DÍA 1. CON LOS PIES EN ISLANDIA
La noche de llegada la pasamos en Keflavík, muy cerca del aeropuerto. Tras recoger las maletas, siguiendo las señales de aduana “nada que declarar” está la salida hacia los taxis, bus y la oficina de Landsbankinn (hay cajeros automáticos junto a los mostradores de equipaje perdido, una vez se pasa el "duty free", en la zona de recogida de maletas), donde cambiamos el dinero con el que íbamos a pagar la AC al día siguiente en metálico, por precaución a que nos retuvieran dinero en la tarjeta de crédito; al final esto no sucedió y salimos perdiendo un poco con el cambio y el interés (4,9%). En el resto del viaje usamos siempre la tarjeta de débito; nuestro banco nos cobraba una comisión del 3%; aún así, sale más rentable que cambiar dinero.
Desde el apartamento dimos un paseo hasta un pequeño parque cercano, en la misma calle Nonvarda, caminando hacia la izquierda. Llevábamos anotado otro en Skólavegur 36-38, entre las canchas, pero ya no tuvimos ganar de ir. Aprovechamos para comprobar cómo, a pesar de que pasaban las horas, seguía habiendo luz en el horizonte. A las 12.30 el cielo estaba azul oscuro, pero no era noche cerrada. Al día siguiente creo que a las 3 de la mañana ya había luz y a las 5 era de día brillante.
DÍA 2. PENÍNSULA DE SNAEFELLSNES
Una vez recogida la AC, por fin empezamos el viaje. Nos dirigíamos a la Península de Snaefellsnes, unas dos horas de camino, más o menos. Para cruzar a la península de Akranes se puede bordear el fiordo por la 47 y enlazar de nuevo con la N1, pero por comodidad y rapidez cruzamos el túnel subterráneo de Hvalfjördur, de unos 6 kms, cogiendo el carril CASH-CARD (el otro ponía ASKRIFT-ETAG ONLY) y pagando a la salida del mismo con la tarjeta.
Actualmente no hay que pagar peaje al pasar por este túnel.
BORGARNES
Llegamos a Borgarnes, donde paramos en el Bonus que está a la izquierda. Luego nos entretuvimos un buen rato paseando por la zona costera de Borgarbyggd.
Aparcamos en Skúlagata 23, justo enfrente del restaurante Englendingavík y bajamos las escaleras que conducen al paseo cerca del mar, zona protegida de aves en la que se estaba proyectando construir varios “hot tubs”.
Hay dos islotes, en el llamdo Litla Brákarey avistamos una curiosa figura con un tridente.
Desde la terraza del restaurante caminamos hacia la derecha hacia el parque infantil Bjössaróló, construido en madera y metal por un carpintero del pueblo en los años 80.
LA PENÍNSULA DE SNAEFELLSNES
La carretera 54, asfaltada y perfecta, nos llevó por fin a Snaefellsnes: a la izquierda nos encontramos con el volcán Eldborg y seguimos con un objetivo claro: la poza termal de Landbrotalaug. Después de pasar Eldborg, una señal amarilla indica la 54 hacia Olafsvik y Stykkisholmur y Budardalur con una flecha a la derecha; hay otra señal a la derecha indicando la carretera 55 a Budardalur. Después del cruce de la 54 y la 55 seguimos hasta la señal azul que envía a la derecha “Skjalg” (desvío con valla). Al poco aparece un desvío a la izquierda en azul que indica “Stora-Hraun”. Tierra que cautiva con su diversidad.
Seguimos hasta encontrar en el camino una señal roja y amarilla: “Heit laug hot spring”, prohibidos motos y coches, por el que entramos. Desde el improvisado aparcamiento se ve el humo procedente del agua caliente, así que solo tienes que elegir qué poza quieres, la grande a la izquierda o la pequeña, a la derecha, a la que se llega tras cruzar por piedras un pequeño riachuelillo. Esperamos por educación a que la chica que estaba dentro terminara, aunque lo normal es compartir; salió y se sentó en bañador al borde de la poza. Me pregunté cómo demonios no pasaba frío. Esto lo vimos más de una vez durante el viaje y entendimos (y comprobamos) que con el cuerpo tan caliente el contraste con el frío exterior no se nota (tanto). Por fin nos toca a nosotros. El agua parece que hierve.
Es indescriptible la sensación de estar en remojo tan calentitos y tener ese paisaje alrededor. Hubiera querido que se eternizara. Cuando nuestro terremoto consideró que ya estaba bien de vapores, se fue a indagar por los alrededores las propiedades curativas del barro islandés, mientras nosotros apurábamos cada segundo allí.
Llegó otro grupo y consideramos que ya les tocaba el turno, pero nos hubiéramos quedado. ¡Eran las 18.30 y no habíamos empezado todavía nuestra ruta por la península!
