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¿Y si resultase que lo más interesante de Philadelphia (al menos para mi, claro) no estuviera en Philadelphia? Esto me recuerda a la vez que estaba de vacaciones en Cerdeña y el cachondo del dueño de nuestro hotel nos mandó en ferry a Córcega a ver Bonifacio, incluso guarda con esta coincidencia que también se tiene que tomar un ferry, porque para mi lo más interesante de Philadelphia flota en el río Delaware.
Prácticamente en la frontera entre los tres estados de New Jersey, Delaware y Pennsylvania, sobre el río, se encuentra el lugar final de descanso del acorazado USS New Jersey, veterano de la Segunda Guerra Mundial, Corea, Vietnam y el Líbano, abierto al público convertido en buque museo. En realidad su ubicación corresponde ya a la vecina localidad de Camden, en la orilla este del río Delaware.
Este era el tercer barco veterano de la Segunda Guerra Mundial que visitaba en este viaje, y sin duda el más impresionante de todos. ¿Qué decir? Su ya espectacular silueta al otro lado del río se torna sobrecogedora en su imponente tamaño al acercarse a esa mole de metal flotante erizada de poderosos cañones.
El acorazado USS New Jersey (BB-62)
Botado el 7 de diciembre de 1942, un año después del ataque a Pearl Harbor en plena Segunda Guerra Mundial, entró en servicio en Philadelphia por primera vez el 23 de mayo de 1943, siendo el segundo buque de la clase de acorazados Iowa.
Como parte de los acorazados de la clase Iowa, estaba planificada la construcción de 6 navíos de los cuales únicamente 4 fueron completados: el USS Iowa que da nombre a su clase, el USS New Jersey, el USS Missouri, mantenido como buque museo en Hawaii y donde se firmaría la rendición del Imperio Japonés en la Bahía de Tokio y el USS Wisconsin. Estos fueron los últimos grandes acorazados construidos por la marina de los Estados Unidos tras la cancelación de los de la clase Montana, que iban a ser aún más pesados, y los últimos acorazados estando en servicio activo en el mundo hasta principios de los años 90.
El objetivo principal de su diseño era la construcción de los llamados acorazados rápidos, navíos pesadamente blindados pero con una agilidad y velocidad suficiente como para servir a la escolta de los portaaviones, que ya en la década de los años 40 tomaban el testigo de los acorazados como buques insignia de las armadas, hecho que quedaría constatado en la Segunda Guerra Mundial con el declive de los acorazados y el ascenso de los portaaviones.
Gracias a su diseño, aún con un pesado blindaje y un desplazamiento de 45.000 toneladas, eran capaces de desarrollar una velocidad de hasta 31 nudos (57km/h). Con una eslora de 270 metros y manga de casi 33, fueron los mayores acorazados de su tiempo, superados solo en desplazamiento, blindaje y calibrepor los de la clase Yamato japonesa (Yamato y Musashi).
En su configuración original, sus armas principales, 9 piezas de 16 pulgadas montadas en torres de a tres, dos a proa y una a popa, dispararon en su tiempo los proyectiles navales más pesados existentes, solo superados por los de 18 pulgadas de la clase Yamato de la Marina Imperial Japonesa, con un alcance superior a los 35 kilómetros.
Siendo el acorazado de la clase Iowa con más estrellas de combate, es decir condecoraciones por servicio prestado, durante sus 21 años en la flota activa (entre dadas de baja y reactivaciones), destaca su historial de bombardeo sobre Saipán y Tinian en preparación del desembarco de los marines durante la Segunda Guerra Mundial, así como su apoyo al asalto de Iwo Jima como escolta del portaaviones USS Essex o su participación directa en la conquista de Okinawa.
Durante la guerra de Corea proporcionó apoyo artillero bombardeando la costa en Wonsan y destruyendo las baterías costeras que allí se encontraban como preparación para un ataque aéreo. En Vietnam repitió su papel de bombardeo naval de posiciones costeras y apoyo de artillería a la infantería de marines y fue pasado a la reserva tras la guerra.
