Durante nuestro recorrido veraniego por la provincia de Teruel, del que he ido e iré perfilando los itinerarios en diversas etapas, hicimos una noche en el Parador de Alcañiz aprovechando una oferta para “amigos de los paradores” y, además, visitamos esa localidad antes de dirigirnos hacia la comarca de Matarraña. Sin embargo, creo que la etapa se quedaría un poco coja dedicándola solo a Alcañiz, así que he preferido incluir también una caminata muy bonita, llamada ruta del Parrizal de Beceite, que se encuentra a 48 de kilómetros de allí, una hora de viaje en el coche, lo cual puede suponer un buen aliciente para realizar una excursión de día completo, evitando a ser posible los meses de invierno ya que el frío puede ser muy intenso por la zona.
Situación de Alcañiz en el mapa peninsular:
ALCAÑIZ.
Únicamente como referencia, señalar que para llegar desde Madrid a Alcañiz hay que recorrer 377 kilómetros, es decir, unas cuatro horas y media en coche, tomando la A-2 hasta Alcolea del Pinar y luego la N-211 hasta Montalbán y desde allí la N-420 hasta Alcañiz. La distancia desde la capital de la provincia, Teruel, es de 148 kilómetros, que se hacen en unas dos horas en coche, circulando todo el tiempo por la N-420.
Unos pocos datos históricos.
Las numerosas pinturas rupestres encontradas demuestran que sus alrededores estuvieron poblados ya en la Prehistoria y existen pruebas de la presencia de los iberos en el entorno de Alcañiz en el siglo VI a.C., llegando incluso a acuñar moneda. Según cuentan las crónicas, el emplazamiento llamado Anitorgis podía corresponde con el actual Alcañiz en tiempos de los romanos, que fueron quienes introdujeron en estas tierras los cultivos de la vid y el olivo. Por su parte, los árabes aprovecharon los recursos hidráulicos para establecer canales y regadíos que favorecieron la proliferación de cultivos y huertas. Además, en la cumbre del cerro Puy Pinós, establecieron Al-Qanit como capital de su reino en el Bajo Aragón
. Ramón Berenguer IV conquistó la plaza para los cristianos en 1157 y le concedió el Fuero de Zaragoza hasta que en 1179 fue cedida a la Orden religioso-militar de Calatrava, que actuó ejerciendo un dominio feudal hasta mediados del siglo XV en que las algaradas populares consiguieron el restablecimiento de los derechos forales y el comienzo de una época de relativa prosperidad hasta que a principios del siglo XVIII, durante la Guerra de la Independencia contra los franceses, éstos tomaron la ciudad, la saquearon y la destruyeron . Asimismo, sufrió incursiones y asaltos en tiempos de las Guerras Carlistas.
Actualmente, la que ha sido siempre capital del Bajo Aragón turolense y paso obligado entre Aragón y Valencia, es una población de casi 20.000 habitantes, cuya economía se basa en la agricultura, si bien en los últimos tiempos está despuntando con fuerza el turismo.
Vista de Alcañiz desde el Castillo.
Nuestra visita a Alcañiz.
Nada más vislumbrarse la ciudad desde cualquier carretera, hay dos edificios que destacan claramente sobre el resto: la Iglesia de Santa María la Mayor y, sobre todo, el Castillo, que vigila el entorno de manera imponente sobre su atalaya.
Y hacia él nos dirigimos, ascendiendo por una calle que desde el mismo centro de la población lleva en un par de minutos hasta el aparcamiento, una vez superado el acceso a través de uno de los arcos (puertas) que se conservan en perpendicular al muro de la antigua fortificación musulmana. Nos recibieron con mucha amabilidad, como en casi todos los Paradores, y ocupamos la habitación standard que habíamos reservado. Era amplia y cómoda pero sin demasiados lujos ni vistas destacadas. Por lo demás, las camas de los paradores me resultan muy cómodas y agradezco sobremanera que mantengan la lencería tradicional, sin recurrir a los horribles edredones nórdicos que detesto especialmente cuando me los colocan en pleno verano. Claro que esto es muy particular y sé que no todo el mundo está de acuerdo.
