EL PARQUE NACIONAL DE GARAJONAY.
Conocimos un poquito este parque hace muchos años, durante una de las típicas excursiones de un día que las agencias programan para los turistas que pasan sus vacaciones en Tenerife. Fueron unas horas en la isla de La Gomera, de las que muy pocas transcurrieron en el Parque de Garajonay, la mayor parte en el autocar y en un restaurante, pero me causó tanta impresión aquel bosque exuberante, cuyas enormes ramas rozaban las ventanillas del bus al avanzar por la estrecha carretera, que siempre tuve ganas de volver allí y disfrutarlo con más calma. Al fin llegó la oportunidad, y otra vez la estancia se quedó corta en tiempo pero no en satisfacción. ¡Qué lugar más bonito es Garajonay!
Vista de Tenerife y el Teide desde el Parque Nacional de Garajonay.
Se encuentra en el centro de La Gomera, una isla de origen volcánico, en la que, sin embargo, no se han producido erupciones en los últimos dos millones de años, lo que ha favorecido unas condiciones perfectas para la erosión provocada por el agua, forjando un relieve escarpado, que se caracteriza por profundos barrancos, sobre los que se elevan enormes pináculos, los domos volcánicos que conocemos como roques.
Foto superior: Roque de Agando, el más emblemático de los roques de La Gomera.
Tiene una superficie de 3.984 hectáreas, poco más del 10 por ciento de la superficie total de La Gomera. Ocupa su zona más alta, entre los 650 metros del bosque del Cedro y los 1.487 metros del Alto de Garajonay, el techo de la isla, y se extiende por todos sus municipios, que son seis: Hermigua, Agulo, Vallehermoso, Valle Gran Rey, Alajeró y San Sebastián.
El Valle de Hermigua desde Garajonay.
Su carácter extraordinario se lo otorga fundamentalmente sus frondosos bosques de laurisilva y fayal-brezal, auténtica reliquia de la Era Terciaria, cuando este tipo de bosques se extendían por toda la cuenca mediterránea y el norte de África, y que actualmente solo subsisten por estas latitudes en lugares muy determinados, como las islas Canarias, Madeira, Azores, las Islas Salvajes y Cabo Verde, que no sufrieron tan intensamente los cambios climáticos que modificaron los ecosistemas de las zonas continentales. Por cierto que el término “laurisilva” proviene del latín “laurus” + “silva”, es decir, “bosque de laurel”.
Los bosques de laurisilva que se conservan en Garajonay son de los mayores y más bellos que se pueden contemplar actualmente. Necesitan un clima uniforme a lo largo del año, con temperaturas suaves, sin heladas y un alto nivel de humedad. Su conservación se ve favorecida por las frecuentes nieblas, que reducen la evaporación del agua y depositan gotas en la vegetación, manteniéndola siempre verde, en contraste con la mayor aridez del resto de la isla. Esta vegetación se denomina “monteverde canario”, está presente en el 85 por 100 de la superficie de Garajonay y la componen cerca de 20 especies arbóreas que se distribuyen de acuerdo con sus afinidades ecológicas, constituyendo varios tipos de bosques diferentes. Las más abundantes son el haya, el acebiño, el loro, el viñatigo, el palo blanco y el brezo arbóreo, que llegan a alcanzar una altura de casi 20 metros, los de mayor tamaño del mundo. También son notables otras especies como el til, el tejo canario y el barbusano. Además, hay multitud de helechos muchos de ellos gigantes, y los líquenes y musgos envuelven gran parte de los troncos de los árboles y crecen en las grietas de las rocas contribuyendo a la gran belleza cromática de los bosques del Parque, que alcanza su mayor esplendor con la floración del más de un centenar de especies de plantas de flor endémicas canarias
La "selva de selvas" forma el monteverde canario que supone el 85% del parque.
En cuanto a la fauna, se registran más de 1.000 especies, 150 de ellas endémicas, entre las que destacan los insectos (en especial, escarabajos y arañas) y los moluscos (caracoles y babosas). Los vertebrados solo suman 40 especies, en su mayoría aves, a las que es más fácil escuchar que ver. Así podemos encontrar la paloma rabiche, la paloma turqué, el murciélago de bosque, la perdiz chocha, el canario, la lisa gomera y el lagarto gomero.
En 1981 fue declarado Parque Nacional y en 1986 catalogado como Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO.
Mar de nubes sobre Garajonay.
El Parque también tiene su parte romántica que le brinda una leyenda, supuestamente aborigen. Y digo supuestamente porque he leído que no está comprobado el origen real de la historia de los amores desgraciados de Gara y Jonay. Pero eso tampoco importa demasiado, porque casi todos los lugares naturales de belleza extraordinaria como éste cuentan con un relato parecido, de amores desgraciados.
Las Creces.