Durante los 80, el presidente Reagan impulsó un proyecto para crear una armada de 600 buques, para la que el USS New Jersey, junto a otros acorazados de la clase Iowa, fue seleccionado para su modernización en 1981 y posterior reactivación en 1982. Como parte de su modernización se instalarían lanzadores de misiles verticales con capacidad para el lanzamiento de misiles Tomahawk, así como nuevas instalaciones y capacidades para la guerra electrónica.
Despliegues posteriores a su modernización lo llevarían como parte de la fuerza de estabilización a intervenir en la guerra civil del Líbano en 1983, siendo su último crucero operativo en 1989 en el marco de los ejercicios Pacífico '89. Tras este, en 1991 fue dado de baja por última vez debido a los recortes en la Marina tras la caída de la Unión Soviética y la percepción de la disminución de la amenaza mundial que supuestamente representaban. Los acorazados era muy caros de mantener, y por eso a principios de los 90 fueron dados de baja, aunque sus compañeros de clase, el USS Iowa y USS Missouri, aún participaron en la operación Tormenta del Desierto.
No fue hasta el año 2000 cuando el barco fue convertido en museo tras aceptar la Marina la solicitud de Camden, Nueva Jersey, y fue estacionado en su lugar final de descanso en donde hoy está abierto como museo. Allí, incluso hasta hoy en día, voluntarios de las tripulaciones originales en alguno de los servicios de su largo historial que se extiende durante casi 60 años, dan su testimonio y hablan sobre su servicio se les pregunta... orgullosos veteranos a bordo de su poderoso navío.
La visita al museo del acorazado USS New Jersey
¿Y qué voy a decir? Si a Gatto la posibilidad de introducirse en las entrañas de un portaaviones de la Segunda Guerra Mundial como el USS Intrepid en Nueva York ya le pareció una experiencia alucinante, adentrarse en esta mole flotante de acero que es uno de los barcos más poderosos de su tiempo aún a flote fue algo completamente irrepetible y emocionante (hasta el punto que de este si se compró la gorra de comandante... con agujero para las orejas y todo).
Apodado "The Black Dragon" y "The Big J", si el sobrecogedor tamaño de un acorazado de época impresiona conforme uno se acerca, no puedo ni llegar a imaginar lo que debe ser ver de cerca y subir a un portaaviones moderno de los de la clase Nimitz, de una más descomunal escala... esto me hace pensar que cuando uno de esos bichos sea dado de baja y probablemente convertido en barco museo, habrá que hacer una visita.
La bienvenida al USS New Jersey comienza por supuesto, subiendo a bordo a través de una pasarela tendida con el muelle al que está atracado a tal efecto. Como no es posible subir con mochilas por seguridad, las carteras se tienen que dejar en el edificio que hay a la entrada poco antes de llegar al muelle, en donde de hecho se compran las entradas para visitar el museo.
Antes de subir la pasarela, se pueden encontrar a modo de condecoraciones los pilares que conmemoran sus estrellas de combate en los diferentes conflictos y operaciones en los que ha participado, tras lo que cruzada la pasarela se accede directamente a la cubierta principal, donde por lo menos en mi caso, un par de veteranos tripulantes nos dieron la bienvenida.
El recorrido se hace siguiendo una línea roja marcada en el suelo con la que se recorre un circuito que lleva por los diferentes pisos y salas de la superestructura de la torre principal, su estancias interiores y finalmente la pieza de su torreta de popa, a la que se puede acceder y ver por dentro. Los primeros pasos llevan al castillo de proa, desde el que se puede tener una espectacular vista de las torres artilleras de proa y la torre principal.
Subiendo varias escaleras entre los diferentes pisos de la estructura principal, se pueden ver las piezas de armamento secundario de 5 pulgadas en torres de dos cañones, las lanzaderas de misiles verticales que fueron instaladas en la modernización del barco durante los años 80, y acceder a diferentes dependencias incluyendo la sala de mando, sala de comunicaciones y guerra electrónica, camarotes del capitán y oficiales, etc...
