El miércoles a las 2:30 de la mañana ya estábamos arriba. Nos esperaba un autobús que nos llevaría desde Soria a Madrid-Barajas, donde a las 9:50 deberíamos tomar el avión hasta Viena. Gracias a Dios, el vuelo que elegimos no era de la compañía Iberia, que justamente ese día se había declarado en huelga y suspendido su vuelo a Viena. Viajamos con la compaía Swiss (que me agradó mucho), con escala en Zurich. Cuando llegamos a Viena ya eran las 14:30. Nada más llegar a Viena, compramos la Viena Card, tarjeta muy útil para turistas, que permite tomar de forma gratuita todos los trasportes de Viena en 72 horas, además de descuentos en museos y otros lugares turísticos. Tomamos el tren desde el aeropuerto hasta el centro. Haciendo caso de las recomendaciones que leímos en Internet, no tomamos el CAT (City Airport Train), y tomamos la línea de ferrocarril. Tomamos la S8, pero creo que la S7 también nos hubiera dejado en nuestro destino. Nuestro destino era Rennweg, concretamente el Hotel Artis. Por cierto, un gran hotel, cómodo, limpio y con un muy buen servicio.
El primer día, no nos dio tiempo a mucho, ya que en pleno Noviembre, a las 16:30 es noche cerrada en Viena. Aprovechamos para ir al centro en metro. Por cierto, el tema del transporte, como muchos otros, no tiene nada que ver con España. Allí la gente es muy cívica y honrada, pero si le quieres echar jeta, puedes usar el metro, travía y lo que quieras sin pagar un duro. No hay que pasar tornos ni nada por el estilo. Ahora, si viene un revisor... eso ya es problema tuyo. No obstante, como he comentado, llevábamos la Viena Card, por lo que eso no nos preocupaba.
Llegamos a Stephansplatz, la plaza donde se encuentra la Catedral de San Esteban, el monumento más representativo de la ciudad. Lamentablemente, estaba en obras de conservación, por lo que unos paneles que imitaban la fachada de la catedral impedían verla en su máximo esplendor. Intentamos entrar, pero no pudimos avanzar mucho, ya que era horario de misas. De igual forma, no pudimos subir los 343 escalones de la torre ya que las visitas terminaban a las 17:30. Más adelante hablaré sobre la desilusión de esta escalada a lo alto de la catedral. Decidimos continuar paseando por Kärntner Straße, la principal calle del centro de Viena, donde se mezclan tiendas de ropa, lujo y souvenirs a partes iguales. Al final de la calle, nos encontramos con la Ópera de Viena, la cual contemplamos y pasamos de largo, ya que no entraba en nuestros planes ver ninguna obra. Cerca de la Ópera, accedimos a Albertina, un museo del centro de Viena, donde hicimos algunas fotos. Tras ello, y ya bastante cansados de todo el día de viaje, entramos a un café vienés, donde comimos el típico postre vienés, la Sachertorte, una tarta consistente en dos planchas gruesas de bizcocho de chocolate separadas por una fina capa de mermelada de albaricoque y recubiertas con un glaseado de chocolate negro por encima y los lados. Y un café. Aviso, no es nada barato, pero es algo que hay que probar.
Paseamos un poco más, volvimos de nuevo hasta Stephansplatz, y decidimos que iba viendo hora de acercarse al hotel para cenar algo y descansar. Como allí se hace de noche muy pronto, muchos bares y restaurantes cierran sus puertas a las 8 de la tarde. No obstante, los restaurantes de comida rápida suelen abrir hasta las 12 de la noche. Comimos una hamburguesa y volvimos al hotel, donde reorganizamos un poco nuestros planes de cara al día siguiente. Una ligera lluvia y el temprano anochecer nos habían privado de algunas de las cosas que habíamos planeado.
El primer día, no nos dio tiempo a mucho, ya que en pleno Noviembre, a las 16:30 es noche cerrada en Viena. Aprovechamos para ir al centro en metro. Por cierto, el tema del transporte, como muchos otros, no tiene nada que ver con España. Allí la gente es muy cívica y honrada, pero si le quieres echar jeta, puedes usar el metro, travía y lo que quieras sin pagar un duro. No hay que pasar tornos ni nada por el estilo. Ahora, si viene un revisor... eso ya es problema tuyo. No obstante, como he comentado, llevábamos la Viena Card, por lo que eso no nos preocupaba.
Llegamos a Stephansplatz, la plaza donde se encuentra la Catedral de San Esteban, el monumento más representativo de la ciudad. Lamentablemente, estaba en obras de conservación, por lo que unos paneles que imitaban la fachada de la catedral impedían verla en su máximo esplendor. Intentamos entrar, pero no pudimos avanzar mucho, ya que era horario de misas. De igual forma, no pudimos subir los 343 escalones de la torre ya que las visitas terminaban a las 17:30. Más adelante hablaré sobre la desilusión de esta escalada a lo alto de la catedral. Decidimos continuar paseando por Kärntner Straße, la principal calle del centro de Viena, donde se mezclan tiendas de ropa, lujo y souvenirs a partes iguales. Al final de la calle, nos encontramos con la Ópera de Viena, la cual contemplamos y pasamos de largo, ya que no entraba en nuestros planes ver ninguna obra. Cerca de la Ópera, accedimos a Albertina, un museo del centro de Viena, donde hicimos algunas fotos. Tras ello, y ya bastante cansados de todo el día de viaje, entramos a un café vienés, donde comimos el típico postre vienés, la Sachertorte, una tarta consistente en dos planchas gruesas de bizcocho de chocolate separadas por una fina capa de mermelada de albaricoque y recubiertas con un glaseado de chocolate negro por encima y los lados. Y un café. Aviso, no es nada barato, pero es algo que hay que probar.
Paseamos un poco más, volvimos de nuevo hasta Stephansplatz, y decidimos que iba viendo hora de acercarse al hotel para cenar algo y descansar. Como allí se hace de noche muy pronto, muchos bares y restaurantes cierran sus puertas a las 8 de la tarde. No obstante, los restaurantes de comida rápida suelen abrir hasta las 12 de la noche. Comimos una hamburguesa y volvimos al hotel, donde reorganizamos un poco nuestros planes de cara al día siguiente. Una ligera lluvia y el temprano anochecer nos habían privado de algunas de las cosas que habíamos planeado.