RUTAS POR BURGOS (2). DESFILADERO DE LA YECLA, SANTO DOMINGO DE SILOS Y PEÑARANDA DE DUERO.
Esta etapa es continuación de la dedicada a la comarca de Arlanza (Lerma, Ermita visigótica de Santa María de Lara, ruinas del Monasterio de San Pedro de Arlanza, Ermita de San Pelayo y Covarrubias), cuyo enlace pongo a continuación:

El itinerario de las dos etapas puede hacerse en un fin de semana, si bien nosotros lo hicimos a lo largo de cuatro días porque aprovechamos el puente del 1 de noviembre y también incluimos Burgos capital, teniendo en cuenta, además, del inconveniente que supone lo pronto que anochece en esa época.
Itinerario completo de las dos etapas según Google Maps: 130 kilómetros, unas 2 horas de coche.
Itinerario de esta etapa según Google Maps: unos 40 kilómetros y 45 minutos de coche.


Itinerario de esta etapa según Google Maps: unos 40 kilómetros y 45 minutos de coche.

DESFILADERO DE LA YECLA.
No era el momento elegido de antemano para hacer este recorrido, pero la intensa lluvia que cayó durante el primer día de nuestra visita a la provincia de Burgos, nos obligó a cambiar de planes. De modo que llegamos al desfiladero después de haber visitado Covarrubias y antes de que empezase a anochecer. Estaba nublado pero no llovía y hacía buena temperatura, un tiempo agradable para visitar esta profunda y estrecha garganta abierta en los materiales calizos de las Peñas de Cervera, que se recorre cómodamente a través de una serie de puentes y pasarelas colgantes.

El desfiladero de la Yecla está incluido en el Espacio Natural de la Yecla y los Sabinares del Arlanza y se encuentra en la carretera BU-910, que conduce también a Santo Domingo de Silos. Viniendo desde Madrid por la Autovía de Burgos, hay que desviarse a la altura de Aranda de Duero y seguir las indicaciones hasta Villanueva de Gumiel, donde se toma la citada BU-910. Pasado el pueblo de Hinojar de Cervera, que queda a la izquierda, y tomando como referencia el Bar la Yecla, que queda a la derecha, nos encontramos con la entrada de un túnel, un cartel informativo y una zona de aparcamiento para dejar los coches. La bajada a pie se encuentra al lado de la boca del túnel y es una escalerilla metálica. Al otro lado del túnel hay otro acceso y otra zona de parking, si bien mucho más pequeña y que puede estar completa en días de mucha afluencia turística.
Boca del túnel de la zona norte, por donde accedimos nosotros.



Es posible entrar por un lado del túnel, hacer el recorrido y salir por el otro lado. Nosotros retornamos por el interior del túnel, teniendo cuidado con los coches, claro. A mitad del camino hay un balcón para amarse y ver el paisaje. Naturalmente, también es posible regresar por las pasarelas haciendo el itinerario a la inversa y salir por donde se ha entrado. Se puede ir en ambos sentidos sin más limitación que la impuesta por lo estrecho de la propia pasarela, que en ocasiones impide pasar a dos personas a la vez sin darse un buen coscorrón contra las rocas que la invaden. Y esto no es broma, hay algún tramo donde es mejor no despistarse por si acaso.

Como nosotros llegamos desde Covarrubias, empezamos el itinerario por la zona norte, cuyo entrada al túnel se encuentra a unos tres kilómetros de Santo Domingo de Silos. No me pareció que un sentido sea mejor que otro. Ya desde el principio nos sorprendió el panorama rocoso, con decenas de buitres sobrevolando nuestras cabezas. El cañón es muy angosto, con paredes verticales de 100 metros de altura y unos 1.200 metros de longitud, si bien la ruta con pasarelas cuenta con unos 600 metros, que se recorren tranquilamente en un cuarto de hora, pero se tarda más por las paradas para contemplar el panorama y para hacer múltiples fotos, aunque en una tarde tan nublada les faltase un toque azul del cielo para poner contrapunto a la piedra gris.

