prontito y desayunamos en la habitación unas muffins que compramos el día anterior. Teníamos el mercado de Queen Victoria al lado del hotel, así que nos dimos una vuelta y compramos lago de fruta. Después nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad con las rutas que habíamos cogido el día anterior.
Hoy queríamos ver la playa de Santa Kilda. En la oficina de turismo nos dijeron que lo mejor era ir en tranvía. Hay que comprar unas tarjetas (las venden en la oficina de turismo) y luego cargarlas con dinero. Nos recomiendan el billete diario que son 7 dólares (te permite montarte en todos los medios de transporte durante todo el día)
Llegamos en un trayecto de 20 minutos y en la costa hacía una brisilla que nos hace ponernos chaqueta. Curioso que mientras nosotros nos abrigamos que haya gente en la playa tomando el sol. Se nota que están preparando todas las instalaciones para el verano, arreglando las duchas, pintando locales-bares, damos un paseo por el paseo y decimos ir a comer. Fitzroy Street está llena de restaurante, y predominan los italianos. Tras dar muchas vueltas paramos en “La Porchetta St Kilda”, elegimos los platos destacados del día.
Con el estómago lleno vamos caminando por el paseo hacia la ciudad para pararnos en Albert Park. En este parque puedes encontrar barbacoas, baño limpio con papel y jabón. Las barbacoas son eléctricas y para uso y disfrute de la ciudadanía. Sólo tienes que llevar la comida, eñegir la que esté más limpia y a disfrutar.
La noche está ideal para pasear y vemos como Swanston Street es la calle elegida para cenar, no se si es porque está cerca del barrio chino pero predominan los restaurantes orientales. A las 20:ooh no queda ninguna tienda abierta (alguna de todo a 100 de chinos, y poco más). El ocio se apodera de las calles y los cines, restaurantes y bares están llenos de gente joven.
Nosotros a descansar