Se dice que una hermosa muchacha gomera (algunas versiones cuentan que era princesa) llamada Gara, como otras jóvenes de su aldea, acudió a la cascada mágica (los chorros de Epina) para que le anticipara su suerte en el amor. Si el agua permanecía tranquila al mirarse en su reflejo, sería la señal de que encontraría la felicidad con su amante; si el agua se enturbiaba, la relación estaría maldita y sólo provocaría desgracia y desasosiego. El agua se mantuvo serena al principio, pero luego se enturbio. Confundida, Gara acudió al chamán del pueblo, que le advirtió de que para evitar el mal fario debería mantenerse lejos del fuego. En una fiesta, Gara conoció a Jonay, un joven guanche que había acudido a los festejos desde la vecina isla de Tenerife. Los dos se enamoraron, pero en el preciso momento en que hicieron públicos sus sentimientos, el Teide entró en erupción y tanto los gomeros como los guanches lo interpretaron como una señal que condenaba aquel amor; así que unos y otros prohibieron cualquier relación a los dos jóvenes, que, sin embargo, no se resignaron. Jonay escapó de Tenerife hacia La Gomera nadando sobre unas pieles de cabra, se reunió con Gara y ambos se refugiaron en los bosques de la zona más alta de la isla. Fueron perseguidos y acorralados, y ante la imposibilidad de seguir juntos, decidieron suicidarse: afilaron una lanza por ambos extremos, la pusieron entre ambos y se la clavaron mutuamente al fundirse los dos en un abrazo. Desde entonces, este bosque lleva sus nombres enlazados, como se entrelazan las ramas de los árboles que lo forman.
Cerca de Laguna Grande.
VISITAR EL PARQUE DE GARAJONAY.
Aunque se puede recorrer el parque en automóvil de forma perimetral por las carreteras principales que lo rodean y también por dos transversales (también las llaman dorsales) que lo cruzan de norte a sur, la mejor manera de hacerlo es adentrándose en sus bosques, a través de sus senderos. Y no hay excusa posible, porque existen rutas de todo tipo, dificultad y duración, desde simples paseos de veinte minutos, a caminatas circulares de seis horas. Todas merecen la pena, y no necesariamente las más largas son las más bonitas. Además, unas suelen enlazar con otras, con lo cual se pueden formar recorridos casi “a la carta”.
En este mapa de carreteras de la isla he dibujado en azul el contorno del parque y en verde las dos carreteras que lo cruzan de norte a sur.
Para ello, resulta imprescindible conseguir un mapa del parque y una relación de senderos, con su duración, dificultad, situación y características. Este material lo entregan en el Centro de Visitantes, lugar al que es muy recomendable acudir antes de empezar cualquier recorrido por Garajonay.
Mapa del Parque y sus senderos que nos entregaron en el Centro de Visitantes. Es muy aconsejable conseguir uno para realizar las rutas.
RUTAS A PIE POR EL PARQUE:
Normalmente son senderos accesibles y fáciles. Indicaré solamente el grado de dificultad cuando viene calificado como medio o alto, el resto se entiende que es bajo. La duración que citan los folletos es aproximada, tirando a amplia, incluyendo paradas para fotos; normalmente se puede tardar menos y comprende el recorrido total; en itinerarios lineales tanto la ida como la vuelta.
RUTA 1. BAILADERO. Recorrido lineal.
Longitud: 1 Kilómetro
Duración: 30 minutos
Desnivel: 80 metros
Inicio: Mirador del Bailadero.
RUTA 2. ERMITA DE LOURDES. Recorrido lineal.
Longitud: 1,4 kilómetros
Duración: 40 minutos
Desnivel: 40 metros
Inicio: Reventón Oscuro.
Se solapa parcialmente con las rutas 8, 9 y 18
RUTA 3. LAGUNA GRANDE I. Recorrido circular.
Longitud: 0,9 kilómetros
Duración: 20 minutos
Desnivel: 20 metros
Inicio: Área recreativa Laguna Grande
Se sola parcialmente con las rutas 6 y 14.
RUTA 4. LOS BARRANQUILLOS. Recorrido circular.
Longitud: 0,8 kilómetros
Duración: 20 minuto
Desnivel: 20 metros
Inicio: Aparcamiento de Piedras Hincadas
RUTA 5. LAS CRECES. Recorrido circular.
Longitud: 4,2 kilómetros
Duración: 1 hora 30 minutos
Desnivel: 100 metros
Inicio: Área Recreativa de Las Creces
[b]RUTA 6. LAGUNA GRANDE II.[/b] Recorrido circular.
Longitud: 3,8 kilómetros
Duración: 1 hora 40 minutos
Desnivel: 100 metros
Se solapa parcialmente con las rutas 3 y 14.
RUTA 7. CONTADERO – ALTO DE GARAJONAY. Ruta circular.
Longitud: 2,6 kilómetros
Duración: 1 hora 30 minutos
Desnivel: 140 metros
Dificultad: Media
Conecta con las rutas 9 y 17.
RUTA 8. REVENTÓN OSCURO – EL CEDRO. Recorrido lineal.
Longitud: 5,8 kilómetros
Duración: 2 horas 10 minutos
Desnivel: 280 metros
Dificultad: Media
Inicio: Reventón Oscuro
Conecta con las rutas 2 y 9; se solapa parcialmente con la ruta 18.
Se puede hacer en coche (turismo) por una pista empedrada.