Bajo las pasarelas, que se retuercen abrazando la estrecha grieta rocosa, fluyen las aguas del arroyo del Helechal tributo del Mataviejas, formando saltos de agua, rápidos y cascaditas. (Cito el nombre del arroyo según el panel informativo que figura en el lugar, aunque en otras fuentes he leído que es El Cauce).
Boca sur del túnel.


El recorrido, aunque corto, resulta espectacular ya que en algunos puntos la anchura entre las dos paredes rocosas que nos envuelven apenas alcanza los dos metros y digo “nos envuelven” porque hay momentos en que llegamos a tener las rocas casi de sombrero, apenas un palmo nuestras cabezas.

Por lo demás, también es una zona de vegetación muy interesante, sobre todo porque cuenta con uno de los sabinares más extensos y mejor conservados de Europa, con ejemplares que superan los dos mil años de vida. Y en las cumbres, anidan más de cien parejas de buitres leonados, que se exhiben sin complejos ante la mirada atenta de los viajeros que no podemos sino contemplarles atentamente, admirando su vuelo.

Un sitio muy bonito y pintoresco, donde merece muchísimo la pena detenerse y, a ser posible, en un momento en que no haya demasiada gente, ya que puede ser incómodo encontrar excesiva “circulación” en las estrechas pasarelas.
SANTO DOMINGO DE SILOS Y SU MONASTERIO.
Después, seguimos hasta Santo Domingo de Silos, donde ya habíamos estado hace algunos años, pero cuyo monasterio nos apetecía volver a visitar. Llegamos casi con la hora pegada, porque eran las cinco bien pasadas y el horario de visitas va desde las 10:00 a las 13:00 y desde las 16:30 a las 18:00. Los lunes está cerrado y el precio de la entrada general es de 3,5 euros. Se accede por una puerta lateral que está a la izquierda de la Iglesia. Hay visitas guiadas, en concreto nos ofrecieron la posibilidad de unirnos a una que acaba de comenzar, pero había demasiada gente y resultaba un tanto caótica, así que fuimos por nuestra cuenta.

El origen del Monasterio se remonta a un cenobio de la época de los visigodos, reacondicionado por Fernán González. Pero fue a partir de 1042 cuando el rey Fernando I encargó su ampliación para transformarlo en un gran monasterio a un monje benedictino llamado Domingo, que con el tiempo sería canonizado y cuyo sepulcro se conserva en la galería norte del claustro inferior junto a una estatua yacente que descansa sobre un grupo de leones. De la época comprendida entre el siglo XI y el XIII se conservan los claustros románicos y la Puerta de las Vírgenes. La Iglesia, construida sobre un templo mozárabe del siglo X del que queda algún resto, y el campanario son del siglo XVIII y estilo neoclásico.

Lo más destacado es el patio interior, que forma dos claustros, inferior y superior, de 22 por 24 metros, con arquerías de doble columna excepto en el centro donde hay dos de cuatro columnas. Lo que sobresale en este armónico conjunto son sus motivos iconográficos y la gran variedad de temas representados en las tallas de los capiteles, vegetales y animales inspirados en temas orientales.


En los pilares angulares aparecen ocho magníficos relieves de gran tamaño sobre la vida de Cristo y la Virgen, que separan las cuatro galerías; concretamente los que representan a Ematús y la duda de Santo Tomás están considerados una obra cumbre en la escultura románica europea por su belleza y su originalidad.




Igualmente merece la pena acordarse del gran ciprés que preside el patio, que tiene 28 metros de altura y más de 120 años de vida.

Las fotos no me salieron muy bien porque me quedé sin batería en la cámara y la de repuesto y el móvil los dejé olvidados en el coche, así que tuve que apañarme de mala manera encendiendo y apagando la cámara para recargar un poquito la batería; además, ya era casi de noche.
Exteriores y entorno.



