PRAGA – REPUBLICA CHECA
Checoslovaquia se separó en dos partes, República Checa y Slovaquia y a diferencia de lo que pasó en Yugoslavia sin derramar una gota de sangre. Antes de esto fue protectorado de Bohemia y Moravia, perteneció al Sacro Imperio Romano pasó por el yugo nazi y soportó cuarenta años de opresión comunista. También debió pasar por la Guerra de los Treinta años (1618-1648) y de los conflictivos años de la Contrarreforma, de las contiendas mundiales o de la Primavera de Praga. Este movimiento terminó cuando las tropas del Pacto de Varsovia invadieron el país y restablecieron el sistema socialista.
En el Nove Mestro, (el barrio nuevo) está la plaza San Wenceslao donde se reunieron miles de checos para defender la Primavera de Praga. Cinco meses después de eso y como forma de protesta, aquí también, en las escalinatas del Museo Nacional se quemó vivo Jan Palach, estudiante de Filosofía de 20 años.
Praga, alguna vez la ciudad más rica de Europa, estuvo secuestrada al mundo por más de 50 años. Sólo la visitaban los camaradas soviéticos y sus amigos.
Para los jerarcas se construyeron monumentales hoteles como el Praga, levantado en un barrio residencial alejado del casco histórico.

Hoy Praga es una de las veinte ciudades más visitadas del mundo. Tan soñada como París o Londres y tal vez mejor porque se la puede caminar más. Todo el casco antiguo se recorre en un día y si se quiere con libros en la mano. Como el de Jan Nerudova, poeta bohemio de quien tomó su nombre Pablo Neruda llamado Cuentos de la Mala Strana, o El Castillo de Kafka o El libro de la risa y el olvido de Kundera o de Vaclac Havel, escritor que anunció desde un balcón en la plaza San Wenceslao que se había terminado, por fin la era socialista.
El sol brilla sobre los adoquines en Mala Strana, barrio pequeño creado en el siglo XIII para albergar a la gente con oficios en el Reino de Bohemia. El tranvía cruza frente a nosotros. Al otro lado de la calle, la cúpula de la Iglesia de San Nicolás se pierde entre los edificios.

Nos detenemos en medio del puente Carlos. Hacia la izquierda desde donde venimos se ve el castillo de Praga, con las torres góticas de la catedral de San Vito en la cima de la colina; en la otra orilla del río Moldava resaltan las torres de la iglesia de Tyn. El puente comienza a llenarse de turistas, sus quinientos metros están desbordados de vendedores de artesanías, músicos, pintores y mendigos. Un mundo que se desarrolla bajo la mirada de un conjunto de estatuas barrocas y que desde 1402 une las dos mitades de la ciudad.
A cada paso de esta ciudad aparece un palacio, una plaza, un edificio emblemático, una placa que dice Acá se juntaban Franz Kafka, Max Brod y Albert Einstein a tocar música, un café que solía frecuentar el escritor checo o una calle que rinde su tributo al poeta Jan Nerudova.

Llegar al Barrio Judío, formado por seis sinagogas y el cementerio judío, con toda su carga emotiva, (en las paredes de la sinagoga Pinkas, por ejemplo, están grabados los nombres de los 77.297 judíos checos asesinados en el Holocausto) y enseguida salir caminando por las tiendas más exclusivas, Chanel, Valentino, Sarowsky, Prada, Rolex...
Y los puestos callejeros para comer una salchicha con pepinos en vinagre, pararse en un bar para tomarse una pivo, es decir una cerveza que acá se toma a cualquier hora ya que es uno de los países que más la consume. Comer también un plato de cerdo con bolas hechas de pan o papa... todo un mundo para respirar hondo y deleitarse.
Y el Reloj Astronómico que da la hora desde 1410, (cada hora en punto, aparecen las estatuas de los 12 apóstoles) una obra maestra de la ciencia y la técnica del gótico checo. Cuenta la leyenda que su creador, Hanus fue dejado ciego por los gobernantes de la época para que no repitiera su obra lejos de Bohemia, aunque esto es algo difícil de comprobar.
Y las simpáticas chicas de intercambio estudiantil de países tan cercanos a nuestra Argentina con las que charlamos en ese español que se extraña, en un país donde el idioma checo es tan complicado.
Y las guías de tours con sus paraguas en alto para llamar la atención de su grupo. Uno se siente abrumado por la cantidad inagotable de recorridos, monumentos y referencias históricas. Junto con el puente Carlos y la plaza Staromestská, el monumento más visitado de la ciudad es el castillo de Praga antigua residencia de los soberanos checos y actual sede presidencial. Una ciudad dentro de la otra ya que se suceden otros palacios, una basílica románica y fortificaciones. Es algo inmenso y según cuentan este es el castillo medieval más grande del mundo.
Y desde aquí viendo tanta maravilla bajamos caminando hasta Mala Strana a tomarnos un cafecito y a admirar sus hoteles boutiques y sus tiendas de antigüedades. Y la historia continúa en esta Praga inagotable.

