Terminaba nuestra estancia en Tailandia, y como nuestro vuelo a Melbourne no era hasta por la noche, teníamos una jornada para ver algo de Bangkok.
No soy muy fan del turismo de ciudades y lo que había visto de Bangkok en los desplazamientos en coche no había levantado mi entusiasmo. Echamos el vistazo en internet de qué ver en un día... etcétera y elegimos el Gran Palacio Real para emplear la mañana en él.
Empleamos casi una hora en taxi para llegar allí desde nuestro hotel y lo primero que nos encontramos fue una larga cola para la compra de las entradas.
El Gran Palacio Real es un complejo de edificios del siglo XIX, muy coloridos y con abundancia de dorados. Supongo que la mayoría de ellos habrán sido remodelados recientemente, porque lucen demasiado resplandecientes.

Aún cuando hay espacios muy amplios y grandes zonas ajardinadas, la multitud era tal, especialmente para el acceso al interior de los edificios, que el ambiente llegaba a ser agobiante. De tal manera, que decidimos pasear por el exterior y prescindir de las visitas interiores.

El Gran Palacio Real fue residencia del rey de Tailandia hasta mediados del siglo XX, hoy día sólo algunas ceremonias reales se siguen celebrando aquí.

Recorrimos los edificios más emblemáticos, siempre buscando las esquinas menos concurridas y después determinamos ver algo más de los alrededores antes de comer.

Fuera ya del Gran Palacio, nos buscamos el típico tuctuc para que nos diera un paseo y nos enseñara algo de la ciudad.
Nos llevó a a ver el templo de mármol Wat Benchambapohit y el Wat Intharawihan, con el Buda Dorado de Pie de más de 30 metros de altura, todo ello intermediado entre las paradas no solicitadas en una tienda de artículos de piel, otra telas y trajes de chaqueta y otra que ya no se produjo porque amenazamos con no pagar el viaje si persistía en lo mismo.

Finalmente, conseguimos que nos llevara, malhumorado, a un restaurante a una zona tranquila. En esto, se comportó y comimos bastante bien (sí, arroz que tengo que aclarar a estas alturas que me gusta mucho y puedo repetir y repetir sin cansarme).
Teníamos cinco horas para nuestro vuelo, así que nos pusimos a buscar un taxi para volver al hotel, recoger las maletas y marcharnos al aeropuerto.
Conseguir un taxi nos tomó más de tres cuartos de hora y fuimos directos a un atasco monumental. En el navegador de mi móvil veía el itinerario hasta el hotel todo en rojo.
Empezó a pasar el tiempo y por más atajos que probaba el taxista para salir del embotellamiento, parecía que cada vez nos alejábamos más del hotel.
Empleamos unas dos horas en llegar y, por señas, pues el taxista sólo hablaba tailandés, le dijimos que nos esperara. Recogimos las maletas a toda prisa y de vuelta al atasco, hasta que en un giro milagroso se incorporó a la Bang Na Expressway, la autopista volante, que nos alejó de todo aquel caos y nos puso en el inicio de la segunda etapa de nuestro viaje, en el sur de Australia .
Os invito a conocer mucho más de este viaje y otros míos yendo al siguiente enlace:
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