Entre unas cosas y otras, se nos hizo tarde y decidimos quedarnos a cenar en el restaurante del Parador, que nos ofreció una carta bastante variada e interesante, lo que no siempre suele suceder dado que los precios suelen ser más altos de la media de restaurantes en las respectivas zonas.
Cuando terminamos, ya había anochecido. Como estábamos algo cansados pero no nos apetecía mover el coche y había una señora cuesta hasta el centro, decidimos salir simplemente a dar una vuelta en torno al edificio para contemplarlo con una acertada iluminación nocturna, tanto por dentro como por fuera.
Palacio de los Comendadores/Castillo de los Calatravos
Alfonso II entregó el dominio de esta comarca a la Orden de Calatrava, que construyó este castillo-convento entre los siglos XII y XIII, aprovechando el perfecto punto estratégico que brindaba el alto del cerro Pui Pinós y desde donde los calatravos ejercieron un auténtico dominio feudal hasta mediados del siglo XV. Los restos más antiguos que se conservan corresponden a principios del siglo XIII y son la capilla románica y el claustro protogótico. La Torre del Homenaje, de estilo gótico, es del siglo XIV, Ya en el siglo XVIII se llevaron a cabo una serie de reformas muy importantes, entre las que destaca la construcción del Palacio de los Comendadores, con fachada de estilo barroco, que ocupa la zona sur del recinto y que es donde está instalado el Parador.
Aunque se esté alojado en el Parador, para visitar la zona más antigua e interesante del Castillo (Iglesia, claustro y Torre del Homenaje) hay que adquirir una entrada en el propio Parador o en la Oficina de Turismo. No recuerdo bien el precio, pero creo que eran alrededor de 3 euros. Las visitas son guiadas y duran en torno a tres cuartos de hora. Los horarios, mejor consultarlos previamente porque varían según la temporada.
Me levanté pronto para apuntarme a la primera visita, que era a las 10:15. En total, éramos cinco personas y la guía, con lo cual no tuvimos apreturas y pudimos verlo todo muy bien, recibiendo las correspondientes explicaciones. Se puede hacer fotos sin flash libremente. El recorrido guiado incluye:
La capilla de Santa María Magdalena, construida entre 1179 y 1200, presenta una de las pocas portadas románicas que se conservan en el Bajo Aragón. Tiene una sola nave y bóveda de cañón apuntada. En el interior, destaca el sepulcro de Don Juan de Lanuza.
El claustro es del año 1300 y responde a una renovación del estilo gótico primitivo. Aquí se encuentra la tumba del Comendador García López. La torre de Lanuza. Se encuentra al fondo de la capilla, formó parte del castillo primitivo, si bien sufrió una importante remodelación en el siglo XVI. La torre del homenaje es del siglo XIV, salvo el tercer nivel que fue añadido posteriormente. Es de estilo gótico y se levanta sobre la portada de la capilla.
Sin embargo, lo más interesante es el conjunto de magníficas pinturas murales góticas, realizadas entre 1290 y 1375, que se conservan en diversas salas, sobre todo en los niveles primero y segundo de la torre del homenaje. Estas pinturas están consideradas entre las más importantes que se conservan en Aragón y tienen la particularidad de presentar temática civil además de la religiosa, mucho más frecuente. Algunas de las pinturas fueron arrancadas y se encuentran en el Ayuntamiento, como la famosa Rueda de la Fortuna.
Primer nivel de la Torre o portada de la Iglesia.
Aquí se pueden contemplar fragmentos de pinturas de temática religiosa como la Última Cena, las batallas entre árabes y cristianos, una escena del Juicio Final, la Crucifixión e, incluso, una curiosa representación burlesca de un individuo con atuendo musulmán sacando la lengua.
Además, hay personajes diabólicos, así como orlas y figuras geométricas.
Segundo nivel o piso noble de la Torre.
