Es abrumadora la inmensidad de esta ciudad. No en vano es la segunda en importancia de Rusia, país de dos continentes (Europa y Asia). Si se desea conocer esta ciudad ni que sea mínimamente no queda otra que contratar excursión sea con la naviera, sea con una agencia local para la expedición del visado correspondiente. Es casi imposible, además, conocer algunos de los edificios sin el transporte de un autocar debido a las distancias entre ellos. Nuestro guía de origen hispano de la agencia canaria shore2shore, Luís, a pie de barco, nos cuenta que hemos tenido suerte con el tiempo los dos días y que somos unos afortunados es algo inaudito al no ver apenas nubes durante 48 horas seguidas. El recorrido desde el puerto este primer día y tras los rigores de la comprobación por parte de la policía rusa de nuestro visado temporal, nos conduce primeramente a la Iglesia del Salvador de la sangre derramada (1907) situada en la orilla del canal Griboyédov, que se construyó en el lugar en el que el zar Alejandro II fue asesinado durante un atentado en 1881. Su fachada está decorada con azulejos de cerámica y ladrillos de colores. Sin duda, la mejor vista se obtiene desde el lateral del canal Griboyédov. Por cierto, este canal lleva directamente a la famosa avenida Nevsky, de aproximadamente 4 km de longitud donde a cualquier hora del día y de la noche te la encuentras plagada de gente ya que no en vano se encuentran en ella gran cantidad de cafés, tiendas hoteles y palacios. Al visitar la iglesia por dentro te impregnas de todo su esplendor. Visitamos la iglesia a las 10:00, hora ideal, puesto que es cuando la abren y no está atiborrada de gente en su mayoría turistas como nosotros. Es una típica iglesia ortodoxa donde está claramente dividida en tres: El Altar, la zona de orar (de pie) los feligreses y al final de la iglesia la zona la del servicio. Una vez visitada fuimos al canal nombrado anteriormente donde nuestro guía, Luis, nos indicó que era un momento ideal para realizar el paseo por los canales y el río. En este paseo se disfruta de unas espectaculares vistas del centro de la ciudad mientras descansas y te relajas aunque relativamente puesto que la cámara de fotos no deja de echar humo durante todo el trayecto. Contemplar, aunque sea en movimiento, el Hermitage desde el río y a poca distancia o bien la Fortaleza de San Pedro y San Pablo al otro, no tiene precio. Posteriormente volvimos a coger el autobús para trasladarnos a la localidad cercana a Pushkin, a 25 km de San Petersburgo, donde pudimos catar la comida rusa y también descansar durante una hora y cuarto aproximadamente antes de dirigirnos al palacio de Santa Catalina en las afueras de la misma localidad, su residencia veraniega de estilo rococó, decorado en oro y cuya fachada mide 325 metros. Nos explicó Luis que tardaron en construirlo solamente 4 años. El palacio es inmenso, has de protegerte los zapatos con unas bolsas y puedes realizar todas grabaciones y fotografías que quieras a excepción de en la sala ámbar. El ámbar era mucho más preciado y valorado que el oro. Qué preciosidad de sala. La decoraron con tanto lujo con la idea de impresionar a los embajadores ya que era la sala de espera y así de esta manera “se hacían a la idea” de la importancia de quien le iba a recibir. Los paneles actuales son copia del original que se perdieron en la II Guerra Mundial. El salón de baile es inmenso con un gran fresco decorando el techo. Tras pasar como dos horas en el palacio y ver los jardines volvimos al autobús para regresar al barco. Esta noche había quien tenía adquirida la extensión de la excursión de los “puentes levadizos” que empezaba a la 1 ó 1:30 de la madrugada. Se levantan los puentes para poder dar paso al tráfico marítimo. Nosotros no consideramos adquirirla puesto que pensamos que a estas alturas del crucero íbamos a estar algo cansados como para pasarnos una noche prácticamente sin dormir. Por lo que nos contaron al día siguiente quien sí lo hizo realmente solo ves elevarse un puente y en el mismo sitio se reúnen todas las excursiones. Una vez el puente elevado sobre el río la excursión consiste en ver la ciudad iluminada.
