Hoy toca hacer bastantes Kilómetros y después del excelente desayuno, nos dirigimos aún taller cercano a reparar el pinchazo. Resulta que no es un pinchazo, la rueda está reventada y no se puede reparar, así que tenemos que cambiar la dos ruedas de delante para equilibrar. ¿Que más nos puede pasar???
Pasadas las diez emprendemos el camino que nos llevará por el interior de la Bretaña, en un recorrido circular por la zona más alejada de la costa. La primera parada técnica la realizamos en Combourg. Los niños están cansados y es mediodía, así que decidimos hacer una visita a este pueblo y comer antes de continuar el camino.


El pueblo se ve enseguida, y además encontramos un Carrefour exprés (lleno de españoles por cierto), donde compramos la merienda y la cena para hoy. Buscamos un restaurante con comida casera para comer y decidimos entrar en “Le Relais des Princes”, situado junto a la carretera principal que atraviesa el pueblo. Comemos muy bien, tres “formules” y un menú infantil por 46,50 €.
Con el estómago lleno seguimos nuestro camino y decidimos visitar primera la ciudad de Vitré, ya que el día está caluroso y como sólo visitaremos el castillo de Fougères decidimos que la tarde esté más avanzada y por tanto haga menos calor. El centro histórico de Vitré es el típico que estamos encontrando en los pueblos de Bretaña. Un laberinto de calles con bonitos edificios con diversos y coloridos entramados de madera y un castillo.




El castillo de Vitré fue construido a finales de S. XI. Sobre una colina rocosa que domina el valle del río Vilaine. Actualmente se puede visitar y alberga el ayuntamiento de la ciudad de Vitré. Nosotros sólo vemos la parte exterior, donde el foso nos llama mucho la atención. Le da un aire muy medieval. Tras pasear por el casco antiguo y tomar un café, por cierto, malísimo, damos por concluida la visita a la ciudad y nos dirigimos a Fougères.
Evitando las carreteras principales observamos campos y más campos de trigo. En esta zona no hay demasiadas subidas y bajadas y esto nos favorece con lo que sin más contratiempo llegamos a Fougères sobre las 5 de la tarde. Es una ciudad, más grande que Combourg y Vitré. Tras aparcar junto al castillo (gratis) y sacar la entrada (22 euros la familiar) y adquirir la audio-guia que viene incluida en el precio nos disponemos a comenzar la visita.






El Castillo de Fougères se construyó entre los siglos XII al XV. Se construyo sobre un sitio naturalmente protegido, en un área pantanosa, y rodeado por un bucle del río Nançon que actuaba como Foso Natural. El recorrido guiado te lleva por el patio interior y las diferentes torres, contando innumerables historias de guerras, rencillas y luchas de poder. Es interesante pero para los niños se hace aburrido. Saliendo del castillo nos encontramos con un antiguo molino de cuatro ruedas que parece muy antiguo y un poco más abajo encontramos la bonita Iglesia de Saint Sulpice, originaria del S XI pero reconstruida en el S XIV en el estilo gótico flamígero. Aquí finalizamos nuestra visita de la ciudad.
Son las 8 de la tarde tocadas cuando llegamos a nuestra “Chambre d’Hòtes”. Degustamos la compra del Carrefour en la magnífica terraza con vistas que tenemos a nuestra disposición en la parte trasera de la casa.



Estamos solos, y aunque hace algo de frío, pasamos un rato agradable en compañía de las gaviotas con las que acabamos compartiendo los restos de la cena. Mañana nos espera un día bastante tranquilo, ya que, descartada la ruta de la “Costa de Granito Rosa”, los desplazamientos serán relativamente cortos. Comenzaremos ya el camino de regreso a casa.