Llegamos a Chefchaouen y, con sólo entrar en la ciudad, empezamos a respirar. Por todos lados había una ambiente festivo y alegre. Bastantes turistas, tanto europeos como marroquíes, que iban de acá para allá con cámaras de fotos, sentados en las terrazas de bares y restaurantes (¡mujeres también, por fin! y no sólo europeas). Nunca creí que diría algo así, ¡yo alegrándome de que hubiera turistas y gentío!, pero me reconfortó el cambio de onda más de lo que hubiera pensado.
Nuestro hotel fue el Al-Khalifa. Un hotelito recién reformado y con una ubicación genial: a unos pasos de una de las puertas de entrada a la medina, del inicio de dos pequeños senderos que rodean la parte antigua del pueblo y del antiguo lavadero del Ras El-Maa. Además, pudimos meter el coche dentro, estupendo para no tener que cargar con maletas por las callecitas cuesta arriba de Chaouen. La habitación muy amplia, todo muy limpio y el encargado (finalmente llegamos a la conclusión de que era el dueño) muy amable, con una amabilidad sin imposturas que agradecimos.
Un ratito de descanso en el hotel para dejar pasar el calor y ¡a pasear por Chauen!
Cruzamos la zona del antiguo lavadero, tomada ahora en verano por chicos que se bañan o juegan a fútbol medio en el agua y por terracitas de bares. Pasamos a la medina por la puerta Bab Onsar y entramos en un mundo de color azul.
Nuestro hotel fue el Al-Khalifa. Un hotelito recién reformado y con una ubicación genial: a unos pasos de una de las puertas de entrada a la medina, del inicio de dos pequeños senderos que rodean la parte antigua del pueblo y del antiguo lavadero del Ras El-Maa. Además, pudimos meter el coche dentro, estupendo para no tener que cargar con maletas por las callecitas cuesta arriba de Chaouen. La habitación muy amplia, todo muy limpio y el encargado (finalmente llegamos a la conclusión de que era el dueño) muy amable, con una amabilidad sin imposturas que agradecimos.
Un ratito de descanso en el hotel para dejar pasar el calor y ¡a pasear por Chauen!
Cruzamos la zona del antiguo lavadero, tomada ahora en verano por chicos que se bañan o juegan a fútbol medio en el agua y por terracitas de bares. Pasamos a la medina por la puerta Bab Onsar y entramos en un mundo de color azul.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Las tiendecillas de las calles principales están llenas de gente y de mercancía “para turistas” y hay mucho puestecillo de souvenir, pero basta alejarse a un lado o a otro para respirar una tranquilidad absoluta, una vie en bleu que lo inunda todo. Fachadas y puertas, callejones, paredes y suelos… con los mil tonos posibles de azul. Sobran las palabras, los itinerarios marcados y las explicaciones, porque Chaouen es para perderse y dejarse llevar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Tintes para dar color a la cal
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Pastelitos mmmmmmm, mientras más abejas alrededor, más ricos (y no es una metáfora)
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Tiendas que ponen la nota de color no azul
¿Y qué decir de los gatos? En Marruecos hay muchos, pero los de Chaouen son preciosos, lánguidos y descarados, como sólo pueden ser los gatos, sabedores de que por su belleza se les perdona todo.
Haciendo fotos a diestro y siniestro, llegamos a la plaza principal, la de Utta el-Hamman, con su enorme araucaria y su kasbah de un tono rojizo que destaca sobre el resto.
Hay mucha vida en esta plaza: mujeres haciendo tatuajes de henna, bares, restaurantes, tiendecillas, paseantes, observadores… y esta vez sin falsos guías ofreciendo falsos servicios, algo por otra parte innecesario en esta pequeña medina. Tampoco nos ofrecieron uno de los productos estrella de Chaouen; íbamos con niños y apenas nos llegó un leve bombón chocolat susurrado al pasar.
Haciendo fotos a diestro y siniestro, llegamos a la plaza principal, la de Utta el-Hamman, con su enorme araucaria y su kasbah de un tono rojizo que destaca sobre el resto.
