Al comenzar el día de hoy, resuenan como un monumental sarcasmo en mi cabeza las palabras de Térmico en su web: "aprovechad el jet lag de los primeros días para ir a Tsukiji..." JA JA, ya llevamos más de una semana por aquí y levantarse a las cinco es tan divertido como hacerlo en cualquier otra parte. Nos encaminamos todavía medio dormidos y nos metemos en la primera boca de metro, la más cercana al hotel: Shin-Okachimachi. Además tenemos suerte ya que nos lleva directamente a la parada de Tsukiji-Shijo, mola. Para coger el metro sacamos unas tarjetas de prepago PASMO. Como ya se explica en el foro, son tarjetas sin descuento, ya que el abono de un día vale sobre unos mil yenes y no cuenta... de todas maneras puede saliros a cuenta si unís en un sólo día todos los sitios que precisan metro, que en Tokio no son demasiados. Las tarjetas se sacan en máquinas expendedoras, están en japonés pero hay una tecla para ponerlas en inglés, no es problema. Cuando vayáis a sacarlas, veréis que os distingue entre "Personal use PASMO" y "General use PASMO" Nosotros cogimos estas últimas porque no tuvimos que meter ningún dato personal. Las tarjetas llevan un depósito de 500 yens así que el saldo será siempre 500 yens menos de lo que hayáis metido, pero cuando devuelves la tarjeta, te dan los quinientos. A nosotros no nos aplicaron ningún tipo de comisión.
Bueno, pues en marcha. Al llegar a Tsukiji la lonja la encuentras simplemente siguiendo a la marabunta de gente que acude. Hemos sido buenos y lo hemos dejado todo en el hotel, sólo llevamos las cámaras y el dinerito para el desayuno. Como siempre, a las cinco ya es completamente de día y ya no da tanta sensación de madrugar, además Tsukiji está en plena efervescencia y te despabilas rápido del todo.
Mucho ojo con los carros que manejan los operarios y los transportes, ya que te pueden atropellar y además hay que intentar no ser un estorbo, esta gente trabaja, y yo que tengo una empatía natural con la gente del mar tengo claro que no quiero joder la marrana a nadie, así que voy buscando ángulos muertos desde los que admirarlo todo y sacar fotos sin estorbar.
Cuando ya estamos hartos de tanto follón nos dirigimos hacia Daiwa sushi, el reputadísimo restaurante donde se desayuna... adivináis qué?? en efecto, torrijas, como la que llevamos nosotros encima, sobre todo al pararnos.
Después de leer las críticas por internet, uno espera una cola del copón en la puerta, pero tenemos suerte y tras preguntar dos o tres veces a tenderos locales y encontrar la puerta del lugar, nos vemos esperando menos de media hora hasta que entramos junto a una pareja californiana (creo que creían que íbamos juntos) y pedimos "omakase" o sea, la selección del chef (3500 yens por cabeza, pero si alguien se cree que he viajado hasta aquí para no tomar el mejor sushi del puñetero mundo mundial, es que está tonto o no aprecia sus partes colgantes). Está mejor de lo que podáis imaginar.
Supongo que a alguien que no le guste el sushi le parecerá caro y tal, pero yo disfruté como nunca y el chef además nos regaló un par de piezas. Consta de maguro, toro, tamago, iga, ebi, unagi, unos makis (pequeñitos, ponen seis por cabeza) de atún, un pescado que debía ser dorada, etc. Muy bien servidos, y os aseguro que la sensación que se tiene a priori de si se va a poder desayunar pescado a las siete de la mañana desaparece rápido cuando te sumerges en el ambiente. Aparte, como ya os he dicho, es completamente de día y ya llevas un ratito de marcha, te sienta como un almuerzo más bien.
Pues nada, hasta otra Tsukiji. Metro de vuelta al hotel y tras cargar con las mochilas y demás nos acercamos hasta Ginza, donde vamos a pasar buena parte de la mañana de "window shopping", es decir, se mira pero no se toca. El barrio en cuestión tiene bonitos ejemplos de llamativa arquitectura pero lo que le da fama internacional y hace que se le conozca como la Quinta Avenida tokiota es la profusión de marcas y diseñadores, para no aburriros os diré que están directamente todos, así como una selección de grandes almacenes con unos depachika (sótanos dedicados al comercio de alimentos) dignos de un Pantagruel cualquiera.
La siguiente parada, cuando ya hemos visto suficiente (nuestro poder adquisitivo no llega para estos sustos) nos vamos al edificio Sony, donde nos dedicamos a manosear todo lo que podemos, yo dedico un énfasis especial para la sección de fotografía, donde trasteo con los nuevos modelos de la línea alpha, las 230, 330 y 380 y qué queréis que os diga... me quedo con la mía. Han hecho un restyling de la línea 200, 300 y 350 buscando hacerlas más ligeras pero a mí no me convencen, me parecen menos cómodas de manejo y hasta frágiles, empezando por un sistema de encendido que vamos, para nada. También jugueteo un rato con la alpha 900 y eso ya es otra cosa... me llama mucho la atención que muchas de las opciones de menú de mi cámara en ésta están disponibles como botones.
