Marrakesh ✏️ Diarios de Viajes

---

Los trámites de ingresos se demoraron un rato porque los oficiales me preguntaban si prefería a Messi o a Maradona y todo lo que eso generaba entre los dos oficiales de migración que atendían. Tomamos en bus nº 19 que es el transporte más económico 30 dirhams (3 euros) por persona y viaje y 50 por ida y vuelta durante un lapso de 15 días. Nos dejó frente a la plaza principal Jamaa El Fna y desde allí caminamos hasta nuestro Riad con ayuda del GPS.
Llegar al Riad fue un anticipo de las calles de Marrakesh, angostas y llenas de curvas. Las anchas repletas de autos, motos, colectivos y bicicletas que se pasan y cruzan por cualquier lado de manera insegura pero sorprendentemente no vimos nunca un accidente. Esa actitud bastante temeraria cambiaba por completo al llegar a una senda peatonal o semáforo donde todos frenaban para ceder el paso a los peatones sin excepción. El lugar era muy acogedor y bien decorado, su nombre es Riad Mimoune y su costo fue de alrededor de 50 euros la noche con desayuno incluido. La habitación estaba en la terraza y era muy cómoda, con aire acondicionado y baño amplio, aunque antiguo con ducha y agua caliente las 24 horas.
Cuando estábamos acomodando cosas y descansando entraron mensajes de booking disculpándose por los problemas con el alojamiento, avisando que modificaron las condiciones den la aplicación para acceder a la cancelación gratuita y que reembolsarían ese importe en 30 días máximo (Ya pasaron 60 días y no devolvieron nada) y que compensarían la diferencia de precio con el alojamiento contratado por la emergencia.
De todo eso lo único que pudimos hacer fue la cancelación gratuita, el resto todavía no recibimos nada a pesar de las notas al sector de atención al cliente…
Salimos a caminar y ver las primeras impresiones de Marrakesh; llegamos a la plaza Jamaa El Fna y entre la gente resonaba el clarinete que usan para mostrar a pobres cobras elevadas sobre su cuerpo en alerta en pésimas condiciones y que cada tanto tapaban con una especie de amplio sombrero. Muy cerca otros comerciantes pretendían que los monitos que tienen vestidos y obviamente en peores condiciones que las serpientes se suban a los hombros de los turistas que pasan cerca y cobrarles algún euro por la foto.
El resto de la plaza es una enorme cantidad de negocios de distintos niveles de infraestructura que venden de todo (medicinas, farolitos, taza y teteras, etc) y ofrecen de todo (aceituna, jugos, tatuajes, trenza, etc.) No había mucha gente seguramente por el clima, estaba caluroso.
Almorzamos tarde una pizza de atún por 3,50 euros en un restaurante en la esquina de la plaza y pudimos pagar con tarjeta, cosa que fue cambiando con los días. El marroquí es esencialmente comerciante y siempre tratará de vender sus productos o servicios lo más caro que pueda. Todos los que visitaron Marruecos y los distintos lugares de consulta e incluso el guía de free walking tour coinciden en afirmar que siempre hay que discutir los precios y que una buena compra es obtener un descuento no menor al 40/50 %. Siempre estuvimos cerca de eso, aunque ellos lo llevan en la sangre y después de unos días ya estás cansado de la mecánica de pelear en broma por el precio y ellos logran su objetivo.
De la plaza parten muchas callecitas estrechas, con techo y sin techo, que ofrecen cientos de negocios y que son difíciles de recorrer y menos aún de ubicarse entre el bullicio, la gente y las motos y bicicletas que recorren esos lugares que les son propios.
En las calles se observa pobreza, construcciones en mal estado, pero también muchas obras en construcción. La mayoría de las personas caminan en chancletas, crocs o similares, toman té y agua ya que al ser en su mayoría musulmanes no pueden tomar alcohol. El país es una monarquía constitucional y su rey es Mohamed VI quien asumió en 1999, a la muerte de su padre Hassan II; la constitución establece al islam como la religión del Estado.
Su capital es Rabat y las ciudades más importantes son Marrakesh, Casablanca y Fez. Es la quinta economía africana y su comercio es fundamentalmente con Europa y España particularmente.
