Entrar a la plaza de San Marcos desde el agua es "entrar por la puerta grande". Y más todavía si se hace cuando está bajando el sol.
El Palacio Ducal, que antes parecía rosa, ahora parece que brille con los rayos del sol, que en un rato se esconderá por detrás de Santa Maria de la Salute.

Hay bastante más gente que la que vimos ayer por aquí, pero apenas hay cola para entrar a la basílica de San Marcos así que decidimos visitarla. La entrada ya no es gratuita, cuesta 3€, y hay que pagar 7€ más si se quiere visitar el museo y la terraza. Justo antes, nos fijamos en si los mármoles de la entrada contienen algun ammonites, y encontramos 2 más. También tenemos tiempo para fijarnos en los relieves de los arcos del pórtico, pero se necesitarían un par de horas de cola para captar cada uno de los detalles que adornan esta fachada.

No entiendo como no habíamos entrado antes a visitar esta maravilla. Las cúpulas y parte de las paredes están cubiertas de mosaicos dorados, y los mármoles policromados del suelo recrean formas esféricas, de animales, plantas y cenefas. Está poco iluminada y suena música de órgano, así que el toque místico está asegurado.
Ya que estamos, vamos a subir a la planta superior. Pagamos los 7€ y pasamos primero por el museo, en el que hay algunos de los primeros mosaicos recuperados de la basílica y los caballos que la coronan. La cuádriga exterior es una copia.
Vamos directas hacia el balcón. No es el mirador más alto de la ciudad, pero está a una altura que permite ver en detalle la plaza y los edificios que la rodean.

Hay una luz muy bonita porque está a punto de atardecer y nos quedamos un rato por allí, paseando y haciendo algunas fotos.

Salimos hacia el hotel, pero pasamos primero por Rialto porque el sol en invierno se va a poner justo delante del puente y del Gran Canal. Es un espectáculo, así que nos quedamos aquí mientras el sol se enconde por detrás de los palacios del canal.

Mientras mi madre y mi hermana van al hotel, yo cruzo el puente porque no me apetece ir a descansar cuando todavía queda algo de luz. Las vistas desde la otra orilla son igual de bonitas, y desde aquí es más fácil fotografiar el puente porque no hay tantos obstáculos en el canal.

Paso por la calle del Oresi a través de los puestos de cristal, souvenirs y otras cosas, hasta llegar al campo San Giacomo di Rialto. La iglesia con el mismo nombre también tiene un reloj enorme en su fachada. Al menos, parece enorme en comparación con tamaño de la iglesia. Cruzo el campo Bella Viena y callejeo un poco hasta el campo della Pescaria, donde está el mercado de pescado de la ciudad. De noche, sin el trajín diurno, parece un lugar algo tenebroso, con las columnas de mármol, los suelos humedos y la visión menos iluminada del Gran Canal al fondo. Desde aquí veo uno de mis palacios favoritos de Venecia: el Ca d’Oro, que parece emerger del agua.

De vuelta al hotel, pensamos que podemos ir a cenar a donde quedamos porque tenemos vaporettos ilimitados. Vamos a ir a probar los famosos cicchetis al barrio del Cannaregio, y así, podemos hacer un tour escénico en barco por el Gran Canal.
Tomamos la línea 1 y empezamos el recorrido turístico un poco antes de Rialto y en dirección al norte. El paseo en barco merece la pena tanto de día como de noche. Ahora, los palacios y las mansiones están iluminados de manera ténue y sus siluetas se reflejan en el agua.

Paramos en S. Marcuola, al lado del Casino, que es el único edificio bien iluminado en esta parte del canal y nos adentramos en la oscuridad del Cannaregio.
Hay algunas calles que apenas tienen una farola en todo el tramo.

Pasamos bajo algunos sotoportegos, llegamos a algunas plazas sin salida y nos perdemos hasta acabar en una calle bastante animada y comercial. Buscamos el bar con mejor puntuación de esta zona y, después de cruzar un par de puentecillos, llegamos a Camin Storto, un local pequeño y sencillo con algo de encanto rústico. Hay una mesa libre y todavía quedan algunos cicchetis, los precios de los cuales oscilan entre los 2 y los 4€. No son de los más baratos que se pueden encontrar. El camarero, que es una de esas personas que ha nacido para llevar bien su local, nos explica de qué son los que quedan, y escogemos 8 de ellos junto con un spritz (4€), dos copas de vino tinto y una cerveza. Pasamos un rato agradable, con buena música y buen ambiente, y pagamos 32€ por todo.

Volvemos a la parada del vaporetto, esta vez siguiendo google maps, y lo tomamos otra vez al lado del Casino para hacer el tour Gran Canal de vuelta. La primera toma de contacto con el Cannaregio ha estado muy bien, y en los días que nos quedan visitaremos el barrio más a fondo.