En el monasterio también se puede visitar una botica del siglo XVIII con recipientes de cerámica de Talavera y un museo donde se exponen las piezas que se salvaron después de la Desamortización. Desde el acceso que hay por la calle de Santo Domingo, frente a su puerta principal, se encuentra otro árbol singular de Silos, una secuoya gigante, de 32 metros de altura y 115 años de edad aproximada que merece la pena contemplar.

Luego, fuimos a dar una vuelta por el pueblo, que forma parte del llamado triángulo del Arlanza junto a Lerma y Covarrubias, y también está ligado al que se denomina “Camino del Cid”. Actualmente, cuenta con poco más de 300 habitantes. Es pequeño y permanece a la sombra del gran monasterio, pero no le falta encanto. También merece la pena dirigirse a las partes altas del pueblo o siguiendo el sendero que lleva hasta la Ermita de la Virgen del Camino para ver la población y sus entornos en perspectiva. La tarde estaba cayendo muy rápidamente y los colores en la lejanía adquirían tintes de rosas y violetas.


Muy cerca del Monasterio, se encuentra la Iglesia de San Pedro, construida entre los siglos XII y XVII, donde se venera a su patrona, la Virgen del Mercado.

PEÑARANDA DE DUERO.
Esta población no pertenece a la comarca de Arlanza, pero se encuentra a poco más de 37 kilómetros de Santo Domingo de Silos, unos cuarenta minutos en coche, por lo cual se puede visitar a la ida o a la vuelta. Yo no tenía referencias turísticas de este lugar, pero paramos allí por recomendación de unos foreros y nos quedamos bastante sorprendidos porque no esperábamos encontrar una Plaza Mayor tan bonita, de las que no dejan indiferente. Peñaranda tiene otras cosas, pero sólo por ver la plaza y sus edificios, ya merece una visita.
El primer día que paramos, lloviendo.



Nos detuvimos a la ida y lo que vimos nos gustó, así que pensamos en quedarnos a comer y luego dar una vuelta tranquila subiendo hasta el castillo, pero empezó a llover de tal manera que tuvimos que cambiar de planes: no se podía estar en la calle, la visita guiada al Palacio de Avellaneda ya había comenzado y faltaba casi una hora para que abrieran los restaurantes. Así que decidimos seguir camino y hacer otra parada en el viaje de vuelta, lo que fue todo un acierto.

Peñaranda de Duero se encuentra a 186 kilómetros de Madrid y a 93,7 kilómetros al sur de Burgos. Está situado a 852 msnm y cuenta con una población de unos 530 habitantes. La zona ya estuvo habitada por arévacos y vascones. Se dice que su nombre procede de los celtas, que unieron la peña con el río. El castillo fue un bastión importante en tiempos de la Reconquista ya que era territorio fronterizo entre cristianos y musulmanes. Durante el reinado de Alfonso XI pasó a pertenecer a la Casa de Avellaneda y a partir del siglo XV el linaje de los Avellaneda se unió por matrimonio a los de Zúñiga, ostentando a partir de entonces sus descendientes el título de Duques de Peñaranda.


Dejamos el coche en un aparcamiento gratuito que hay al borde de la carretera, frente a un lienzo de la muralla del siglo XV, de la que se conservan dos de sus tres puertas, una almenada, el Arco de las Monjas, que da paso a la Calle Real hasta llegar al Ayuntamiento. Sin embargo, resulta más interesante entrar al casco antiguo por el Arco de la Plaza, que se abre a la magnífica Plaza Mayor: sobre todo el primer día que fuimos, laborable, lloviendo y desierta, nos produjo la impresión de habernos sumergido de golpe en la Edad Media. Además de otras casas, que no desmerecen el conjunto, en ella se encuentran:

o El Palacio de Avellaneda: edificado por el Conde de Miranda en el siglo XVI. De estilo renacentista, se conserva bastante bien y se puede visitar, lo mejor los artesonados y la Sala de Embajadores. Fue una pena, pero la visita guiada había comenzado cuando llegamos y no había más ese día.