La continua sensación de que el barco no duerme totalmente se acentúa más por el sonido grave del zumbido constate de la maquinaria de fondo, y los inquietantes carteles de "este equipamiento y material es real y activo, prohibido tocar". Casi da miedo tocar algo que no se deba y que se lance un pepino.
Vistas las estancias de la superestructura que son las de comandancia y más tácticas y las que proporcionarían una mejor vista de situación, las otras estancias de los pisos de cubiertas inferiores están dedicadas a un museo sobre la historia del barco y sus comandantes, y son atendidas por más voluntarios con los que puede hablarse sobre su servicio en el acorazado (o en otros barcos en realidad, yo hablé con alguien que estuvo en una patrullera en Vietnam).
A la exposición, según el interés y las ganas, se le puede dedicar más o menos tiempo, siendo muy completa y detallada sobre las operaciones realizadas en la Segunda Guerra Mundial, batallas en las que estuvo involucrado, e incluso una comparativa de las características de los buques de la clase Iowa con sus acorazados contemporáneos de diferentes naciones a los que podía compararse: el King George V inglés, el Richelieu francés, el Vittorio Veneto italiano, el Birmarck alemán, y por supuesto el Yamato japonés.
Puede verse además en su interior como hay espacios habilitados con mesas para comer, con cafetería e incluso máquinas de vending, ciertamente más modernas y de tiempos más cercanos a los actuales que a los de la Segunda Guerra Mundial. Por aquí en medio hacia la zona de popa se puede encontrar también la tienda de regalos, en donde es posible encontrar las características gorras con las siluetas y nombres de los barcos que tanto se ven en las películas, y que es justo el tipo de con la que me hice... una mujer con pinta de chalada por Philadelphia me saludo llevándola al reconocimiento de "Thanks for your service, sir!" a lo que desconcertado sin saber realmente si iba en serio o broma contesté riendo que no era más que un turista.
La visita acaba en la torreta de popa, a la que se puede acceder a su interior mediante una escalerilla por una portezuela un tanto estrecha, pero de esta forma se puede ver como se hacía la carga de los proyectiles en los grandes cañones, y como se apuntaban con el sistema de dirección de fuego.
Finalizada esta alucinante visita, nos dispusimos a volver a la estación de ferry a un par de centenares del metro para volver a la orilla de Philadelphia del río Delaware y buscar un sitio donde comer algo luciendo ya mi gorra de comandante del USS New Jersey. Con resignación a perder de vista la hipnotizante silueta del gran acorazado, me iba con la alegría de haber realizado una de las más espectaculares y apasionantes visitas que experimentaría durante este viaje: haber pisado un gran pedazo de historia del que solo podía haber imaginado leer hasta hacia no tanto.
Despedida de Philadelphia
Como comenté en la anterior entrada, la visita al USS New Jersey fue en realidad a lo que dedicamos gran parte de la mañana del día que estuvimos disfrutando de los lugares de interés que Philadelphia tiene para ofrecer.
Tras dedicar el resto del día al paseo descrito en la entrada anterior, nos levantaríamos al día siguiente "cuando aún no habían puesto las calles" para ir a buscar a la misma parada cerca de la estación de tren donde llegásemos, otro autobús que nos llevase esta vez hacia Washington DC, la capital de Estados Unidos, en donde también hay mucha tela que cortar y contar, por lo que será la localización (última de este gran viaje) a la que dedicaré las próximas entradas.
Algo que no había comentado hasta ahora aunque es de bastante sentido común, es que tanto los billetes de autobús como de tren que use en este viaje, tanto para la compañia Bolt Bus, como para Megabus, los llevaba reservados y comprados con antelación desde España, con lo que la reserva asegura una plaza en el autobús a la hora seleccionada.
Nos vemos pues en este Gatto-blog, gracias a vuestro interés, los próximos días en los que veremos detalladamente un gran número de los más emblemáticos lugares de la capital de los Estados Unidos, que visitaría como hice ya con otros lugares, por segunda vez después de diez años.
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