Nos despertamos sobre las 7 de la mañana, y como por fin teníamos nuestra hornilla, desayunamos en el propio camping, entre nubes de mosquitos. Nos duchamos, nos vestimos y nos ponemos en marcha, dirección a Mount Robson.
Nuestra primera parada fue en Valemount donde llegamos sobre las 11. Aprovechamos para tomarnos un café con un pastel buenísimo, pillar wifi e informar a nuestras familias de nuestro devenir por tierras canadienses. Compramos víveres para los días siguientes, ya que sabíamos que a partir de ese momento, todo se encarecía, ya que íbamos a adentrarnos en las Rocosas. Entre otras cosas compramos un chuletón de Alberta +++ del que daríamos cuenta esa misma noche. Justo al otro lado de la carretera (a la izquierda si vas hacia el norte) se encuentra una zona del río Fraser por la que suben los salmones que vienen desde el Pacífico para desovar, por desgracia, estábamos en Julio, y el espectáculo de ver saltar y remontar el río a estos salmones, de la especie chinok, no es hasta septiembre.

Con el maletero lleno, continuamos hasta Rearguards Falls, unas cataratas de un color blanco, precioso, parecían leche, y con una fuerza brutal. Las cataratas no son muy altas, pero son super anchas. Se llega a ellas por un corto sendero que va a dar a unas pasarelas metálicas desde las que pueden verse las cataratas en todo su esplendor. Sin duda nos sorprendieron mucho, para bien, y recomiendo esta parada, aunque sólo se le dedique unos minutos.

A partir de ese momento, la carretera comienza a girar hacia el este y nos preguntábamos, donde estaría el tan famoso Monte Robson, cuando de pronto, y tras una cerrada curva, allí estaba, majestuoso y con una nube que impedía ver su cima.

Sobre las 14:00 llegábamos al centro de visitantes del Monte Robson, sin duda uno de los que más nos gustaron, por el entorno que lo rodea, con montañas nevadas y glaciares, así que decidimos que era un lugar maravilloso para comernos nuestros bocadillos con vistas al impresionante Monte Robson.

Una hora más tarde, iniciábamos el que iba a ser nuestro primer Trail “largo” del viaje, unos 9 kilómetros, entre ida y vuelta, que nos llevarían hasta Kinney Lake. La ruta en sí es bonita, es una ruta que puedes hacer sólo hasta el Kinney Lake, como fue nuestro caso, o seguir hasta el Berg Lake, unos 40 km ida y vuelta y para los que necesitas hacer una noche en el camino. Pienso que si volviera, sin duda haría la ruta larga, pero no teníamos tanto tiempo, de modo que nos pusimos en marcha por un camino en el que atraviesas un bosque precioso, junto al río Kinney. Al final llegas al Lago, que a mi me maravilló por su color y su ubicación tan remota y que sin embargo a Miguel lo dejó un poco indiferente.

Nuestra intención era rodear el lago, pero estaba todo inundado y no se podía pasar, por lo que subimos un poco por el camino hacia el lago Berg y comenzamos a escuchar sonidos de animales. Fue un momento mágico de una mezcla entre expectación, miedo, nervios… Cuando volvimos al lago y nos relajamos, decidimos que habíamos oído un ciervo, un pájaro carpintero, y un animal indefinido que emitía un bufido grave. En total, nosotros tardamos unas 2 horas en volver al centro de visitantes. Y desde allí nos encaminamos hacia Jasper, pasando por unos paisajes preciosos llenos de ríos, montañas y lagos.
Lo más curioso, es que como atravesamos un cambio de zona horaria, pasando de British Columbia a Alberta, hay un cartel que nos recuerda que debemos adelantar una hora el reloj.

Ya en Jasper, nos dirigimos hacia nuestro camping, el Wapiti Campground, que está justo en el inicio de la Icefield Parkaway. Todo un acierto, por su ubicación, su entorno, a orillas del río Athabasca y por sus comodidades. Lo único, a tener en cuenta, es que está en una zona muy frecuentada por animales, pero para nosotros eso era una ventaja más. Montamos nuestra tienda y nos dimos un tranquilo paseo junto al rio Athabasca hasta que comenzó a anochecer, volvimos a nuestra parcela, cenita (chuletón) y a dormir que mañana nos esperaba un dia intenso.