24 FEBRERO 2024

Por fin llegó el ansiado día.

A las 4 ya estábamos todos en pie para comenzar la aventura. Dejamos el coche en un parking de larga estancia en el aeropuerto de Málaga y desde allí nos llevaron a la terminal de salidas en furgoneta.
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Habíamos preparado en casa algo de comida para el viaje así que, tras pasar sin problemas el control de policía, nos sentamos a comer algo mientras esperábamos que anunciaran la puerta de salida de nuestro vuelo.

A esa hora de la mañana, había poca gente en el aeropuerto y eso nos sorprendió, porque hace un par de años y en las mismas fechas y hora, sí que estaba más concurrido.


Nuestro vuelo salió en hora e intentamos descansar algo en las tres horas que duró. Se acercaba el momento definitivo de dar la sorpresa a los niños y había algo de nervios al llegar.

Nos hicieron pasar el control de pasaportes por una fila para los que iban con niños menores de 10 años y ahí sí que había gente, ya que solo había una policía para atendernos a todos y se hizo un poco largo.
Me preguntó que si nos íbamos a quedar en Londres y, casi sin pestañear le contesté que estábamos de escala para ir a Lisboa. Sé que los niños no se hubieran enterado si le hubiera dicho la verdad, pero preferí acabar en el calabozo antes de arruinar la sorpresa.
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He de decir que me sorprendió la naturalidad con la que me salió. Si algún día necesitáis de mis servicios para mentir a las autoridades, os dejo el teléfono al final de la review.

Después de eso, tocaba buscar un sitio donde poder sentarnos y finalmente, lo hicimos en una cafetería de la primera planta. Mientras Ana se llevaba a los niños al baño con la excusa de lavarse las manos, yo me quedé esperando en la mesa con un sobre dónde estaba la sorpresa preparada disfrazada de un folleto de Lisboa.




Como por arte de magia, la felicidad ambiental había subido unos cuantos grados. Todo era fantástico, se escuchaba cantar a los pajarillos y hasta parecía que en Londres había salido el sol (aunque fuera hiciese 0ºC).
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El mostrador de Norse estaba vacío cuando fuimos a por las tarjetas de embarque del vuelo a Orlando.
Comimos en el aeropuerto y, entre unas cosas y otras, la escala se hizo hasta corta.
Mi tarjeta de embarque llevaba las fatídicas SSSS (Secondary Security Screening Selection), lo que significaba que me iban a revisar la maleta y la mochila antes del embarque.

Es curioso, porque de haber llevado algo, se lo podía haber dado perfectamente a Ana ya que a ella no le revisaron nada. Si algún policía inglés lee esto, creo que ahí hay un fallo de seguridad importante.

El vuelo iba prácticamente vacío y los asientos a nuestro lado también. De hecho, mucha gente se cambió de sitio nada más despegar y fuimos súper cómodos.




Como no todo podía ser perfecto, al llegar a Orlando, el control de pasaportes volvía a estar lleno de gente y avanzaba muy despacio, pero por lo menos fueron amables y simpáticos.

Ya había hecho el check in online en el hotel unos días atrás y mientras esperábamos, me llegó un mensaje de que nuestra habitación ya estaba lista. A pesar de haber reservado una estándar, nos tocó en la zona de Fantasía, el edificio de los soldaditos de plomo, junto a la piscina principal y al lado de la entrada del hotel.

Pedimos un Uber y salimos a la calle a esperar. Fuimos siguiendo el recorrido del coche en la app, pero por allí no aparecía nadie. Ya pensábamos que nos habíamos equivocado de zona, cuando vimos que se había parado unos metros más atrás. El problema es que muchos coches en Florida no llevan matrícula delantera, y es más difícil localizar el vehículo asignado.
La primera parada fue Disney Springs y, a pesar de haberle dicho que íbamos a World of Disney, nos dejó literalmente en la otra punta donde paran los autobuses. De hecho, al pasar por el cartel que da la bienvenida a Disney World y, a pesar de que llevaba el móvil preparado para la típica foto, ni siquiera hizo el amago de bajar un poco la velocidad para que saliese medio bien.


Al entrar en Disney Springs, tuvimos que pasar por otro control y nos revisaron todas las mochilas y la maleta. Por suerte, el policía había estado en Segovia y se había enamorado del cochinillo y fue muy simpático, aunque para ese momento Carlos ya se había dormido en mis brazos y yo estaba deseando terminar cuanto antes para poder ir a descansar también al hotel.
Fuimos allí para recoger la tarjeta de regalo de $100 que nos habían dado con nuestra reserva y para aprovechar ese dinero y comprar las Magic Bands de todos. Tuvimos que ir a Pin Traders a mirarlas, pero ya no venden las estandar, solo mas MAgic Band +. Decidimos probar suerte en el hotel y fuimos a la parada de buses a esperar el nuestro. La nuestra, era la última de todas y para colmo, el autobús tardó un buen rato en llegar.

A estas alturas, Carlos se había quedado dormido sentado encima de la maleta. Normal, llevábamos ya 24 horas en pie.

Al llegar al hotel, fuimos directamente a la habitación y la abrimos usando la app del móvil. Yo me bajé con Paula a recepción a reclamar la compra que había hecho online en Walmart y que nos dieran tarjetas físicas para entrar en los parques. Me las dieron todas iguales y, aunque me hacía ilusión que cada uno tuviese una diferente, no dije nada, supongo que más por cansancio que por otra cosa.


Para el tema de la compra, me mandaron a Bell Services que está en la puerta del hotel y ahí se limitaron a darme un carro con todas las cosas y a pedirme que lo devolviese cuando hubiera terminado.
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Colocamos todo como pudimos en la neverita y estantería de la habitación, diligentemente fui a devolver el carro y caímos rendidos en la cama, agotados por el intenso día.



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