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Grasse es una ciudad medieval fundada en el siglo VII. Se encuentra en una colina a 750 metros de altitud, dominando vastos valles de flores que servirán para su producto estrella. Y es que Grasse es la capital internacional de los perfumes.
Desde el siglo XII posee una activa actividad comercial. La ciudad ha conservado la estructura urbana de esta época. Y la verdad es que, sea por su intrincada red de callejuelas, sea por la mala señalización, algunos puntos de interés no se encuentran fácilmente.
Grasse era antes conocida por el curtido y el trabajo de pieles y se utilizaban las esencias de flores para disimular el fuerte olor del cuero. Se dice que la industria del perfume empezó a desarrollarse en el siglo XVI cuando Catalina de Médicis encargó al entonces curtidor Galimard unos guantes perfumados y los puso de moda.
La perfumería se desarrolló en la ciudad de Grasse en el siglo XVII, pero evolucionará a lo largo del siglo XVIII, cuando surge un nuevo procedimiento de extracción de las flores que dará lugar al perfume. Esta industria será muy próspera. Y en el siglo XIX, con la Revolución Industrial, se inventan nuevas máquinas y nuevas técnicas de extracción. En la villa se establecerán varias fábricas de perfume que crean fragancias que después venden a grandes marcas, como Chanel.
Es por eso que allí encontramos muchos perfumistas y establecimientos, algunos de los cuáles hacen visitas guiadas gratis. Luego hablaré de ello.
Si llegas a Grasse en tren desde Niza como nosotros, debes saber que cuesta 20,80 euros ida/vuelta por persona. La estación queda en la parte baja, por lo que, para llegar al centro, debes subir bastante (ya comenté que está en lo alto de una colina). Esta subida fue una de las cosas más pesadas del viaje para mí.
En lugar de ir por carretera, existe la posibilidad de hacer un corte por escaleras que está señalizado. A mitad de camino encontramos un tramo de muralla. Es del siglo XVI y no se ha conservado en su totalidad. Al final de todo de los varios tramos de subida nos encontramos con la catedral.
La catedral Notre-Dame-du-Puy de estilo románico-provenzal fue construida en el siglo XI. En la fachada hay una escalinata doble. El interior es austero y bastante bonito. Hay retablo de Louis Bréa, tres cuadros de Rubens y uno de Fragonard, famoso pintor del Rococó (autor entre otras obras de El columpio) nacido en la ciudad, que representa el lavado de pies.
La catedral tiene por santo patrón a Honorato de Arlés y a la Virgen María, presente en la fachada. Las dos puertas laterales estaban amuralladas y la puerta principal estaba decorada ya en 1714. La nave, que mide 55 metros por 19, fue construida en el siglo XIII. Las paredes tienen más de dos metros de espesor. Diez columnas (que sufrieron daños en un terrible incendio de 1795, que duró una semana) sirven de apoyo al conjunto.
El Hôtel de Ville, o Ayuntamiento de Grasse, se encuentra situado en su casco histórico, prácticamente al lado de la catedral, ubicado en el interior de un antiguo palacio episcopal que tiene, además, una bonita y alta torre.
En el exterior destaca su puerta con arco, del siglo XII, y la bonita fuente de su fachada principal, que simboliza la importancia de la ciudad en la industria del perfume. Se puede entrar a un pequeño y tranquilo jardín.
Si vas a callejear por Grasse se debe tener en cuenta que no siempre es fácil llegar a los puntos señalizados (las calles son serpenteantes y a veces te lías) y que hay muchas subidas.
Caminando llegamos a la place des Aires, considerada el centro de la ciudad y donde han colgado (en alguna calle de acceso también) paraguas de color rosa (¿para el calor?). Su nombre proviene del hecho de que el trigo se secaba allí. Data del siglo XIV y está bordeada por casas porticadas de los siglos XVI y XVIII. Antiguamente, bajo las arcadas, estaban los curtidores que empapaban sus pieles en el canal que atravesaba el lugar. La fuente que encontramos fue construida en 1821, durante la transformación de la plaza. Es de estilo Luis XVI, se compone de una gran pila redonda que sirve de abrevadero del que emerge una columna que sostiene otras pilas superpuestas de tamaños decrecientes. En la actualidad, se celebra el mercado semanal y hay terrazas de bares y restaurantes.
