Hoy era nuestro último día completo en Canadá. Que rápido pasan 16 días. Nos levantamos sobre las 9 recogimos todo y nos tomamos nuestro último café calentado en nuestra inseparable hornilla.
Paramos a desayunar en un pueblo a unos 40 minutos de Waterton, no recuerdo el nombre, ni tampoco de la cafetería, pero me llevo un gran recuerdo de ese gran bizcocho casero que nos sirvió una encantadora mujer, que nos contó lo valiente que era y lo que se sacrificaba a diario para que su hija pudiese estudiar en la universidad. Es uno de esos momentos sin nada en especial para que se te queden marcados y que sin embargo es uno de los que mas recuerdo del viaje.

Y a partir de ahí, kilómetros y kilómetros de llanuras interminables hasta llegar a Calgary.

Calgary es una ciudad sin mucho encanto. En nuestro caso, su visita, solo se justificaba, por ser el lugar desde el que salía nuestro vuelo al día siguiente.

A pesar de eso, su centro estaba lleno de vida, con mucha gente por todos lados, además hacía un día espléndido, lo que invitaba a tomarse una cerveza bien fría en una terraza, de modo que eso hicimos.
Para comer, elegimos una feria dedicada a los países árabes que nos encontramos por casualidad en una de sus plazas. Y como daban degustaciones gratis de muchos tipos de comida...pues nos pusimos las botas, jajaja.

Tras un largo paseo, buscando su estadio de rodeos, que encontramos cerrado, volvimos hacia el hotel, donde nos relajamos en su piscina y nos tomamos alguna cerveza más aprovechando su happy hour y recordando algunos de los momentos tan maravillosos de ese viaje a lo salvaje.
