Día 4. Miércoles. Lagos. Portimao. Aljezur. Sagres. 115 Kilómetros.
Este día tuvo variaciones respecto a lo inicialmente previsto, que incluía también Monchique, el Miradouro da Foia y el Cabo de San Vicente, lugares que tuvimos finalmente que dejar para el día siguiente, ya que me había gustado tanto el paseo de la tarde anterior por lo alto de los acantilados, que, aprovechando que la mañana volvía a estar soleada -aunque con la presencia ya de la calima que se intensificaría en los días siguientes- y con buena temperatura, se me ocurrió hacer ya una ruta senderista que tenía apuntada para más adelante en Portimao.
Perfil del itinerario en coche de la jornada según Google Maps.


Así que nos despedimos de Lagos para dirigirnos directamente a Portimao, una de las poblaciones más concurridas turísticamente hablando del Algarve, pues tiene mucha infraestructura en forma de apartamentos, hoteles, etc. Además, presume de buenas playas, o eso habíamos leído.
Ubicación de Portimano en el mapa del Algarve.


Entre Lagos y Portimao hay una distancia de unos 22 kilómetros, que cubrimos en poco más de media hora por la N-125, hasta llegar a la Praia do Vau, desde donde sale la ruta que queríamos hacer. No dedicamos mucho tiempo a descubrir cosas interesantes en Portimao y lo que vimos (mucho edificio y bloques de apartamentos) tampoco nos llamó demasiado la atención, con lo cual fuimos directamente al inicio de la caminata. De todas formas, teníamos previsto volver uno de los últimos días para hacer una ruta en lancha. Ya lo contaré.
RUTA SENDERISTA PR3 PTMA ALGARVE. TRILHO DAS VARANDAS SOBRE O MAR.
Enseguida localizamos el punto de partida, junto al que hay un aparcamiento, pero estaba lleno, así que buscamos sitio en la calle de una urbanización próxima. Hacía mucho calor, de modo que nos embadurnamos con crema de protección solar, llevamos agua suficiente y sombrero y gorra para el sol, que apretaba con ganas, si bien el cielo estaba un pelín menos azul que el día anterior.
Praia do Vau, lugar de inicio de la ruta.


Nos asomamos a un mirador, desde el que contemplamos la Praia do Vau, que estaba bastante concurrida, teniendo en cuenta la época del año, si bien casi nadie se bañaba, sobre todo paseaban o tomaban el sol. También vislumbramos una atractiva cala, justo al lado. Allí mismo un panel informativo explicaba el fuerte proceso erosivo que sufren los acantilados de estas playas, en cuyas paredes pueden producirse derrumbes y desprendimientos en cualquier momento, sobre todo con lluvia o viento, por lo cual aconsejaba permanecer en lo posible apartados de las paredes rocosas.



Caminamos cinco minutos hasta llegar al inicio de la ruta, donde descubrimos un cartel informativo, del que pongo una foto a continuación.

Se trata de una caminata de 2,5 kilómetros en total (algo más de hora de duración, parándose a tomar fotos) y con grado de dificultad bajo. Hay tramos de pasarelas de madera y otros por senderos de tierra o roca; al final, es posible volver el último kilómetro por la playa, completando una especie de itinerario circular, como haríamos nosotros después.





Según el cartel, íbamos a recorrer la zona más espectacular de la costa rocosa de Portimano, con acantilados surgidos en el Mioceno, entre 23 y 5 millones de años atrás, que ido sufriendo a lo largo de todo ese montonazo de tiempo la erosión producida por el mar, la lluvia y el viento.


Una de las características principales de estas rocas es su intenso color rojizo, debido a los efectos de la oxidación de la roca. Espectacular el color entre rojo y naranja, como tendríamos ocasión de comprobar a lo largo de todo el recorrido. Las fotos no tienen el color saturado; salieron así, tal cual se veían a la intensa luz de aquel sol nublado por un principio de calima.




En este hábitat abundan las aves, como algunas variedades de palomas, y los cormoranes que plantan sus nidos en las cavidades rocosas. También hay gran cantidad de plantas, que florecen en primavera, animando el paisaje con sus vivos colores. La flora es de tipo mediterráneo, con matorrales y bosques de pino.



