Lunes 9 de abril de 2018: Tour Berliner Unterwelten + Topografía del Terror + Merienda en Rausch + Unter den Linden + Catedral de Berlín + Alexanderplatz (Reloj Mundial) + Hackesche Höfe + Sony Center
Hoy nos tocaba el tour por los búnkeres de Berlín con la empresa Berliner Unterwelten, que empezaba a las 10:30 am. Según habíamos leído, era recomendable estar por lo menos una hora antes de que abriera la oficina de venta de entradas (10:00 am), porque solo se podían comprar entradas para el mismo día, y los cupos se acababan rápido. Por lo tanto, salimos temprano; tomamos el metro U6 hasta Friedrichstraße y luego el tren S2 hasta la estación Gesundbrunner, y en unos 20 minutos ya estábamos en la zona.
Pasamos por un McDonald´s que había en la misma estación, sin saber que hoy abusaríamos de este local de comida rápida. Por 10,30 EUR desayunamos dos cafés con leche, un muffin con Nutella y una berlinesa.

Apenas pasadas las 9:00 am estábamos frente a la oficina haciendo la fila, y nos sorprendimos al ver que solamente teníamos dos personas adelante (y para un tour en inglés). Recién a la media hora empezó a llegar más gente, con lo cual no fue necesario haber llegado con tanta anticipación; pensamos que tal vez sería por la época del año. Al lado de la puerta había una pantalla que anunciaba los distintos tours, el horario de inicio y el idioma. La oficina abrió puntual a las 10:00 am, momento en el que compramos las entradas para el tour en español “Mundos en Tinieblas”, que nos costaron 12 EUR a cada uno.

El punto de encuentro era justo al lado de las taquillas, en la entrada de la estación de metro Gesundbrunnen, así que no tuvimos más que esperar. El recorrido empezaba tras una puerta que había bajando unas escaleras, pero estaba prohibido sacar fotos y filmar durante la visita, así que esta fue la última foto que pudimos hacer antes de empezar:

Nuestro guía fue Christian, quien, de una manera entretenida, didáctica y atractiva, hizo que se nos pasara volando la hora y media que duraba el tour. Resultó ser que las instalaciones que visitamos sirvieron como refugio para la población civil durante los bombardeos aéreos de la Segunda Guerra Mundial. Fuimos pasando por distintas habitaciones, siempre acompañados por una colega del guía que en todo momento estuvo pendiente por si alguien llegaba a sentirse mal, ya que el tour no era recomendable para personas claustrofóbicas. Al final de la visita, en una pequeña sala, había un montón de folletos que podíamos agarrar si queríamos. El tour nos pareció muy interesante; sugerimos que lo hagan si tienen tiempo.
Eran pasadas las 12:00 del mediodía, y para volver a los alrededores del hotel usamos los mismos medios de transporte pero a la inversa, es decir, el tren S2 y luego el metro U6, en este caso hasta la estación U Alt-Mariendorf, que nos dejaba cerca del Checkpoint Charlie. A metros de esta atracción turística había un Euroshop, al que fuimos porque teníamos entendido que allí podíamos encontrar souvenirs baratos (por ejemplo, imanes). Entramos y salimos sin comprar nada, porque no fue lo que esperábamos.
Nos detuvimos a almorzar en Curry at the Wall, un lugar pequeño con algunas mesas al aire libre, ubicado frente de la Topografía del Terror, que posteriormente íbamos a visitar. Pedimos dos menúes de currywurst con papas fritas y gaseosas por 7,90 EUR cada uno. Fue una buena opción para comer algo al paso.

Cruzamos hacia la Topografía del Terror, un centro de documentación gratuito situado donde estaba la sede central de la Gestapo. A esta altura del día, el sol empezaba a pegar fuerte y no hacía tanto frío. Empezamos por la exposición temporaria al aire libre titulada "El camino hacia la Dictadura", que relataba cómo Hitler llegó al poder en 1933. Nos llevó tres cuartos de hora leer todo el material.


Luego entramos al espacio cubierto y dejamos las mochilas en un locker. Se podían contratar audioguías, pero no lo hicimos. La exposición permanente "Gestapo, SS y Oficina Principal de Seguridad del Reich en las calles Wilhelm y Prinz Albercht" describía la historia del aparato de seguridad de Hitler entre los años 1933 y 1945. Había muchísimo material para ver y leer, así que sugerimos que vayan con tiempo si les interesa el tema. Nosotros estuvimos casi dos horas y no leímos todo; de haberlo hecho, nos hubiese llevado un par de horas más. Usamos los baños y, antes de salir, una de las empleadas del lugar nos retuvo unos minutos para hacernos una breve encuesta sobre nuestra visita.
Para endulzar un poco la estadía en la capital alemana, pasamos por la chocolatería Rausch, a metros de la Gendarmenmarkt. En la planta baja había una tienda en la que, además de una extensa variedad de trufas, bombones, caramelos y tortas que se exhibían para la venta, pudimos ver distintos monumentos berlineses de chocolate, tales como la Puerta de Brandeburgo, el edifico del Reichstag, la Torre de la TV y la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm.


