Viernes 18 de julio
Desayunamos en el hotel con tranquilidad unas tostadas con huevo y jamón (traído de España); y café. El supermercado era más o menos como en España en lo relativo a huevos, pan, leche… pero la fruta, la verdura y la carne eran mucho más caras.
Para el primer día habíamos planificado biblioteca nacional a primera hora y free tour a las 11. Una hora antes del free tour nos escribió el guía que se había cancelado, pero que había otro a las 10:30; así que nos tocó renunciar a ver la biblioteca.
Así que a las 10:30 estábamos en la plaza del senado, que por desgracia estaba en obras. Contruida en el siglo XVIII, conserva las marcas de una antigua iglesia que fue derruida en tiempos. En la propia plaza está el museo de la ciudad de Helsinki, gratuito, que recomiendo.
La guía nos llevó a dar un paseo por las zonas más importantes de la ciudad y nos explicó varias particularidades de la cultura finesa, incluyendo la cultura de la sauna. También nos llevó al interior de una de las agencias de comunicación, donde se podía escuchar qué estaba sonando en la radio en ese momento. Terminamos en la plaza Kansalaitori, una plaza desde donde se ve el parlamento finés. Tenían una exposición de un fotógrafo español, así que estuvimos viéndola un rato y luego curioseamos la biblioteca, incluyendo su impresionante terraza.
La guía nos recomendó comer allí, ya que al mediodía valía unos 15 euros un menú de buffet. Sin embargo, preferimos ir al alojamiento a comer para poder descansar.
A la tarde pusimos de nuevo rumbo a Kauppatori. De camino, nos paramos un rato en el concierto que había en esplanandi. A esas horas (4 y media de la tarde) la ciudad estaba en pleno apogeo y llena de vida (que para Helsinki es que se veían algunas personas en la calle).
Esta tarde habíamos planificado coger un ferry público a la joya de la corona de nuestro viaje a Helsinki:
Suolemina
Suomenlinna (en finés), o Sveaborg (en sueco), es una fortaleza construida sobre seis islas, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Recomiendo mucho la visita, es totalmente gratuito acceder, tiene un montón de fortificaciones y cañones y una vista a la naturaleza espectacular.
En la propia “estación” del puerto compramos en una máquina un billete de día, que permite desplazarte por todo el transporte público de Helsinki durante 24 horas por 10 euros. Pensad que cada billete individual cuesta 3,20 para la zona AB, así que te toca echar cuentas.
El ferry a Suolemina es muy fácil de coger. Hay unas filas con un semáforo y unas barreras. Cuando llega el barco y baja toda el mundo, la luz del semáforo se ilumina. Simplemente, llegado ese momento pasas la barrera y accedes. No necesitas fichar el billete ni nada, simplemente se abre el control y punto. El Helsinki son muy confiados y no hay a penas delincuencia, por lo que no controlan los accesos como en España.
El Ferry entra dentro del transporte público, pasa cada 15/20 minutos y dura 15 minutos aproximadamente. Es un paseo muy agradable que permite ver algunas islas de Helsinki a su paso. Hay parte cubierta y parte exterior. En la parte exterior hay asientos y bancos.

Una vez llegamos a Suolemina nos impresionó mucho. Es completamente gratuita. Dispone de un centro de visitantes en el que hay una exposición sobre lo que puedes ver en la isla así como información en inglés. Además, hacen visitas guiadas, de las que te informan en el propio centro. Nosotros íbamos un poco a la aventura y a explorar las islas, pero es muy buena opción para conocer su historia.
En la isla hay de todo: algunas cafeterías, kioskos en los que venden bebidas y helados e incluso un super mercado.
Decidimos hacer un recorrido para ver lo más importante, así que pasamos por el arco del centro de visitantes y nos dirigimos hacia la iglesia luterana, de acceso gratutito. Nada más llegar ya se veían casas de madera idílicas.

Seguimos el camino por unos edificios de ladrillo hasta llegar a un puente que conectaba la isla en la que está el puerto con la parte en la que está el fuerte. El fuerte es bastante extenso, tiene una infinidad de túneles a los que puede accederse y recomiendo perderse y explorar. Además, visitamos el Sepulcro de Augustin Ehrensvärd.
Disfrutamos mucho de la vista en general. Estaba todo plagado de casitas de madera de colores y hacía muy buena tarde, por lo que era todo idílico: una isla finlandesa en medio de la naturaleza.

Luego, visitamos el submarino vesikko, que cuesta unos 8 euros. Si no os interesa mucho este tema, yo me los ahorraría, aunque es cierto que si vais con niños es un poco más barato y una visita interesante.
Después atravesamos el café Piper, también idílico, y seguimos hasta Sveaborgs badstrand. Como hacía calor, había mucha gente (aunque para nada agobiante) sentados en las rocas, nadando y disfrutando de la tarde. Nos sentamos en unas rocas a beber cerveza y contemplar la inmensidad del mar báltico. Si sale un día bueno que sepáis que allí os podéis bañar, aunque el báltico tiene fama de que está muy muy frío. Hay baños públicos y papeleras. Incluso fuente de agua potable.

Cuando nuestros niveles de cortisol estuvieron al mínimo, continuamos explorando hacia Gyllenborg Bastion, una parte llena de búnkeres y cañones que justo al lado del mar.
Ya después de la caminata, volvimos al puerto a coger el ferry de regreso con mucha pena.
De vuelta en Helsinki fuimos directamente a cenar. San Google nos indicó que en el centro comercial de Kamppi había varios restaurantes. Toda la zona centro de Helsinki tiene centros comerciales y túneles e incluso hay una calle con calefacción para combatir las bajas temperaturas del invierno, que llegan a -25C, por lo que los restaurantes de los centros comerciales son restaurantes al uso.
En internet tenía muy buenas críticas el Hoku, así que fuimos a ese. Dos platos de salmón teruyaki, 62 euros. De beber no pedimos nada más que el agua de cortesía. Las raciones eran super generosas y venía con varios acompañantes. Además, el sitio era muy agradable, en la última planta del centro comercial con una terraza acristalada. Puede que el mejor salmón que haya comido en mi vida. Lo recomiendo mucho.

Volvimos al alojamiento, que estaba muy cerca, y a las 23:30 volvimos a salir para ver el fenómeno de la “noche blanca”. Por su latitud, en Helsinki la mayoría de la “noche” es en fase crepuscular, por lo que a penas se oscurece el cielo. Es bastante curioso y mereció la “paliza”.