o El Rollo de justicia: gótico flamígero, el mejor conservado de la provincia de Burgos.

o La Iglesia de Santa Ana (ExColegiata). Se encuentra frente al Palacio y se comenzó su construcción en 1540 sobre un templo románico anterior por deseo de Dña. María Enríquez de Cárdenas. La fachada es barroca con columnas y tiene un pórtico italianizante. Su interior acoge el sepulcro del padre de Eugenia de Montijo, la esposa del emperador francés Napoleón III. El Retablo Mayor está atribuido a Ventura Rodríguez, la sillería del coro es de nogal y los bancos están separados por columnas salomónicas. No pudimos entrar: el primer día estaba cerrada y el segundo había un entierro, así que no nos pareció apropiado meternos por medio.

o Y por si fuera poco bonita la estampa que presenta por sí misma la Plaza, al fondo, presidiéndolo todo en lo alto de un cerro, aparece la imponente estampa del Castillo. Su origen se remonta al siglo X, unido a la reconquista y la repoblación, pero lo que actualmente se conserva fue erigido por el conde de Miranda en torno al siglo XV. Hay que caminar unos diez minutos y subir una buena cuesta para llegar al recinto amurallado, sobre el que se yergue la sugerente forma cuadrangular de la Torre del Homenaje. En una tarde luminosa como la que teníamos (¡menudo contraste con el diluvio del primer día!), las vistas eran extraordinarias, tanto del caserío como sobre la vega de Arandilla y los campos circundantes.





o Lo que no sabíamos es que la Torre se puede visitar por dentro, pero es de pago (2 euros) ya que alberga el Centro de Interpretación de los Castillos. Estuvimos dudando sobre si entrar o no; al final nos decidimos porque la tarde ya estaba echada, y no nos arrepentimos. Fue un recorrido muy ameno (con muchas escaleras, claro) en el cual no se cuenta la historia del castillo de Peñaranda sino una exposición general y cronológica de cómo era la vida cotidiana en la Edad Media, en particular, en los castillos y sus aledaños, abarcando aspectos como la comida, el vestuario, la edificación, la defensa, la medicina, las armas, etc., tanto de señores y caballeros como de campesinos y plebeyos.

o Además, desde lo alto de la Torre, las panorámicas son imponentes. Si merece la pena o no, eso dependerá de cada cual, pero yo me llevé unas cuentas fotos de los paneles informativos porque aprendí bastantes cosas, curiosidades muchas de ellas, que ignoraba de aquellos tiempos. Si se tiene prisa o únicamente se pretende contemplar las vistas, no hace falta entrar en la torre porque desde las almenas del castillo también se contemplan estampas excelentes.
Peñaranda desde lo alto de la Torre del Castillo.


El castillo estaba precioso iluminado por el sol del atardecer.


o Otros lugares para visitar son la Botica, que es la farmacia del pueblo desde 1635 y la segunda más antigua de España; tiene 250 tarros de porcelana y un jardín con hierbas medicinales ya fuera de uso; la Herrería, que conserva una colección de objetos de forja y relojes antiguos y la Ermita de la Virgen de los Remedios, dedicada a su Patrona, representada en una talla del siglo XV.

En los alrededores se encuentra la ciudad romana de CLUNIA SULPICIA, fundada en tiempos del Emperador Tiberio. Perdió su importancia cuando fue arrasada por Almanzor en el siglo X. Llegó a contar con 30.000 habitantes, luego no volvió a ser repoblada y sus funciones administrativas pasaron a San Esteban de Gormaz. Se conserva parte del foro, el teatro (uno de los más grandes de Hispania) y las termas públicas. Nos entretuvimos tanto en el castillo de Peñaranda que se nos hizo de noche y no nos dio tiempo a visitarla. Otra vez será.