La lengua más escuchada es el árabe, también el francés (fueron colonia durante muchos años) y poco español. La cultura bereber (habitantes originarios de la región) se mantiene vigente y existe un lenguaje usado por los descendientes que posee un alfabeto específico.
Para comprender que los intereses de dominación, poder y empobrecimiento no son exclusivos de América Latina, por parte de los Organismos y Corporaciones internacionales, durante los años 80 se realizaron grandes ajustes en educación, economía, salud y empleo por las condiciones impuestas por el Banco Mundial y el FMI que se tradujeron en fuertes protestas y huelgas y la consabida represión. En los 90 los ajustes implicaron las privatizaciones de un gran número de empresas que no solo no mejoraron los servicios, sino que sólo concentraron sus ingresos en cada vez menos manos, dejando a la población en pésimas condiciones económicas y sociales.
El cambio del dinero es uniforme y en casi todos los negocios aceptan euros. La cotización pública es de 1 euro – 10 dirhams aunque la oficial fluctúa apenas por encima generalmente.
Es muy fácil perderse entre las calles y más aún de noche donde algunos edificios cambian la perspectiva. Al llegar la noche la plaza se transforma; los puestos se iluminan y multiplican, los turistas volvemos de excursiones y el lugar es intransitable y caótico. Eso la hace bellísima y multicolor.
En precios y calidad se encuentra de todo, souvenirs a 1 euro y farolitos metálicos para velitas a 60 euros, es cuestión de caminar, preguntar y discutir precios. En muchas casas de cambio, incluyendo bancos, no aceptan dólares para cambiar por dirhams; siempre le echaron la culpa a la “máquina” y aprovechan el enredo del idioma. Siempre quieren euros y sólo aceptaron una vez un billete de U$D 100. En muchos negocios no aceptan tarjetas de crédito porque su economía es muy informal y sólo acceden cuando ven que pierden un cliente; esto pasó en casi todos los restaurantes, cuando les decíamos que no teníamos efectivo o que al día siguiente viajábamos y no teníamos dirhams iban a “consultar” y siempre decían que sí.
Compramos un sándwich de pavo con ensalada marroquí y papas fritas para la cena y la disfrutamos en la terraza del Riad con una gaseosa fresca a 6,20 euros.
A la mañana nos encontramos con nuestro guía del free walking tour Halim quien nos hizo recorrer durante casi 3 horas varios sectores de Marrakesh y nos contó muchos aspectos históricos, culturales y religiosos del país. Muy preparado, nativo de la ciudad y de personalidad amable y sereno hizo que la caminata fuera muy instructiva.
Al regreso compramos almendras, castañas de cajú y nueces a precios muy accesibles y serían útiles para evitar golosinas o galletas durante las recorridas. Nos acostamos un rato porque hacía calor y en el centro no había muchos lugares para sentarse a la sombra y los que había estaban ocupados. Al atardecer caminamos un rato, pero nos acostamos temprano porque al día siguiente salíamos hacia el Desierto del Sahara.
Nos buscaron a las 7,30 hs por la última calle donde pueden transitar vehículos (150 mt. del Riad aprox.), no pudimos desayunar porque se servía a partir de las 8 hs y no hubo posibilidades ni siquiera de tomar un té; única queja hacia el lugar. Recorrimos varias calles hasta llegar a una cuadra llena de combis donde nos cobraron y nos cambiaron de vehículo para iniciar el viaje. Creo que hay una enorme organización que para hacer más eficientes los viajes se comparten pasajeros entre empresas para que cada vehículo viaje completo. En la cuadra había más de 30 vehículos y salen a diferentes destinos.
Supuestamente el guía/chofer llamado Hasim hablaría castellano, pero no fue así. Buen francés e inglés y árabe a la perfección, pero no era útil para nosotros… Casi todas las conversaciones fueron en inglés. Durante el viaje hay numerosas paradas para que no se haga tan cansador (550 km.) y tuvimos una buena panorámica del Gran Atlas, cordón montañoso no muy alejado de Marrakesh que cruzamos luego de una gran cantidad de curvas, subidas y bajadas a los 2.260 mt. de altura.