Un 3 de Julio de 1883 en la "Casa de la Torre" en la esquina de las calles Kaprova y Maiselova de Praga nació Franz Kafka, en una familia de clase media judía. Su padre, dominante y de imponente carácter ejerció una influencia decisiva en la vida del escritor.
Tuvo tres hermanas Ottla, Elli y Valli siendo la más compañera de Franz la primera, debido quizás a su actitud independiente frente al tiránico y autoritario poder ejercido por el padre.
Ya desde pequeño presenta una fisonomía frágil y delicada con propensión a somatizar sus estados anímicos en el cuerpo, y con rasgos más aproximados a su madre.
El joven Franz estudió sus estudios primarios y secundarios en colegios de lengua alemana y estudió derecho en la Universidad de Praga obteniendo el doctorado en 1906.
En su época de estudiante asiste a conferencias de anarquistas, socialistas y también a otros de carácter netamente nacionalista checo. Con 23 años y un titulo debajo del brazo, Franz ingresa a trabajar en el negocio de su padre y permanecerá allí hasta ser jubilado por enfermedad en 1922.
Paralelamente a sus funciones en la compañía traba amistad con jóvenes vinculados a la literatura, a ese tiempo corresponde el encuentro con otro escritor Max Brod, quien aparte de convertirse en amigo y confidente de Kafka, será luego su biógrafo y responsable de que, contraviniendo el deseo de Franz de que sus manuscritos inéditos fuesen quemados a su muerte, los publicara póstumamente. Entre esas obras se encuentran las más renombradas "El proceso", "El Castillo" y "América". "La Metamorfosis" la escribe en 1912. A los 34 años se le declara la tuberculosis de la que no se recupera y en el sanatorio de Kierling próximo a Viena muere el 3 de junio de 1924.
Y en Praga está su museo, espectacular y sin ninguna solemnidad: afuera tiene una escultura de David Cerny con dos hombres orinando en una fuente.
Y la cita textual de Kafka "Fuimos creados para vivir en el paraíso. El paraíso estaba destinado a servirnos. Nuestro propósito ha cambiado, pero nadie dijo nunca que hubiese cambiado también el propósito del paraíso."
"Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la esperanza y el camino verdadero."
La iglesia de Malá Strana, San Nicolás, cuyo domo y delgadas torres son parte inseparable del panorama del castillo praguense es una de las más buscadas de las iglesias de Praga. Pertenece a las principales construcciones barrocas de Europa y es indicada como la más bella construcción del barroco checo.
Está construida en el centro genuino de Malá Strana, donde ya en el año 1283 existía la iglesia parroquial de San Nicolás y en la edad media aquí existía un mercado con la iglesia de San Wenceslao.
Impactados ante tal abrumadora arquitectura hoy deambulamos por las fascinantes rutas que atraviesan los cuatro puntos más importantes de Praga: la Ciudad Nueva, la Ciudad Vieja con el barrio judío, el Barrio de Malá Strana y el Castillo de Praga. El corazón comercial de Praga es la plaza de San Venceslao y fue aquí que Tom Cruise reservó el hotel Europa cuando en Praga filmaba "Misión Imposible". Más allá se encuentra el teatro en el que fue filmada "Amadeus" y donde Mozart estrenó su más famosa ópera Don Giovanni en 1787.
Y el gueto judío, lugar de nacimiento de Franz Kafka, con el legado histórico de esta parte de la ciudad, trágico y esperanzador a la vez. Sus sinagogas, el viejo cementerio y su ayuntamiento han sobrevivido tiempos muy difíciles paradójicamente gracias a un plan nazi de convertirlos en "Museo de una raza extinguida".
Y como despedida de esta ciudad increíble comimos en un restaurante tailandés donde lo extraño era ver en una gran mesa redonda en la mitad del lugar a niños jugando a las cartas muy animadamente. (Después nos enteramos que eran los hijos de la familia dueña del lugar)
El menú fue un impactante pato asado con ensalada de bambú, salsa de curry y vino tailandés y un precio tan moderado que sorprendía.
Viajar y encontrar estos paisajes, pasear por sus patios góticos y circular debajo de los techos praguenses fue un privilegio, sin duda.
Las tiendas más exclusivas, funcionan en edificios de varios siglos, y no cuesta nada encontrar espacios gratos para sentarse a leer y tomar café. La vida cultural parece fluir de muchas fuentes, desde lo más institucional hasta pequeños clubes de jazz o salsa.
Y también en esta ciudad se encuentra el Hard Rock Café, el bar estadounidense más importante de Europa. A 50 metros de la plaza de la vieja ciudad se encuentra este bar emblemático con sus tres niveles y cita obligada de todo rockero. La tienda no tiene un coche colgado, en su lugar hay una lámpara gigante de diseño moderno.
Sus cuadros forman una galería muy singular y emocionante para los que aman a los íconos de la música del mundo.
Nos estamos despidiendo de la ciudad dorada, partimos hacia Frankfurt en Alemania para dar fin a un viaje excepcional.