De vuelta a la 54 el paisaje se muestra otra vez maravilloso, los contrastes de colores me atrapan. ¡Esto no ha hecho más que empezar!
Nuestra siguiente parada fue la playa de Ytri Tunga, a unos 40 km. Íbamos con la incertidumbre de si habría focas.
Bajamos a la arena y, sí, a lo lejos allí estaban, posando y haciéndose las remolonas para nosotros en las lenguas de arena o nadando entre las algas.
Pasamos bastante rato allí, es un espectáculo que contagia, mientras vigilaba el Snaefellsnesjökul, con su cima nevada y rodeado de niebla, a nuestra izquierda. El cielo se cubría cada vez más de nubes, así que renunciábamos a verlo en todo su esplendor.
Entre Ytri Tunga y Budir hay otro "hot spring", el de Lysuhólslaug, pasado el río Vatnsholtsá, pero este ya no lo conocimos. Es de pago.
Nuestro primer descarte de la lista fue la iglesia negra de Budir, a unos 20 km. Hay que desviarse desde la 54 hacia Útnesvegur y seguir por Budavegur. Era tarde y fieles a nuestra filosofía de "poco, pero disfrutado", dejamos el desvío y en Útnesvegur pasamos por Öxl ghesthouse y seguimos hasta la garganta de Raudfeldsgjá.
Desde el aparcamiento hasta la entrada del cañón hay que andar unos 10 minutos, una subida sin riesgos por una senda a veces estrecha, con un ligera caída a la izquierda por la que seguía su curso el agua del interior del cañón.
Sorprende cómo parece que se va abriendo la pared de roca al acercarnos hasta la caída de agua que hay en el interior (recuerda llevar impermeable). La mitología islandesa cuenta que Bárður, enfadado por la pérdida de su hija, arrojó a los dos hermanos Rauðfeldur y Sölvi al barranco y al acantilado.
De vuelta, las vistas desde arriba hacia el mar son fascinantes, mientras el cielo se va tiñendo apenitas de rosa. Son las 21.00 y el sol desafía con no esconderse.
La siguiente parada está a 4.5 km. El desvío “Gilbakki” nos lleva al Bárður Snaefellsás, el protector de la península, mitad humano, mitad trol.
En Arnastapi existe un sendero que conduce hasta Hellnar en una hora; eran ya casi las 22.00, seguía nuestra lucha contra el tiempo y debíamos seguir hacia el norte, donde están varios campings, así que nos conformamos con contemplar el paisaje rocoso sobre el mar y descartamos el arco Gatklettur que está a unos 15 minutos a pie.
A cambio, pudimos ver el volcán sin niebla, hecho que se da a veces casi como imposible. Y es que el tiempo es muy cambiante. Con esta escena de puerto pesquero nos despedimos.
Llegamos en pocos kilómetros a mi lugar preferido de la península,
Hellnar.
No me hubiera importado pasar horas intentando contar cada pliegue de las rocas.
¡Qué caprichosa es la naturaleza, con sus formas tan simétricas! Intentamos cenar en el Café Fjöruhúsid, enfrente del espigón en la costa, con vistas a esa maravillosa estampa de piedra, pero ya solo quedaba la familia (la madre y varias niñas de distintas edades) recogiendo.
De vuelta al aparcamiento, a lo lejos, vimos lo que creemos que pudo ser una ballena. La 574 nos dejó el volcán nevado de frente.
Continuamos hacia el norte de la isla; de pasada paramos en Londrangar. Dejamos también atrás Diúpalonssandur-Dritvík, con su playa, el campo de lava y el acantilado, y el faro de Ondverdarnes y la playa de Skardsvík. El cuerpo no nos daba para más.
Nuestra intención era dormir en Olafsvík para estar cerca de Kirkjufell a la mañana siguiente, pero ya eran las 23.00 y estábamos cansados, el terremoto se había quedado dormido… Condujimos hasta Hellisandur e hicimos noche en el camping del pueblo. Cerramos los ojos con esta imagen en la retina. Eran las 23.30…
DÍA 3. DE SNAEFELLSNES AL NORTE
Nos despertamos muy temprano, está despejado y tenemos 10 grados. Hoy nos espera un día largo de carretera, casi unas 5 horas y 380 kilómetros hasta Akureyri. Nuestra primera parada está a unos 23 km, por lo que salimos sin desayunar y al poco atravesamos Olafsvík. Es un pueblo con muchas prestaciones (banco, farmacia, panadería, gasolinera, piscina...).
De camino a Grundarfjördur paramos a la izquierda, en un terreno verde con vistas a la trasera de Kirkjufell y a la costa. Aprovechamos para desayunar aquí y ver a las primeras ovejas del viaje. Debajo de sus hocicos, el acantilado y el mar. ¡Cómo bajaban! La montaña piramidal va cambiando de forma según nos acercamos a ella.
