
El sábado sería el último día completo que pasaríamos en Viena. La mañana amaneció gris; sin contar el día de llegada en que llovía, fue el día que más oscura estaba la ciudad. Desayunamos como cada mañana, y tomamos el metro para ir a Stadtpark. Se trata de un parque situado en el centro de Viena, especialmente famoso por la estatua color dorado en homenaje a Johann Strauss, el rey del vals. Fue quien compuso el famoso vals de El Danubio Azul, obra conocida especialmente por ser la música que suena como inicio de baile en las bodas. Aprovechamos la presencia de unos turistas japoneses, y les pedimos que nos hicieran unas fotos, que en eso, son profesionales. También en Stadtpark, vimos un pequeño lago donde cohabitan patos, cuervos, gaviotas y palomas. Y también una estatua más, en esta ocasión de piedra y más deslucida, de Franz Schubert, compositor nacido en Viena.
Tras esto, nos dirijimos hacia el centro de Viena, donde a las 12 teníamos planeado contemplar el baile que hacen las figuras del Ankeruhr. El Ankeruhr es un reloj situado sobre una especie de puente que une dos edificios. Cada hora del reloj está representada por un personaje típico de Austria. Los más conocidos, seguramente sean Haydn y Maria Teresa. Cuando dan las 12, todos los personajes pasan al son de una música lentamente hasta volver de nuevo al que da las 12, que no es otro que Joseph Haydn. Para mi gusto demasiado lento, tanto que resultaba cansino.
Salimos de allí y nos dirigimos hacia Museums Quartier, un barrio vienés dedicado por entero a los museos. Tengo que decir que no me llamó especialmente la atención, aunque quizá pueda ser por el cansancio acumulado que llevábamos, y que hizo que no indagáramos en exceso en él. Bueno, y por una pequeña decepción que nos llevábamos, ya que todos íbamos buscando una casa al revés colgada en el tejado del museo de Arte Moderno. Se trataba de House Attack. Pero no estaba. Luego ya descubrimos que se trataba de una especie de exposición temporal, y por eso ya no estaba allí. Pero claro, las fotos que habíamos visto por Internet nos engañaron.
Dejando atrás Museums Quartier, nos dirijimos hacia la plaza donde se encontraba el monumento a Maria Teresa, emperatriz de Asutria. Allí, ya se estaban colocando algunos puestecillos navideños. En esa plaza uno en frente del otro, e iguales en dimensiones y estructura están en Kunsthistorisches Museum y el Naturhistorisches Museum, es decir, los museos de Historia del Arte e Historia Natural respectivamente. Son dos edificios iguales, que sólo difieren uno del otro en la estatua superior que los corona. Caminamos un poco más y descubrimos el Volkstheater, un teatro del centro de Viena. También nos acercamos a Neustiftgasse, una calle donde ya estaban empezando a montar un bonito mercado navideño que tendría su explendor más entrada la tarde.
Partimos de allí y llegamos al Naschmarkt, un enorme mercado de fruta, verdura y alimentación en general, junto a Karlsplatz. Allí, además, también hay un apartado donde se venden ropa y objetos de segunda mano. La verdad que la parte de la fruta tiene mucho colorido, pero los tenderos acaban siendo excesivamente pesados en si intento por vendernos algo. La parte de segunda mano, bastante lamentable; todo sucio, roto y en un ambiente de bastante mediocridad y pobreza. No se, quizá me esperaba otra cosa, pero imagino que la gente que compra y vende ropa y antigüedades de segunda mano se moverá por esos círculos.
Salimos de allí, con un poco de frío y con una pequeña decepción con el día que llevábamos (el Ankeruhr nos había resultado un poco aburrido, Museums Quartier no nos encantó y el mercado de segunda mano nos entristeció un poco) y fuimos a un sitio a comer algo. Yo pedí un Wiener Schnitzel, que es el plato típico vienés. A decir verdad no es más que un escalope rebozado. Solo eso. Pero estaba bastante bueno. Yo fui a lo seguro y pedí eso. Mi novia y mis amigos se la jugaron con otros platos de los que no etnendían algunos de los ingredientes, y salieron perdiendo.
