Hoy no hay prisa, así que tras desayunar, recoger las cosas y hacer el Check-out iniciamos la vista de Rochefor –en-Terre, que ha sido galardonado varias veces como el pueblo con más encanto de Francia. Son más de las 10 cuando llegamos. Aparcamos en la entrada del pueblo en un parking (3 € / día). El pueblo parece sacado de un cuento de princesas. Encontramos flores frescas y muy cuidadas prácticamente en todos los rincones, parques, las puertas de las casas, las aceras, las fachadas… incluso los pozos.




Las casas y calles, muchas de ellas construidas durante los siglos XVI y XVII parecen colocadas allí para la ocasión, para pasear y hacer fotografías. Nada parece colocado al azar.
La verdad es que vale la pena visitarlo. Además, como todo pueblo que se precie en esta zona, tiene un castillo que se puede visitar en su parte externa, y una Iglesia que también visitamos, Notre-Dame de la Tronchaye (S. XII-XIV). Pero la Guinda del pastel son los dulces. Parece ser que hay unos dulces típicos de la zona (no lo sabíamos) que tiene mucha fama aquí. No dudamos en hacer la generosa cola para conseguir degustarlos. Son bastante empalagosos pero están riquísimos. Así que Compramos algunos para llevarlos a casa.





Con el cambio de itinerario y, visitar ayer lo que tocaba hoy, hemos decidido ver hoy lo que tocaba mañana para poder descansar antes de realizar el viaje de vuelta. Así que nos dirigimos hacia Auray. Llegamos sobre la 1 y media y conseguimos aparcar en el Centro Histórico (al mediodía no se paga) . Rápidamente buscamos un lugar para comer y enseguida encontramos. Esta vez no acertamos, la comida fue insípida y el servicio muy lento. Tras el almuerzo, bajamos a la zona del puerto por una calle muy pintoresca, con las construcciones típicas de Bretaña que ya no nos sorprenden y nos tomamos un helado junto al mar, en la zona del puerto deportivo.



Satisfechos, partimos hacia otro de los emplazamientos que tenemos muchas ganas de visitar: Los alineamientos de Carnac. Llegamos sobre las 3 y media y, con algo de suerte, aparcamos justo a la entrada (gratis). Se trata de un conjunto de alineamientos megalíticos situados junto al Golfo de Morbidan, siendo el conjunto prehistórico más extenso del mundo. Fue erigido durante el neolítico en algún momento entre los milenios V y III ac.


Se pueden visitar de tres maneras: con una visita guiada, por libre y finalmente con un trenecito que hace un recorrido por el pueblo de Carnac y los propios alineamientos. Nosotros escogemos la tercera opción y es bastante cómoda. El recorrido dura unos 45 minutos donde pasas por la población, la playa (muy bonita) y finalmente por los alineamientos, que se dividen en cuatro zonas: Le Ménec (1099 Menhires), Kermario (982), Kerlescan (540) y Le Petit Ménec (100). Según nos explican durante la excursión los Menhires tienen tumbas y el conjunto es una gran necrópolis.


Antes de volver al hotel, y tras comprar provisiones en un Carrefour para los últimos días, nos apetece pasarnos por la península de Quiberón, que se encuentra muy cerca y tenemos noticias de que vale la pena. La zona es muy guapa, me recuerda a la parte sur de la costa brava (Blanes, etc.) Es la zona de playa más turística de las que hemos visitado hasta ahora, de hecho nos encontramos con el primer atasco de estas vacaciones. El sitio está repleto de hoteles, campings, restaurantes y playas. Hay playas por todos lados. De hecho hay un punto de la península en el que desde la carretera puedes observar playas en los dos lados de la misma. Eso sí, hace muchísimo viento, muy molesto a nuestro gusto. Pero para los regatistas y surfistas debe ser una maravilla.



Tras merendar en uno de los miradores nos dirigimos hacia Vannes, donde pernoctaremos esta noche y la siguiente. Tenemos reserva el Hotel Citotel (283 € 2 noches, parking y desayuno incluido), que se encuentra a unos 500 metros del centro histórico de la ciudad. Estamos un poco cansados, y tras instalarnos decidimos salir a cenar para hacer una primera toma de contacto con la ciudad. Son casi las 9 y encontramos una Crepería “Au Vieux Vannes”, bastante sencilla pero acogedora. Además el camarero habla español. Tras la cena, que no es nada del otro mundo, pagamos los 50€ de la cuenta y nos retiramos a descansar.
Estamos agotados. Esperamos descansar algo mañana para afrontar el agotador viaje de vuelta que nos espera.