La carretera donde está el aparcamiento divide las vistas en dos partes: a nuestra espalda la montaña más fotografiada de Islandia, tapizada de verde; de frente, las caídas de agua de Kirkjufellfoss. Es otra visita sin riesgos.
Tras jugar en el arroyo de la entrada (medir temperatura del agua, tirar piedras…
), subimos por la derecha hasta el puente, desde donde ya hay una espléndida perspectiva de Kirkjufell; las fotos más codiciadas están al otro lado, para intentar captar en una sola imagen las cascadas de Kirkjufellfoss y la pirámide de piedra.
Disfrutamos con lentitud bajo un sol muy agradable; en un mismo punto tenemos el cielo despejado con sol radiante, niebla baja tapando las cimas, nubarrones negros... Desde aquí arriba hay también una bella perspectiva del pueblo de Grundarfjördur, que descansa tranquilo a los pies del agua...
Miles de fotos después, ponemos rumbo al final de nuestra estancia en esta península a la que nos hubiera gustado dedicar más tiempo; dejamos atrás la montaña piramidal con otro aspecto. Dan ganas de parar cada poco tiempo para perderse en el espectáculo de la isla. Nos da la sensación de que no tenemos suficientes apartaderos para hacerlo
.
Un poco antes de Stykkisholmur el paisaje cambia drásticamente hacia otro volcánico, con mezcla de montañas de lava negra y tierra rojiza; hay también campos de musgo. No es la única zona en la que los encontraremos, aunque la más famosa sea la de Eldhraun en el sur.
A la salida de la península, si seguimos por la 586, podemos visitar la Eriksstadir-viking longhouse (museo que reproduce la casa del vikingo Erik, el rojo), pasando el hotel Stóra-Vatnshorn, cosa que no hicimos. Seguro que es una visita entretenida para los niños. En su lugar, giramos a la derecha hacia Búðardalur, donde la 54 deja de estar asfaltada y conocemos de primera mano cómo es una carretera grava, con sus piedras sueltas y sus hoyos. Nos cruzamos con unos operarios de carretera que echan piedras y tierra, mientras otro va detrás con un camión mojando la vía. Así se hacen estas carreteras. Nuestra AC recoge el testigo y de blanca se convierte en chocolate. Otra opción, en vez de bordear la península por el norte dirección este, hubiera sido bajar por la 55 y 54 hasta Borgarnes y enlazar allí con la N1 hasta Bordeyri.
Nos sorprenden unos árboles a los pies de estas montañas onduladas, con un contraste de color cautivador. ¡¡Pero si habíamos leído en algún sitio que en la isla no había árboles, salvo en el bosque de Hallormsstaður!! Otro mito caído por tierra.
Hemos tardado casi una hora en llegar a Búðardalur; aunque es la 13.00, no comemos todavía y en un supermercado-buffet aprovechamos para comprar un bote de café instantáneo, porque no hay cafetera en la AC y ya tenemos mono de cafeína. Estamos casi en el límite de los fiordos del oeste, que habíamos descartado desde el principio. El parque infantil que teníamos anotado resulta estar dentro de una escuela vallada, por lo que seguimos la ruta por la 60 y el desvío por la 59 hasta Borðeyri. Pero esto ya pertenece al norte islandés.
Desde el apartamento dimos un paseo hasta un pequeño parque cercano, en la misma calle Nonvarda, caminando hacia la izquierda. Llevábamos anotado otro en Skólavegur 36-38, entre las canchas, pero ya no tuvimos ganar de ir. Aprovechamos para comprobar cómo, a pesar de que pasaban las horas, seguía habiendo luz en el horizonte. A las 12.30 el cielo estaba azul oscuro, pero no era noche cerrada. Al día siguiente creo que a las 3 de la mañana ya había luz y a las 5 era de día brillante.
DÍA 2. PENÍNSULA DE SNAEFELLSNES
Una vez recogida la AC, por fin empezamos el viaje. Nos dirigíamos a la Península de Snaefellsnes, unas dos horas de camino, más o menos. Para cruzar a la península de Akranes se puede bordear el fiordo por la 47 y enlazar de nuevo con la N1, pero por comodidad y rapidez cruzamos el túnel subterráneo de Hvalfjördur, de unos 6 kms, cogiendo el carril CASH-CARD (el otro ponía ASKRIFT-ETAG ONLY) y pagando a la salida del mismo con la tarjeta.
Actualmente no hay que pagar peaje al pasar por este túnel.
BORGARNES
Llegamos a Borgarnes, donde paramos en el Bonus que está a la izquierda. Luego nos entretuvimos un buen rato paseando por la zona costera de Borgarbyggd.