Siguiendo nuestro paseo, llegamos al Museo Internacional del perfume, que en aquel momento estaba abriendo sus puertas. El precio es de 4 euros por persona pero sin previo aviso te pueden cobrar 6 si hay alguna exposición temporal (como era el caso). Me enfadé. No es por pagar dos euros más sino porque creo que es su obligación decirlo.
Creado en 1989 y renovado en 2008, el Museo Internacional del Perfume es el primer establecimiento público dedicado a la preservación y preservación de la promoción del patrimonio mundial de olores, aromas y perfumes, según se anuncia. En varios pisos puedes ir viendo cómo se fabrica un perfume así como la historia del mismo, no solo en Grasse.
He leído que, aunque normalmente se atribuye la invención del perfume a los antiguos egipcios, en realidad ya en la Edad de piedra se quemaban resinas y maderas aromáticas para complacer a las divinidades. No obstante, realmente los egipcios lo usaron para el hombre, no para el placer del dios.
Según una tablilla cuneiforme encontrada en Mesopotamia (hacia el año 1200 a.C.), los primeros perfumistas de la historia de los que existe constancia serían mujeres. Se creaban fragancias de olor muy agradable y con un uso medicinal.
En las rutas comerciales que creaban, los egipcios se surtían del styrax, el nardo, el azafrán, el gálbano, el opopanax y el ânti, una resina aromática que se utiliza en rituales religiosos. En aquel tiempo, los perfumes eran esenciales para los rituales religiosos. Los sacerdotes egipcios utilizan diferentes esencias según el momento del día: olíbano (Frankincense), conocido en la actualidad como incienso, al amanecer, mirra a mediodía y kyphi al anochecer.
Desarrollaron una potente industria y los perfumes se usaban para la purificación de aguas, como ambientadores o en el embalsamamiento de cadáveres. Cuando se accedió a la tumba de Tutankamon se encontraron más de tres mil frascos, vasijas y ungüentos y, a pesar de haber transcurrido treinta siglos, se podía aún percibir el ambiente perfumado.
De Cleopatra se dice que era aficionada a un aceite con extractos de flores como rosas o violetas y azafrán, con el que impregnaba sus manos.
Por otra parte, es curiosa una práctica de las mujeres de la alta sociedad que se colocaban bajo las pelucas unos recipientes de forma cónica con grasa impregnada en perfumes, cuyo olor se iba liberando con el calor corporal y el paso del tiempo.
Ellos no conocían la destilación pero usaban otras técnicas.
En la India, el perfume también es conocido en la civilización del valle del Indo, del 3300 a.C. al 1300 a. C. La destilación del ittar era bien conocida y está documentada.
En la antigua China eran famosas las bolsitas perfumadas que contenían hierbas aromáticas.
La perfumería griega tiene sus antecedentes en el siglo XIII a.C. a través de la influencia de Creta, Micenas y Chipre y sus contactos con Egipto y Asia Menor y perdura hasta aproximadamente el año 150 a.C. Esta perfumería usa plantas mediterráneas aportadas por los comerciantes fenicios desde diferentes lugares (tomillo, hinojo, rosa, lirio, incienso, mirra, cardamomo, azafrán, etc.).
Los griegos ofrecían perfumes a los dioses pero también los usaban sus mujeres. Alejandro Magno era un gran aficionado a los perfumes e inciensos y hacía empapar sus túnicas con esencia de azafrán.
Hipócrates recomendaba los baños perfumados para algunas dolencias y los muertos son envueltos en telas perfumadas.
Los griegos desarrollaron frascos y vasijas de cerámica para contener los perfumes. El vidrio no aparece hasta el siglo I a.C.
Los romanos tenían una importante industria del perfume. Eran muy famosos el agua de rosas y el aroma de azafrán. Se venden perfumes llegados de diferentes partes del imperio pero adaptados a los gustos del consumidor.
La materia estrella en Roma es el bálsamo de Judea, una resina oleosa muy codiciada y escasa. Eran muy usados en las termas y Nerón gastaba verdaderas fortunas en aceites perfumados.