Igualmente, a lo largo del recorrido se contemplan varias cuevas y simas, excavadas a lo largo del tiempo por la acción de los elementos, en algunas de las cuales se puede contemplar, muy al fondo, el agua penetrar en pequeñas calas arenosas, cuyo acceso es imposible salvo que se realice desde el mar y con marea baja.


Estas simas, enmarcadas por enormes y puntiagudas agujas rojas, suelen estar delimitados por vallas de madera, para evitar riesgos y caídas. Aunque los senderos no están protegidos, guardando la debida precaución y siendo un poco responsable, no existe demasiado riesgo. Eso sí, habrá que llevar cuidado con los niños pequeños en algunos puntos comprometidos. En fin, cuestión de sentido común.


Cerca de la Praia do Alemao pudimos empezar a contemplar algunas panorámicas impresionantes, que ya junto a la Praia do Boiao, muestras un conjunto rocas suelas que apuntan al cielo igual que agujas o gigantescos guijarros, algunas de ellas con nombre, la Rocha de Leao, por ejemplo, que apuntan entre pequeños arenales y aguas de color turquesa. En algunas, descubrimos a algunos bañistas, muy pocos, paseando o tomando el sol en recónditas calas.




No hay un sendero único, sino varios que se van cruzando y entrelazando entre el pinar. Normalmente, todos van a parar a los mismos sitios. Además, lo que interesa es asomarse a los miradores sobre el mar, a los que se llega siempre por cualquiera de ellos. Y los miradores acondicionados aquí sí merecen la pena, no como los de las pasarelas que habíamos visto la tarde anterior en Ponta da Piedade, desde los que no se apreciaba apenas nada.



Al final, llegamos a los miradores que hay sobre la Praia Joao de Arens, que cuenta con uno de los panoramas más bellos que se pueden contemplar (a mi juicio, al menos) en la costa del Algarve, con un arco espectacular y una enorme pedrusco en forma de tortuga que me dejó alucinada. Este sitio me encantó, lo confieso. ¡Qué bonito!




Abajo, una cala nudista. Espero no haber captado ninguna imagen indiscreta al hacer las fotos
. En las inmediaciones, se encuentran otros puntos destacados como el Algar da Casa o las cuevas do Mestre y das Baratas. También vimos un mirador con suelo de rejilla, que permite disfrutar de la sensación de levitar sobre el abismo abierto bajo los pies. Es tipo jaula y está muy protegido, así que no tiene ningún peligro, pero será mejor no tener vértigo.





Aunque la ruta termina allí, es posible continuar un poco más allá por los senderos, hasta avistar la Praia do Submarino.

Ya de regreso, decidimos volver caminando por la arena de la Praia do Alemao hasta la Praia do Vau y, más allá, hasta la Praia do Careanos, entre enormes rocas de colores blanco y rojo, que mostraban cuevas, túneles y unas grietas enormes que hacen comprender el motivo de las advertencias de los carteles. Ciertamente, la posibilidad de derrumbes y desprendimientos es muy real.






Tras superar una roca espectacular, en la que hice varias fotos, llegamos a la Praia do Amado.






Entonces nos dimos cuenta de que estaba subiendo la marea y, mirando hacia atrás, vimos que los arenales por donde habíamos pasado unos minutos antes estaban cubiertos de agua ya. Así que aceleramos para volver por nuestros pasos y regresar al coche.
La diferencia con las fotos del principio deja claro que la marea subía rápidamente.




Como resumen, personalmente me encanta este tipo de paisajes, así que la ruta, cortita y sencilla, me resultó muy satisfactoria. Sin embargo, mi marido se estaba empezando a cansar de acantilados y no le llamó tanto la atención; le gustó más el paseo por la playa. Por cierto que, aunque ni loca me hubiese metido a darme un baño, fuimos todo el rato con los pies metidos en el agua, ya que no estaba tan fría como nos habíamos imaginado.

Entre unas cosas y otras, se nos había ido el santo al cielo y eran casi las dos, con lo que se imponía encontrar un sitio para comer ya. Vimos una Churrasquería (Asador) cerca y no lo pensamos. No tenían demasiado surtido, pero se estaba bien en la terraza y no vimos nada mejor cerca. Tomamos unas costillas con salsa de miel, pollo a la parrilla, ensalada, unos helados, agua y cerveza. Nada para enmarcar, pero suficiente para saciar el hambre. Intentaríamos cenar mejor. Tocaba ya poner rumbo a Aljezur. A Portimao, teníamos previsto regresar dos días después.
