Nos levantamos a las 7, desayunamos en el hotel croissants que habíamos comprado en el súper el día anterior y nos pusimos en marcha que tocaba otra vez coche. Hoy, íbamos directos a Sarlat, yo había mirado todas las rutas en Google Maps y sabía más o menos los kilómetros, duración y carreteras de cada día. En principio hoy teníamos que hacer 3 horas y unos 300km mayoritariamente por autovía. Sin embargo, nuestro flamante GPS pensó que era mucho mejor llevarnos por mitad de la montaña por lo cual estuvimos una hora más de camino con un considerable cabreo, maldito cacharro!!!


Cuando llegamos a Sarlat pillamos por los pelos el famoso mercado que colocan en la plaza (se celebran los miércoles y los sábados), y pudimos ver todos los puestos con quesos, foie, frutos secos,… La verdad es que el ambiente del mercado es muy bonito por lo que si podéis pillarlo mejor.

Con tanto ver comida se nos había abierto el apetito así que nos fuimos a comer. Nuevamente cogimos el menú para probar las cosas típicas sin gastarnos un dineral (estamos hechos unos guiris jeje). Esta vez tocaba foie de primero y pato de segundo, estaban impresionantes y es que por algo es la zona!! Aprovecho para comentar que en casi todos los sitios que comimos en Francia pedimos garrafe d’eau, que es agua del grifo. Allí mucha gente la pide, de hecho ves que en el mostrador tienen un montón de botellas de cristal rellenas y no te ponen mala cara ni nada al pedirla. Es una ventaja porque mientras que se puede comer por precios asequibles las bebidas son bastante caras.

Bueno pues con el estómago bien lleno y con el sol pegando nos fuimos a pasear por Sarlat (¿quién dijo que no hacía calor en Francia?). Sarlat es famosa por poseer la mayor concentración de fachadas medievales, renacentistas y del siglo XVII de toda Francia, y sinceramente, se nota porque las calles son preciosas y las casas son todas de piedra ocre lo que le da ese aire antiguo y medieval.


Luego volvimos a la plaza donde ya no quedaba ni rastro del mercado.

De vuelta al coche, vimos fuentes y unas estatuas de unos patos a las que no pude resistirme montarme jejeje


Sin darnos cuenta ya había llegado la hora así que llegamos al hotel, hicimos el check in y cogimos de nuevo el coche para ir a visitar Rocamadour. Éste está a una 1 hora en coche de Sarlat, por unas carreteras secundarias con muuuuchas curvas en las que pasé un poco de miedo, sobre todo, porque la vuelta la hicimos de noche. Eso sí, en mitad de la carretera nos encontramos con una de las estampas más bonitas que vimos en el viaje, y es que éste es el encanto de Francia!!

Rocamadour es uno de los ‘must’ de este viaje quedamos absolutamente encantados y aunque no es el Monte St. Michel desde mi punto de vista le queda muy cerca, así que recomiendo su visita y merece incluso un desvío para conocerlo. Rocamadour es un centro de peregrinación desde que se atribuyó una serie de milagros y se encontró el cuerpo intacto de un ermitaño cristiano, al que conocemos como San Amador, y del que recibe el nombre el lugar (Roca de Amador-Rocamadour). Dicho esto, la visita en sí no tiene por qué tener un fin religioso. Rocamadour consta de un castillo en la parte alta de la montaña, una zona de capillas y basílicas integradas en la roca y un pueblo en la parte baja. La forma en la que los edificios se adaptan a la roca es espectacular y la estampa final te deja sin palabras.
Nosotros empezamos por arriba para poder ir bajando y así cansarnos menos!. Aparcamos al lado del castillo y lo visitamos por dentro. Las vistas desde el castillo son alucinantes porque desde él puedes ver todo el valle y todas las edificaciones que están en los niveles más bajos.



Cuando sales del castillo, ves una especie de sendero que empieza a bajar. Es muy bonito bajar por aquí porque es un via crucis y tiene las distintas estaciones, si bien el sentido correcto es de subida. Además a lo largo del vía crucis vas viendo las vistas del castillo desde abajo.


En la zona intermedia están las capillas y basílicas donde se encuentra la Virgen Negra y el Niño. Esta zona es muy bonita de visitar por sus pasillos y recovecos.

Seguimos bajando por las escaleras hasta llegar al pueblo, que en un sentido estricto son un par de calles, pero muy pintorescas y con mucho encanto. Hay que decir que era última hora de la tarde y que al ser septiembre no había casi nadie y pudimos hacer las visitas estupendamente. Por otros diarios, creo que este lugar se llena mucho en otras épocas lo que imagino que dificulta su visita y le resta encanto.

Una vez visitado el pueblo decidimos aprovechar los ascensores que hay para subir, para mí no hay dinero mejor pagado, y en 3 minutos ya estábamos en el coche. Hay que decir que los ascensores aunque sean de cristal, van por dentro de un túnel por lo que no se ve nada de nada. Cogimos el coche y continuamos la carretera hasta el final de las casas donde está el mirador. Las vistas son alucinantes!


Justo al lado del mirador, hay una crepería con unas vistas maravillosas así que decidimos quedarnos a cenar unos crepes mientras veíamos como atardecía en Rocamadour. Nos pedimos tanto crepes salados como luego unos dulces de postre y estaban súper buenos!!!


Una vez hubo anochecido, la vista de Rocamadour iluminada era sobrecogedora.

Después de hacer miles de fotos y videos nos montamos en el coche y para el hotel que ya era tardísimo, pero al menos mañana no tocaba cambiarnos de región.