Francesca, una chica joven de unos 30 años, es quien regenta la Locanda Pantanello, junto con sus padres que le echan una mano. Es una persona encantadora que se deshace en atenciones con sus huéspedes. Te explica todo lo que necesitas saber para la visita a Pitigliano, incluyendo mapa del pueblo y recomendaciones de aparcamiento. De ella y de la Locanda hay una reseña mía en Google.
Pues después de desayunar, cargamos el coche con las maletas, nos despedimos de Francesca y sus padres, y de los caballos que estaban en el prado, y después de babearme uno de ellos un buen rato, partimos hacia Pitigliano. Está a unos 3km de distancia. Como era primera hora de la mañana, encontramos aparcamiento con facilidad arriba. Dimos un paseo visitando las dos calles principales que lo atraviesan, entrando en alguna de las iglesias que estaban abiertas al público. También se puede visitar una antigua sinagoga del S. XVI. Pasaréis por la puerta, seguro. Es un bonito pueblo, en consonancia con el resto de pueblos de la Toscana.
Pues después de desayunar, cargamos el coche con las maletas, nos despedimos de Francesca y sus padres, y de los caballos que estaban en el prado, y después de babearme uno de ellos un buen rato, partimos hacia Pitigliano. Está a unos 3km de distancia. Como era primera hora de la mañana, encontramos aparcamiento con facilidad arriba. Dimos un paseo visitando las dos calles principales que lo atraviesan, entrando en alguna de las iglesias que estaban abiertas al público. También se puede visitar una antigua sinagoga del S. XVI. Pasaréis por la puerta, seguro. Es un bonito pueblo, en consonancia con el resto de pueblos de la Toscana.
De aquí nos dirigimos a Sovana, posiblemente el pueblo más pequeño de los tres, pero con mucho encanto. Se ve en nada. De ahí que hiciéramos una visita a su pequeña catedral de Santa María Maggiore y cripta, previo pago de la entrada. Aquí nace Ildebrando Bonizone en el año 1020, que muchos años después, el 22 de abril de 1073 será aclamado nuevo Papa y entronado en San Pietro in Vincoli de Roma con el nombre de Gregorio VII. Como hacía un día bonito nos sentamos en una terraza de una cafetería que hay en la calle principal a tomar un espléndido café, cómo no.
Como aún no era la hora de comer, decidimos continuar nuestro recorrido en dirección a nuestro nuevo destino, Cortona. Después de que el GPS nos mareara un poco, salimos por fin a la SP 74 en dirección a Orvieto, buscando la autopista A1 que pasa cerca de Cortona, no sin antes parar a comer en algún sitio. Después de pasar por varios pueblos, y como se estaba haciendo tarde, nos dijimos que en el siguiente pueblo parábamos. Este pueblo era Castello Giorgio, perteneciente ya a la provincia del Lazio. Vimos un cartel que ponía restaurante La Barracca, y allí que paramos, para bien o para mal. No podíamos esperar más, era bastante tarde. Teníamos todo el aparcamiento para nosotros.
Creo recordar que, para acceder al restaurante, subimos unos pocos escalones. Nos quedamos parados en la puerta del restaurante y fijé la mirada al frente. Lo que vi fue una cocina llena de cacerolas y utensilios de cocina y un señor de unos 50 años con un gorro de esos de cocinero al estilo italiano que miden, al menos, medio metro, y dijimos: Aquí. Este es el sitio. Había poca gente, pero del lugar. Tienen un menú a elegir entre varios entrantes, primeros, segundos, postres, a un precio muy razonable (46’50 € dos personas), y comimos: pasta fresca al tartufo (trufa), pastel de verduras, una ensalada di Mare, tiramisú, vino, agua, pan y café. Todo estaba buenísimo. No escatimaron con la trufa y sabía a eso, a trufa. No he comido ni comeré nada igual. El tiramisú una obra de arte. Este restaurante no es ruta de paso para el turista, pero si pasáis no dudéis caer por aquí. Están en Google. También hay reseña nuestra. Y acabo de hablar de este sitio, porque me pasaría horas.
No sé si fue ya el cansancio de tantos días de viaje, si fue el agobio por no poder encontrar la SP 74, la edad o qué, pero la llegada a Cortona fue todo un suplicio.