RUTA 9. CONTADERO – EL CEDRO. Recorrido lineal.
Longitud: 9,6 Kilómetros
Duración : 4 horas 30 minutos
Desnivel: 530 metros
Dificultad: Media
Inicio: Contadero o Caserío del Cedro
Conecta con las rutas 2, 7, 8 y 14. Se solapa parcialmente con la ruta 18.
RUTA 10. CAÑADA DE JORGE. Recorrido circular.
Longitud: 3,2 kilómetros
Duración: 1 hora 20 minutos
Desnivel: 120 metros
Conecta con la ruta 12.
RUTA 11. MESETA DE HERMIGUA – EL CEDRO. Ruta lineal.
Longitud: 4,5 kilómetros
Duración: 2 horas 30 minutos
Desnivel: 210 metros
Conecta con las rutas 8 y 18. Se solapa con la ruta 15.
RUTA 12. RASO DE LA BRUMA – RISQUILLOS DE CORGO. Recorrido circular.
Longitud: 1,2 kilómetros
Duración: 1 hora
Desnivel: 70 metros
Dificultad: Media
Conecta con la ruta 10.
RUTA 13. AGANDO – LA LAJA. Recorrido lineal.
Longitud: 5,8 kilómetros
Duración: 3 horas 15 minutos
Desnivel: 600 metros
Dificultad: Alta
RUTA 14. LAGUNA GRANDE – ALTO DE GARAJONAY. Recorrido circular.
Longitud: 9 kilómetros
Duración: 5 horas
Desnivel: 230 metros
Dificultad: Media
Conecta con rutas 9 y 18. Se solapa parcialmente con rutas 6, 7 y 18.
RUTA 15. LA MESETA DE HERMIGUA. Recorrido lineal.
Longitud: 0,7 kilómetros
Duración: 30 minutos
Desnivel : 30 metros
Solape parcial con la ruta 11.
RUTA 16. PAJARITO – AJUGAL. Recorrido circular.
Longitud: 5,5 kilómetros
Duración: 2 horas 15 minutos
Desnivel: 110 metros
Conecta con ruta 14. Se sola parcialmente con las rutas 7 y 18.
RUTA 17. PAJARITO – ALTO DE GARAJONAY. Recorrido lineal.
Longitud: 2,2 kilómetros
Duración: 1 hora 30 minutos
Desnivel: 270 metros
Dificultad: Media
Conecta con rutas 14 y 16. Se solapa parcialmente con ruta 18.
RUTA 18. PAJARITO – EL CEDRO –TAJAQUÉ. Recorrido circular.
Longitud: 12,7 kilómetros
Duración: 6 horas 30 minutos
Desnivel: 530 metros
Dificultad: Alta
Conecta con rutas 14 y 15. Se solapa parcialmente con rutas 7, 9, 2 y 8.
Visto así, parece sencilla la posibilidad de realizar la mayoría de las rutas aunque se cuente con poco tiempo, dado que muchas de ellas son cortas y sencillas. Sobre el terreno, la cosa no es tan fácil porque hay que moverse con el coche hasta el inicio de los senderos y también es preciso contar con la meteorología. Si lo más bonito de un sendero son las vistas panorámicas, no resulta recomendable hacerlo con niebla; en este caso, será mejor escoger un sendero en el bosque de laurisilva, que gana con las nubes y la niebla. Pero no es nada sencillo planearlo de antemano porque las nubes vienen y van a una velocidad de vértigo, y en cuestión de minutos puede estar soleado y terminar lloviendo. Normalmente hace mejor tiempo por la mañana que por la tarde, pero no siempre es así. Lo primero hay que estudiar bien el plano y las conexiones de las rutas. Claro que luego igual os pasa como a nosotros, que sobre la marcha empezamos a hacer cambios y terminamos formando un maremágnum de rutas de cuidado. Lo bueno es que todos los caminos merecen la pena y se disfrutan mucho.
Ruta hacia la Ermita de Lourdes.
De haber tenido más tiempo, hubiésemos recorrido casi todas las rutas, pero con menos de tres días completos, a primeros de enero que la luz se va a las 18:30, con varios chaparrones que nos pillaron y queriendo conocer también otras partes de la isla, tuvimos que conformarnos con hacer lo que buenamente pudimos, que no fue poco, por cierto, y, además, todo precioso.
Hay dos lugares donde conseguir la información necesaria sobre el parque: el Área Recreativa de Laguna Grande y el Centro de Visitantes “Juego de Bolos”, en La Palmita-Agulo, que curiosamente se encuentra situado fuera de los límites del parque.
Desde San Sebastián, en dirección a Valle Gran Rey, llegamos a un cruce de la carretera que nos indicaba Laguna Grande a la izquierda, a 1 kilómetro, y el Centro de Visitantes a la derecha, a 9 kilómetros. Como queríamos ir al Centro de Visitantes, tomamos la carretera dorsal que atraviesa el parque, bordeada por la vegetación, con las ramas de los árboles cubriéndola a modo de toldo en muchos lugares. Por el camino fuimos viendo algunos vehículos aparcados junto a los lugares de inicio de varios senderos en esta zona, por ejemplo, Pajarito y Contadero.