Tras la comida, fuimos a Rathauspark, lugar donde se encuentra el Ayuntamiento de Viena. Allí, había un enorme mercado navideño, donde pasamos un buen rato viendo adornos navideños, comiendo algún dulce, y viendo como todo el mundo pedía una especie de ponche que servían en unas tazas de plástico muy chulas, y que los vieneses, como habitantes cívicos que son, devolvían tras beberse el contenido. Nosotros, como buenos españoles, andábamos ojo a vizor a ver si podíamos hacernos con alguna de esas tazas. Pero al final no cogimos ninguna. Coincidió además que mientras estábamos por allí se produjo el encendido de las luces de Navidad, tanto de las que estaban colgadas entre las casetas, como las del Ayuntamiento. De esta forma, el Ayuntamiento quedó iluminado completamente, dejando una instantánea espectacular. También en Rathauspark se encuentra el Burgtheater, que es el teatro imperial de la corte.
Fue entonces, cuando decidimos que iríamos a ver una de esas óperas para turistas que nos habían ofertado anteriormente, así que nos dirigimos una vez más a Stephansplatz, y allí dimos con uno de estos relaciones públicas. Tras titubear un poco, y en un perfecto español, nos vendió 4 entradas para esa misma noche por 25€ cada una. Así que comimos algo, y fuimos hacia el lugar donde se celebraba el concierto. Era en la plaza de Ludwig van Beethoven, creo que en la antigua casa del artista. La verdad que no se parecía mucho a como nos lo habían pintado, ya que en vez de butacas, había unas simples sillas, y el teatro donde supuestamente se celebraría el concierto resultó ser una simple sala, muy bien decorada y bonita, pero no dejaba de ser una sala. Yo en parte me lo esperaba, era un concierto para guiris. Pero resultó bastante entretenido. Un animado presentador, que resultó ser un fantástico (al menos en mi opinión) violinista, hizo que la Orquesta Imperial de Viena y los cantantes de ópera y bailarines de danza nos hicieran pasar un buen rato. Probablemente, cualquiera que sepa un poco de música habría puesto en entredicho la calidad de esos músicos, pero a nosotros, como meros aficionados nos agradó bastante. Casi todo piezas conocidas, y de corta duración, lo que hizo que no resultara nada pesado.
Cuando finalizó el concierto, nos dirigimos ya hacía Rennweg, no sin antes pasar por la casa de España (creo que era), donde nos llamó la atención una serie de letreros en los que se podía leer las palabras hola, fiesta, chocolate, sonrisa y... ¿chevere? En fin, nunca dejarán de confundirnos con los mexicanos. Tomamos una cerveza en un bar cercano al hotel y nos fuimos a acostar, más tarde de lo normal. Aquella iba a ser nuestra última noche en Austria.
Tras esto, nos dirijimos hacia el centro de Viena, donde a las 12 teníamos planeado contemplar el baile que hacen las figuras del Ankeruhr. El Ankeruhr es un reloj situado sobre una especie de puente que une dos edificios. Cada hora del reloj está representada por un personaje típico de Austria. Los más conocidos, seguramente sean Haydn y Maria Teresa. Cuando dan las 12, todos los personajes pasan al son de una música lentamente hasta volver de nuevo al que da las 12, que no es otro que Joseph Haydn. Para mi gusto demasiado lento, tanto que resultaba cansino.
Salimos de allí y nos dirigimos hacia Museums Quartier, un barrio vienés dedicado por entero a los museos. Tengo que decir que no me llamó especialmente la atención, aunque quizá pueda ser por el cansancio acumulado que llevábamos, y que hizo que no indagáramos en exceso en él. Bueno, y por una pequeña decepción que nos llevábamos, ya que todos íbamos buscando una casa al revés colgada en el tejado del museo de Arte Moderno. Se trataba de House Attack. Pero no estaba. Luego ya descubrimos que se trataba de una especie de exposición temporal, y por eso ya no estaba allí. Pero claro, las fotos que habíamos visto por Internet nos engañaron.
Dejando atrás Museums Quartier, nos dirijimos hacia la plaza donde se encontraba el monumento a Maria Teresa, emperatriz de Asutria. Allí, ya se estaban colocando algunos puestecillos navideños. En esa plaza uno en frente del otro, e iguales en dimensiones y estructura están en Kunsthistorisches Museum y el Naturhistorisches Museum, es decir, los museos de Historia del Arte e Historia Natural respectivamente. Son dos edificios iguales, que sólo difieren uno del otro en la estatua superior que los corona. Caminamos un poco más y descubrimos el Volkstheater, un teatro del centro de Viena. También nos acercamos a Neustiftgasse, una calle donde ya estaban empezando a montar un bonito mercado navideño que tendría su explendor más entrada la tarde.
