Amanece muy frío y el cielo no tiene pinta de querer ser bueno hoy, llueve y está el día oscuro. Después de acondiconar la AC, salimos del camping muy temprano, sin desayunar y paseamos por el puerto de Húsavík. La única actividad es la del barco de avistamiento de ballenas que está a punto de salir.

Nos hubiera encantado subirnos en alguno de aquellos barcos, pero implicaba un tiempo que no podíamos perder. La iglesia está casi escondida entre la niebla; hay un fish and chips al que no llegamos ayer por la tarde, ahora mucho menos está abierto.

Salimos del pueblo y bordeamos la costa norte; paramos a desayunar en un apartadero con la impresión de que vamos a salir volando con el viento tan fuerte que hay. Nuestro destino es la otra joya de Jökulsárgljúfur.
Desde la 85 pasamos con pena el desvío hacia la 862 que nos hubiera llevado a Hljóðaklettar y Vesturdalur, y entramos en la 861 hacia Ásbyrgi, que tiene forma de herradura en sus 3.5 km, con altas paredes de piedra y vegetación, que forman los acantilados de unos 100 metros de altura; dentro de su kilómetro de ancho, al principio del mismo, hay una formación rocosa llamada Eyjan. En el mapa, el primer aparcamiento se sitúa cerca del camping y desde ahí se sube a la Eyjan; la carretera, una vez abajo, lleva al segundo parking y al interior de Ásbyrgi.

Ásbyrgi se formó tras varias inundaciones catastróficas. La leyenda islandesa cuenta que es la huella que dejó Sleipnir, el caballo del dios nórdico Odin. En el fondo está el lago o estanque llamado Botnstjörn. En esta foto tomada de Islandia24.com se ve a la perfección la forma redondeada que es el fondo del cañón con el estanque en primer plano y la isla de piedra al principio, en segundo plano.

Aparcamos en el centro de visitantes de forma gratuita; hay baños, duchas, máquina de café, mapas, folletos gratuitos, un pequeño museo... Organizamos la visita de esta forma, por recomendación del blog Islandia24: primero visitar la parte superior del bloque de piedra que se alza en medio del cañón, la Eyjan, y luego ir a la parte inferior hacia el fondo del mismo. En la foto la isla de piedra ocupa todo el centro y a la izquierda, una de las paredes de los acantilados.

Para subir a la Eyjan, caminamos siguiendo las indicaciones de "Hiking routes" y luego hacia el camping, que está al otro lado de la carretera, cruzando una explanada de hierba. Desde aquí se puede ir también caminando hacia el estanque que está en el fondo del cañón. El camping está en paralelo al centro de visitantes, al borde de la carretera. Si damos la espalda a la puerta del centro, se atraviesa la explanada de césped y se llega a la zona de aparcamiento, baños y parque infantil.

Nos entretenemos un ratillo aquí. La verdad es que el camping tiene una pinta estupenda, aunque es de los más caros. Luego seguimos la señal que indica “Eyjan” y un sendero que estará ya marcado por estacas amarillas.

Subimos unas escaleras de madera que salvan un pequeño desnivel de piedras para alcanzar la parte superior del bloque rocoso. Al principio no parece haber mucho interés, aunque es muy curiosa la vista de las altas paredes del cañón en paralelo a la isla; según avanzamos se ven mejor los acantilados, las paredes verticales de gran altura y árboles que se van uniendo en una curva interior al final.

El camino es sencillo, una senda abierta de tierra entre la vegetación, alguna zona de roca... Se puede ir tanto por la izquierda como por la derecha; la exposición al vacío es total, así que conviene no acercarse mucho al borde y los niños, como los que vimos allí arriba, siempre sujetos.

De todas formas, la Eyjan es ancha, así que caminar por el centro no conlleva ningún peligro. Según avanzamos nos gusta más, las vistas son espectaculares.

Y aquí vino el tercer flechazo en Islandia, el final de la isla, abierta hacia la forma redondeada de la herradura,



La panorámica hacia el inicio de la ruta no se queda atrás, el principio de los acantilados. Estamos prácticamente solos, nos cruzamos con un grupo y unas familia con varios niños.