Cerca del mediodía paramos en un pueblo muy especial llamado Ait Banhaddou; el caserío original está construido de barro con paredes de hasta 0,60 mt. de espesor donde vivían varias familias hasta que un fuerte terremoto provocó graves daños y víctimas y fue abandonado para ser reconstruido del otro lado del cauce de un río que sólo en temporada de lluvias lleva agua. Allí se filmaron muchas películas, dada las particularidades del terreno, como Gladiador, Lawrence de Arabia y varias más. En el caserío hoy se agrupan todos los grupos que viajamos al desierto y los vendedores locales que ofrecen sus productos. El paisaje era muy lindo, especialmente a los que nos gustan los desiertos, y era notable la diferencia de temperatura cuando estábamos al exterior o dentro de las habitaciones. Una de las atracciones fue la de un artista que usaba tintas naturales y pintaba cuadros que a simple vista eran invisibles pero que al colocarlos sobre la llama de un calentador tomaban forma diversas imágenes muy lindas relacionadas a la cultura marroquí y su geografía. Las pinturas eran ofrecidas a los visitantes a precios que no eran económicas aun valorando la calidad y el estilo de su autor.
Almorzamos en una restaurante preestablecido al que no entramos salvo para comprar agua y usar wi fi ya que faltaban kilómetros de ruta montañosa y mi aparato digestivo suele generarme problemas.
Durante la tarde paramos en un estudio donde también se filmaron numerosas películas, pero hacía mucho calor y todos preferimos verlo unos minutos en los jardines y volver al interior de la combi.
Llegamos la zona de la Garganta de Dadès donde descubrimos que no todos íbamos al mismo hotel a pasar la noche; esa era una de las diferencias del costo del tour (el mismo recorrido costaba en diferentes empresas 150, 125 y 85 euros por persona). En la ciudad de Boumalne Dadès dejamos a un par de compañeras de viaje de nacionalidad china que bajaron en un lujoso hotel con valijas que ocupaban casi el mismo volumen que los restantes viajeros de la combi a quienes recibieron con hombres tocando tambores y mujeres bailando con ropas típicas. Luego, Hassim (chofer) nos llevó a la parte más alta y paisajística de la Garganta a 1.600 mt de altura en la cordillera del Gran Atlas y sacamos algunas fotos de recuerdo. Era bastante profunda, angosta y con un río en el fondo que me recordó a algunas zonas de las sierras de Córdoba, Argentina.
La siguiente parada fuimos nosotros y llegamos a un hotel muy bonito enmarcado en la geografía del lugar, con una habitación muy confortable que daba al río de la garganta de Dadès. Nos atendió el encargado del lugar que nos ofreció un riquísimo té y frutos secos antes de cualquier trámite de registro. Era un hombre joven, muy educado que hablaba muy poco español, pero si inglés. Descendiente de familia bereber nos hizo sentir muy cómodos. Nos instalamos y salimos a caminar por el río hasta la hora de cenar (19,30 hs). allí nos encontramos con otros huéspedes con quienes compartimos el lugar. Entre ellos había un argentino, escritor que vivía en Puerto Madryn, Argentina. Cenamos tajín de pollo y verdura que estuvo muy rico mientras intercambiábamos comentarios de nuestros viajes que fueron similares a nosotros en actividades y la relación costo/alojamiento. Después de cenar se acercaron el encargado y el cocinero para conversar y entretenernos con algunos juegos de ingenio y pensamiento lateral, más tarde fuimos a la terraza a observar el hermoso cielo de una noche templada muy agradable.
El hotel y su decoración sumado a la atención y en lugar donde estaba fue de lo mejor del viaje; hubiéramos elegido quedarnos varios días si hubiera sido posible porque fue muy agradable esa estadía.
A las 6,45 nos levantaron para desayunar a las 7,00; lo hicimos todos juntos y fue muy sabroso y entretenido porque ya “éramos conocidos” de la noche anterior.
A las 8 llegó nuestra combi y descendiendo de la Garganta fuimos a 3 hoteles a buscar al resto de los pasajeros. Los cordobeses que viajaban con nosotros estuvieron en un hotel cercano y los invitaron a sumarse a una fiesta familiar árabe que duró hasta la madrugada con mucho baile y nada de alcohol.
A pocos kilómetros de Boumalne Dadès, ciudad cercana a la Garganta, paramos para recorrer lo que el guía llamó “Farmería” en español, que parece una mezcla de farm, granja en inglés y castellanizada como numerosos establecimientos comerciales en Argentina (perfumería, herboristería, etc.)
