El segundo día, y a pesar de haber salido la noche anterior, nos levantamos temprano para poder aprovechar el día antes de que anocheciera (a las 4 de la tarde ya es noche cerrada). Lo primero que hicimos después de desayunar una salchicha típica en el mercadillo de Navidad (hay que empezar el día con energía) fue dirigirnos a la oficina de turismo donde un chico muy amable nos explicó en perfecto español los principales lugares para visitar.
Nos apetecía mucho dar un paseo en barco por los canales pero no operan en invierno. Lo mismo pasó con el jardín japonés, que en diciembre estaba cerrado. Al final decidimos visitar el cementerio judío. Como no se encuentra en el centro de la ciudad cogimos un tranvía, seguramente de la época comunista, y del que nos llamó mucho la atención su mecanismo para picar los billetes (Unos 0.30€ cada uno). Llama mucho la atención encontrarse con un Zara o un McDonalds al lado de un edificio comunista en ruinas.
La parada del cementerio es la misma que la de la Universidad lo que dio lugar a un gracioso malentendido. Preguntamos a una chica que pasaba por allí y nos indicó cómo ir al cementerio. Su inglés no era muy bueno y acabamos dentro del campus universitario. Inocentes de nosotros, seguimos buscando por ahí el cementerio pensando en lo raro que sería tener un camposanto a los pies de nuestra facultad… Finalmente volvimos a preguntar y nos dieron las señas correctas. El cementerio, como era lógico, no se encontraba dentro del campus sino al lado. Pagamos los 4 zloty que costaba la entrada a un chico que no hablaba nada de inglés y entramos.
Personalmente, fue el lugar que más me gustó de toda la visita. El cementerio judío de Wroclaw fue inaugurado en 1854 y fue uno de los pocos que aguantó a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En él se encuentran las tumbas de importantes judíos de diferentes ámbitos. Su estado descuidado y medio ruinoso le proporciona un encanto que me fascinó. Las tumbas tenían muchas piedrecitas puestas por encima y es que dice la tradición que si colocas una piedra sobre una tumba judía y pides un deseo, éste se cumplirá.
Después de la visita al cementerio fuimos a comer a un típico restaurante, más bien cantina, polaco de autoservicio al peso. Cada 100 gramos hay que pagar 2 zloty y está lleno de comida típica polaca. A mí personalmente no me gustó nada, tenía un sabor muy extraño con regustillo a comida de hospital pero a mis amigos les encantó.
Tras la pausa para comer y ya oscureciendo, fuimos a visitar el edificio principal de la Universidad, construido en 1811 y con una preciosa fachada barroca.
Después visitamos la iglesia de Santa María de la Arena que tiene la capilla que más me ha impresionado nunca. Se llama la capilla de los ciegos y de los sordomudos y en ella se da una misa especial dirigida a estos dos colectivos donde las biblias son en braille y las imágenes del calvario troqueladas. Pero lo realmente impactante es el enorme belén construido con todo tipo de artilugios (figuritas de huevos kinder incluidas) que el sacerdote de dicha capilla, también sordomudo, lleva haciendo desde hace más de 40 años. Las cuatro paredes de la capilla están repletas del suelo al techo de autómatas que el buen hombre va poniendo en funcionamiento al ritmo al que los sorprendidos visitantes abren la boca. Todo esto junto con los villancicos que suenan de fondo confiere a la capilla de un ambiente mágico que ni el más antinavideño podrá negar.
Dejamos la Isla de la Arena atravesando el puente de la catedral para llegar a la misma. Es el puente más antiguo de la ciudad y como curiosidad, está lleno de candados fruto del libro “A tres metros sobre el cielo” del italiano Federico Moccia. Una vez atravesado el puente llegamos a la catedral de San Juan Bautista, construida en el siglo XIII. El edificio neoclásico que tiene al lado es el Palacio Arzobispal donde actualmente se aloja el instituto papal de Teología. Como veis, en Wroclaw lo que sobra son iglesias, más de 100 tiene la ciudad que apenas llega a 650.000 habitantes.
Cansados de andar bajo la lluvia y el frío hicimos un descanso en una cafetería con mucho encanto donde tomamos unos deliciosos chocolates que nos hicieron entrar en calor. Será por el hecho de que estén todas tan escondidas pero me encantan. Uno se siente totalmente guarecido del frío. Además, suelen estar todas decoradas de una manera original y exquisita.
Después del descanso seguimos paseando por la ciudad hasta que llegó la hora de cenar. Fuimos a un italiano, yo me negaba a comer más comida polaca, que, si lo hubiéramos visto sin haber leído la carta, pensaríamos que de 30€ por persona no bajaba el precio debido a su apariencia lujosa y su comida de calidad pero, Polonia es así, sólo pagamos 6€ por una deliciosa cena y un servicio impecable.
Tras la cena fuimos a tomar unas copas a un local que una vez más me llamó la atención por su bonita decoración. Será que todos los polacos llevan dentro a un diseñador de interiores. Como dato curioso, los jóvenes polacos gritaron con igual efusividad cuando pincharon “Thriller” del difunto Mickael Jackson que cuando sonó nuestro internacional “Macarena”.