Este día era libre para que cada cual hiciese lo que le apeteciera en Chiang Mai y alrededores hasta el traslado al aeropuerto para coger el vuelo que nos llevaría a Bangkok, donde nos alojaríamos esa noche.


Los santuarios de elefantes.
Entre las opciones posibles, estaba acudir a un santuario de elefantes para realizar las actividades típicas en estos lugares: darles de comer, pasear con ellos, bañarlos, etc. En fin, otro de los asuntos controvertidos del turismo en Tailandia. Además, mientras estaba escribiendo este diario, llegó la noticia de que una joven turista española había muerto por una mala caída tras un golpe que le propinó una elefanta mientras la estaba bañando.
Ya desde antes de emprender el viaje, había decidido no ir a ningún santuario de elefantes, sobre todo cuando supe a qué van allí los turistas, aparte de hacerse fotos con los animales, claro está, posiblemente su propósito principal, no nos vamos a engañar. Y es que, sinceramente, lo de dar de comer y bañar o bañarse con un elefante me parece algo absurdo, pues no creo que estos paquidermos necesiten ayuda para hacer ninguna de esas cosas, y puede que tampoco les apetezcan justo en el momento en que aparezca el turista. Si se hubiese tratado de verlos en su hábitat natural, tipo safari, mi opinión quizás habría sido diferente. De todas formas, me gustaría compartir las explicaciones que nos dieron acerca de esos llamados “santuarios”, que han proliferado mucho en los últimos tiempos. El primer razonamiento es que todos esos animales fueron domesticados hace decenios, algunos no han conocido otra vida; por lo tanto, ninguno fue capturado ni sacado de su vida natural para integrarlo en uno de esos santuarios. Luego, nos comentaron las diferencias esenciales que hay entre los elefantes africanos y los asiáticos, algo que la mayoría conocemos. Los africanos son más grandes, tienen colmillos tanto las hembras como los machos, son más agresivos y, por lo tanto, resulta prácticamente imposible domesticarlos. Los asiáticos son más pequeños, la hembra no tiene colmillos, su comportamiento es más tranquilo y se pueden domesticar. De hecho, en el Sudeste Asiático lo han hecho durante más de dos mil años, bien para utilizarlos como armas de guerra o como fuerza de trabajo, en la agricultura, para el transporte y en la industria maderera. En 1998, fue prohibida la tala en el país y todos esos animales quedaron sin utilidad, a expensas de sus cuidadores, que debían mantenerlos, lo que no resulta fácil ni barato debido a la gran cantidad de comida que necesitan ingerir diariamente. Devolverlos a la vida salvaje tampoco era una opción, ya que un animal domesticado no podría sobrevivir por sí mismo. Entonces surgió la idea de sacar fondos utilizándolos como atracción turística en los llamados santuarios, donde los elefantes domesticados podrían subsistir hasta la vejez; un elefante en cautividad puede vivir hasta veinte años más que uno salvaje. Pero, claro está, las actividades de los animales pueden diferir mucho de unos lugares a otros, provocando también su explotación en algunos casos. Paradójicamente, en sus páginas web, algunos santuarios se promocionan proclamándose a sí mismos los verdaderos defensores de los elefantes en contraste con otros (la competencia) que los desatienden y maltratan. En fin, la polémica está servida. Cada cual tiene su opinión y las hay para todos los gustos.
Otra opción era acudir a los centros comerciales, uno de los más populares es "Maya", aunque están lejos de los más lujosos y llamativos de Bangkok.

Recorriendo Chiang Mai.
Nosotras, por nuestra parte, en vez de "ir de compras", escogimos "ir de templos"
. Así que esa mañana, mi amiga y yo nos levantamos muy temprano y pedimos al hotel que nos pidiera un taxi (nos cobró 150 tahbs, la tarifa general entre la zona amurallada y el exterior), ya que teníamos reservado un free tour en español que empezaba a las ocho en Wat Phra Sigh. Lo cogimos online desde España con Civitatis, operado por Mi guía en Tailandia. Se visitaban tres templos: Wat Phra Sin, Wat Chedi Luang y Wat Phan Tao. Una vez allí, nos juntamos unas diez o doce personas, casi todas españolas. El guía empezó a contar muchas cosas de la vida en Tailandia, de su idioma, de su gente… Vamos, una charla preliminar que no dudo fuese interesante para quienes acabasen de llegar al país, pero que a mí me empezó a resultar algo tediosa, pues repetía lo que nuestra guía local llevaba contándonos durante más de una semana. Así que como era mi última mañana en Chiang Mai y quería ver bastantes cosas, decidí dejar el tour y continuar por mi cuenta, pues así me cundiría más. Por su parte, mi amiga, prefirió quedarse y seguir las explicaciones del guía del tour, si bien un poco a su aire. Al final, me comentó que quedó contenta. Lo cierto es que los tres templos son de los mejores en el interior del recinto amurallado.



