Como siempre nos despertamos temprano, tomamos el tranvía cuya parada teníamos justo enfrente del hotel, para ir a la estación de tren, destino Colmar. Un viaje de aproximadamente media hora y es muy fácil llegar caminando desde la estación de trenes hasta el centro histórico de Colmar.
El centro turístico es encantador, saqué un millón de fotos de las casas de entramado de madera, que la hacen parecer más una ciudad alemana que francesa, justamente por su cercanía con la frontera de Alemania.

Pasamos por la Catedral pero no entramos, ese día hacían una exposición de arte de pago y decidimos que quedaría pendiente para otra oportunidad.
Caminamos por sus calles, pasamos por la Iglesia de los Dominicos, la Casa Pfister,

Caminando vimos un portón abierto en lo que parecía una casa muy antigua con un patio muy bonito y como soy una atrevida entré para preguntar si podía tomarle una foto y como no me respondió nadie, tomé la fotografía agradecí al aire y volví a salir.

el museo Bartoldi con una estatua muy curioso, fuente Schwendi que justo ese día no funcionaba, Iglesia de San Mateo que tiene un patio precioso y llegamos a uno de los lugares más conocidos y fotografiados de Colmar, la Pequeña Venecia, un lugar encantador, con restaurantes sobre el canal, casas de entramado de madera y barquitos que hacen un recorrido por el canal para ver el barrio desde otro ángulo.

Tenía anotado que en Colmar hay una Sinagoga, que es una de las pocas que quedaron en esa zona después de la 2da Guerra Mundial y como teníamos tiempo fuimos a ver si la encontrábamos. La llevaba marcada en el mapa, así que no fue difícil dar con ella.

Cuando le estábamos tomando la foto que puse arriba, vimos que se acercaba a la puerta un hombre con kipá con clara intención de abrirla, así que me cruce y le pregunte si nos permitía entrar a conocerla por dentro. Amablemente nos dejó pasar, encendió todas las luces, nos dió una pequeña explicación y hasta nos dejó tomar todas las fotos que quisiéramos. Fue uno de los momentos especiales del viaje y no sé si pude explicarle al rabino, en mi básico inglés, lo agradecida que estaba.

Una vuelta más por la zona y a la estación de tren, vuelta a Estrasburgo, esta vez al hotel en tranvía, una vueltita por Homme de Fer, que básicamente es un cruce de tranvías, Plaza Kleber, muy cerca del hotel y a descansar, que habíamos caminado durante todo el día.