Parque Nacional de La Mauricie ✏️ Diarios de Viajes de Canada

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El plan para hoy, miércoles 22 de agosto, es pasar el día completo en el Parque Nacional de La Mauricie. Este parque se encuentra situado en las montañas Laurentides y es una enorme masa forestal de arces, abedules y coníferas, salpicada por montones de lagos (para no variar). Multitud de especies animales tienen su hábitat aquí, como los alces, osos negros, zorros rojos, castores, ardillas… Por no hablar de los cientos de aves, anfibios y peces.

A los canadienses les gusta pasar su tiempo de ocio en alguno de los muchos parques naturales que tienen, ya sea haciendo senderismo, remando en canoas, montando en bicicleta o simplemente acampando. Dentro de los parques suele haber rutas señalizadas y, si no eres experto senderista y no sabes dónde te estás metiendo, más vale que no te salgas de ellas porque puedes tropezarte con un oso y buscarte un lío. Los osos no se suelen acercar a los circuitos turísticos, pero si tú te introduces en su hábitat… ¡ay!

El parque de La Mauricie está atravesado por una carretera que entra por Saint-Jean-des-Piles al este y sale por Saint-Mathieu al suroeste (o viceversa). Lo habitual es entrar al parque con el coche e ir parando donde te venga bien para la actividad que quieras hacer; hay parkings en todos los puntos de interés.



En los accesos hay unos Centros de Visitantes con información y planos, donde te cobran 15,70 CAD por coche (algo más de 10 €) para todo el día.

Este año (2018) han estado cerrados por obras el acceso por Saint-Jean-des-Piles y gran parte de la carretera interior, de modo que sólo se podía entrar y salir por Saint-Mathieu. En este plano del parque se puede ver en rojo el tramo de carretera cortado. En negro y amarillo la parte accesible:



Nuestra intención era hacer algunas rutas de senderismo que nos llamaran la atención y alquilar canoas para pasar un rato divertido remando en algún lago. Pero ¡ooohhh!... ha amanecido lloviendo y no se espera que pare hasta las 14:00 horas.

Llegamos a la entrada del parque en media hora de coche desde nuestro alojamiento en Shawinigan y entramos en el Centro de Visitantes, donde nos dan el mapa del parque y nos explican un poco las posibilidades de cada una de las paradas señaladas en él. Algunas paradas son miradores situados en el margen mismo de la carretera y otras son inicios de rutas de senderismo más o menos largas. Todas están perfectamente señalizadas y tienen parking y aseos.

Aprovechamos este momento para rociarnos bien de repelente de mosquitos. Hemos traído uno en spray llamado Goibi Xtreme, que dicen que es muy bueno. Como llevamos pantalones largos y chubasqueros, es poca la zona de piel expuesta: manos, tobillos y rostros. Después de la experiencia de Toronto no vamos a tolerar ni un solo picotazo más.

Como está lloviendo fuerte, decidimos ir en el coche hasta la última de las paradas accesibles justo antes del punto donde ya está cortada la carretera por obras, que es la de Le Passage, a ver si mientras se despeja un poco. Nos han dicho en el Centro de Visitantes que este punto es uno de los más altos del parque y desde aquí hay una panorámica espectacular del lago Wapizagonke.

Son unos 30 kilómetros desde la entrada, durante los cuales no deja de llover. Cuando llegamos a Le Passage hay una niebla espesa que no deja ver nada en absoluto del lago Wapizagonke. En la foto, el panel de lo que supuestamente deberíamos estar viendo y lo que realmente vemos (buscar las 7 diferencias):



Merodeamos por allí un buen rato y por fin obtenemos el premio a la perseverancia: la niebla se despeja y por unos minutos deja de llover. Ahora podemos por lo menos vislumbrar el lago que está ahí abajo y los bosques interminables que continúan más allá de donde alcanza la vista.




A partir de Le Passage vamos retrocediendo hacia Saint-Mathieu y parando en prácticamente todas las paradas. Ya que no vamos a poder montar en canoa ni hacer ninguna ruta larga por el problema del aguacero, por lo menos vamos parando para ver un poco el paisaje en los puntos donde hay miradores o lagos cercanos.



Comemos lo que compramos en el supermercado ayer, metidos en el Jeep, en uno de los parkings, porque la lluvia no da tregua. Tenemos entendido que en alguna de las paradas hay merenderos cubiertos, pero no damos con ellos.