Hay mucha vida en esta plaza: mujeres haciendo tatuajes de henna, bares, restaurantes, tiendecillas, paseantes, observadores… y esta vez sin falsos guías ofreciendo falsos servicios, algo por otra parte innecesario en esta pequeña medina. Tampoco nos ofrecieron uno de los productos estrella de Chaouen; íbamos con niños y apenas nos llegó un leve bombón chocolat susurrado al pasar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Entramos en la kasbah, desde cuya torre se tienen unas bonitas vistas de la Plaza, de parte de la medina y de la mezquita contigua, con una torre de planta octogonal rara y bella.
Dentro de la torre hay un pequeño centro de interpretación dedicado en buena parte a la labor de las mujeres bereberes en su entorno, un reconocimiento a su enorme papel en la economía familiar.
Dentro de la torre hay un pequeño centro de interpretación dedicado en buena parte a la labor de las mujeres bereberes en su entorno, un reconocimiento a su enorme papel en la economía familiar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Vistas desde la torre de la kasbah
La mezquita con su torre octogonal
Seguimos paseando, de vuelta ya al hotel, con la certeza de que estamos en un lugar único e incomparable.
Y al día siguiente, ¿qué hacer? el haber llegado tan pronto el día anterior convertía este día en un día de más porque realmente Chaouen se ve con calma en un día de paso. Pues nada, aprovechamos para dejarnos llevar por la tranquilidad que inspira el pueblo.
Antes de que apretara el calor, subimos a la muralla que bordea la medina. La súbida es cómoda, por una serie de escalones, pero bien empinada, lo que queda compensando por las preciosas vistas de toda la medina azul con la plaza de Utta remarcada en rojo. Atravesar luego a esa hora la medina, cuando aún no ha llegado “nadie” es un placer para los sentidos.
Iniciamos luego el camino que lleva a la mezquita española, pero sólo hasta la parte de sombra, el sol ya empieza a pegar. Descansamos un rato allí, contemplando las vistas y viendo bajar de la montaña los hombres y mujeres con sus mercancías para vender en Chaouen.
Y al día siguiente, ¿qué hacer? el haber llegado tan pronto el día anterior convertía este día en un día de más porque realmente Chaouen se ve con calma en un día de paso. Pues nada, aprovechamos para dejarnos llevar por la tranquilidad que inspira el pueblo.
Antes de que apretara el calor, subimos a la muralla que bordea la medina. La súbida es cómoda, por una serie de escalones, pero bien empinada, lo que queda compensando por las preciosas vistas de toda la medina azul con la plaza de Utta remarcada en rojo. Atravesar luego a esa hora la medina, cuando aún no ha llegado “nadie” es un placer para los sentidos.
Iniciamos luego el camino que lleva a la mezquita española, pero sólo hasta la parte de sombra, el sol ya empieza a pegar. Descansamos un rato allí, contemplando las vistas y viendo bajar de la montaña los hombres y mujeres con sus mercancías para vender en Chaouen.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Subiendo...
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Una muralla encajada entre riscos
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Que premia con vistas soberbias
Hacemos un poco de tiempo en Utta el-Hamman, que de una tranquilidad adormilada pasa al hormigueo que pudimos ver ayer por la tarde, y nos vamos a comer en el restaurante más recomendado de Chaouen: el “Beldi Bab Ssour”, muy frecuentado tanto por turistas como por locales. Se come bastante bien y con un precio muy bueno, pero yo destacaría sobre todo el ambiente amigable y tranquilo. Los camareros consiguen que te sientas como en casa, es muy agradable.
