Las dos zonas más bonitas para visitar en Ibiza son La Marina -el barrio del puerto- y el casco antiguo, situado en un alto y protegido por fortificaciones, que se conoce como Dalt Vila. En el plano que me proporcionaron en la Oficina de Turismo dedicado a Dalt Vila, se mencionan tres rutas turísticas: la clásica, con la que se obtiene una visión general del conjunto histórico, la de los baluartes, que recorre el perímetro de las murallas renacentistas, y la desconocida, descubriendo las callejuelas medievales menos concurridas. En realidad, se pueden combinar las tres en una misma jornada, que fue lo que hice; incluso me dio tiempo de patearlo un par de veces, por la mañana y por la tarde, aunque aquí lo voy a mencionar todo de una tacada para no liar las cosas.


El recinto fortificado es de estilo renacentista y comenzó a construirse a mediados del siglo XVI para proteger la ciudad de los ataques de los piratas berberiscos. Se puede entrar y salir por varios túneles y puertas, pero el acceso más conocido es la Puerta de Taules, que hace referencia a las “taules”, unas maderas que se empleaban como puente levadizo para la defensa de la ciudad. Al cruzar esta puerta, nos situamos en el Patio de Armas, que tiene 10 arcos de medio punto. Como curiosidad, decir que aquí se instaló el primer mercado hippy de la isla. A continuación, otra puerta se abre a la Plaça de Vila, que era el antiguo mercado intramuros. Punto de paso casi obligado para los turistas, suele estar repleto de personas haciendo fotos, comprando en las tiendas o tomando algo en las terrazas de los numerosos bares y restaurantes que hay en los alrededores. Afortunadamente, aquella mañana no había llegado ningún crucero, con lo cual, los visitantes eran (éramos) numerosos, pero sin agobios.
Decidí empezar mi recorrido por el Baluarte de Sant Pere, para lo cual previamente me dirigí a la Plaza de la Reina Sofía, entré por el Portal Nou y traspasé la Puerta de las Agüaderas, que me condujo a la Plaça del Sol, donde contemplé las escaleras que ascienden hacia la parte alta con un fondo de casas blancas. Se trata de uno de los puntos más fotografiados de Dalt Vila, con sus terrazas siempre muy concurridas.
Allí, inicié mi ruta por los baluartes en sentido contrario al que señala el folleto. Por otras escaleras, subí la Ronda de la Almudaina, de pendiente muy acusada, hasta alcanzar el Baluarte de Sant Jaume, de 1556, que defendía el flanco oeste, el más débil del recinto medieval. Ofrece unas vistas estupendas sobre la ciudad y la propia muralla, aunque son todavía mejores las que se divisan desde el Baluarte de Sant Jordi, algo más elevado y que se asoma a la Necrópolis del Puig des Molins, enterramientos con 3.500 hipogeos, que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad en 1999.
A lo largo de la ruta, hay paneles informativos en varios idiomas, que se pueden elegir dando vueltas a unos artilugios metálicos. Antes de llegar al Baluarte de San Bernat, se ve un lateral del castillo, ahora tapado con lonas y andamios, ya que está siendo rehabilitado. Es otro buen mirador. También se contempla una fachada lateral de la Catedral.
Allí, dejé la ruta verde, la de los baluartes, y tomé el túnel que conduce hasta la Catedral de Santa María, que se construyó en el siglo XIII sobre la antigua mezquita en estilo gótico-catalán. Fue reformada en el siglo XVIII y su nave actual es barroca. Cuenta con una fachada muy sobria, sostenida por poderosos contrafuertes. Estaba cerrada al ser lunes, así que no vi su interior. Muy cerca está el Palacio Episcopal.
Junto a la Plaza de la Catedral se abre el Baluarte de Santa Teclay enfrente se encuentra la Casa de la Curia Medina Yabisa, del siglo XIII, que albergó en tiempos los primeros tribunales de la isla y en la actualidad acoge el Centro de Interpretación de la Ibiza musulmana. Desde el Mirador del Rey Jaime I, se divisa una bonita panorámica con el puerto y al antiguo barrio marinero.
Antes de seguir adelante por la ruta roja, pasé por Sa Portella, la única puerta medieval que se conserva y que comunicaba la parte superior de Dalt Vila con la inferior y el puerto. Tras una buena pendiente hacia abajo, se tiene una buena perspectiva de la Catedral y los muros adyacentes. No tenía intención de continuar hacia el puerto, así que retrocedí sobre mis pasos hasta la parte alta y cotilleé por las callejuelas que se abrían a derecha e izquierda; algunas mostraban sugerentes rincones y otras no conducían a ninguna parte. Su encanto radica en descubrirlo.
Bajando por la calle Mayor, estrecha y de corte medieval, pasé junto a Can Camasena, una casa noble cuya parte más antigua data del siglo XV y donde está instalado el Museo Puget. Alternándose casas de piedra con fachadas blancas, llegué a la Capilla de Sant Ciriac, por la que, según la leyenda, entraron las tropas catalanas en 1235 para conquistar la ciudad.
Desde aquí, se puede seguir a la izquierda y bajar unas escaleras que conducen la Iglesia del Hospitalet o girar a la derecha hacia el Antiguo Seminario. Indagando ambas opciones, me topé con alguna sorpresa.
Por la calle Sant Josep, llegué a las de Sant Antoni y Santa Creu hasta el Baluarte de Sant Joan, en la parte baja del recinto fortificado, desde donde se tienen unas bonitas vistas hacia arriba, de la Catedral y la parte alta, y hacia abajo, de la ciudad nueva, del puerto y del barrio marinero.
Siguiendo por el adarve, pasé sobre el Portal de Ses Taules y el Patio de Armas, contemplándolos desde arriba, recorrí la calle de Sa Carrosa, donde está la escultura dedicada a Isidor Macabich, un popular historiador y sacerdote ibicenco. Enseguida llegué al Baluarte de Santa Llúcia, uno de los más grandes, que presenta unas vistas espléndidas no solo hacia el exterior del recinto fortificado y la Marina sino también hacia el interior. Aquí también está el antiguo Polvorín, que ahora se utiliza como sala de exposiciones.
Muy cerca está la Iglesia de Santo Domingo, la actual de estilo barroco, construida entre los Siglos XVI y XVII y, a continuación, la Plaça d’Espanya. El Ayuntamiento está instalado en dos edificios, el antiguo claustro de los dominicos y el Palacete de Can Botino. Un poco más adelante, vi la fachada de la Casa Llaneras.
Volví a salir a la muralla y, tras pasar de nuevo por el Ayuntamiento y la Iglesia de Santo Domingo, fui hasta Es Revelli, donde está la escultura yacente de Guillén de Montgrí, arzobispo de Tarragona que organizó la expedición por la cual el Rey Jaime I conquistó Ibiza en 1235. Aquí hay otro mirador con muy buenas vistas, donde di por concluida mi visita a Dalta Vila