Allí nos recibió Mohamed, joven de alrededor de 23/25 años que estudiaba economía en Marrakesh y que en sus días libres volvía a visitar a la familia y ganar algún dinero trabajando como guía. Muy informado, hablaba regular castellano y desde el inició nos adoptó para practicar su español. Después de cada detención en la recorrida nos llamaba para conversar en castellano y aprender nuevas palabras y conjugación de verbos y nosotros tratábamos de recordar palabras en árabe o bereber de manera infructuosa. Sólo aprendimos 4 o 5 vocablos.
La farmería son terrenos que están divididos por familias y éstos a su vez repartidos entre los integrantes de cada familia donde cada uno puede producir lo que quiere y comerciar individual o grupalmente. Cada parcela tiene una cuota de riego y encontramos diversas producciones como alfalfa, trigo, frutales y nos comentó que otros sectores tienen animales menores como cabras y corderos. Toda la producción es a mano y totalmente orgánica ya que las parcelas no son grandes, a lo sumo media hectárea.
A un costado de la parte productiva entramos en una “Kasbah o casba”. Son fortificaciones de origen bereber e históricamente se construían para resguardarse de ataques o tormentas de arena que podían poner en riesgo sus bienes y animales. En la actualidad son grandes construcciones de adobe donde viven varias familias e incluso se desarrollan actividades comerciales. Dentro de una de ellas visitamos una cooperativa que fabrica alfombras en telares verticales; desplegaron ante nosotros, mientras nos invitaban con té, más de 20 alfombras de distintos tamaños, estilos y materiales para el tejido. Eran verdaderas joyas y como tales las cobraban; a cada interesado lo llevaban a otro sector para regatear el precio y no sentar precedentes con el resto, ofrecían enviarla a nuestros países y finalmente lograron vender alguna. Fue muy divertido al salir porque el muchacho que compró una había pagado cierta suma de dinero y la creía barata y la pareja que no la compró había llegado a un precio un 30 % más bajo para un producto muy similar. Son increíblemente hábiles para los negocios. Culturalmente las mujeres tejen y sirven el té y los hombres hablan en la presentación y discuten los precios.
Desde allí nos fuimos a la Garganta del Todra, muy similar a la del día anterior pero más comercial, con un río más claro, más gente y algunos restaurantes ubicados en aleros de la montaña contra el río, que cada tanto sufren derrumbes por el tipo de materiales que componen las rocas.
Fuimos a un restaurante y almorzamos espaguetis con salsa comprobando que todo está muy bien organizado ya que en un momento éramos tres grupos de 15/20 personas y todos estábamos atendidos y servidos con mucha rapidez.
Después del almuerzo hicimos un tramo largo hasta llegar a las 17 horas aproximadamente al pueblo de Merzouga. Esta es la puerta para el desierto del Sahara y está a 45 km. de Argelia.
Nuevamente nos repartieron en diferentes lugares donde nos esperaban vehículos que nos llevaban a cada campamento o Jaimas. Cuando llegamos a nuestro lugar para viajar una hora en dromedarios las caravanas habían salido por lo que nuestro intermediario nos hizo vivir un mini y breve Dakar subiendo en una toyota 4x4 varias dunas hasta un punto más alto y desde allí esperar algún grupo que tuviera animales libres. Esperamos 15 minutos y subimos a un grupo en el que viajaba 1 turista español solamente que había dejado a su novia internada por una fuerte descomposición para vivir esa experiencia y retornar al día siguiente a acompañarla.
Los guías tienen un manejo muy simple con los dromedarios ya que al tocarles las patas comienzan a inclinarse y se arrodillan para que podamos subir con facilidad; al ponerse de pie pliegan dos articulaciones y de repente estamos sentados a dos metros de altura y sacudiéndonos para todos lados en las bajadas de las dunas. De todas maneras, es un paseo más folklórico que otra cosa y se hace con mucha calma disfrutando de las dunas y el paisaje. Los dromedarios hacen las veces de nuestros caballos, aunque sin estribos y la silla está compuesta por una estructura metálica aislada por frazadas que amortiguan levemente el movimiento.