[align=justify]Cortona es una ciudad ya de dimensiones considerables que se encuentra en lo alto de una colina, montaña o como queráis llamarlo. Abajo se encuentra la ciudad “nueva” con sus servicios y demás. El peligro es llegar a la cima y no encontrar aparcamiento porque el trazado laberíntico de la población es para morirse. Los aparcamientos, de pago claro está, se encuentran a bastante distancia del casco antiguo, por lo que hay que subir por unas escaleras mecánicas, eso si tienes suerte de tenerlas cerca del aparcamiento. Así pues, decidimos dejar la maleta en el coche, buscar el alojamiento y después bajar al coche a buscar la maleta: imposible. Después de dar vueltas por Cortona encontramos el alojamiento, Apartamento Ginevra Suite. Y aquí empieza la segunda parte de la odisea de hoy en Cortona. Parecía una aventura gráfica, la llave había que buscarla en un sitio, la subida al apartamento había que descubrirla, ascensor, que sin exagerar era como un sarcófago, agobiante, por lo que decidimos subir por las escaleras al apartamento, y como no, una verja nos impedía el acceso, por lo que dedujimos que habría que subir por el ascensor para acceder al mismo. Y así fue. Subí yo solo, porque no cabíamos mi mujer y yo, y más que nada por no nos quedáramos atascados en ese “ataúd” que hacia las veces de ascensor. Una vez llego al piso en cuestión, compruebo que la llave abre el apartamento, bajo unos peldaños donde se encuentra la verja a la que antes he aludido y donde me esperaba mi mujer casi llorando. Con una de las llaves del apartamento abrí la cancela y pudo pasar. Lo que pasamos no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
Creo recordar que, para acceder al restaurante, subimos unos pocos escalones. Nos quedamos parados en la puerta del restaurante y fijé la mirada al frente. Lo que vi fue una cocina llena de cacerolas y utensilios de cocina y un señor de unos 50 años con un gorro de esos de cocinero al estilo italiano que miden, al menos, medio metro, y dijimos: Aquí. Este es el sitio. Había poca gente, pero del lugar. Tienen un menú a elegir entre varios entrantes, primeros, segundos, postres, a un precio muy razonable (46’50 € dos personas), y comimos: pasta fresca al tartufo (trufa), pastel de verduras, una ensalada di Mare, tiramisú, vino, agua, pan y café. Todo estaba buenísimo. No escatimaron con la trufa y sabía a eso, a trufa. No he comido ni comeré nada igual. El tiramisú una obra de arte. Este restaurante no es ruta de paso para el turista, pero si pasáis no dudéis caer por aquí. Están en Google. También hay reseña nuestra. Y acabo de hablar de este sitio, porque me pasaría horas.
No sé si fue ya el cansancio de tantos días de viaje, si fue el agobio por no poder encontrar la SP 74, la edad o qué, pero la llegada a Cortona fue todo un suplicio.
[align=justify]Cortona es una ciudad ya de dimensiones considerables que se encuentra en lo alto de una colina, montaña o como queráis llamarlo. Abajo se encuentra la ciudad “nueva” con sus servicios y demás. El peligro es llegar a la cima y no encontrar aparcamiento porque el trazado laberíntico de la población es para morirse. Los aparcamientos, de pago claro está, se encuentran a bastante distancia del casco antiguo, por lo que hay que subir por unas escaleras mecánicas, eso si tienes suerte de tenerlas cerca del aparcamiento. Así pues, decidimos dejar la maleta en el coche, buscar el alojamiento y después bajar al coche a buscar la maleta: imposible. Después de dar vueltas por Cortona encontramos el alojamiento, Apartamento Ginevra Suite. Y aquí empieza la segunda parte de la odisea de hoy en Cortona. Parecía una aventura gráfica, la llave había que buscarla en un sitio, la subida al apartamento había que descubrirla, ascensor, que sin exagerar era como un sarcófago, agobiante, por lo que decidimos subir por las escaleras al apartamento, y como no, una verja nos impedía el acceso, por lo que dedujimos que habría que subir por el ascensor para acceder al mismo. Y así fue. Subí yo solo, porque no cabíamos mi mujer y yo, y más que nada por no nos quedáramos atascados en ese “ataúd” que hacia las veces de ascensor. Una vez llego al piso en cuestión, compruebo que la llave abre el apartamento, bajo unos peldaños donde se encuentra la verja a la que antes he aludido y donde me esperaba mi mujer casi llorando. Con una de las llaves del apartamento abrí la cancela y pudo pasar. Lo que pasamos no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
Fijaos como estábamos de estresados, que decidimos no bajar al coche a por la maleta porque hubiera constituido la tercera parte de la odiosea. En fin, lo cuento para que lo tengáis en cuenta. El apartamento no estaba mal pero no era para tirar cohetes. Así que esa noche dormimos como pudimos y menos mal que llevábamos en neceser del aseo que nos salvó al día siguiente.
Y, por último, por no cansar, se me ocurrió poner una reseña en Google sobre lo ocurrido, pero nada, dos renglones, y la propietaria nos llamó amenazándonos de denunciarnos a la policía. En fin, toda una aventura en Cortona. Nos arreglamos un poco, nos miramos mi mujer y yo, y nos dijimos: vamos a tomarnos unos vinos a ver si podemos arreglar esto. En mi opinión, creo que fue un error parar en Cortona ya que no nos supo a nada esta población. Tomamos algo en una amplia plaza y nos fuimos a dormir, y como ya conocíamos el camino, llegamos al apartamento sin más aventuras. Un desastre.
Y, por último, por no cansar, se me ocurrió poner una reseña en Google sobre lo ocurrido, pero nada, dos renglones, y la propietaria nos llamó amenazándonos de denunciarnos a la policía. En fin, toda una aventura en Cortona. Nos arreglamos un poco, nos miramos mi mujer y yo, y nos dijimos: vamos a tomarnos unos vinos a ver si podemos arreglar esto. En mi opinión, creo que fue un error parar en Cortona ya que no nos supo a nada esta población. Tomamos algo en una amplia plaza y nos fuimos a dormir, y como ya conocíamos el camino, llegamos al apartamento sin más aventuras. Un desastre.