Con la llegada del cristianismo, se prohíbe el perfume para uso personal y se dejan ciertos aromas (incienso) para asuntos místicos.
Con el imperio bizantino hay un resurgimiento del perfume en toda la zona del Mediterráneo oriental.
La refinada cultura del perfume en la civilización árabe y la riqueza de materias primas suponen un impulso y surgen nuevas materias primas como el ámbar gris, el almizcle o el agua de rosas. Los árabes perfeccionan el conocimiento de culturas anteriores, usando el alambique. A Mahoma le apasionaban los perfumes.
Las cruzadas, los viajes de Marco Polo,... todo esto provoca que lleguen nuevos productos de lugares lejanos. Se popularizan los saquitos con polvos o pajaritos de Chipre. Son unas figuritas de arcilla, frecuentemente con formas de pájaro, con unas pequeñas perforaciones. En su interior se colocaban distintos ingredientes aromáticos, como el musgo de roble, el estorax, la almendra o la raíz de iris, para después quemarlos y que estos desprendieran toda su esencia, haciendo estos pequeños orificios de “dosificadores”. Se cree que se usaban en Europa desde el siglo XII como ambientadores o purificadores del aire.
En los monasterios también se desarrollaron aguas de olor aunque en este caso con un carácter más medicinal.
Aparecen las pomas de olor o “pomander”, un recipiente en forma de vasija perforada que se coloca en el cuello o la cintura, introduciendo en su interior esencias y plantas aromáticas.
Felipe Augusto de Francia reconoce la profesión de perfumista, surgen las primeras escuelas y, tras cuatro años de estudios, los aprendices pueden ser maestros perfumistas.
A finales del siglo XIV surge el “Agua de Hungría”. La Reina Isabel de Hungría, aquejada de problemas de salud y dolores reumáticos, recibió un elixir de un alquimista. El extracto estaba compuesto de flor de romero y aguardiente y algunas recetas también le atribuyen pétalos de rosa. La fórmula de este elixir crearía el primer perfume con una base de alcohol. Se le atribuían propiedades rejuvenecedoras.
Con el Renacimiento, en los siglos XV y XVI, se produce un resurgimiento de las artes y del recuerdo de la cultura griega y romana.
Con las nuevas rutas marítimas aparecen nuevos productos: jengibre, pimientas, alcanfor o madera de aloe.
Venecia está en ese momento a la cabeza del mundo del perfume y pone de moda perfumar la ropa y artículos de marroquinería para enmascarar el olor de la piel. Un perfumista florentino acompañó a Catalina de Médicis con motivo de su matrimonio con el futuro Enrique II y abrió tienda en París.
En tiempos de Luis XIV y sobre todo de Luis XV los perfumes inundan la Corte de Versalles. En Grasse, los curtidores perfuman sus pieles, creando una industria floreciente. Compite con Montpellier por el cultivo de las hierbas medicinales y de flores como el clavel, violeta, lavanda, jazmín, rosa o tuberosa y se mejoran las técnicas de extracción y destilación.
Los comerciantes de Oriente aprovechan las propiedades protectoras de las hojas secas del patchouli para envolver las delicadas telas de seda, que quedan impregnadas con su olor, convirtiéndolas en sinónimo de calidad.
En 1709, Jean-Marie Farina crea un perfume al que llama Eau de Cologne (Agua de Colonia) en honor a la ciudad alemana en la que vivía. Se cuenta que se inspiró en el Aqua Mirabilis, una solución alcohólica perfumada con esencias de plantas, producida en la Edad Media en monasterios italianos. Farina le puso su toque especial, añadir bergamota. Se convierte en todo un éxito.
Posteriormente, la familia Mülhens comercializaría un perfume con el nombre de Farina, pero tras una sentencia que le impedía usarlo, se decantó por usar el antiguo número de su casa, 4711, que actualmente es la marca más antigua que todavía se comercializa.