Quizás sea aquí donde se encuentra el grupo de pinturas más interesantes, sobre todo por su temática. Podemos ver escenas de carácter histórico, conmemorando, por ejemplo, las hazañas de Jaime I el Conquistador, como su entrada en la ciudad de Valencia.
Otras presentan escenas cotidianas como el trabajo en los campos durante los diferentes meses del año.
Es muy llamativa la pintura que presenta a tres damas afligidas, asomadas a unos balcones. Y también la de la dama y el salvaje, algo peor conservada.
Pero, sobre todo, me gustaron especialmente los detalles de las vestimentas de los caballeros y de las damas, los atavíos de los caballos, los pendones y las estampas de los castillos. Igualmente aparecen árboles, estrellas, cruces, hojas y otras figuras, en las que predominan los colores negros, rojos, azules y amarillos. Es como una crónica en imágenes de la época, lo cual se agradece, aunque seguramente no refleja con exactitud la realidad.
También se conservan algunas pinturas en el claustro, como la del Arcángel San Miguel o la de la Virgen de la Leche. Muy interesante este recorrido; imprescindible para las personas aficionadas a las pinturas murales góticas. Lo que más me gusto de Alcañiz.
Terminada la visita, tomé unas fotos en el patio interior y en torno al Palacio de los Comendadores, con su fachada barroca, esta vez de día. Luego di una vuelta por el exterior del edificio, contemplando también las amplias vistas que se tienen de la ciudad, el campo y el río Guadalope y su vega. Sin embargo, la parte histórica de Alcañiz quedaba tapada por los árboles, lo cual le quita un poco de encanto a las panorámicas.
Después fuimos al centro de la población. Dejamos el coche en el aparcamiento del Parador y bajamos caminando hasta la Plaza de España (unos quince minutos, más o menos). En los soportales, desayunamos muy bien en un bar, donde tenían todo tipo de bocadillos, montaditos, raciones, croquetas, tortilla, etc. A continuación, nos acercamos a la Oficina de Turismo que se encuentra justo enfrente, en la calle Mayor núm. 1. Allí nos dieron información y también pudimos visitar los subterráneos medievales que se encuentran justo debajo, a los que se acceden por una estrecha escalera excavada en la roca que conduce a la antigua nevera municipal, a la bodega y a los estrechos pasadizos que comunicaban edificios y calles por el subsuelo. Está curioso de ver, pero no deja ser un recorrido subterráneo como los que hay en otros sitios. Es de pago y puede producir claustrofobia a algunas personas, aunque está muy bien acondicionado y no es necesario agacharse.
El Ayuntamiento o Casa Consistorial, del último tercio del siglo XVI, presenta fachada de piedra, tiene tres plantas y sus ventanas adinteladas le dan un aspecto peculiar. Forma escuadra con la antigua Lonja gótica del siglo XV, con añadidos del XVI y XVIII.
Cruzando la calle, se encuentra la [b]antigua Colegiata de Santa María la Mayor, de la que se conserva la antigua Torre campanario del siglo XIV. Esta torre tuvo importancia defensiva además de religiosa ya que trataba de preservar el poder del concejo frente al de los calatravos, representado por el castillo y su torre del homenaje. La iglesia gótica desapareció: la actual es barroca y su edificación se inició en 1736. Estaba con reparaciones y tenía partes cubiertas por lonas y andamios.
Otros lugares de interés en Alcañiz son el Teatro Municipal, el antiguo mercado, la Iglesia de los Padres Escolapios, el Arco Románico de San Pedro, diversas casas palaciegas, algunos torreones medievales pertenecientes a la antigua muralla, la fuente de los 72 caños, el antiguo Molino Mayor (taller de arqueología), el Portal de Herrerías (Arco del Loreto), la Iglesia de San Francisco, la Iglesia del Carmen, diversas ermitas, la Ciudad del Motor, la antigua Iglesia de Santa Lucía-Atrium – Espacio de Historia, etc. Después de dar una vuelta por el centro y volvimos al castillo para coger el coche y dirigirnos a nuestro siguiente destino: la comarca de Matarraña.