Partimos de allí y llegamos al Naschmarkt, un enorme mercado de fruta, verdura y alimentación en general, junto a Karlsplatz. Allí, además, también hay un apartado donde se venden ropa y objetos de segunda mano. La verdad que la parte de la fruta tiene mucho colorido, pero los tenderos acaban siendo excesivamente pesados en si intento por vendernos algo. La parte de segunda mano, bastante lamentable; todo sucio, roto y en un ambiente de bastante mediocridad y pobreza. No se, quizá me esperaba otra cosa, pero imagino que la gente que compra y vende ropa y antigüedades de segunda mano se moverá por esos círculos.
Salimos de allí, con un poco de frío y con una pequeña decepción con el día que llevábamos (el Ankeruhr nos había resultado un poco aburrido, Museums Quartier no nos encantó y el mercado de segunda mano nos entristeció un poco) y fuimos a un sitio a comer algo. Yo pedí un Wiener Schnitzel, que es el plato típico vienés. A decir verdad no es más que un escalope rebozado. Solo eso. Pero estaba bastante bueno. Yo fui a lo seguro y pedí eso. Mi novia y mis amigos se la jugaron con otros platos de los que no etnendían algunos de los ingredientes, y salieron perdiendo.
Tras la comida, fuimos a Rathauspark, lugar donde se encuentra el Ayuntamiento de Viena. Allí, había un enorme mercado navideño, donde pasamos un buen rato viendo adornos navideños, comiendo algún dulce, y viendo como todo el mundo pedía una especie de ponche que servían en unas tazas de plástico muy chulas, y que los vieneses, como habitantes cívicos que son, devolvían tras beberse el contenido. Nosotros, como buenos españoles, andábamos ojo a vizor a ver si podíamos hacernos con alguna de esas tazas. Pero al final no cogimos ninguna. Coincidió además que mientras estábamos por allí se produjo el encendido de las luces de Navidad, tanto de las que estaban colgadas entre las casetas, como las del Ayuntamiento. De esta forma, el Ayuntamiento quedó iluminado completamente, dejando una instantánea espectacular. También en Rathauspark se encuentra el Burgtheater, que es el teatro imperial de la corte.
Fue entonces, cuando decidimos que iríamos a ver una de esas óperas para turistas que nos habían ofertado anteriormente, así que nos dirigimos una vez más a Stephansplatz, y allí dimos con uno de estos relaciones públicas. Tras titubear un poco, y en un perfecto español, nos vendió 4 entradas para esa misma noche por 25€ cada una. Así que comimos algo, y fuimos hacia el lugar donde se celebraba el concierto. Era en la plaza de Ludwig van Beethoven, creo que en la antigua casa del artista. La verdad que no se parecía mucho a como nos lo habían pintado, ya que en vez de butacas, había unas simples sillas, y el teatro donde supuestamente se celebraría el concierto resultó ser una simple sala, muy bien decorada y bonita, pero no dejaba de ser una sala. Yo en parte me lo esperaba, era un concierto para guiris. Pero resultó bastante entretenido. Un animado presentador, que resultó ser un fantástico (al menos en mi opinión) violinista, hizo que la Orquesta Imperial de Viena y los cantantes de ópera y bailarines de danza nos hicieran pasar un buen rato. Probablemente, cualquiera que sepa un poco de música habría puesto en entredicho la calidad de esos músicos, pero a nosotros, como meros aficionados nos agradó bastante. Casi todo piezas conocidas, y de corta duración, lo que hizo que no resultara nada pesado.
Cuando finalizó el concierto, nos dirigimos ya hacía Rennweg, no sin antes pasar por la casa de España (creo que era), donde nos llamó la atención una serie de letreros en los que se podía leer las palabras hola, fiesta, chocolate, sonrisa y... ¿chevere? En fin, nunca dejarán de confundirnos con los mexicanos. Tomamos una cerveza en un bar cercano al hotel y nos fuimos a acostar, más tarde de lo normal. Aquella iba a ser nuestra última noche en Austria.