François Coty, empresario perfumista y político francés, aprende en una farmacia parisina y, tras estudiar en Grasse, vuelve a París, donde abre su laboratorio y crea su primer perfume, así como pequeños frascos de muestra. En 1917 lanza un perfume al que llama “Chypre”. El éxito que Coty alcanza le lleva a crear la Cité des Parfums, un complejo industrial a las afueras de París con miles de empleados. Asocia su talento con el de Lalique y convierte el perfume en un producto de lujo que vende por todo el mundo, siendo considerado por muchos el padre de la perfumería moderna.
Jacques Guerlain creó 80 perfumes conocidos (pero se cree que inventó más de 400).
En el museo tenemos ocasión de ver todo ese proceso histórico, ver frascos, objetos e incluso una copia del enorme neceser de viaje de María Antonieta. Se trata del único equipaje que se conserva de su frustrada fuga a Varennes. La "cassette de nuit" como solía llamarse entonces estaba pensada para transportar artículos para el cuidado del cuerpo y perfumería, comidas y pequeños refrigerios, así como algunos accesorios domésticos. No solo contenía botellas de perfumes o ciertas medicinas sino que, además, había calentadores, tazas o una tetera.
En la parte final del museo vemos también famosos perfumes del siglo XX, como Chanel nº 5 u algunos de Dior, entre otras marcas.
La exposición temporal era de polveras.
Saliendo de este museo, y muy cerca, en un edificio de color amarillo, encontramos el Museo Fragonard (de perfumes porque, como explicaré, hay otro Fragonard).
La perfumería Fragonard es una de las más antiguas de Grasse. Fue fundada en 1926 por un ex notario parisino, Eugène Fuchs, en una de las fábricas más antiguas de la ciudad, construida originalmente por el perfumista Claude Mottet en 1841. La firma lleva el nombre del gran pintor local Jean-Honoré Fragonard, quien, por cierto, era hijo de perfumista. Fragonard abrió su primera boutique parisina en 1936. Ahora se encuentran tiendas en toda la Costa azul.
La visita al museo es gratis. Muestra más o menos el mismo tipo de objetos que hemos visto ya en el Museo del perfume. En condiciones normales hay visitas guiadas en muchos idiomas pero ahora, debido al coronavirus, ya no hay (quizás sí en francés, porque a una pareja les hicieron pasar por otro lado). Dicen que en la visita te explican el proceso de fabricación del perfume.
Luego hay una tienda donde un montón de vendedores pululan. A nosotros simplemente nos dieron una cesta y unas bolsitas de regalo para poner unos geles de baño que queríamos comprar y que habíamos probado ya en el aparthotel. Hay muchos productos, desde colonias, perfumes, leches corporales, jabones y artículos para la casa.
Decía que en Grasse hay otro museo Fragonard porque hay uno dedicado al pintor. El museo Fragonard se encuentra en el Hôtel de Villeneuve, un magnífico edificio histórico restaurado evocando las casas del siglo XVIII. Hay unas quince obras importantes del artista. También alberga una colección de pinturas de otros dos artistas de Grasse, Marguerite Gérard (1761-1837) y Jean-Baptiste Mallet (1759-1835).
Además en la localidad está la Villa-Museo Fragonard. El artista pintó cuatro magníficas escenas tituladas "El juegos de amor "para la condesa de Barry, la favorita del rey Luis XV. Allí se conservan unas réplicas.
Pegado al museo Fragonard (el del pintor) encontramos el Museo del traje y la joya provenzal. Se ubica en la que fuera segunda casa de la marquesa de Cabris, madre del marqués de Clapiers-Cabris y hermana de Mirabeau, famoso revolucionario francés. Esta casa noble ahora alberga en sus salones una colección especial de trajes y joyas provenzales de los siglos XVIII y XIX pero en su tiempo aquí estuvo el tribunal revolucionario.
Tanto el museo Fragonard como el provenzal son gratis y pertenecen a los perfumistas Fragonard. Estaban cerrados por obras.
Antes de marcharnos, entramos en la perfumería de Guy Bouchara, ya fallecido. Es una tienda donde se pueden probar los productos. Nos atendió amablemente Lynne de R (que creo que es su viuda y dueña del local). Compré una eau de cologne de magnolia.
Regresamos rápidamente a Niza para tener tiempo de comer y hacernos una prueba PCR gratis en la Plaza de la estación de trenes, válida para viajar.
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