Volvemos a la siestecilla al fresquito del aire acondicionado del hotel (¿cuándo hemos hecho nosotros siesta en un viaje? aquí el calor obliga) y luego de nuevo a la plaza Utta lugar donde habíamos quedado a través del encargado del hotel con el dueño de un telar artesanal del que nos iba a enseñar su funcionamiento (y sus productos, claro). Nadie se presentó, así que después de mucho tiempo esperando nos fuimos. Una espera eso sí muy entretenida, vimos pasar hasta un entierro en el que los hombres iban cantándole salmos al fallecido que llevaban en unas parihuelas. Bromeamos (macabramente) sobre la posibilidad de que el artesano hubiera tenido que ir al entierro “a cumplir”, y nos fuimos. Luego, al comentárselo al chico del hotel, nos dijo algo así como insha´Allah, en plan bueno pero ¿habéis estado bien, no? pues qué más da... y tenía razón.
Volvemos a la siestecilla al fresquito del aire acondicionado del hotel (¿cuándo hemos hecho nosotros siesta en un viaje? aquí el calor obliga) y luego de nuevo a la plaza Utta lugar donde habíamos quedado a través del encargado del hotel con el dueño de un telar artesanal del que nos iba a enseñar su funcionamiento (y sus productos, claro). Nadie se presentó, así que después de mucho tiempo esperando nos fuimos. Una espera eso sí muy entretenida, vimos pasar hasta un entierro en el que los hombres iban cantándole salmos al fallecido que llevaban en unas parihuelas. Bromeamos (macabramente) sobre la posibilidad de que el artesano hubiera tenido que ir al entierro “a cumplir”, y nos fuimos. Luego, al comentárselo al chico del hotel, nos dijo algo así como insha´Allah, en plan bueno pero ¿habéis estado bien, no? pues qué más da... y tenía razón.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Ahí va el entierro...
La verdad es que el final del día fue estupendo. Bajamos a los barecillos con sillas y mesas puestas en el mismo afluente del Ras el-Maa bajo el frescor de las higueras y nos tomamos unos riquisímos zumos de fruta naturales acompañados de unos deliciosos pastelitos comprados en una tiendecilla de la medina. Dejamos pasar el tiempo mientras los niños jugaban en el agua.
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El antiguo lavadero de Ras el-Maa
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Definitivamente, Chefchaouen nos ha enamorado.
¿Qué es un lugar muy turístico para lo que se espera de Marruecos? ¿que se ha convertido en un escaparate? pues probablemente sí, como tantos pueblecitos blancos andaluces, ¿y qué esperamos? La gente vive mejor gracias a eso, venden baratijas a precios de artesanía y alquilan el (calurosísimo) traje típico para que los turistas se hagan fotos ¡bien por ellos! ; en el lavadero donde nos tomamos el zumo pocas mujeres tendrían que ir a hacer colada ¡afortunadamente!
No se puede pretender llenar el mundo de rinocerantes blancos , pero que no sea el nuestro, claro (artículo de El País "El rinoceronte blanco", os recomiendo su lectura, pero no me deja enlazarlo). Y no creo que la esencia y lo que transmite este lugar queden manchados por ello, habida cuenta lo que ví y sentí en las zonas más rurales. Y a cambio, Chaouen ofrece un ambiente más abierto y relajado y hay, no sé cómo decirlo, más confianza hacia el que llega con ilusión a visitar la ciudad.
¿Qué es un lugar muy turístico para lo que se espera de Marruecos? ¿que se ha convertido en un escaparate? pues probablemente sí, como tantos pueblecitos blancos andaluces, ¿y qué esperamos? La gente vive mejor gracias a eso, venden baratijas a precios de artesanía y alquilan el (calurosísimo) traje típico para que los turistas se hagan fotos ¡bien por ellos! ; en el lavadero donde nos tomamos el zumo pocas mujeres tendrían que ir a hacer colada ¡afortunadamente!
No se puede pretender llenar el mundo de rinocerantes blancos , pero que no sea el nuestro, claro (artículo de El País "El rinoceronte blanco", os recomiendo su lectura, pero no me deja enlazarlo). Y no creo que la esencia y lo que transmite este lugar queden manchados por ello, habida cuenta lo que ví y sentí en las zonas más rurales. Y a cambio, Chaouen ofrece un ambiente más abierto y relajado y hay, no sé cómo decirlo, más confianza hacia el que llega con ilusión a visitar la ciudad.