El Centro de Visitantes está ubicado en un edificio de construcción típica canaria, con un bonito patio. Aquí llegan los autocares turísticos y siempre está muy concurrido, pues también dispone de tiendas y restaurante. Se puede ver una exposición fotográfica y audiovisuales. En el mostrador de información me atención una joven muy amable que me entregó unos mapas, una hoja con los senderos y, sobre todo, me ofreció un par de valiosos consejos: que no me dejara guiar solo por las apariencias (los senderos más largos no son necesariamente los más bonitos) y que, pese a que todo el mundo habla del Cedro, a ella, particularmente, la zona que más le gustaba era la de Las Creces y el Raso de la Bruma, la menos concurrida. Así que tomamos nota.
En las inmediaciones del edificio está el Mirador del Lomo del Dinero, que ofrece bonitas vistas sobre los frondosos bosques de Garajonay, que no es uno sino varios, “una selva de selvas”, como señala el panel informativo.
Mirador del Lomo del Dinero.
A la derecha del edificio, sale una carretera que muere no muy lejos, en el impresionante Mirador de Abrante, que se asoma a la costa y a Agulo. Además del mirador exterior, cuenta con otro con paredes y suelo de cristal. Hay que pasar por una cafetería, pero la entrada en gratis y tampoco es necesario realizar ninguna consumición. Aprovechad para acercaros cuando paséis por el Centro de Visitantes pues es una lata volver hasta aquí después (a nosotros nos pasó porque no nos dimos cuenta, por eso lo comento).
Y ese fue nuestro contacto con el Parque de Garajonay durante nuestro primer día de estancia en La Gomera, ya que por la tarde nos dedicamos a visitar otras zonas de la isla como Agulo, Hermigua y Vallehermoso. Pero eso lo cuento en las dos etapas anteriores del diario.
DÍA 2.
Este día pretendíamos dedicárselo en exclusiva al Parque de Garajonay y sus senderos, pero luego las cosas no salieron como las habíamos planificado. El día amaneció claro y soleado, aunque desde nuestra habitación en el hotel rural Ibo Alfaro de Hermigua podíamos distinguir algunos nubarrones sobre el parque.
Después de desayunar, cogimos el coche y tomamos la carretera que desde Hermigua asciende en dirección a San Sebastián de la Gomera, hasta llegar al cruce con la pista asfaltada que sale a la derecha, atravesando el parque por su vertiente oriental. Allí nos encontramos con un aviso de carretera cortada al tráfico por desprendimientos excepto para realizar las rutas 11 y 15. La verdad es que casi nos entró un ataque de pánico: otro corte en la carretera como en El Hierro, que nos podía obligar a dar un rodeo tremendo para volver al mismo sitio. Sin embargo, como en nuestros planes figuraban esas dos rutas, decidimos seguir adelante. No sé qué ocurrió, pero nos debimos saltar el inicio de los senderos, quizás porque no vimos ningún coche por allí. Como era muy difícil dar la vuelta en una carretera estrecha, llena de curvas y al borde de un imponente precipicio, continuamos hasta que vimos un par de vehículos que venían en sentido contrario al nuestro: eso quería decir que habían podido pasar desde el otro lado. En efecto, más adelante encontramos la zona del desprendimiento, con operarios trabajando en la calzada y un semáforo que regulaba la circulación alterna de vehículos. Estábamos salvados, no tendríamos que retroceder y dar toda la vuelta al parque para entrar desde el lado opuesto, por la Palmita (el Centro de Visitantes). Poco después vimos el indicador de la ruta número 1.
RUTA NÚMERO 1. BAILADERO.
Como era un paseo de un kilómetro y 30 minutos, con vistas panorámicas, detuvimos el coche y empezamos allí nuestro periplo a pie por el Parque de Garajonay. Nada más pasar el panel indicador, llegamos al mirador del Bailadero, con unas vistas preciosas sobre los Roques, si bien el sol daba de frente y no permitía apreciar los colores en todo su esplendor. Era molesto más que nada para hacer fotografías.
A la izquierda, un indicador señalaba el camino que conducía al Mirador de Hermigua, a trecientos metros, atravesando el bosque. ¡Y qué trecientos metros! La orientación norte se dejaba sentir en la vegetación, incrementando la humedad que permite la existencia de la espectacular laurisilva húmeda y los brezales de tejo, con musgos y líquenes enredados sobre troncos y suelo. El sendero es fácil, aunque con un poquito de pendiente hasta que alcanza el mirador, que en un día claro como aquél permitía ver la grandeza del tentáculo verde que se va perdiendo hasta fundirse con el mar azul en la costa.
Mirador de Hermigua.
Preciosa ruta que proporciona mucho más de lo que podría esperarse de un recorrido tan corto. Muy aconsejable para abrir boca en el Parque.
