Hacemos el vago en la cama hasta las 9.30 de la mañana. Es nuestro último día en la gran manzana...¡y no nos queremos ir!
Finiquitamos las maletas y rebuscamos hasta en el último rincón de la habitación que no nos dejemos nada indispensable antes de echar los candados y despedirnos del que ha sido nuestro hogar por los últimos 10 días.
Salimos a las 11 en punto, la hora límite del check out. Nos guardan las maletas sin coste alguno, así que vamos directos a la calle y evaluamos nuestras opciones.
Un par de semanas antes del viaje, habían retirado el MET de todas las tarjetas turísticas, así que habíamos cambiado su hueco en nuestra tarjeta de atracciones por el Top of the rocks. En un principio la mañana de hoy iba a ser libre, pero como hemos tenido tiempo libre los dos días previos (y como hace un día mas un calor de los mil demonios) decidimos refugiarnos en el MET y de paso no perdernos su visita.
Han subido el precio de las entradas respecto a lo que llevaba anotado de cuando preparaba el viaje, supongo que en paralelo a retirar la visita de las tarjetas turísticas. Cada adulto pagamos 30$ y los dos estudiantes que llevamos 17$. En total, 94$. En ningún momento nos piden los carnets de estudiante ni ningún tipo de identificación, así que si alguien quiere arriesgarse a hacer la trampa... ahí ya cada uno con su conciencia. Yo dejo la información.
El edificio en si, ya es impresionante. La parte egipcia y griega son espectaculares, aunque si tuviese que quedarme con una, sería la egipcia, aun teniendo mas afinidad con la historia y la cultura griega. Simplemente la exposición está mejor montada y mucho mas ambientada en la parte egipcia.
Subimos hasta la terraza, pero hace tanto calor que apenas estamos un par de minutos fuera. En un día con mejor tiempo, es para perderse un ratito en ella y disfrutarla bien.
De ahí pasamos a la zona europea y la verdad, para ellos tiene que ser impresionante ver algunas de las cosas que tienen allí, pero para nosotras que tenemos esas mismas cosas en vivo y en directo en sus emplazamientos originales... pues sabe a poco y es incluso raro. Recuerdo especialmente ver una habitación de algún palacio (no me preguntéis cual porque no me acuerdo de tanto) y no poder evitar pensar en mi reciente visita al valle del Loira en Francia. La habitación es exactamente igual a la que puedes encontrar en cualquiera de sus castillos (¡o en cualquiera de los palacios que tenemos por España!) pero con la diferencia de que no tienes el castillo, únicamente es una sala con la habitación montada.
La zona de pintura si que nos resulta algo mas interesante. De hecho nos divertimos un rato buscando a nuestro Goya, porque cada vez que vamos "directas" a por él, nos acabamos distrayendo con algo. Creo que damos mas vueltas que una peonza por este museo, piso para arriba, piso para abajo... "oh, ¡mira eso!" y vuelta para atrás
Nos encanta toparnos así de la nada con la reja del coro de la catedral de Valladolid o el patio del castillo de Velez Blanco. Son esta clase de piezas las que nos provocan un alto en el camino y nos desvían de la ruta una y otra vez.
Salimos del museo pasadas las dos de la tarde y damos un paseo por el Upper East Side y Park Avenue. Se nota la diferencia de nivel social de los que viven aquí con otras zonas de la ciudad. Se nota mucho, y no precisamente en los edificios o los porteros parados en el interior de cada portal. Se nota enseguida en cosas como la limpieza de las aceras hasta las entradas de las casas o los árboles.
Pero nosotros tenemos un objetivo claro en mente... ¡El Shake Shack del barrio! No es por nada en especial, sino porque nos pilla a mano y es nuestra última comida en la ciudad. ¿No es curioso como fue también nuestra primera comida oficial aquí? Parece que fue una eternidad.
Pagamos 72 dólares por 4 hamburguesas, unas patatas con queso y bacon (las patatas del Shake Shack por el amor de dios, ¡no dejéis de probarlas!) dos batidos y dos limonadas. Nada mal.
Con el estómago lleno y la sensación de que esto está llegando a su fin, volvemos hasta el hotel a por nuestras maletas y de ahí llamamos a un Lyft para que nos lleve al aeropuerto. Es alucinante la diferencia de tarifas a la ida y a la vuelta, no sabemos si por el horario, por ser diferente aeropuerto... pero la ida fueron 62$ (+7$ de un descuento que llevábamos) y la vuelta nos sale por la friolera de 127$. Nos planteamos por un momento ir en metro, pero como nos hemos mantenido todo el tiempo por debajo del presupuesto tiramos la casa por la ventana y vamos en Lyft.
El viaje marcaba algo mas de una hora y el conductor le pisa pero bien e incluso coge algún desvío alternativo para evitar el tráfico, rebajando la carrera unos veinte minutos. Nos da tiempo a localizar nuestro mostrador de facturación e irnos al food court para hacer un último repaso del día, rellenar el diario de viaje y reorganizar bolsos y maletas del modo "día" al modo "viaje".
Menos mal que no se quedarme quieta y estoy constantemente yendo de paseo, incluso en los aeropuertos, porque nos cambian de la nada la zona de facturación y entre la tranquilidad que tienen para trabajar y que ya se había hecho cola cuando llegamos, nos cuesta casi una hora facturar. Menos mal que había muchos mostradores abiertos, porque llegamos a calcular a una pareja que iba delante nuestro y para facturar a dos personas la muchacha estuvo cerca de 20 minutos...
Para mas inri, nos pegamos otros 30 minutos en el control de seguridad. Han desactivado todos los arcos detectores de metales "comunes" y sólo había operativo uno en cada esquina de la fila de estos que giran 360º y tienes que ponerte en el medio como si fueses a hacer una sentadilla mientras te apuntan con una pistola.
Al final casi nos toca correr. Por suerte nuestra puerta de embarque es la primera nada mas pasar el control, así que tenemos 25 minutos para gastar nuestros últimos dólares en efectivo. Reparto el bote entre los cuatro y cada uno va por su cuenta a por su botín, que termina siendo en mayor parte gominolas y chocolatinas. ¿Somos los únicos que en cada aeropuerto con moneda extranjera acabamos así?
Embarcamos puntuales pero luego la salida se demora media hora, que recuperamos en el aire sin ningún problema. De hecho, el vuelo se nos hace bastante corto, sobretodo a los que consiguen dormir.
La comida a bordo es peor a la vuelta de lo que lo fue a la ida, pero siendo que mayormente dormimos, tampoco le damos mucha importancia.
A la llegada a Lisboa si que aprovechamos para comer algo ya algo mas decente y tomar aire antes de subir al avión comercial mas pequeño hasta la fecha en mis andaduras. Es un 2-2 que casi parece una avioneta, pero me resulta mas cómodo que todos los que he usado hasta el momento.
Aterrizamos puntuales en Barcelona, 16.50 hora local, 10.50 en nuestro reloj interno, que llevaba en marcha desde las 9.30 del día anterior. Los dos días siguientes en el trabajo no tenía sensación de sueño pero se me cerraban los párpados solos
Recorrido del día: 18.361 pasos, 12.1 kilómetros.
Nada mal para habernos pasado 9 horas entre aviones + 7 en aeropuertos
Nota grupal del día: 6.5 sobre 10.
Visitas favoritas: Unanimidad sobre el MET. No es que hubiese mucho mas donde elegir.