De modo que, consultando unos apuntes que llevaba escritos y tirando de Google Maps, me dediqué a visitar varios templos en Chiang Mai, al tiempo que iba recorriendo buena parte del casco histórico de la ciudad.
Los templos de Chiang Mai.
En Chiang Mai, hay más de 300 templos, así que te los vas encontrando por todas partes, sobre todo en la zona amurallada, donde están algunos de los más interesantes. Visité varios, unos muy conocidos y otros de los que nadie habla pero que me llamaron la atención por lo que fuese. Curiosamente, los “anónimos” eran gratuitos, mientras que en los “famosos” había que pagar una entrada, entre 50 y 100 bahts. A continuación, haré una recopilación de los que visité por dentro con una calificación totalmente personal.

Wat Phra Sigh (imprescindible).
Se encuentra dentro del recinto amurallado y es uno de los templos más importantes de Chiang Mai. Lo fundó el rey Phayu en 1345 para depositar las cenizas de su padre; posteriormente se le fueron añadiendo edificios y estructuras. Desde 1935, goza de la categoría de templo real.




El complejo es grande y muy bonito. Cuenta dos viharn, una estupa dorada preciosa, un usubot, un monasterio y una escuela, así que resulta fácil cruzarse con monjes, novicios y estudiantes. Se trata de un bello ejemplo de la arquitectura Lanna con influencias birmanas, destacando sus tejados múltiples, las elaboradas tallas en madera y las pinturas murales.




El viharn Lai Kham alberga la imagen de Phra Buddha Sihing, un Buda muy venerado por gran cantidad de fieles. Hecho de una aleación de oro y cobre, se cree que procede de Sri Lanka y podría tener más de 700 años, aunque no está demostrado que sea la escultura original.

Siguiendo por la calle Rachadamnoen, que sale frente a Wat Phra Sigh, vi otros dos templos, uno en cada acera. Y entré a echar una ojeada.
Wat Tung Yu.
Además de ser un templo muy bonito, es un poco diferente, ya que un voluntario se ofrece a resolver cualquier duda que tengas sobre el lugar o sobre el budismo en sí. También hay un espacio destinado a la meditación, donde todo el mundo es bien recibido.

Wat Si Koet.
Está casi enfrente del anterior. Según he leído, ofrecen masajes muy económicos. Pero no puedo opinar, ya que solo di una vuelta alrededor y entré a ver su interior.



De camino hacia el siguiente templo, pasé por la plaza donde se halla el Monumento de los Tres Reyes, dedicado a Mengrai, Rankamhaeng y Ngam Muang, los supuestos fundadores de la ciudad. Alló, oí a una señora llamándome a gritos mientras corría hacia mí: me traía la camisa que yo utilizaba para cubrirme los brazos en los templos y que se me había caído al suelo. Son muy amables.

Wat Chiang Man, el templo más antiguo de Chiang Mal (muy interesante).
Situado al norte, en uno de los extremos del recinto amurallado, es el templo más antiguo de Chiang Mai, ya que fue fundado por el rey Mangrai en 1296. Las dos salas de oración del templo cuentan con una decoración muy vistosa, aunque el color rojo de la primera resulta un poco estridente.



En el viharn principal, se conservan dos pequeñas pero muy veneradas imágenes de Buda, una de mármol y otra de cristal, a las que los fieles les confieren propiedades milagrosas. Están rodeadas de otras esculturas, las paredes cuentan con coloridas pinturas que reflejan escenas de la vida de Buda y las contraventanas tienen grabados muy bonitos. Es gratuito.



Su arquitectura es una mezcla de los estilos Lanna y Sri Lanka. Sobre todo, me gustó mucho la estupa, apoyada sobre una base sostenida por esculturas de multitud de elefantes y con la parte superior dorada.


Pese a su importancia, me pareció un templo muy tranquilo, al que acude poca gente. El entorno es también muy agradable. Durante un buen rato estuve sola allí. Bueno, sola en cuanto a extranjeros, pues en una de las entradas al templo se ha instalado un parking de pago al que acudían los lugareños.


Wat Lok Moli (muy interesante).
Para ver este templo que llevaba apuntado en mis notas, tuve que salir del recinto amurallado, cruzar la avenida que está frente al canal y dirigirme al lado opuesto de Wat Chiang Man, a unos cuatrocientos metros de la puerta de Chang Phuak. También es muy antiguo, pues data del siglo XIV, aunque ha sufrido numerosas modificaciones y restauraciones. En la puerta, hay dos guerreros de colores rojo y verde.


Ya en el recinto, la entrada está protegida por las figuras de dos elefantes que conducen a una escalera flanqueada por sendas nagas. Una vez dentro, se puede ver que el techo, las columnas y las paredes están muy ornamentados. Es gratuito.



A su alrededor, en el mismo complejo, hay otros edificios más modernos pero también muy chulos, con numerosas estatuas de dioses, diosas y criaturas mitológicas. En la parte posterior, hay un viejo chedi que en su momento fue uno de los más altos de Chiang Mai. Está rodeado por varias figuras de Buda y alberga las cenizas de varios reyes de la dinastía Mengrai. En la parte posterior del templo, un monje se afanaba en la limpieza de la escalera.



Al salir, divisé en la acera de enfrente, pegados a la muralla, otros dos templos que me llamaron la atención. Para llegar, tuve que cruzar la avenida por una pasarela muy resultona sobre el canal.