De vuelta a la carretera, vimos otro indicador que marcaba “El Cedro, 1 kilómetro”, ruta 18, y allá que nos metimos. Era una conexión, no el inicio de la ruta 18, pero nos fuimos por allí, pensando en llegar al Cedro. Lo cierto es que lo que hicimos fue un kilómetro de la ruta 18, que nos sacó de nuevo a la carretera, donde vimos el cartel del inicio de otra ruta, la número 8, que también suponía la continuación de la ruta 18. En fin, un poco de lío hasta que te empiezas a familiarizar un poco con el tema.
Tramo de ruta 18, entre El Bailadero y Reventón Oscuro.
RUTA NÚMERO 8. REVENTÓN OSCURO - EL CEDRO.
La ruta 8 es lineal, tiene una longitud de 5,8 kilómetros y atraviesa parte del Monte del Cedro, donde predomina el bosque de laurisilva, con laurel, acebiño, haya y brezo, hasta alcanzar el Caserío del Cedro, ya fuera de los límites del parque; transcurre casi en su totalidad por una pista empedrada, por la que pueden circular solo los turismos. La guía del Centro de Visitantes nos había aconsejado hacer este recorrido en el coche para ahorrar tiempo y fuerzas que necesitaríamos para acceder a lugares a los que solo se puede ir a pie. Decidimos hacerle caso y mientras mi marido retrocedía por la carretera hasta el lugar donde habíamos dejado el coche, yo me puse a estudiar atentamente los mapas a ver si conseguía ubicarnos y planificar las caminatas.
Ya en el coche, lentamente fuimos recorriendo los tres serpenteantes kilómetros que separan Reventón Oscuro del Caserío del Cedro, mientras por el camino fuimos encontrando conexiones con otras rutas, como la 2 y la 9. Muy bonita la espesa vegetación de laurisilva con árboles de gran porte cubiertos de musgo, tan densa que en muchos tramos apenas permitía el paso de los rayos del sol; pero sinceramente al ir la ruta por la pista empedrada, no merece la pena darse la paliza caminando por ella salvo que se disponga de muchísimo tiempo libre.
Llegamos al Caserío del Cedro, donde aparcamos el coche. Aquí hay merendero, una granja y hasta un restaurante encaramado en un alto, con unas vistas preciosas. Es un lugar muy bonito, por donde corre un arroyo formando pequeñas cascaditas.
De este lugar salen otras varias rutas, pero en principio nos llamó la atención la que anunciaba el camino hacia el Chorro del Cedro, donde, al parecer, terminan las rutas 8 y 18. El panel informativo indicaba que estábamos en “la parte baja de un barranco por donde corría el agua todo el año” y que “una pared vertical con un salto de agua de más de 200 metros de caída, el más grande de Canarias, separa esta zona del Valle de Hermigua”. Y, al lado, un cartel marcaba 0,6 Km hasta el Chorro (Salto de Agua), con lo cual el asunto parecía “pan comido”. Ya, ya…
Empezamos a caminar por el sendero bien marcado, acompañando durante un rato el curso del arroyo, para subir después una empinada cuesta hasta dejar atrás la granja. Allí pudimos ver una estupenda panorámica del barranco que se desploma formando el verde valle de Hermigua hasta llegar la costa. Todavía ni rastro del chorro.
El sendero comenzaba a descender por unos altísimos escalones de piedra (quizás no lo sean tanto para los chicarrones de hoy en día, pero vimos varios de ellos pasándolas canutas también). Menos mal que unas barandillas de madera ayudaban de vez en cuando, al tiempo que protegían de una caída al precipicio. La verdad es que no había peligro alguno guardando las debidas precauciones, por lo menos en un día sin lluvia como aquél, con las piedras mojadas sería otro cantar. De pronto, frente a nosotros, entre la maraña de árboles, vislumbramos un hilo de agua que caía en vertical desde lo alto de la montaña hasta hundirse en lo que parecía una poza, muchos metros más abajo. No era fácil distinguirlo porque el sol daba de frente, molestaban las ramas y había un precipicio bajo nuestros pies que nos impedía encaramarnos con seguridad a ninguna parte. Vimos un pequeño balcón con una traviesa de madera, pero tampoco mejoraba mucho las vistas.
No contentos con aquel lejano mirador, continuamos un interminable camino de descenso, hundiéndonos cada vez más en las entrañas de la pared rocosa, que parecía engullirnos hacia el mar, como si bajásemos por un tobogán con escalones. Cada vez teníamos la costa más cerca, pero el chorro no aparecía. Menos mal que la espesa vegetación brindaba su sombra, protegiéndonos del sol que apretaba bien cuando aparecía entre las nubes.
Llegó un momento en que las escaleras se transformaron en sendero de tierra con una pronunciada pendiente. Y, entonces, inevitablemente empezamos a pensar que todo lo que estábamos bajando habría que subirlo después: ¡0,6 kilómetros marcaba el panel! Pero, ¿cuánto llevábamos ya?
Cuarenta minutos más tarde, divisamos ya muy cerca una amplia mancha azul, que nos imaginamos era el Embalse de los Tilos, donde habíamos leído que desemboca finalmente el agua de la cascada. Ya tan abajo, el sol brillaba con fuerza, iluminando el paisaje.