Quiero dedicar una etapa completa a nuestro recorrido por la comarca de Matarraña, ya que tiene mucho que ver y casi todo muy interesante. Sin embargo, aprovecharé esta etapa para referirme a una de las mejores excursiones senderistas de las muy numerosas que hay por la zona y que también se puede combinar con una visita a Alcañiz.
Itinerario desde Alcañiz hasta el comienzo de la ruta del Parrizal de Beceite.
RUTA SENDERISTA DEL PARRIZAL DE BECEITE (TERUEL).
Para realizar esta agradecida caminata, hay que llegar hasta la población de Beceite, en la cual ya está indicado el camino a seguir hasta su inicio a pie. Del pueblo sale una pista que cuenta con tres zonas de aparcamiento para dejar los vehículos, el primero (parking 1) está a la salida del pueblo, el segundo (parking 2) se encuentra tres kilómetros después. Aparcar aquí cuesta 5 euros por vehículo (me refiero a temporada alta, ya que fuimos en agosto; ignoro si se paga o no en otras épocas del año). Todavía se puede avanzar otros tres kilómetros hasta el parking 3, que está junto al merendero y en el mismo inicio de la ruta peatonal hacia el Parrizal. Aparcar aquí cuesta 10 euros por coche. En moto es más barato y si se va en bici sale gratis. En fin, son opciones a valorar por cada cual, pero la verdad es que merece la pena pagar los 10 euros por evitarse el latazo de caminar por la pista asfaltada (no hay sendero), perdiendo tiempo y energías que se pueden emplear en la caminata y en otros lugares más interesantes de la zona. En este sentido, soy bastante práctica.
Panel informativo de la ruta.
Datos de la ruta:
El recorrido más habitual es lineal y tiene 4 kilómetros aproximadamente, que hay que hacer de ida y vuelta. En total se puede tardar entre 3 y 4 horas dependiendo de las paradas. En cuanto a la dificultad, se puede decir que es fácil, sobre todo al principio, cuando se camina por sendero y pasarelas sobre el río.
Para comenzar, una cómoda pista.
Luego, el camino se interna en el bosque, alcanza las rocas y se complica un poco. No presenta especial dificultad, pero es preciso llevar botas o calzado cerrado y contar con una forma física aceptable. En cualquier caso, la parte inicial, la más sencilla, es muy bonita y merece la pena seguirla hasta donde se pueda o se quiera. Por cierto que está prohibido bañarse en el río a lo largo de todo el recorrido.
Se encuentra en la Reserva Natural Fluvial del río Matarraña, declarada en 2015 y que representa un ejemplo de los cauces fluviales de montaña calcárea de la zona mediterránea. El Matarraña discurre por un valle encajonado entre pliegues y cabalgamientos, formando estrechos, desfiladeros y gargantas de tipo kárstico, que le brindan al panorama una gran belleza e, incluso, espectacularidad.
Empezamos a caminar por una pista empedrada paralela al curso del río. Se pasa bajo un arco natural de roca y se llega hasta la zona donde se encuentran las pinturas rupestres de la Fenellasa[/b], que forman parte del Arte Rupestre del Arco Mediterráneo que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998 y cuyo origen más remoto se remonta a 6.000 años a.C. Las de la Fenellasa corresponden al Neolítico, Edad del Bronce, y fueron descubiertas en 1966. En principio se identificaron doce figuras en color rojo, pero algunas desaparecieron y actualmente solo se conservan ocho figuras y parte de otra, que fueron objeto de limpieza y consolidación. Se trata de cuatro jinetes sobre cuatro équidos. Las figuras se encuentran detrás de unas rejas para su protección. Se ven a simple vista, pero los detalles se aprecian mejor a través de la cámara fotográfica o utilizando prismáticos. He saturado la foto para que se vean bien
A partir de este lugar, se acaba la pista y empieza el sendero propiamente dicho, si bien todavía es ancho y el desnivel resulta prácticamente nulo. El río nos empezó a mostrar sus tonalidades turquesas y el panorama era muy bonito. En pleno agosto el cauce estaba un poco bajo, pero no afectaba al juego del agua, con numerosos saltos, pozas y cascaditas.
