Este era el día que más carretera teníamos por delante (unas 5 horas y media), pero mereció la pena de principio a fin porque fue espectacular. No sabría decir cuál fue mi día favorito de todos, pero desde luego este fue uno de los más increíbles. Nuestro objetivo era llegar hasta Gaupne, un pueblo cercano al glaciar Jostedal donde íbamos a pasar al día siguiente, y por el camino nos tocaba el Nærøyfjord y la carretera Aurlandsfjellet.
El camino es precioso, especialmente de Voss hacia delante. En la zona de Voss hay montones de actividades para hacer, aunque nosotros no habíamos planeado hacer ninguna.
La primera parada remarcable fue en Gudvangen, donde tienes una vista impresionante del Nærøyfjord. Ese pequeño pueblo está rodeado de montañas altísimas con montones de cascadas, y de frente, la parte estrecha del fiordo. Para mi, la vista fue preciosa. Hacía un día de sol espectacular y me flipó la vista desde ese pueblo. Allí se puede comer en un restaurante con vistas o cogerse un ferry. Nosotros preguntamos pero el chico no parecía muy amable, yo quería saber si se podía hacer un crucero turístico por el fiordo y me dijeron que no, que sólo te llevaba hasta no sé que otro pueblo que a mí no me interesaba. No sé si es verdad o mentira, pero con ese día de sol me apetecía hacer el crucerito por el fiordo y no pude (en principio no teníamos pensado hacerlo porque ya habíamos hecho uno en un fiordo espectacular en Nueva Zelanda y al ir justos de presupuesto no queríamos gastarlo en eso, pero al llegar a esa preciosidad cambié de opinión).
De allí nos fuimos a Flåm. Teníamos claro que no queríamos hacer el tren turístico. La única opción que habíamos barajado era hacer la subida en tren y bajar en bici, pero lo terminamos sacrificándo para no echar el día allí y que nos diera tiempo a ver más cosas. Todo el mundo nos había dicho que el tren era una turistada y que había paisajes más bonitos que los que se ven desde el tren, así que pasamos. Aún así nos acercamos hasta el pueblo a ver qué tal, y nos encontramos con un transatlántico gigante amarrado en el puerto. ¡Por dios, qué vista tan fea en un paisaje tan bonito! Pero la Noruega de los fiordos es lo que tiene, que mucha gente se la hace en crucero y te estropean las vistas. El pueblo de Flåm no tiene nada especial si no vas a hacer lo del tren, pero queda de camino, así que aprovechamos para parar a comer por allí.
Después cogemos dirección Aurlandsfjellet donde nos esperaba uno de los puntos que más estaba esperando del viaje: el mirador de Stegastein. Nosotros al ir en dirección Este nos tocaba subir el inicio de la carretera. Hay gente que lo hace en dirección contraria y les toca bajar esa parte de la carretera. La verdad es que no sé qué prefiero, porque madre mía, vaya tramo de carretera. Es como de un carril y medio de ancho, sin líneas por supuesto, y con curvas totalmente cerradas todo el camino. Para cagarse por la pata. Menos mal que yo iba con un coche automático porque hubiera quemado el embrague allí. Para más inri, al ser una zona tan turística, hay muchísimo tráfico y la mayor parte son autobuses. Yo aproveché para ir a rebufo de un autobús y así ponerme detrás de él cuando nos encontrábamos a alguien bajando, y aún así lo pasé bastante mal. Lo bueno es que se compensa al mirar hacia un lado y ver esa maravilla de fiordo.
Tuvimos mucha suerte con el tiempo (para compensar lo de Bergen sería) y hacía un día espectacular, así que el paisaje era maravilloso. Llegamos al mirador y madre mía, qué preciosidad. Me flipa la arquitectura del mirador en sí mismo, y las vistas quitan el hipo. Yo no sé cómo mi novio consiguió arrancarme de allí, me hubiera quedado a vivir. Eso sí, hay muchísima gente y muchos autobuses que paran y todo el mundo intenta hacerse fotos y es un poco rollo, pero merece la pena. Entre autobús y autobús te da tiempo a quedarte tranquilo.
