Con toda la pena del mundo dejamos San Gimignano. Repito, no hay que dejar de ver este pueblecito y pasear por sus calles.

Salimos en dirección a Pienza donde teníamos reservado un apartamento para tres noches. Aprovechando que era temprano paramos a ver la población de Monteriggioni. Se ve en dos patadas. Está amurallado, y es pequeño y mono. Es parada obligatoria dado que pasas por la puerta sin tenerte que desviar mucho en dirección a Siena.
Llegamos a Siena a media mañana. El aparcamiento en Italia es un problema, así que tomamos la decisión de que no podíamos perder tiempo buscando aparcamiento y optamos por estacionar el coche en el Parcheggio Santa Caterina. Así que pusimos el GPS y nos llevó directamente allí. Este parking está a 50 metros de unas escaleras mecánicas que te suben a la zona céntrica de Siena, ya que esta está al parecer en una especie de meseta. Son de pago, no recuerdo cuanto, pero no fue mucho. Sólo por evitar la subida valió la pena, y, además, te dejan en el mismo Duomo. Nada más por subir y verlas vale la pena pagar. Son kilométricas, sin ellas sería un verdadero suplicio llegar al centro de la ciudad. En fin, fueron para nosotros un atractivo más de la ciudad.

Dedicamos la mañana a visitar Siena, su Duomo (5€ por persona), la Piazza Campo, donde se celebran las famosas carreras de caballos, la Fiesta del Palio, que se celebra dos veces al año: el 2 de julio y el 16 de agosto. Todo ello muy ambientado y concurrido. También visitamos una sinagoga, más que nada por curiosidad, por supuesto de pago.



Seguramente Siena tiene muchas más cosas que ver, pero no era el sitio donde pensábamos pernoctar. Además, lo interesante lo acabábamos de ver y dado que se estaba haciendo la hora de comer nos dirigimos con el Google Maps, caminando, al restaurante que algún viajero había recomendado: la Antica Tratoria Papei, en la Piazza dei Mercato (junto a la Piazza dei Campo). Se trataba de una tratoria donde van a comer los lugareños. Nada de lucecitas ni adornos para atraer a los turistas, simplemente un restaurante con una terraza, que al ser invierno estaba cerrada con lonas transparentes. Pues estaba a tope. Pero tuvimos suerte y nos pusieron en una mesa para dos. Pedimos: antipasti toscano, vitello forno, verduras asadas y tiramisú. Creo que no supimos pedir porque sacaban unos platos más suculentos que los nuestros. La carne me decepcionó. Eso sí, pedimos agua, una cerveza y vino, y nos sacaron una botella de cerveza Peroni de 66 cl., que por lo visto se estila en Italia, y una botella entera de vino de la casa, de esas que no llevan etiqueta ni nada. Entre el agua, la cerveza y el vino, no sabíamos por dónde empezar. Fuimos comedidos en la bebida porque teníamos aún un buen trayecto hasta Pienza. Bueno, no fue un gran acierto, pero tampoco un gran fracaso. Fueron 62 €. Pagamos, dimos otro vistazo a la Piazza Dei Campo, tomamos un helado y nos dirigimos a por el coche al Parcheggio Santa Caterina. Estaba muy bien indicado, no había pérdida. Volvimos a bajar por esas escaleras mecánicas interminables hasta nuestro vehículo. Allí estaba, cargado de maletas y tranquilo
.
Serían las 16 horas cuando salimos en dirección a nuestro nuevo destino: Pienza. Dejamos la Toscana monumental de Duomos, grandes plazas y de gente por todas partes (Pisa, Siena) para dirigirnos a la Toscana profunda, a la que, para mí, es la verdaderamente bonita e interesante, donde te quedas encantado viendo su hermoso paisaje, con sus cipreses, sus lomas y sus pueblecitos encantadores (Pienza, San Quirico D’Orcia, Montalcino, entre otros).
La verdad que el viaje desde Siena a Piensa se nos hizo eterno: malas indicaciones, malas carreteras. Pero, poco a poco se llega. La verdad es que en ese aspecto los italianos lo tienen un poco descuidado.
Llegamos a Pienza sobre las 18 horas y nos dirigimos al apartamento, nos entregaron las llaves, dejamos la maleta (ya la desharíamos luego) y nos bajamos a tomar algo. No teníamos mucha hambre y también había sido un día agotador, por lo que decidimos dar una vuelta por el pueblo. Se estaba haciendo de noche y no había casi nadie por la calle, así que fuimos al apartamento a colocar la ropa en su sitio. El apartamento muy bien. Al final de este diario hablaré del hospedaje, que en general estuvo muy correcto.
Llegamos a Pienza sobre las 18 horas y nos dirigimos al apartamento, nos entregaron las llaves, dejamos la maleta (ya la desharíamos luego) y nos bajamos a tomar algo. No teníamos mucha hambre y también había sido un día agotador, por lo que decidimos dar una vuelta por el pueblo. Se estaba haciendo de noche y no había casi nadie por la calle, así que fuimos al apartamento a colocar la ropa en su sitio. El apartamento muy bien. Al final de este diario hablaré del hospedaje, que en general estuvo muy correcto.