La vuelta la hacemos por el extremo contrario. Una vez abajo, caminamos recto hacia el centro de visitantes, atravesando una zona de arena, en vez de retroceder hacia el camping de nuevo. Empieza a diluviar y con el coche nos dirigimos al interior del cañón, a la zona redondeada de la herradura. Hay un apartadero justo debajo del bloque de piedra central, es descomunal desde aquí.

Para ver el estanque hay dos miradores, uno grande al que se accede bajando unos escalones y siguiendo la señal de "Botnstjörn". Es una plataforma de madera amplia que nos deja el agua verdosa con el escenario maravilloso de la pared de piedra llena de cortes verticales.

Estamos ensopados, pero la ropa impermeable aguanta. Nos asomamos después desde el mirador superior, mucho más reducido, y bajo una lluvia casi torrencial subimos por una escaleras que forman parte de un sendero de especial dificultad para tocar la pared justo debajo del acantilado.

Avanzamos solo hasta donde el sentido común nos deja. Apenas se adivina bajo la lluvia el macizo rocoso en el que acabamos de estar. Con un día despejado esto debe de ser increíble, pero nosotros lo hemos disfrutado bajo una lluvia que no parece querer abandonarnos.

Salimos del cañón y volvemos a la 85, desde donde entramos en la 864, la carretera que accede a Detifoss para verla desde la orilla este. Es de grava, la lluvia y los baches hacen que tardemos una hora y media en recorrer los felices 24 km que nos señalaba Google maps en casita. Hacemos una parada en el parking de Hafralgifoss para comer, no hemos querido perder ni un minuto y son ya las 16.30. Hacemos una intentona de ver esta cascada, pero es imposible, un vacío absoluto bajo el agua. Seguimos hacia la grande con un destacado color rojizo en la tierra en algunos tramos.

Llueve sin piedad y caminamos hacia el borde por un camino de arena y piedras más que mojado. La lluvia no nos va a echar para atrás, ¡que la vemos desde los dos lados! Y la gente piensa lo mismo, allí hay excursionistas, parejas, padres con niños en brazos... ¡A por Detifoss! El cañón que subiría hasta Ásbyrgi lo encontramos a la derecha, siguiendo el curso del río; qué penita no poder ver su final.

A la izquierda caminamos hacia Detifoss. Aquí se ve perfectamente cómo el agua choca abajo y sube como un spray gigante hacia la orilla oeste, bañando a los que se asoman a ella como lo hicimos nosotros ayer. La vista es lateral, menos redondeada, pero descomunal igualmente.

La 864 se nos atraganta de mala manera desde Detifoss hasta la Ring road y se nos hace insufrible con los surcos, baches, hoyos.. algunos tipo "piscina"; teníamos claro que no nos íbamos a hundir en ninguno de ellos, pero tampoco queríamos machacar la AC. Son 50 minutos de tortura aderezados con algún tubo de escape, una rueda reventada, una llanta perdida, una señal luminosa tirada... parecía la carretera del infierno.

Cuando vimos el puente blanco de la N1 ¡casi nos tiramos de rodillas a darle besitos al asfalto! 40 minutos después paramos en un área de descanso; no sé la localización exacta, estaba a una hora de Egilsstadir, a unos 75 km. Allí encontramos otro objeto curioso de las carreteras islandesas: una silla blanca de madera. Nos hicimos un café y más valientes que nadie nos lo tomamos con 5 grados allí sentados, rodeados del entorno volcánico.

De camino hacia la siguiente ciudad, se nos pasa la gasolinera con casitas de turba en Modruladur (teníamos anotado que está a 30 minutos, 40 km desde la 864), es que ni la adivinamos con tanta lluvia, ni el parque infantil de Fellabaer. Descartada también la piscina de Egilsstadir, no llegamos a tiempo. El camping nos pareció perfecto, un edificio moderno con zona común amplia, recepción, parque infantil, lavadora con monedas, duchas incluidas en el precio y superlimpias. Nos acostamos con el ánimo un poco tocado, el tiempo parece que empeora cada día y durante toda la noche no dan tregua el viento fuerte y la lluvia.
CONTINUAREMOS HACIA HENGIFOSS Y LOS FIORDOS DEL ESTE