Bueno, no os aburro más, salimos a la calle y de nuevo vemos colas ingentes de pacientes nipones que en esta ocasión parece ser que esperan para comprar un nuevo tipo de lotería, lo que hay que ver. No deja de llamarme la atención que incluso en esta zona de tanto pijerío, hay áreas, especialmente cerca de las estaciones de JR más cercanas, llenas de los garitos, pachinkos y restaurantes baratos que encuentras en cualquier otro barrio más humilde.
Seguimos con nuestro paseo y tenemos otra anécdota que nos deja ... resulta que en los aseos públicos, a una altura prudencial se ve un botón que a simple vista puede parecer el pulsador de la cadena, pero mucho ojo con lo que hacéis, ya que a veces es una alarma anti-chikan que puede hacer que os encontréis un poli presto y dispuesto en la puerta listo para socorreros, avisad@s estáis.
Y bien, hora de comer, y hoy hemos reservado en Gonpachi, el famoso restaurante de Kill Bill y todo eso. Está en una especie de centro comercial culinario, ya que el sitio se llama G-Zone, está debajo de una autovía (¿recordáis que os dije que construyen debajo de los pasos elevados?) y son varios restaurantes, la mayoría con temática étnica (un francés, un mejicano, el Gonpachi, uno asiático, etc) que también están tal cual en Odaiba. Lo que más nos cuadra es la ambientación de todos y cada uno de los locales, y una cosa llamativa es que para llegar al restaurante vas por un pasillo, fresquito, pasando por delante de los otros locales y en algunos tienes la sala a un lado del pasillo, y al otro la cocina ¡y los cocineros saludan todos con un sonoro IRRASHAIMASHEEEEE a todo el que pasa, tanto si eres cliente de su restaurante como si no. Llegamos al Gonpachi, que está justo en la otra punta y vemos que hay una chica que toma nota de nuestra reserva y nos lleva a la planta superior, donde nos pasan a una especie de salón reservado... yo no las tengo todas conmigo, ya que hice reserva pero para algo "general", me temo que me puedan cobrar un bonito recargo por la sala en cuestión pero no, va todo incluido con los precios normales.
Pues hala, vuelta al hotel que queremos descansar un poquito, y de cabeza a Shinjuku cuando ya cae el sol. Mi sentido arácnido se comprueba cuando en la estación de Shinjuku encuentro la salida para el Tocho a la primera y nos movemos como pez en el agua, de hecho a la vuelta usaremos la misma estación para cruzar Shinjuku por debajo y llegarnos a Kabukicho. Y lo ya sabido: rascacielos a puñados y aprovechamos que el mirador del Gobierno Metropolitano de Tokio (Tocho) es gratis para subir y tener unas bonitas vistas de la ciudad. Si he de ser sincero, el mirador de Landmark Tower me gustó más, pero hay un recuerdo imborrable de esta torre y es que en la tienda de souvenirs me compré el llavero de Totoro que ahora me acompaña. Por cierto, que hasta ahora no hemos podido ver el Fuji-san.
Bajamos y paseamos un rato admirando la arquitectura a veces imposible de algunos de los edificios que nos rodean y como he dicho antes, cruzamos hasta Kabukicho donde comprobamos que mear en un portal es una costumbre universalmente extendida, no os vayáis a creer. El barrio en sí no es ni la sombra de lo que es un barrio malo en España, pero os aseguro que vimos a un par de yakuzas, aunque supongo que eran de bajo rango. También vimos un montón de "hostos", chicos guapos con peinados imposibles que se ofrecen para acompañarte. ¡Qué considerados!
Para rematar el día, buscamos un Donki que llevamos unos días en Tokio y todavía no hemos visto ninguno. El de Kabukicho no tiene pérdida ya que está en la avenida principal donde están los "pórticos" de entrada al lugar. Hacemos unas compras y constatamos que realmente es la definición de pandemonium: todo está absolutamente mezclado sin orden ni concierto y lo mismo estás viendo videojuegos que de pronto estás rodeados de penes de plástico, un mal momento lo tiene cualquiera.
Inciso: no os confundáis con los Donki, ya que por lo que comentamos los que hemos estado allí muchos tienden a pensar que son establecimientos "todo a cien" y de eso nada, es cierto que hay muchas cosas baratas pero otras muchas van carísimas (yo vi todo lo típicamente japonés más caro que en Nakamise-dori, por ejemplo) y os digo que en Donki de Roppongi vi un bolso de Hermés expuesto bajo llave por el módico precio de 1,400,000 yens, habéis leído bien.
Lo cierto es que este ambiente canalla me encanta, pero mañana toca Hakone así que a dormir, que toca otra vez tralla.
Buenas noches, angelitos.