Después de aquella maravilla yo pensaba que el resto de la carretera no me sorprendería, pero la verdad es que, aunque ese es el punto más increíble, la carretera sigue siendo bonita. Una vez terminas de subir llegas a una carretera de montaña pero bastante llana y te encuentras montones de neveros y un paisaje muy bonito. Hay un túnel que va de Aurlandsvangen hasta Laerdal y es el túnel más grande no sé dónde (Europa, el mundo, no lo sé) pero es un PECADO MORTAL cogerlo.
Una vez llegado a Laerdal, desviándote un poco puedes ver la famosa iglesia de Borgund pero nosotros lo descartamos por falta de tiempo. Con poco desvío nos pillaba también cerca la de Urnes pero decidimos no ir porque nos habían dicho que vista una vistas todas e iríamos a ver la de Lom otro día. Preferimos seguir adelante para llegar a nuestro destino antes de que anocheciera. Al final fuimos bien tiempo, y en vez de quedarnos en Gaupne como teníamos planeado, nos fuimos hasta Gjerde, el pueblo más cercano a la salida de la excursión del glaciar del día siguiente. Me llamó mucho la atención que estábamos cerquísima de la zona de los glaciares y no se veía ni uno solo alrededor. En otros puntos de la ruta ya nos habíamos encontrado alguno a lo lejos, pero por aquí no parecía para nada que hubiera glaciares cercanos. Nos alojamos el el camping Jostedal, mi favorito de todo el viaje, a pesar de haberme quedado encerrada en el baño y tener que pedir ayuda a unos desconocidos por la ventana. La recepcionista ya lo había leído en algún sitio que era majísima, y efectivamente lo era. El camping está a la vera de un río y en un paraje de montaña súper bonito. Creo que lo que me atrapó de ese camping fue el edificio de servicios comunes, un triángulo altísimo de madera roja lleno de ventanales que me daba la sensación de estar en una estación de ski en los Alpes a la vera de la chimenea, y es que es probable que en invierno hubiera sido algo parecido a los Alpes.
El camino es precioso, especialmente de Voss hacia delante. En la zona de Voss hay montones de actividades para hacer, aunque nosotros no habíamos planeado hacer ninguna.
La primera parada remarcable fue en Gudvangen, donde tienes una vista impresionante del Nærøyfjord. Ese pequeño pueblo está rodeado de montañas altísimas con montones de cascadas, y de frente, la parte estrecha del fiordo. Para mi, la vista fue preciosa. Hacía un día de sol espectacular y me flipó la vista desde ese pueblo. Allí se puede comer en un restaurante con vistas o cogerse un ferry. Nosotros preguntamos pero el chico no parecía muy amable, yo quería saber si se podía hacer un crucero turístico por el fiordo y me dijeron que no, que sólo te llevaba hasta no sé que otro pueblo que a mí no me interesaba. No sé si es verdad o mentira, pero con ese día de sol me apetecía hacer el crucerito por el fiordo y no pude (en principio no teníamos pensado hacerlo porque ya habíamos hecho uno en un fiordo espectacular en Nueva Zelanda y al ir justos de presupuesto no queríamos gastarlo en eso, pero al llegar a esa preciosidad cambié de opinión).
De allí nos fuimos a Flåm. Teníamos claro que no queríamos hacer el tren turístico. La única opción que habíamos barajado era hacer la subida en tren y bajar en bici, pero lo terminamos sacrificándo para no echar el día allí y que nos diera tiempo a ver más cosas. Todo el mundo nos había dicho que el tren era una turistada y que había paisajes más bonitos que los que se ven desde el tren, así que pasamos. Aún así nos acercamos hasta el pueblo a ver qué tal, y nos encontramos con un transatlántico gigante amarrado en el puerto. ¡Por dios, qué vista tan fea en un paisaje tan bonito! Pero la Noruega de los fiordos es lo que tiene, que mucha gente se la hace en crucero y te estropean las vistas. El pueblo de Flåm no tiene nada especial si no vas a hacer lo del tren, pero queda de camino, así que aprovechamos para parar a comer por allí.