Sin embargo, a partir de las 14:30 deja de llover definitivamente (el pronóstico no estaba muy desacertado) y, aunque las nubes siguen tiñendo el cielo de gris, por lo menos podemos salir del coche con más tranquilidad. La naturaleza envuelta en tonalidades grises también tiene un encanto especial y el olor a tierra mojada es una delicia.



A media tarde incluso parece que algunas nubes tienen a bien retirarse y podemos ver los paisajes con más nitidez:



En alguno de los senderos vemos carteles avisando de la presencia de osos por la zona. Da un poco de miedo y es inevitable mirar constantemente a tu alrededor, pero tenemos entendido que ellos no se suelen acercar al ser humano sino que son más bien huidizos. Sólo atacan si se sienten molestados o invadidos en su intimidad. Cuatro personas que van charlando y haciendo cierto ruido al caminar más bien son un espanto para ellos. Desde luego, nosotros no hemos visto ninguno en ningún momento.



Lo que sí hemos visto son montones de ardillas. No sólo en La Mauricie, sino a lo largo de todo el viaje, en el campo y en las ciudades. En cualquier sitio donde haya un trozo de césped y un árbol, allí habrá ardillas.



La verdad es que, tras una mañana de lluvia, el bosque está precioso, y la naturaleza en todo su esplendor. Me encantó esta hoja de arce, el árbol nacional de Canadá, presagiando ya el otoño. ¡Cómo me gustaría poder volver en esa época del año en que los bosques se cubren de mil colores!



Entre los posibles planes que llevábamos apuntados para hacer en La Mauricie estaba el de llegar a las cascadas Waber. Era todo un pedazo de excursión para ocupar el día entero, pero nos daba un poco de aprensión porque primero había que remar a lo largo del lago Wapizagonke como dos horas hasta su extremo norte y luego hacer una caminata de otra hora más hasta llegar a las cascadas. Y por supuesto, deshacer el camino para volver. La caminata no nos daba miedo porque somos muy andarines, pero nunca hemos remado antes en canoa y no sabíamos cómo íbamos a llevar lo de estrenarnos remando dos horas seguidas por un inmenso lago desconocido. Habíamos visto las cascadas Waber en fotos y eran muy bonitas. En la base se forma una poza donde la gente se baña. Seguramente la excursión merece mucho la pena. La incertidumbre de si animarnos con esa excursión se diluyó en cuanto que vimos el pronóstico de lluvias para hoy. Sin embargo, lo comento aquí por si a alguien le interesa.

Como premio de consolación hacemos una mini-ruta hasta Les Cascades, que es otra cascada que baja saltando por una pendiente rocosa desde una altura considerable, aunque no se forma un gran salto sino muchos pequeños a medida que el agua va tropezando con las rocas. Es una cascada peculiar, porque baja por el lateral de un plano rocoso y se puede caminar por el resto de la superficie de piedra donde no hay agua. Para llegar aquí hay que dejar el coche en la parada de Shewenegan y andar como un kilómetro atravesando una zona de picnic y un puente sobre el lago Wapizagonke. El lugar es muy bonito y realmente singular. Estamos aquí por lo menos una hora, absolutamente solos (quizá por la hora de la tarde que es ya). Merece la pena acercarse.




Está oscureciendo, así que nos vamos ya del parque. Hemos pasado aquí en total unas ocho horas y, aunque hemos tenido lluvia por la mañana, la sensación que nos llevamos es muy buena. Hay paisajes preciosos y zonas realmente dignas de visitar. La Maurice es la representación real exacta de la imagen que yo tenía de Canadá en mi cabeza antes de venir aquí.

Regresamos a Shawinigan. Hoy es uno de los pocos días del viaje en que repetimos hotel. Descansamos un ratito en la habitación, nos cambiamos de ropa y buscamos en Tripadvisor un sitio potable para cenar, porque el buffet chino de anoche fue todo un fiasco. Encontramos un local llamado Pizzeria 67 que tiene buena pinta. ¿Os apetece pizza? ¡Síiiii! Pues vamos allí.

Nos acercamos con el coche y aparcamos en la misma puerta (359 6e Avenue, Grand-Mère). La pizzería no nos decepciona. ¡Qué buena! Las pizzas son de masa gruesa y los ingredientes muy generosos, en abundancia. Hay cinco tamaños y la camarera, muy acertada, nos recomienda coger la Mini si es para una sola persona y la Petit si es para dos. Cenamos estupendamente los cuatro por 57 CAD, impuestos y propina incluidos (37 €). ¡Un diez para Pizzeria 67!

Hoy también nos acostamos temprano, que mañana toca madrugón.

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