Al llegar junto al embalse, vimos un camino que salía a la derecha y que nos llevó a un lugar precioso, donde el agua de la cascada iba formando escalones antes de terminar en el riachuelo que continuaba hacia el embalse. No era la caída vertical que habíamos ido viendo en nuestro descenso, sino seguramente la que formaba el agua al deslizarse desde la poza de la anterior. En cualquier caso, el lugar era idílico.
Después nos acercamos a la presa, desde donde pudimos distinguir la cascada precipitándose al fondo, desde lo alto de la pared vertical de roca, envuelta en boscaje. Lástima que el sol de cara no permitiese captar los verdaderos colores en las fotografías. Desde allí arriba habíamos venido y allí arriba teníamos que regresar. ¿Así que 600 metros? ¡Serían en vertical!
Tardamos casi una hora en deshacer lo andado, aunque esta vezcuesta arriba. La verdad es que fue más fácil de lo que esperábamos. Ya en el Caserío, fuimos al merendero para tomar nuestros bocatas. Luego nos enteramos que los 600 metros eran hasta el mirador donde se veía el chorro. Nosotros habíamos hecho… no sé cuánto más. Sin embargo, mereció la pena porque el lugar es realmente bonito. También sabemos que, posiblemente, haya una forma mucho más sencilla de acceder hasta la presa por alguna de las carreteras que salen de Hermigua, pero tampoco nos arrepentimos de que saliera así. La caminata había sido muy bonita.
RUTA NÚMERO 2. HERMITA DE LOURDES.
Desde el Caserío del Cedro, donde habíamos comido, sale esta corta ruta de apenas un kilómetro y medio, con un desnivel de 40 metros. Se solapa con las rutas 8, 9 y 18. Nos habían comentado que es muy bonita, así que decidimos aprovechar antes de irnos hacia la zona del Raso de la Bruma, que queríamos hacer a continuación.
Realmente precioso el recorrido, entre laurisilva madura, formada por árboles de gran porte con gruesa capa de hojarasca en el suelo y abundantes helechos. En las laderas, se aprecia también el llamado “monteverde húmedo de fondo de barranco”. Además, el riachuelo de El Cedro acompaña durante casi todo el camino con sus aguas cristalinas, el rumor del agua en conjunción con el sonido de las hojas y el viento. Un recorrido sencillo, pero que se disfruta realmente.
La ruta termina en la blanca Ermita de Nuestra Señora de Lourdes, donde también hay una pequeña zona recreativa, con bancos y merendero. Se puede regresar por un camino paralelo que va a un aula de la naturaleza, pero nos había gustado tanto el sendero, que decidimos volver por donde habíamos venido.
Eran las cuatro de la tarde y pensábamos que todavía nos daría tiempo a hacer algún sendero en la parte occidental. Sin embargo, cuando salimos a la carretera en dirección al área de Laguna Grande, el tiempo cambió bruscamente. Las nubes se hacían más densas por momentos hasta que nos envolvió la niebla. Bueno, no era tan grave, en el Centro de Visitantes nos habían dicho que las rutas que íbamos a visitar ganan con la niebla. Sin embargo, conforme nos íbamos acercando al inicio de los senderos, la cosa se fue poniendo peor y empezó a llover a cántaros, encima con mucho viento. No podía ser. Esto trastocaba bastante nuestros planes, pero las condiciones eran demasiado malas. Había que buscar un plan B. Así que decidimos probar suerte en la costa, en Valle Gran Rey, y dejar nuestro periplo por Garajonay para el día siguiente.
DÍA 3.
Apenas nos quedaban unas horas en La Gomera (nuestro avión salía a las seis) y nos faltaba tanto por recorrer… Otra vez la sensación de que la estancia había sido demasiado corta. No valían lamentaciones, había que aprovechar la jornada de la mejor manera posible. El día estaba nublado y no sabíamos qué podía ocurrir allá arriba, en Garajonay.
Como nuestro primer destino era la parte occidental del Parque, dejamos Hermigua por Agulo y Vallehermoso, donde paramos a comprar comida para hacer bocadillos (no había tiempo para restaurantes si queríamos hacer más senderos). El cielo estaba negro y lloviznaba un poco. Menos mal que según ascendíamos hacia Garajonay, las nubes se fueron aclarando aunque sin desaparecer. Aparcamos el coche en un apartadero, junto al inicio de la primera ruta que queríamos hacer, la que nos recomendó especialmente la chica del Centro de Visitantes.
RUTA NÚMERO 12. RASO DE LA BRUMA-RISQUILLOS DE CORGO.
Pequeña ruta circular de un kilómetro y medio, con una hora de duración y 200 metros de desnivel. Señala dificultad media, pero me pareció un camino sencillo, con alguna cuesta pronunciada y teniendo que guardar cierta precaución para no resbalar en algunos sitios. Nada especial.
Cuando llegamos había algo de bruma y se notaba la humedad de la lluvia del día anterior, de modo que pudimos apreciar la belleza que esconde este lugar cuando las hojas de los árboles captan las gotas y las retienen, pudiéndolas ver formar racimos al trasluz. Lo intenté, pero no lo pude captar con la cámara. El entorno era precioso, irreal, como estar inmersos en una ubicación mágica, de cuento, donde los duendes verdes del bosque danzaban a nuestro alrededor. Sinceramente, pocas veces en un sendero he visto y sentido algo así, y llevo hechos unos cuantos.
