Nuestro recorrido siguió por la Iglesia del Norte

Volvimos a la zona de la estación central porque a un costado de esta se encuentra la Iglesia de San Nicolás que antes la habíamos encontramos siempre cerrada, una pena como afeaba el conjunto la obra que estaban haciendo justo delante.

A la salida, algo confundidas por el camino que debíamos tomar, sacamos el mapa para consultarlo y se repitió una situación que tuvimos a lo largo de todo el viaje, un muchacho muy bien vestido, amablemente detuvo su camino para preguntarnos si necesitábamos ayuda. Durante todo el viaje, en cada uno de los lugares que visitamos, ya sea que nosotras preguntáramos o como en este caso espontáneamente, siempre encontramos personas dispuestas a ayudarnos con una calidez y paciencia que nos asombra, al menos a nosotras, y que por supuesto agradecemos infinitamente.
El destino que nos habíamos fijado estaba en la zona del barrio rojo, la Iglesia Nuestro Señor en el Ático, la entrada parece una casa más pero por dentro es una joya escondida. Hay que pagar entrada pero realmente vale la pena, se recorre la iglesia y la casa, incluso la cocina, me llamo mucho la atención, un lugar asombroso. Acá tampoco se permite sacar fotos. Recomiendo la visita a esta Iglesia es un lugar muy bonito con una historia muy interesante.

Después fuimos a otro lugar aún más sorprendente, el Begijnhof, si no prestas atención no te das cuenta que estas frente a la entrada. De la calle sólo se ve una fachada igual a cualquier otra, pero al pasar la puerta se entra a otro mundo.

No podía creer lo que mis ojos veían, absolutamente precioso. Cruzar esa puerta fue como transportarse a otra dimensión dentro de la misma ciudad. Es en realidad un conjunto de primorosas casas alrededor de un gran patio.

Con una hermosa capilla, todo muy cuidado, muy tranquilo, sin ruidos, sin bicis, sin autos. Uno de los lugares que más me gustaron de Amsterdam.
