Después de desayunar salimos a la carretera y montamos en una van que nos llevó hasta la parada de las ruinas mayas de Tulum, desde donde hay más o menos un kilometro hasta la entrada. Al principio del camino hay algunos puestos de productos artesanales y vendedores que ofrecen las entradas a las ruinas diciéndote que hay mucha cola en la taquilla oficial y que tendremos que esperar mucho tiempo para entrar. Les compramos las entradas y cuando llegamos a las taquillas no había nada de cola y además vimos que habíamos pagado bastante más que el precio oficial, por lo que hicimos el primo y recomiendo comprarlas en la taquilla oficial que está en la entrada a las ruinas.
Dimos un paseo por las ruinas que están en un pequeño acantilado en donde hay una pequeña playa a la que no se podía bajar porque estaba llena de sargazo. Además, el agua en la orilla estaba muy sucia por las algas, con color marrón, muy diferente al azul turquesa del Caribe que se suele ver habitualmente en las fotos de este lugar.
Después de terminar la visita, en lugar de salir por la entrada principal salimos por una salida cercana a la costa hasta una carretera por la que llegamos a la Playa de Santa Fe, que está al lado de Playa Paraíso. Esta playa de arena blanca y con muchas palmeras es muy chula y muy tranquila, pero también tenía el problema del sargazo en la orilla.
Al llegar a playa Santa Fe se nos acercó un hombre para vendernos un paseo en lancha desde la playa hasta la zona enfrente de las ruinas y después hasta un arrecife para hacer snorkel. Nos pareció buena idea y le compramos la excursión.
Esperamos un poco y montamos en la lancha que nos llevo primero a la zona enfrente a las ruinas de Tulum, desde donde se obtiene una vista diferente a la que habíamos visto y luego fuimos a un arrecife donde hicimos snorkel durante un rato y pudimos nadar al lado de varias tortugas. Fue una bonita experiencia.
Cuando regresamos a la playa nos sentamos en una mesa de un bar en la misma playa y tomamos unas cervezas y unos nachos con guacamole que estaban espectaculares. Estuvimos hablando con una pareja mejicana que había estado en la excursión y comentamos que queríamos ir a un cenote a pasar la tarde y ellos también por lo que nos propusieron ir en un taxi juntos al Gran Cenote para así compartir el precio del taxi. Nos pareció buena idea y fuimos a la carretera donde había algunos taxis esperando y el chico negoció el precio con uno de los taxistas que nos llevó hasta el Gran Cenote.
Sacamos las entradas, dejamos la ropa en una taquilla y empezamos a disfrutar del lugar. El Gran Cenote está en una zona con mucha vegetación y es un cenote que tiene una parte abierta y otra cerrada con cuevas, por lo que puedes nadar por túneles entre las diferentes entradas al cenote. Tiene una plataforma central de madera desde donde se accede al agua. El agua estaba fresquita y con las gafas de bucear vimos pequeñas tortugas de agua dulce.
Después de un rato salimos y cogimos un taxi hasta el hotel.
Para cenar elegimos el restaurante Portofino especializado en cocina italiana. Cenamos unos ricos platos de pasta y de pizza. Además, nos pusieron en una mesa en una zona rodeada de un estanque en la que estuvimos muy a gusto.
Dimos un paseo por las ruinas que están en un pequeño acantilado en donde hay una pequeña playa a la que no se podía bajar porque estaba llena de sargazo. Además, el agua en la orilla estaba muy sucia por las algas, con color marrón, muy diferente al azul turquesa del Caribe que se suele ver habitualmente en las fotos de este lugar.
Después de terminar la visita, en lugar de salir por la entrada principal salimos por una salida cercana a la costa hasta una carretera por la que llegamos a la Playa de Santa Fe, que está al lado de Playa Paraíso. Esta playa de arena blanca y con muchas palmeras es muy chula y muy tranquila, pero también tenía el problema del sargazo en la orilla.
Al llegar a playa Santa Fe se nos acercó un hombre para vendernos un paseo en lancha desde la playa hasta la zona enfrente de las ruinas y después hasta un arrecife para hacer snorkel. Nos pareció buena idea y le compramos la excursión.
Esperamos un poco y montamos en la lancha que nos llevo primero a la zona enfrente a las ruinas de Tulum, desde donde se obtiene una vista diferente a la que habíamos visto y luego fuimos a un arrecife donde hicimos snorkel durante un rato y pudimos nadar al lado de varias tortugas. Fue una bonita experiencia.
Cuando regresamos a la playa nos sentamos en una mesa de un bar en la misma playa y tomamos unas cervezas y unos nachos con guacamole que estaban espectaculares. Estuvimos hablando con una pareja mejicana que había estado en la excursión y comentamos que queríamos ir a un cenote a pasar la tarde y ellos también por lo que nos propusieron ir en un taxi juntos al Gran Cenote para así compartir el precio del taxi. Nos pareció buena idea y fuimos a la carretera donde había algunos taxis esperando y el chico negoció el precio con uno de los taxistas que nos llevó hasta el Gran Cenote.
Sacamos las entradas, dejamos la ropa en una taquilla y empezamos a disfrutar del lugar. El Gran Cenote está en una zona con mucha vegetación y es un cenote que tiene una parte abierta y otra cerrada con cuevas, por lo que puedes nadar por túneles entre las diferentes entradas al cenote. Tiene una plataforma central de madera desde donde se accede al agua. El agua estaba fresquita y con las gafas de bucear vimos pequeñas tortugas de agua dulce.
Después de un rato salimos y cogimos un taxi hasta el hotel.
Para cenar elegimos el restaurante Portofino especializado en cocina italiana. Cenamos unos ricos platos de pasta y de pizza. Además, nos pusieron en una mesa en una zona rodeada de un estanque en la que estuvimos muy a gusto.