Muchos productos eran ideales para regalar, porque venían muy bien presentados. Los precios eran elevados, pero también lo era la calidad. Hicimos algunas compras y luego fuimos a la primera planta, donde estaba la cafetería, que tenía unas lindas vistas de la zona. Eran las 15:30 pm y no había tanta gente, así que conseguimos mesa enseguida. El ambiente era muy agradable y la atención fue cordial. Merendamos un chocolate, un café y dos mini tortas (de chocolate blanco y de avellanas) por 24 EUR, propina incluida. Las porciones eran pequeñas, pero ricas y contundentes. Valió la pena haberse dado el gusto y hacer unas “dulces” compras.

A continuación, pasamos nuevamente por la Gendarmenmarkt, caminamos por Friedrichstraße y doblamos en la avenida Unter den Linden, que recorrimos en dirección a la Isla de los Museos. Pasamos por la Universidad Humboldt, la más antigua de Berlín.

Desde donde estábamos, podíamos ver la Ópera Nacional Unter den Linden (izquierda) y la Catedral de Santa Eduvigis, ambas en Bebelplatz.


Llegamos al Edificio de la Nueva Guardia, actual monumento conmemorativo a las víctimas de la guerra y la tiranía. En su interior se encontraba la estatua "Madre con hijo muerto", de Käthe Kollwitz.


Seguimos hasta la Catedral de Berlín (Berliner Dom); esta vez no había misa así que pudimos entrar a conocerla. Nos hicieron descuento por tener la Berlin Welcome Card; pagamos 5 EUR cada uno en vez de 7 EUR. La entrada incluía la cúpula, la Cripta de los Hohenzollern y un museo.

La nave principal era preciosa, sobre todo el altar, hecho de mármol blanco y ónix amarillo.


En vez de subir a la cúpula, fuimos primero a la Cripta de los Hohenzollern, en el sótano, cuya única salida nos hizo abandonar el edificio. En la cripta había más de 90 ataúdes pertenecientes a los miembros de la dinastía Hohenzollern, antigua familia de gobernantes alemanes originaria del siglo XI o XII.

Volvimos a entrar a la Catedral para subir los 270 escalones que nos llevarían a la cúpula, un mirador panorámico desde donde contemplamos estas maravillosas vistas de la ciudad:


Por último, recorrimos el museo de la Catedral, que incluía una exposición de distintas maquetas del edificio.
Terminada nuestra visita, que duró casi una hora, nos dirigimos a Alexanderplatz por la calle Karl-Liebknecht-Str, llena de locales comerciales. Pasamos por una tienda de Ampelmann, a la que entramos para comprar un imán como recuerdo del famoso hombrecito. También nos metimos en una tienda con productos originales, donde hicimos una compra para regalar.
Ya en Alexanderplatz, nos acercamos hasta el Reloj Mundial, que hasta ese momento habíamos pasado por alto.

Seguíamos en plan de hacer compras, así que desde la plaza nos fuimos en tren hasta Hackeschen Höfe, en busca de la tienda de souvenirs que habíamos visto la primera vez que estuvimos ahí, que vendía determinados productos a mejor precio que en otros lugares. Compramos imanes y un destapador.
Empezaba a anochecer cuando viajamos en tren hasta el Sony Center, en Postdamer Platz, para ver el alucinante techo iluminado de este gran complejo.


En las cercanías nos encontramos con la Jirafa de LEGO:

Estuvimos un rato en el Sony Center con intenciones de cenar allí, pero los lugares que había no nos convencieron del todo. A pocas cuadras estaba el Mall of Berlin, un gigantesco centro comercial. Entramos a conocerlo y, de paso, aprovecharíamos para comer en alguno de los tantos locales de comida que habría adentro.
Nos dejamos llevar otra vez por la enorme “M” amarilla y pedimos dos menúes por 15,80 EUR.

De camino al hotel, pasamos por un supermercado a comprar snacks y algunas bebidas. Lamentablemente lo descubrimos tarde; nos hubiera resultado útil durante todos estos días.