16 de octubre
Después de una semana complicada, decidimos regresar y continuar viaje. Las comunicaciones con el grupo son del todo imposibles, están en la zona del Omo, así que va a ser toda una sorpresa.
Conseguimos unos pasajes con Ethiopian airlines haciendo escala en Roma a bastante buen precio y contactamos con Wondo para que nos preparara un transporte desde Addis hasta Awasa, donde el resto del grupo tenía prevista la llegada al día siguiente.
17 y 18 de octubre
24h de viaje desde León y de nuevo en Addis, aun no podemos creerlo, todo ha sido muy rápido, pero me alegro de estar de vuelta. Wondo nos espera en el aeropuerto con un coche preparado y nos ponemos rumbo a Awasa.
Nuestro hotel, el Shebele I, una especie de lodge muy cerca del lago, está bastante bien. Nos sabe la ducha a gloria después de tantas horas de viaje. Finalmente aparecen nuestros guías y compañero de viaje, que no puede creerse, al igual que nosotros, que estemos allí de nuevo. Mucha emoción en el reencuentro y mucho que contarnos.
Awasa es una ciudad bastante grande y limpia, muy diferente de lo que hemos visto hasta ahora, situada a orillas del lago del mismo nombre, es un lugar agradable para hacer una parada en la ruta que une el sur con la capital.
Lo primero que te impresiona es la cantidad de árboles que hay en sus calles y que en el momento de nuestra visita estaban cuajados de flores y las bandadas de Marabús enormes que hay por todas partes, sobre todo al lado del lago. Son unas aves enormes con un aspecto un poco siniestro, parecidas a los pelícanos.
Dos recomendaciones en este lugar, primera, no perderse la puesta de sol junto al lago y la segunda salir siempre con una linterna del hotel, porque no hay luz en sus calles y están llenas de socavones del tamaño de una persona y lo más probable es que acabes cayendo de bruces en uno de ellos, esto os lo cuento por experiencia…


Al día siguiente, después de desayunar maravillosamente bien en el Hotel Pinna, nos vamos a visitar el mercado de pescado a orillas del lago. Es un lugar encantador, con sus barcas de colores al lado del agua, los vendedores y los niños limpiando y cortando el pescado ayudados de una pequeña navaja y sus dientes, es increíble la destreza con que separan la piel de la carne de los peces con la boca. Los omnipresentes Marabús, poniéndose las botas con los restos de pescado y enormes “warcas”, el árbol símbolo de Etiopía.


De camino a Awash paramos en unos baños termales cerca de Wondo Genet, estos son alimentados por manantiales de agua caliente con supuestos efectos medicinales. Están rodeados por unos preciosos jardines en los se suelen ver babuinos.
Hacemos un alto en el camino para comer en Shashemene, cruce de caminos y capital no oficial de los rastafaris de Etiopía. No tiene ningún tipo de atractivo a excepción de sus pintorescos habitantes.
La carretera pasa al lado del lago Ziway, el mayor y el situado más al norte de los siete que se encuentran en el valle del Rift. Tiene cinco pequeñas islas volcánicas, una de las cuales alberga el monasterio de Debre Zion, donde se supone fue escondida durante algún tiempo el arca de la alianza. Bordeado de enormes higueras, es uno de los mejores lugares para observar aves, como el marabú, garzas e ibis.

Llegamos de noche a Awash, no hay luz en las calles, como viene siendo habitual en la mayoría de las poblaciones del país. Nos alojamos en el Hotel Bufe-Legar, de reciente construcción y por tanto con muy buenas instalaciones. El único problema es que está situado al lado de la iglesia y como en Etiopía los cristianos ortodoxos utilizan megáfonos para proclamar sus oraciones al igual que los musulmanes y era sábado, no pudimos dormir en toda la noche, porque la celebración comenzó a las dos de la mañana y a las nueve, cuando nos íbamos todavía continuaba, increíble!
19 de octubre
Dedicamos parte de la mañana para visitar el Parque Nacional de Awash, que toma su nombre del río más largo de Etiopía, el Awash, el cual marca la frontera sur del parque y desemboca en el lago salado Abbe en el desierto de Danakil.

En cuanto a la existencia de vida salvaje, no tiene nada que ver con cualquier otro de los parques naturales del sur u oeste de África. Con suerte podrás ver, como en nuestro caso, algún que otro orix, gacelas, zorros o babuinos y un León que por desgracia tienen encerrado en una jaula diminuta al lado de las cataratas; para mí estas fueron lo que más me gustó. Se puede llegar hasta la parte de abajo, donde rompe el agua, por un camino lleno de babuinos y bastante resbaladizo que parte por el lado izquierdo de las cataratas.