Aparcamos en Skúlagata 23, justo enfrente del restaurante Englendingavík y bajamos las escaleras que conducen al paseo cerca del mar, zona protegida de aves en la que se estaba proyectando construir varios “hot tubs”.

Hay dos islotes, en el llamdo Litla Brákarey avistamos una curiosa figura con un tridente.

Desde la terraza del restaurante caminamos hacia la derecha hacia el parque infantil Bjössaróló, construido en madera y metal por un carpintero del pueblo en los años 80.

LA PENÍNSULA DE SNAEFELLSNES
La carretera 54, asfaltada y perfecta, nos llevó por fin a Snaefellsnes: a la izquierda nos encontramos con el volcán Eldborg y seguimos con un objetivo claro: la poza termal de Landbrotalaug. Después de pasar Eldborg, una señal amarilla indica la 54 hacia Olafsvik y Stykkisholmur y Budardalur con una flecha a la derecha; hay otra señal a la derecha indicando la carretera 55 a Budardalur. Después del cruce de la 54 y la 55 seguimos hasta la señal azul que envía a la derecha “Skjalg” (desvío con valla). Al poco aparece un desvío a la izquierda en azul que indica “Stora-Hraun”. Tierra que cautiva con su diversidad.

Seguimos hasta encontrar en el camino una señal roja y amarilla: “Heit laug hot spring”, prohibidos motos y coches, por el que entramos. Desde el improvisado aparcamiento se ve el humo procedente del agua caliente, así que solo tienes que elegir qué poza quieres, la grande a la izquierda o la pequeña, a la derecha, a la que se llega tras cruzar por piedras un pequeño riachuelillo. Esperamos por educación a que la chica que estaba dentro terminara, aunque lo normal es compartir; salió y se sentó en bañador al borde de la poza. Me pregunté cómo demonios no pasaba frío. Esto lo vimos más de una vez durante el viaje y entendimos (y comprobamos) que con el cuerpo tan caliente el contraste con el frío exterior no se nota (tanto). Por fin nos toca a nosotros. El agua parece que hierve.

