Por primera vez, viajábamos con Emirates. Nos convenció el precio, el horario y el A380 que sale desde Barcelona.
Inicialmente, habíamos planeado un recorrido empezando por Jakarta y siguiendo hacia Bandung, pero después de unos cuantos cambios y de leer comentarios no demasiado favorables sobre la capital, decidimos largarnos hacia Yogyakarta inmediatamente.
Pasamos los trámites de inmigración (colas tremendas: una para pagar el visado, otra para gestionarlo). Recogemos maleta, cambiamos algo de dinero (poco, solo para los primeros momentos, el cambio en los aeropuertos no suele ser muy bueno) y nos trasladamos en el bus gratuito a la terminal de salidas domésticas.
Vuelta a facturar maleta, nos dan la tarjeta de embarque e intentamos localizar la puerta. En información nos dicen una, la tarjeta de embarque pone otra y las pantallas una tercera diferente. Aixxxxxxx…. Pero la gente nos mira y sonríen: parecen majetes. Esa fue mi primera impresión de la gente de Java y a lo largo del viaje se confirmó. Son buena gente, amables, un poco escandalosos y bastante guarretes (todo lo tiran al suelo), pero simpáticos.
Finalmente, aclaramos cual era la puerta de embarque y descubrimos que el vuelo (Lion Air) llevaba retraso. Bastante retraso. DOS HORAS DE RETRASO!
Finalmente, embarcamos y en una hora y diez minutos llegamos al aeropuerto de Yogyakarta. Pese a que llegábamos a las 10 de la noche y no a las ocho, como estaba previsto, allí estaba el coche de Pondok Terra (te recogen gratuitamente) con un cartelito con nuestro nombre.
A estas horas el cuerpo ya no daba para mucho. Suerte que el aeropuerto no queda lejos de Yogya.
Pondok Terra es un hotel atípico, pero fue un gran acierto. Está relativamente céntrico, muy cerca de la zona de Prawirotaman, a unos diez o quince minutos de la zona del Kraton, en un barrio muy tranquilo de pequeñas callejuelas.
Solo tiene cuatro habitaciones, bueno, villas, cada una de ellas con su propia piscina. La nuestra (la más sencilla) consistía en un amplio espacio en el que había una cocina, separada por una pared de la zona del dormitorio. Delante de la cama, una mesa de comedor con sus sillas. Al lado del dormitorio, el baño, enorme, con bañera y ducha tamaño salón de baile. A fuera, jardincito con tumbonas, mesa, sombrilla y piscina. Todo eso por el sorprendente precio de unos 62 € la noche. El desayuno no estaba incluido. El primer y el último día pedimos que nos lo trajeran a la habitación. Es sencillo, pero muy rico: huevos, tostadas, mermelada, mantequilla, café, te, zumo… No recuerdo el precio, pero era bastante asequible. Los otros dos días nos lo hicimos nosotros en la cocinita. Al no ser un hotel “al uso” no tiene servicio de habitaciones, pero te dejan la carta de un restaurante cercano al que puedes llamar para que te traigan comida o cena. Nosotros llamamos una noche y en media hora escasa teníamos la cena en nuestro glorioso jardín.
El exterior de la "habitacioncita"
El dormitorio y la zona de comedor. Al fondo, la cocina
Parte del baño
Cuando llegamos era tardísimo, así que, después de un baño que nos sentó de maravilla, a dormir y hasta mañana.