Llevaba mucho tiempo con ganas de hacer esta ruta de senderismo, en concreto desde que vi unas fotos en una revista de viajes. No había oído hablar de ella y su estampa me pareció sencillamente espectacular. Sin embargo, por unas causas u otras, el tiempo fue pasando y siempre quedaba en el baúl de recorridos pendientes, puesto que queríamos pillarla en su plenitud, con mucha agua pero accesible, con buen tiempo a ser posible para evitar riesgos, ya que el terreno puede complicarse con lluvia. Estaba claro que la primavera era la fecha más propicia. Y, al fin, nos decidimos a principios de este pasado mes de mayo: había llovido mucho a finales de marzo y principios de abril, pero se podía caminar bien tras varios días secos. Además, presumíamos que podíamos contemplar una bonita floración en los campos, aunque no nos imaginábamos hasta qué punto.

Existen varios itinerarios para llegar a la cascada del Aljibe, mejor dicho, cascadas, pues hay varias. Siempre, a pie. Es posible escoger entre rutas lineales o circulares y se puede empezar bien en Roblelacasa o en El Espinar, dos pueblecitos de la llamada “arquitectura negra” de la provincia de Guadalajara. Después de estudiar las opciones, decidimos salir de Roblelacasa y, luego, veríamos si completábamos la ruta circular o dábamos la vuelta una vez vista la cascada.

Tardamos dos horas en llegar a Roblelacasa. Desde Madrid, la distancia es aproximadamente de 131 kilómetros y se va por la A-2 hasta las inmediaciones de Guadalajara capital (salida 51), donde tomaremos primero la N-320 y luego, sucesivamente, varias carreteras locales y comarcales, en las que se circula despacio, pues tienen bastantes curvas. Bueno, no me voy a entretener en dar más detalles, pues cualquier navegador lleva sin problemas hasta allí.
Itinerario sugerido por Google Maps desde Madrid hasta Roblelacasa.


Se trata de una zona recóndita, en la vertiente sur de la Sierra de Ayllón, al norte de la provincia, y muy atractiva para el turismo rural y de naturaleza, donde hemos estado anteriormente haciendo varias excursiones; por ejemplo en Tamajón, cuya iglesia vimos desde la carretera y que nos dejó esta bonita estampa.

Antes de llegar a Roblelacasa, pasamos por El Espinar (también se puede iniciar allí la ruta), donde pastaban una gran cantidad de vacas negras, con unos cuernos muy afilados que me infundieron bastante respeto. Ya en Roblelacasa, un indicador nos condujo a un aparcamiento para turismos bastante grande. Los autocares tienen su propio parking antes de llegar al pueblo, lo que da una pista de la popularidad de esta caminata. Al ser un día laborable, estábamos solos, excepto un autobús con un grupo de jubilados, con los que nos cruzaríamos más tarde, nosotros de ida y ellos, ya de vuelta. La verdad, se agradece una caminata tan agradable y poco concurrida.
Fotos de los paneles informativos de la ruta en Roblelacasa.



La ruta está muy bien señalizada desde el comienzo, incluyendo un panel informativo del sendero PR-GU-09, de nueve kilómetros de recorrido, que íbamos a tomar como referencia, si bien decidiríamos sobre la marcha si completábamos el itinerario circular o volvíamos sobre nuestros pasos una vez vista la cascada (con una longitud similar), que fue lo que hicimos finalmente por los motivos que contaré después. Nuestra ruta definitiva quedó del modo siguiente, según mi copia local de wikilock:
Longitud: 8,38 kilómetros
Duración: 3 horas y 58 minutos (incluyendo tiempo para bocata y fotos)
Altitud mínima, 868 metros; altitud máxima, 1.070 metros.
Grado de dificultad: con buen tiempo, no presenta problemas, si bien algunos tramos tienen bastante desnivel y, ya cerca de la cascada, el terreno es quebrado e irregular, y puede estar resbaladizo si ha llovido. En todo caso, hay que ir con precaución, pues no hay protecciones y existen caídas al vacío de bastantes metros. En fin, sentido común.
Duración: 3 horas y 58 minutos (incluyendo tiempo para bocata y fotos)
Altitud mínima, 868 metros; altitud máxima, 1.070 metros.
Grado de dificultad: con buen tiempo, no presenta problemas, si bien algunos tramos tienen bastante desnivel y, ya cerca de la cascada, el terreno es quebrado e irregular, y puede estar resbaladizo si ha llovido. En todo caso, hay que ir con precaución, pues no hay protecciones y existen caídas al vacío de bastantes metros. En fin, sentido común.


Roblelacasa es una pedanía de Campillo de Ranas que cuenta con un censo de 22 habitantes, aunque seguramente serán más en verano porque se están rehabilitando algunas de sus casas, que presentan la tradicional arquitectura negra de la zona, con la pizarra como principal elemento de construcción. La iglesia tiene buen aspecto por fuera, aunque está derruida por dentro.