Es indescriptible la sensación de estar en remojo tan calentitos y tener ese paisaje alrededor. Hubiera querido que se eternizara. Cuando nuestro terremoto consideró que ya estaba bien de vapores, se fue a indagar por los alrededores las propiedades curativas del barro islandés, mientras nosotros apurábamos cada segundo allí.


Llegó otro grupo y consideramos que ya les tocaba el turno, pero nos hubiéramos quedado. ¡Eran las 18.30 y no habíamos empezado todavía nuestra ruta por la península!
De vuelta a la 54 el paisaje se muestra otra vez maravilloso, los contrastes de colores me atrapan. ¡Esto no ha hecho más que empezar!

Nuestra siguiente parada fue la playa de Ytri Tunga, a unos 40 km. Íbamos con la incertidumbre de si habría focas.
Bajamos a la arena y, sí, a lo lejos allí estaban, posando y haciéndose las remolonas para nosotros en las lenguas de arena o nadando entre las algas.

Pasamos bastante rato allí, es un espectáculo que contagia, mientras vigilaba el Snaefellsnesjökul, con su cima nevada y rodeado de niebla, a nuestra izquierda. El cielo se cubría cada vez más de nubes, así que renunciábamos a verlo en todo su esplendor.

Entre Ytri Tunga y Budir hay otro "hot spring", el de Lysuhólslaug, pasado el río Vatnsholtsá, pero este ya no lo conocimos. Es de pago.
Nuestro primer descarte de la lista fue la iglesia negra de Budir, a unos 20 km. Hay que desviarse desde la 54 hacia Útnesvegur y seguir por Budavegur. Era tarde y fieles a nuestra filosofía de "poco, pero disfrutado", dejamos el desvío y en Útnesvegur pasamos por Öxl ghesthouse y seguimos hasta la garganta de Raudfeldsgjá.

Desde el aparcamiento hasta la entrada del cañón hay que andar unos 10 minutos, una subida sin riesgos por una senda a veces estrecha, con un ligera caída a la izquierda por la que seguía su curso el agua del interior del cañón.

Sorprende cómo parece que se va abriendo la pared de roca al acercarnos hasta la caída de agua que hay en el interior (recuerda llevar impermeable). La mitología islandesa cuenta que Bárður, enfadado por la pérdida de su hija, arrojó a los dos hermanos Rauðfeldur y Sölvi al barranco y al acantilado.

De vuelta, las vistas desde arriba hacia el mar son fascinantes, mientras el cielo se va tiñendo apenitas de rosa. Son las 21.00 y el sol desafía con no esconderse.

La siguiente parada está a 4.5 km. El desvío “Gilbakki” nos lleva al Bárður Snaefellsás, el protector de la península, mitad humano, mitad trol.

En Arnastapi existe un sendero que conduce hasta Hellnar en una hora; eran ya casi las 22.00, seguía nuestra lucha contra el tiempo y debíamos seguir hacia el norte, donde están varios campings, así que nos conformamos con contemplar el paisaje rocoso sobre el mar y descartamos el arco Gatklettur que está a unos 15 minutos a pie.

A cambio, pudimos ver el volcán sin niebla, hecho que se da a veces casi como imposible. Y es que el tiempo es muy cambiante. Con esta escena de puerto pesquero nos despedimos.

Llegamos en pocos kilómetros a mi lugar preferido de la península,



¡Qué caprichosa es la naturaleza, con sus formas tan simétricas! Intentamos cenar en el Café Fjöruhúsid, enfrente del espigón en la costa, con vistas a esa maravillosa estampa de piedra, pero ya solo quedaba la familia (la madre y varias niñas de distintas edades) recogiendo.



De vuelta al aparcamiento, a lo lejos, vimos lo que creemos que pudo ser una ballena. La 574 nos dejó el volcán nevado de frente.

Continuamos hacia el norte de la isla; de pasada paramos en Londrangar. Dejamos también atrás Diúpalonssandur-Dritvík, con su playa, el campo de lava y el acantilado, y el faro de Ondverdarnes y la playa de Skardsvík. El cuerpo no nos daba para más.