Al día siguiente Luis, nuestro guía, nos volvió a esperar a pie de barco para iniciar el segundo día de estancia en San Petersburgo. En primer lugar nos llevó a una tienda de souvenirs muy céntrica donde, casualmente o no, habían también otros autobuses de excursiones aparcados a la entrada. Tras estar haciendo unas compras durante una media hora o quizá un poco más regresamos al autobús para dirigirnos al Palacio de Petergof. Impresionante el palacio (lo vimos sólo por fuera) y más aún sus fuentes y jardines los cuales dan al mar. Fuentes con sorpresa incluida que no hay que desvelar… Las fuentes funcionan algunas horas al día por un sistema propio del agua no por acción de un motor. Entre las distintas fuentes la más bonita bajo mi punto de vista es la de Sansón con su gran cascada. También tiene su encanto la de las sorpresas. Tras la visita al Palacio volvimos a la ciudad de San Petersburgo. El autobús nos dejó cerca de la plaza del Palacio, justo detrás de la entrada al museo. Tras adquirir las entradas nos dirigimos sin hacer cola al interior. Pasamos por el arco y para dentro. Dicen que en volumen de obras es el tercer museo más importante tras el Louvre y el British. Tengo el honor de poder decir que, de una manera o de otra, ya conozco tres de los cuatro más importantes puesto que imagino que no nos debemos de olvidar de El Prado. El Hermitage es el antiguo palacio de invierno del zar, que junto a otros cuatro acoge una de las colecciones de arte más grandes y valiosas del mundo. Es impresionante el reloj de oro en forma de pavo real que tienen expuesto dentro de una urna. No lo hacen funcionar para evitar su deterioro pero a su izquierda hay un monitor donde se puede apreciar todo el movimiento del “animal” cada vez que da la hora. Fue un regalo que el zar le hizo a Catalina II y algo digno de ver. Una vez concluida la breve visita (apenas dos horas) al museo nos dirigimos a un restaurante a comer también la típica comida rusa que consiste en tres platos, postre y café. He de decir que la comida no fue nada extraordinario ninguno de los dos días. Escasa cantidad y calidad la justa. Tras el tiempo del receso nos quedaban aún dos cosas que hacer. La primera visitar el metro y la segunda la Fortaleza de San Pedro y San Pablo. Algunas estaciones del metro están entre 85 y 110 metros bajo el suelo, para poder pasar por debajo del río Neva y evitar posibles filtraciones (al igual que en Londres) y siguen decoradas como antiguamente. Otras, en cambio, el gobierno intenta reformarlas respetando su decoración original. Con el yetón en la mano (monedita para introducir en la ranura del torno para acceder al interior) entramos en una estación céntrica para aprovechar mejor el tiempo bajándonos en la siguiente la cual se encontraba no muy distante en autobús de nuestro última visita: La Fortaleza de San Pedro y San Pablo. Con su gran aguja dorada que se percibe desde muchas partes de la ciudad. Por dentro aún sorprende más con su gran cantidad de pan de oro y las tumbas de muchos de los zares que hubieron así como de sus familiares incluído Pedro el Grande, fundador de la ciudad. Tras la visita nos trasladaron al barco donde antes de subir a bordo volvimos a entrar a las la tiendas que hay en la entrada a la aduana y acabamos por algunos recuerdos más típicos de Rusia.
Durante esta escala en San Petersburgo tan sólo hubo espectáculo en el teatro del barco la noche del día 15 a cargo del malabarista Daniel Hochsteiner. No estuvo mal.
Al día siguiente Luis, nuestro guía, nos volvió a esperar a pie de barco para iniciar el segundo día de estancia en San Petersburgo. En primer lugar nos llevó a una tienda de souvenirs muy céntrica donde, casualmente o no, habían también otros autobuses de excursiones aparcados a la entrada. Tras estar haciendo unas compras durante una media hora o quizá un poco más regresamos al autobús para dirigirnos al Palacio de Petergof. Impresionante el palacio (lo vimos sólo por fuera) y más aún sus fuentes y jardines los cuales dan al mar. Fuentes con sorpresa incluida que no hay que desvelar… Las fuentes funcionan algunas horas al día por un sistema propio del agua no por acción de un motor. Entre las distintas fuentes la más bonita bajo mi punto de vista es la de Sansón con su gran cascada. También tiene su encanto la de las sorpresas. Tras la visita al Palacio volvimos a la ciudad de San Petersburgo. El autobús nos dejó cerca de la plaza del Palacio, justo detrás de la entrada al museo. Tras adquirir las entradas nos dirigimos sin hacer cola al interior. Pasamos por el arco y para dentro. Dicen que en volumen de obras es el tercer museo más importante tras el Louvre y el British. Tengo el honor de poder decir que, de una manera o de otra, ya conozco tres de los cuatro más importantes puesto que imagino que no nos debemos de olvidar de El Prado. El Hermitage es el antiguo palacio de invierno del zar, que junto a otros cuatro acoge una de las colecciones de arte más grandes y valiosas del mundo. Es impresionante el reloj de oro en forma de pavo real que tienen expuesto dentro de una urna. No lo hacen funcionar para evitar su deterioro pero a su izquierda hay un monitor donde se puede apreciar todo el movimiento del “animal” cada vez que da la hora. Fue un regalo que el zar le hizo a Catalina II y algo digno de ver. Una vez concluida la breve visita (apenas dos horas) al museo nos dirigimos a un restaurante a comer también la típica comida rusa que consiste en tres platos, postre y café. He de decir que la comida no fue nada extraordinario ninguno de los dos días. Escasa cantidad y calidad la justa. Tras el tiempo del receso nos quedaban aún dos cosas que hacer. La primera visitar el metro y la segunda la Fortaleza de San Pedro y San Pablo. Algunas estaciones del metro están entre 85 y 110 metros bajo el suelo, para poder pasar por debajo del río Neva y evitar posibles filtraciones (al igual que en Londres) y siguen decoradas como antiguamente. Otras, en cambio, el gobierno intenta reformarlas respetando su decoración original. Con el yetón en la mano (monedita para introducir en la ranura del torno para acceder al interior) entramos en una estación céntrica para aprovechar mejor el tiempo bajándonos en la siguiente la cual se encontraba no muy distante en autobús de nuestro última visita: La Fortaleza de San Pedro y San Pablo. Con su gran aguja dorada que se percibe desde muchas partes de la ciudad. Por dentro aún sorprende más con su gran cantidad de pan de oro y las tumbas de muchos de los zares que hubieron así como de sus familiares incluído Pedro el Grande, fundador de la ciudad. Tras la visita nos trasladaron al barco donde antes de subir a bordo volvimos a entrar a las la tiendas que hay en la entrada a la aduana y acabamos por algunos recuerdos más típicos de Rusia.
Durante esta escala en San Petersburgo tan sólo hubo espectáculo en el teatro del barco la noche del día 15 a cargo del malabarista Daniel Hochsteiner. No estuvo mal.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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