Un indicador señala el comienzo de las pasarelas de madera que facilitan el camino, evitando tener que meterse en el agua, lo cual sería imposible en determinadas épocas del año. Este tramo es sumamente agradecido y muy sencillo, si bien las pasarelas tienen escalones y escaleras y de vez en cuando hay que cambiar de orilla en el río y no siempre hay puentes. En este caso, se cruza por las piedras o por el mismo cauce, lo cual no resultaba difícil dado el poco caudal de agua. Si ha habido o va a haber tormentas, será necesario informarse sobre la conveniencia de hacer la ruta.
El lecho del río va poco a poco estrechándose entre altas paredes rocosas, que se convierte en ciertas zonas en un auténtico desfiladero. En los lugares más comprometidos de las pasarelas hay cadenas ancladas a la pared de piedra para sujetarse y facilitar la marcha.
En un momento dado, las pasarelas de madera dan paso al sendero, que se interna en el bosque, complicando un poco la caminata pues aparecen piedras y rocas, que hay que sortear de un modo u otro, trepando incluso.
El recorrido se volvió muy divertido e incluso apareció un puente estilo “Indiana Jones”.
Nos rodeaba un bosque de pino silvestre, coronado por grandes paredes de roca rematados en formas caprichosas, agujas de piedra y pináculos. También pasamos junto a varias cuevas.
Nos rodeaba un bosque de pino silvestre, coronado por grandes paredes de roca rematados en formas caprichosas, agujas de piedra y pináculos. También pasamos junto a varias cuevas.
En agosto, el sendero estaba bastante transitado, pero no hasta el punto de parecer masificado, aunque en la zona final se formó algún pequeño atasco de cuatro o cinco personas ya que había que ralentizar la marcha para cruzar el río. De todas formas, mejor evitar los fines de semana en época estival.
Al fin, llegamos al punto culminante del recorrido: alcanzamos los estrechos, en los cuales las paredes de roca casi se abrazan, con el río discurriendo entre ellas.
En este punto, se puede avanzar más o menos dependiendo del caudal del río y de la osadía, ganas y capacidad física de cada cual. Hay unas clavijas en las paredes de roca para atar cuerdas en su caso.
En algunos folletos y relatos me pareció ver escaleras o escalones metálicos, pero no los encontramos y los hierros eran simples clavijas. Ignoro si han sido así siempre o se han deteriorado por el motivo que sea.
Pasamos sin problemas los primeros puntos complicados y cruzamos el río sobre un tronco de madera (muy divertido, la verdad). Trepamos por rocas enormes y visitamos varias cuevas y cavernas hasta llegar a un lugar donde ya resultaba bastante comprometido (arriesgado, incluso) continuar. De hecho, sólo una pareja hizo el intento, provistos con cuerdas que ataron a las clavijas, pues había que colgarse de una roca vertical y resbaladiza que terminaba en el río. En fin, el riesgo que se quiera asumir depende de cada cual.
En cualquier caso, más allá de este paso se ensanchaba ya el desfiladero, con lo cual aparentemente habíamos visto lo más bonito del recorrido.
Ya de regreso.
Al ser lineal, tuvimos que deshacer todo el camino de ida, lo cual tampoco nos importó demasiado porque no la marcha no es muy larga y las pasarelas sobre el río y las formas rocosas hacen disfrutar de nuevo del bonito paisaje de una forma algo diferente al variar la luz con la posición del sol.
Creo que existe una ruta alternativa circular, regresando por la parte alta de las rocas, pero no teníamos intención de alargar ni complicar más la caminata (hacía bastante calor y teníamos planes para por la tarde); así que realizamos el recorrido tradicional que merece mucho la pena.