Nuestra intención era dormir en Olafsvík para estar cerca de Kirkjufell a la mañana siguiente, pero ya eran las 23.00 y estábamos cansados, el terremoto se había quedado dormido… Condujimos hasta Hellisandur e hicimos noche en el camping del pueblo. Cerramos los ojos con esta imagen en la retina. Eran las 23.30…

DÍA 3. DE SNAEFELLSNES AL NORTE
Nos despertamos muy temprano, está despejado y tenemos 10 grados. Hoy nos espera un día largo de carretera, casi unas 5 horas y 380 kilómetros hasta Akureyri. Nuestra primera parada está a unos 23 km, por lo que salimos sin desayunar y al poco atravesamos Olafsvík. Es un pueblo con muchas prestaciones (banco, farmacia, panadería, gasolinera, piscina...).

De camino a Grundarfjördur paramos a la izquierda, en un terreno verde con vistas a la trasera de Kirkjufell y a la costa. Aprovechamos para desayunar aquí y ver a las primeras ovejas del viaje. Debajo de sus hocicos, el acantilado y el mar. ¡Cómo bajaban! La montaña piramidal va cambiando de forma según nos acercamos a ella.

La carretera donde está el aparcamiento divide las vistas en dos partes: a nuestra espalda la montaña más fotografiada de Islandia, tapizada de verde; de frente, las caídas de agua de Kirkjufellfoss. Es otra visita sin riesgos.

Tras jugar en el arroyo de la entrada (medir temperatura del agua, tirar piedras…


Disfrutamos con lentitud bajo un sol muy agradable; en un mismo punto tenemos el cielo despejado con sol radiante, niebla baja tapando las cimas, nubarrones negros... Desde aquí arriba hay también una bella perspectiva del pueblo de Grundarfjördur, que descansa tranquilo a los pies del agua...

Miles de fotos después, ponemos rumbo al final de nuestra estancia en esta península a la que nos hubiera gustado dedicar más tiempo; dejamos atrás la montaña piramidal con otro aspecto. Dan ganas de parar cada poco tiempo para perderse en el espectáculo de la isla. Nos da la sensación de que no tenemos suficientes apartaderos para hacerlo


Un poco antes de Stykkisholmur el paisaje cambia drásticamente hacia otro volcánico, con mezcla de montañas de lava negra y tierra rojiza; hay también campos de musgo. No es la única zona en la que los encontraremos, aunque la más famosa sea la de Eldhraun en el sur.

A la salida de la península, si seguimos por la 586, podemos visitar la Eriksstadir-viking longhouse (museo que reproduce la casa del vikingo Erik, el rojo), pasando el hotel Stóra-Vatnshorn, cosa que no hicimos. Seguro que es una visita entretenida para los niños. En su lugar, giramos a la derecha hacia Búðardalur, donde la 54 deja de estar asfaltada y conocemos de primera mano cómo es una carretera grava, con sus piedras sueltas y sus hoyos. Nos cruzamos con unos operarios de carretera que echan piedras y tierra, mientras otro va detrás con un camión mojando la vía. Así se hacen estas carreteras. Nuestra AC recoge el testigo y de blanca se convierte en chocolate. Otra opción, en vez de bordear la península por el norte dirección este, hubiera sido bajar por la 55 y 54 hasta Borgarnes y enlazar allí con la N1 hasta Bordeyri.

Nos sorprenden unos árboles a los pies de estas montañas onduladas, con un contraste de color cautivador. ¡¡Pero si habíamos leído en algún sitio que en la isla no había árboles, salvo en el bosque de Hallormsstaður!! Otro mito caído por tierra.

Hemos tardado casi una hora en llegar a Búðardalur; aunque es la 13.00, no comemos todavía y en un supermercado-buffet aprovechamos para comprar un bote de café instantáneo, porque no hay cafetera en la AC y ya tenemos mono de cafeína. Estamos casi en el límite de los fiordos del oeste, que habíamos descartado desde el principio. El parque infantil que teníamos anotado resulta estar dentro de una escuela vallada, por lo que seguimos la ruta por la 60 y el desvío por la 59 hasta Borðeyri. Pero esto ya pertenece al norte islandés.