Estuvimos prácticamente solos, pues apenas nos cruzamos con tres o cuatro personas en todo el recorrido. Como nos habían dicho, no es de los senderos más concurridos, lo cual también se agradece porque es posible escuchar los sonidos del bosque, el canto de los pájaros y el viento entre las hojas.
Según los paneles informativos estábamos atravesando un bosque de laurisilva propio de las laderas de barlovento, donde la incidencia de la bruma del alisio es máxima, con gran cantidad de musgos colgantes en los troncos de los árboles y multitud de helechos a causa del altísimo nivel de humedad existente.
Hay un par de miradores en este recorrido, pero como todo no podía estar fetén, la bruma y las nubes tapaban las vistas hacia Vallehermoso y el mar. Así que tuvimos que “conformarnos” con la visión del bosque, una maravilla por lo demás.
Al final del recorrido, salió el sol y la luz filtrándose por entre las ramas le dio un nuevo atractivo al paisaje.
Desde allí, unos cientos de metros en coche hasta el inicio de la siguiente ruta.
RUTA NÚMERO 5. LAS CRECES.
Esta ruta también me la había recomendado la chica del Centro de Visitantes, pero yo ya la conocía por un reportaje que vi en una revista de viajes. Es circular y muy sencilla, tiene una longitud de 4,2 kilómetros y se hace en poco más de hora y media.
Recorre un bosque viejo de laurisilva y fayal-brezal. Quizás no tiene el tono mágico que vimos en la del Raso de la Bruma, pero también es una delicia hacer este paseo caminando con tranquilidad mientras captas escenas para mil fotos.
El camino de ida se hace por un sendero y el de vuelta por una pista de tierra. Tampoco está demasiado concurrido, aunque sí más que el anterior, incluso nos encontramos una excursión organizada por la zona de la pista. En esta zona también hay un pequeño merendero,, creo recordar que con fuente.
De vuelta al coche, nos dirigimos hacia el área recreativa de Laguna Grande para comer. Desde la carretera, cuando los árboles se abrían, pudimos apreciar los estragos causados por el gran incendio de 2012, que calcinó un 20 por ciento de la superficie de La Gomera, correspondiendo un 18 por 100 al Parque de Garajonay. Encogía el corazón contemplar la enorme extensión de árboles quemados, inmensas manchas grises en el horizonte. La verdad es que casi no quisimos mirar, nos daba una pena inmensa. Ya en nuestra anterior visita, pudimos asistir a la recuperación del bosque gomero de otro gran incendio, a finales de los años ochenta, y todavía más trágico porque costó varias vidas humanas. En aquella ocasión quedaba poca huella de los efectos del fuego, nos pareció que el entorno estaba casi completamente regenerado, quizás porque había transcurrido más tiempo o, simplemente, porque fue lo que nos enseñaron en la visita guiada.
LAGUNA GRANDE.
Es la principal área recreativa del Parque, con centro de información, merenderos y restaurante, y donde se concentra el mayor número de visitantes pues hasta aquí llegan los autocares de casi todas las excursiones organizadas, dado su cómodo acceso desde San Sebastián de La Gomera. Es un lugar curioso, dado que en su centro hay una especie de espacio muerto de unos 800 metros cuadrados, en el cual no hay ni una planta, lo cual no deja de resultar extraño en un entorno tan verde que, por cierto, también se vio afectado por el fuego de 2012.
Panel explicativo en el centro de información.
Hay muchas teorías sobre este fenómeno: que pudo ser la boca de un antiguo cráter, que estuvo anegada de agua y el suelo perdió fertilidad e incluso que es un lugar encantado, donde los antiguos gomeros realizaban rituales mágicos. Lo que sí vimos fueron fotos de este círculo de tierra llena de agua, una especie de laguna que puede llegar a formarse en caso de que llueva torrencialmente durante varios días. Al margen de todo, tal como estaba, no le vi especial interés al lugar concreto de la supuesta laguna.
Esta zona está completamente orientada al turismo no voy a decir de masas, porque en esta isla no hay nada masificado, pero si a una mayor afluencia de gente que en el resto de la isla y sobre todo del Parque. De hecho, aquí se encuentra la ruta más corta y sencilla de todas, apropiada para todo el mundo y que, sobre todo, permite internarse un poco por el bosque de laurisilva a las personas que visitan La Gomera en la excursión de un día desde Tenerife.
No llega a un kilómetro y apenas se tarda 20 minutos en completar, aunque tiene una pendiente de 20 metros porque hay que subir y bajar unos pequeños tramos de escaleras. Como habíamos ido allí a comer, decidimos dar este pequeño paseo y no nos arrepentimos. Al alejarnos apenas unos metros del área recreativa, donde se agolpaba la gente, nos encontramos casi solos en el sendero, lo cual nos sorprendió bastante.
