Val di Fassa. Canazei.
Como habíamos cambiado el itinerario, seguimos surcando Val di Fassa, pasamos de largo nuestro hotel de la jornada, en Mazzin, y llegamos a Canazei, el pueblo referencia de la zona en servicios, que cuenta unas casas para enmarcar, casi todas convertidas en alojamientos turísticos. De habernos alojado allí, creo que hubiese hecho un inventario fotográfico completo; pero no era el caso.




En una rotonda de Canazei, giramos a la izquierda para tomar la carretera SS48, que conduce al Passo Sella, en continuo ascenso y con múltiples “tornantes” (curvas cerradas), que están numeradas. Ahí comienza una ruta emblemática para ciclistas y moteros, quienes aparecen por todas partes, los unos sudando la gota gorda en el ascenso y los otros, adelantando a los coches a toda velocidad. Hay que conducir con mucho cuidado, tanto por la carretera como por el intenso tráfico de coches, autobuses, motos y bicicletas, si bien los amantes de la conducción confiesan que lo disfrutan de verdad. Y los copilotos, también, aunque tragando saliva de vez en cuando, no lo niego. Las vistas resultan espectaculares, con los picos surgiendo a cuchillo entre los extensos prados, que van quedando cada kilómetro más al fondo, y los bucólicos bosques de pinos.



En un cruce, la carretera se divide en dos: a la izquierda, la SS242 se dirige al Passo Sella, mientras que la SS48 gira a la derecha, en dirección al Passo Pordoi, nuestro objetivo de la tarde.

Passo Pordoi.
Tras recorrer 12 kilómetros desde Canazei y superar 28 “tornantes”, llegamos al Passo Pordoi, que divide los picos del grupo Sella del grupo de la Marmolada. Se trata de uno de los cuatro pasos de la Strada delle Dolomite, una estratégica vía de comunicación creada a comienzos del siglo XX para conectar Bolzano con Cortina d’Ampezzo. Un "passo" italiano corresponde más o menos a un puerto de montaña español.

Aparte de las fantásticas vistas que ofrece y de los recuerdos históricos de las batallas de la I Guerra Mundial que por aquí acaecieron, este Passo ha sido escenario de míticas hazañas ciclistas en el Giro de Italia, prueba de lo cual es el Monumento dedicado a Fausto Coppi. Además, una placa recuerda los nombres de los ganadores en este puerto, entre los que pudimos leer los de varios españoles.

Funivia Sass Pordoi.
Dejamos el coche en el parking de pago (los poquísimos huecos gratuitos estaban llenos) y sacamos los tickets para nuestro primer teleférico, el funivia de Sass Pordoi, también conocido como “La Terraza de los Dolomitas”, uno de los calificados como “imprescindibles”, según casi todas las opiniones. Y, claro, empezamos a aflojarnos el bolsillo: 30 euros por persona.
El teleférico sube hasta la punta de aquel picacho.




El teleférico asciende desde los 2.239 metros de altitud hasta los 2.900 metros a que se halla el Refugio María. Desde la cabina, las vistas resultan vertiginosas. Merece la pena fijarse bien en los detalles y, pese a los reflejos del cristal, tomar algunas fotos, pues ciertos ángulos serán imposibles de divisar una vez arriba.




Ya en la cima, las panorámicas resultan fascinantes desde los diferentes miradores, que brindan perspectivas en 360 grados sobre una infinidad de picos de los grupos montañosos circundantes, que podíamos identificar mediante paneles informativos: Sassolungo, Marmolada, Monte Civeta…




Sin embargo, lo más espectacular tal vez sea la visión del paisaje pétreo y desolado, casi lunar, del entorno del Piz-Boè (3.152 metros), el más alto del Grupo Sella, al que se puede llegar por una ruta de senderismo tanto desde el teleférico como desde el Passo Pordoi. Estaba entre nuestras “futuribles”, pero no se realizó, ya que nos resultaba imposible llegar al pico y volver antes del último descenso del teleférico. Además, el sol abrasaba y hacía demasiado calor para bajar todo el trecho a pie.





Dimos un paseo hasta la Cruz que se encuentra junto al abismo, jugamos unos segundos con la poca nieve que quedaba de un nevero, surcamos unas pocas de las zetas de los senderos marcados en la tierra y las rocas, nos asomamos a los precipicios, hicimos muchas fotos y volvimos a bajar en el teleférico, en cuya estación inferior hay un pequeño museo sobre la I Guerra Mundial, que no visitamos, pues era de pago y preferimos reservarnos para otro más importante, que se encuentra en el funivia de Melga Ciapela.


