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Último día en la isla de los volcanes.
26 de Junio
Big Island es verde, muy verde. Por lo tanto es muy lluviosa. Nos ha llovido todos los días, y no poco. Pero no importa, esta isla tiene su encanto en otras cosas aparte de las playas.
Nos levantamos como siempre, entre las 8 y las 9, desayunamos en la habitación y nos dirigimos al coche. Hoy es un día de conducción, ya que abandonamos Kona y nos dirigimos a Hilo, parando en varios sitios durante la ruta. Hilo será nuestro punto final en Big Island.
De camino a Hilo llueve, a ratos poco y a ratos mucho, pero no vemos el sol. Pero no nos importa, hoy no es día de playas, es día de parajes.
El primero es la carretera en sí, podemos pasar de un paraje desértico a estar en medio de la selva en cuestión de 1 kilómetro, y nos encanta.
Por el camino vemos volcanes y los surcos que la lava ha ido marcando en el terreno en su avance. En este caso, las pendientes del Mauna Loa (The Slopes of Mauna Loa).
Sin estar pendientes de la hora y sin saber cuánto tiempo llevamos en la carretera, llegamos a una maravilla de la naturaleza: el valle Waipio.
Lugar sagrado donde los haya, parece ser que fue residencia de varios reyes Hawaiianos años atrás. Gracias a que íbamos con 4x4 pudimos bajar con el coche, y no andando como hacía la mayoría de la gente. Andando puede ser agotador, más de 1 hora de bajada y de 2 a 3 horas de subida, con pendientes de más del 15%.
Una vez abajo, el camino se bifurca, hacia la playa y hacia adentro del valle. Elegimos irnos hacia el valle, adentrarnos en la jungla. De camino vemos varias cascadas, hasta que llegamos a un río que, probablemente, podríamos haber atravesado, pero decidimos mejor no hacerlo.
Hacia el otro lado, hacia la playa, sí que nos encontramos un charco enorme del que no sabemos ver su profundidad, así que ante la imposibilidad de poder aparcar en el camino, damos la vuelta y subimos hacia la carretera. Por el camino, mucha gente agotada intentando llegar arriba, así que, buena gente como somos, acogimos en el coche a una madre e hija, cosa que nos agradecieron enormemente.
Otra vez en camino, y antes de parar en el hotel a hacer el check-in, nos paramos en unas cascadas famosas por el efecto que producen: Rainbow Falls. Se dice que hay un arcoiris permanente al pie de estas cascadas, pero no sé si porque el día estaba nublado o porque estaba lloviendo de vez en cuando, no lo vimos. Eso sí, las cascadas y el entorno natural que las rodea, precioso.
Nos acercamos al hotel, hacemos el check-in y decidimos comer en el restaurante del hotel. Sencillito, pero un menú más que decente, incluyendo comida sin gluten para mi mujer.
Ponemos rumbo a otro punto de gran interés en este gran viaje: el Parque Nacional de Volcanes.
No tardamos más de media hora en llegar, una media hora que sigue con el tiempo típico de Big Island, lluvia, nubes, etc... Llegamos y, previo pago de 20$ por coche, dejamos el coche en el parking. Nos acercamos a un hotel que hay en la entrada, donde desde el balcón del mismo ya podemos apreciar, a lo lejos, los primeros cráteres y humaredas del parque. Compramos algún recuerdo en la tienda de souvenirs y volvemos al coche, haciendo camino hacia el mejor punto de todos: Jaggar Museum. Por el camino, paramos en unos pozos de vapor de agua donde sale aire MUY caliente.
Una vez en Jaggar Museum, el mejor punto para poder observar el cráter del Mauna Loa, nos quedamos impresionados. Vemos lava por primera vez en nuestra vida, un río constante de masa ardiente y humo constante. Aún es de día, así que decidimos dar una vuelta por el museo y la tienda haciendo tiempo para que anochezca.
Una vez de noche, el espectáculo es aún mejor, y más aún cuando una buena samaritana nos deja sus prsimáticos para poder ver, con total nitidez, el río fluyente de magma.
Después de quedar maravillados por semejante belleza de la naturaleza, cogemos el coche y nos dirigimos a la siguiente atracción: Lava Tube. La noche se ha echado encima y la carretera está vacía y sin luces, un tanto tenebroso. En cuanto llegamos a la atracción, entre que no hay gente y entre el vapor de agua que se desprende de las rocas, la escena es cuanto menos siniestra. Decidimos ni bajar del coche y enfilar hacia la salida, no vaya a ser...
Una vez en la carretera, volvemos al hotel y a descansar, que mañana cogemos aviones dirección Kauai... y Kauai promete!
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