Siguiendo los indicadores (marcas amarilla y blanca) hacia las Pozas del Aljibe, comenzamos la ruta atravesando alguna de las calles del pueblo, donde se anuncia la venta de miel y la existencia de un bar, que, en esta época del año, solo debe abrir los fines de semana. Al salir del caserío, al cabo de unos pocos minutos y tras superar una fuente, contemplamos una estampa panorámica muy bonita de la población, enmarcada por un campo sumamente verde, alfombrado por infinitas flores, entre las que dominaba el blanco con corazón amarillo de las jaras. Enseguida nos dimos cuenta de que el paisaje iba a lucir espléndido.




Continuamos por un fácil sendero que picaba un pelín hacia arriba, vislumbrando un precioso panorama, en el que nos pareció vislumbrar a lo lejos, el Pico Ocejón. Las flores se multiplicaron infinitamente, en una amalgama espectacular de tonos violetas, amarillos y blancos. Nos acordamos de nuestra excursión a Jaén y Almadén de unos días antes, cuando también nos encontramos con esta fantástica explosión natural. Simplemente por contemplar este colorido ya merece la pena el desplazamiento y, sobre todo, hacer la caminata en esta época del año.



Lo cierto es que me resultaba difícil avanzar a un ritmo estable porque no paraba de localizar escenarios para hacer fotos. Poco a poco, el terreno empezó a picar hacia abajo, hasta convertirse en una cuesta muy acusada, si bien el sendero no tenía ninguna complicación, pues era muy amplio, casi una pista. Nos encontramos entonces con el grupo de jubilados que volvía de su excursión y por sus caras nos dimos cuenta de que lo que estábamos bajando luego tendríamos que subirlo y costaría un poquito más. Y es que en algunos puntos el desnivel era realmente fuerte, aunque no se aprecie en las fotos.


Finalizando la bajada, vislumbramos las aguas del río Jarama y el puente de Matallana, mientras la pista se convertía en sendero. Llegamos a un cruce que señalaba a derecha el camino hacia Matallana y hacia la izquierda, las Pozas del Aljibe. No obstante, decidimos ir previamente hacia la derecha para ver el puente y las vistas desde allí, que eran muy bonitas.




Después, retrocedimos para recuperar el estrecho sendero hacia las Pozas, que ofrece muy buenas panorámicas. El terreno es rocoso y afilado en tramos, pero sin peligro al estar seco. Según nos aproximábamos a nuestro destino, la senda también se acercaba al vacío y había que ir con más cuidado. Desde lejos, divisamos el mirador desde el que se tiene la mejor perspectiva de las cascadas y hacia donde conduce la ruta.




A partir de ese punto, empezamos a ver carteles advirtiendo de la peligrosidad de acercarse demasiado al acantilado, ya que hay una altura muy considerable y no existen protecciones. En fin, sentido común, de nuevo. Cruzamos un puente, que debe haberse reconstruido no hace mucho, ya que he leído a senderistas decir que lo tiró una crecida y habían tenido que meterse en el agua. Poco después, llegamos al mirador, que está muy protegido, tanto que es difícil contemplar las mejores vistas de la cascada doble desde allí. Así que hay que apañárselas cada uno como pueda por los lados y en las proximidades, sin arriesgar en absoluto, por supuesto, aunque alguna foto haga creer lo contrario.


Trasteando un poco, conseguimos algunas panorámicas estupendas, si bien siempre en altura, pues no localizamos ningún camino (razonable) que llevase a verlas desde el propio río, aunque tampoco hace falta, pues no creo que la vista aportase mucha mejora.

Las Pozas lucían estupendas, con bastante agua, permitiendo la vista espectacular del agua cayendo de una a otra y de la segunda al río. ¡Qué bonito!

Tras un rato de contemplación y fotos, tomamos nuestro bocata junto a la orilla del río. Luego, retrocedimos unos metros y bajamos con mucho cuidado por unas rocas (con el terreno seco no tienen peligro, pero si ha llovido pueden resbalar mucho) para contemplar las Pozas desde una perspectiva lateral. Naturalmente, solo llegamos hasta los puntos que consideramos seguros. Una foto no merece correr ningún riesgo.




Para entonces, ya habíamos decidido que no completaríamos la ruta circular, pues pasadas las Pozas no nos parecía que el camino hasta Roblelacasa por El Espinar nos aportase demasiado; además, el recuerdo de las vacas negras con aquellos cuernos puntiagudos (había que atravesar el prado donde pastaban), no me hacía ninguna gracia.

La vuelta fue un poco durilla por el sol, que ya picaba, y el fuerte desnivel de la pista, ahora hacia arriba, pero tenía la recompensa de ver de nuevo aquel campo verde con miles de flores.





En definitiva, una ruta muy recomendable, aunque hay que escoger bien el momento de hacerla, evitando el invierno y, sobre todo, el verano, cuando aprietan el calor y el sol, pues no hay muchas sombras, aparte de que las cascadas sin agua pierden gran parte de su atractivo.