Es un bonito paseo que ofrece una buena muestra del bosque llamado fayal-brezal, con hayas y brezos, que alcanzan aquí alturas superiores a 10 metros. También hay laureles, viiñátigos y sanguinos con el suelo y los troncos cubiertos de musgo, que en primavera se tiñe de morado por la floración de especies como el geranio canario. Debe ser un precioso espectáculo natural.
También se llega a un pequeño mirador, desde el que se contempla la llamada Fortaleza de Cherelepi, un domo volcánico cubierto de vegetación, también afectada por el fuego. Sin embargo, las vistas no son demasiado espectaculares ya que los árboles tapan la perspectiva y hay que subirse a un banco que se encuentra detrás para poder apreciar algo decentemente.
Aquí también se inicia la Ruta Número 6, Laguna Grande II, circular, que recorre gran parte de la zona sur del parque, la menos favorecida por las nieblas. Nos dimos cuenta, además, que recorre gran parte de la superficie quemada, por lo cual no nos pareció la mejor opción en esos momentos.
Nuestra estancia en La Gomera estaba tocando a su fin, pero no queríamos marcharnos de la isla sin llegar a su punto más elevado, el Alto de Garajonay, donde cuenta la leyenda que se inmolaron los amantes. Así que decidimos que esa sería nuestra última ruta en el Parque.
Nuestra estancia en La Gomera estaba tocando a su fin, pero no queríamos marcharnos de la isla sin llegar a su punto más elevado, el Alto de Garajonay, donde cuenta la leyenda que se inmolaron los amantes. Así que decidimos que esa sería nuestra última ruta en el Parque.
Hay varias rutas que llegan al Alto y dudamos de cuál elegir. Las dos opciones que teníamos con el tiempo de que disponíamos salían o desde Contadero o desde Pajarito, con una distancia, duración y dificultad similar. Al final nos decidimos por la primera por el simple hecho de que es circular.
RUTA NÚMERO 7. CONTADERO-ALTO DE GARAJONAY.
Tiene una longitud de dos kilómetros y medio, que se tarda poco más de una hora en realizar, con un desnivel de 140 metros y una dificultad media (después de hacerla, pienso que es una subida empinada, pero no demasiado costosa). Al ver el panel informativo casi nos arrepentimos, pues advierte que casi todo el sendero transcurre con vistas a la parte sur, la zona quemada en el incendio de 2012. Sin embargo, también señala de la recuperación de las especies predominantes en su bosque de fayal-brezal.
Una vez en marcha, la verdad es que no lo lamentamos. Es mucha la superficie quemada, con esqueletos de árboles calcinados mostrándose al viento. Sin embargo, también se contempla el proceso de regeneración del bosque mucho mejor que en las zonas más bajas, donde al ver el panorama de abajo arriba, todo parece gris. Desde una perspectiva superior, aparecen manchas verdes en el horizonte y se aprecia que el suelo está prácticamente recuperado, con las plantas exhibiendo hojas y flores en todo su esplendor. Un rayo de esperanza que disipaba la desolación inicial.
Mientras subíamos al Alto, el cielo cada vez se fue poniendo más negro. Las nubes venían a toda prisa desde el norte, dejando claro que nos íbamos a tener que olvidar de las maravillosas vistas que publicita el panel informativo. Se veía mejor la parte sur, con la Fortaleza de Cherelepi, un emblemático domo volcánico que también sufrió los estragos del incendio. De la vertiente norte, no pudimos distinguir demasiado por las nubes bajas, pero aquella esta zona había estado despejada en días anteriores y pudimos contemplarla bastante bien desde otros miradores.
En las fotografías del panel informativo se nos muestra el panorama de las selvas de Garajonay antes del incendio. Esperemos que recuperen ese aspecto en el menor plazo posible de tiempo y que no vuelvan a cambiar nunca más.
El Alto de Garajonay fue una montaña sagrada para los antiguos gomeros y también el lugar donde se refugiaron los que se rebelaron contra los conquistadores a finales del siglo XV. Los aborígenes consideraban sagradas las montañas, porque creían que su altitud les acercaba a la divinidad. Aquí llevaban a cabo sus ritos y se han realizado excavaciones arqueológicas que sacaron a la luz un conjunto ceremonial compuesto por unas construcciones de piedra formando círculos.
En el Alto se puede ver una reproducción de dicho conjunto, cuyo yacimiento original permanece bajo el mirador. Fue una sorpresa encontrarnos con algo tan curioso e interesante, allá arriba.
Bajamos a Contadero y allí acabó nuestra excursión por el Parque de Garajonay. Nos quedamos con ganas de recorrer los senderos que nos faltaban, pero no disponíamos de más tiempo. Habíamos tenido que descartar las rutas más largas, pero sí que hicimos una parte de todas ellas y creo que nos llevamos una buena muestra de su riqueza natural que permanecerá en nuestro recuerdo y en nuestras fotos, con miradores de vértigo, cascadas y bosques encantados. Seguramente esta isla estaría más valorada de encontrarse en otras latitudes, en un lugar alejado y exótico; aunque quizás sea mejor que se conserve así, como una joya exenta de multitudes.