Después cogemos dirección Aurlandsfjellet donde nos esperaba uno de los puntos que más estaba esperando del viaje: el mirador de Stegastein. Nosotros al ir en dirección Este nos tocaba subir el inicio de la carretera. Hay gente que lo hace en dirección contraria y les toca bajar esa parte de la carretera. La verdad es que no sé qué prefiero, porque madre mía, vaya tramo de carretera. Es como de un carril y medio de ancho, sin líneas por supuesto, y con curvas totalmente cerradas todo el camino. Para cagarse por la pata. Menos mal que yo iba con un coche automático porque hubiera quemado el embrague allí. Para más inri, al ser una zona tan turística, hay muchísimo tráfico y la mayor parte son autobuses. Yo aproveché para ir a rebufo de un autobús y así ponerme detrás de él cuando nos encontrábamos a alguien bajando, y aún así lo pasé bastante mal. Lo bueno es que se compensa al mirar hacia un lado y ver esa maravilla de fiordo.
Tuvimos mucha suerte con el tiempo (para compensar lo de Bergen sería) y hacía un día espectacular, así que el paisaje era maravilloso. Llegamos al mirador y madre mía, qué preciosidad. Me flipa la arquitectura del mirador en sí mismo, y las vistas quitan el hipo. Yo no sé cómo mi novio consiguió arrancarme de allí, me hubiera quedado a vivir. Eso sí, hay muchísima gente y muchos autobuses que paran y todo el mundo intenta hacerse fotos y es un poco rollo, pero merece la pena. Entre autobús y autobús te da tiempo a quedarte tranquilo.
Después de aquella maravilla yo pensaba que el resto de la carretera no me sorprendería, pero la verdad es que, aunque ese es el punto más increíble, la carretera sigue siendo bonita. Una vez terminas de subir llegas a una carretera de montaña pero bastante llana y te encuentras montones de neveros y un paisaje muy bonito. Hay un túnel que va de Aurlandsvangen hasta Laerdal y es el túnel más grande no sé dónde (Europa, el mundo, no lo sé) pero es un PECADO MORTAL cogerlo.
Una vez llegado a Laerdal, desviándote un poco puedes ver la famosa iglesia de Borgund pero nosotros lo descartamos por falta de tiempo. Con poco desvío nos pillaba también cerca la de Urnes pero decidimos no ir porque nos habían dicho que vista una vistas todas e iríamos a ver la de Lom otro día. Preferimos seguir adelante para llegar a nuestro destino antes de que anocheciera. Al final fuimos bien tiempo, y en vez de quedarnos en Gaupne como teníamos planeado, nos fuimos hasta Gjerde, el pueblo más cercano a la salida de la excursión del glaciar del día siguiente. Me llamó mucho la atención que estábamos cerquísima de la zona de los glaciares y no se veía ni uno solo alrededor. En otros puntos de la ruta ya nos habíamos encontrado alguno a lo lejos, pero por aquí no parecía para nada que hubiera glaciares cercanos. Nos alojamos el el camping Jostedal, mi favorito de todo el viaje, a pesar de haberme quedado encerrada en el baño y tener que pedir ayuda a unos desconocidos por la ventana. La recepcionista ya lo había leído en algún sitio que era majísima, y efectivamente lo era. El camping está a la vera de un río y en un paraje de montaña súper bonito. Creo que lo que me atrapó de ese camping fue el edificio de servicios comunes, un triángulo altísimo de madera roja lleno de ventanales que me daba la sensación de estar en una estación de ski en los Alpes a la vera de la chimenea, y es que es probable que en invierno hubiera sido algo parecido a los Alpes.