Luego de poco más de una hora llegamos al campamento donde estaban las mismas personas (y 3 o 4 más) con las que habíamos compartido el hotel la noche anterior. Nos indicaron cual era nuestra habitación y la hora de la cena un encargado con poca simpatía y gana de tratar con turistas… El complejo está compuesto por 20 carpas de una gruesa lona y cada habitación tiene camas singles y matrimoniales que se ocupan de acuerdo a la cantidad de personas que llegan. Por suerte esa noche no era muy concurrida y disfrutamos de una habitación privada. Todas tienen baño privado y duchas de agua caliente (tibia en realidad). Las camas tenían colchones de diferente calidad y dureza, solamente se usan frazadas, no hay sábanas y nosotros elegimos dormir vestidos por comodidad luego de una buena ducha. Nos contaron que hace tiempo los campamentos estaban mucho más adentro del desierto, pero hubo un incendio que generó graves inconvenientes al no poder acceder los bomberos y a partir de ese momento se ubicaron en los bordes de las dunas para poder acceder en caso de emergencia y también para la provisión de insumos ya que la actividad turística está en franco crecimiento.
Caminamos un rato entre las dunas fotografiando un hermoso atardecer hasta la hora de cenar. El paisaje es especial y cambiante a medida que el sol cae sobre el horizonte. Una suave brisa hace agradable la tarde y vuelan minúsculas partículas de arena que no molestan demasiado y forman diferentes guardas sobre el suelo. A veces, el suelo, parece vidrioso y otras un manto suave y cálido. Es extraño caminar por un lugar tan único que nunca estuvo en nuestros planes conocer por lo lejano y complejo económicamente y que una serie de circunstancias lo permitieron.
La mayoría de la gente del campamento salvo una pareja eran jóvenes de no más de 40 años, nosotros los mayores sin duda.
La cena fue sencilla y típica con sopa y tajín y llamativamente sin bebidas por lo que cada uno debía comprar botellas de agua para beber. Fue muy raro porque una botella de 1 ½ litros cuesta 0,70 centavos de euro y no cambia la ecuación económica del campamento. Creo que fue desorganización.
Luego de la cena nos invitaron a un fogón en la parte delantera del Jaima donde 3 jóvenes del lugar tocaron algunas canciones locales en diferentes tambores con ritmos muy lindos y luego ofrecieron los instrumentos para tocar con algunos de ellos, lo que fue divertido ya que ellos jugaban con nosotros enseñándonos ritmos y golpes y luego subían la intensidad hasta que fallábamos con todo éxito.
Dormimos sin problemas hasta las 5 de la mañana que nos levantaron para desayunar y salir nuevamente en dromedarios. Aquí aparecieron algunos errores organizativos (fueron los únicos) como no tener agua en todo el campamento y que no alcanzaran las tazas para el desayuno. Quienes querían hacer sandboard o volver al pueblo en camioneta debían pagar un extra de 15 euros o hacer nuevamente la recorrida en dromedario. Hicimos esto último aprovechando para disfrutar de un hermoso amanecer y ver muchísimas huellas en la arena de animales, insectos y arácnidos de costumbres nocturnas. Según el guía las huellas pertenecían a un zorro que durante el día se entierra en la arena, escorpiones, lagartijas que caminan en cuatro patas durante la noche y corren en dos durante el día y marcas de varias especies de hormigas. Debe ser muy interesante caminar el desierto en la noche, más aún en días como los que nos tocaron con temperaturas muy agradables, sin frío y muy poco viento.
Las bajadas en las dunas son movidas porque nos sacudimos de lado a lado de la silla y hay que usar abdominales y piernas que recordarán su uso en algún momento del regreso. Desde el pueblo y hasta los campamentos quedan a la vista los caños de agua de plástico negro por los que transportan el agua desde las bombas sumergibles que están en el borde mismo de las dunas a diferentes profundidades hasta cada campamento; nunca quedan enterrados por completo porque el cotidiano movimiento de las dunas los saca a la superficie y los vuelve a ocultar.
Al llegar al pueblo nos fueron buscando los diferentes vehículos y llevando al lugar de encuentro con las combis. Esperamos en un bar con jardín unos 15 minutos y llegó Hazim para iniciar el regreso. Fuimos los primeros en subir y en un rato estábamos en la ruta volviendo a Marrakesh. El regreso fue largo y con pocas paradas. Una para baño y café, otra para almorzar y la última para observar nuevamente el paisaje del cruce de la cordillera del Gran Atlas. Nos ofrecieron hacer otra parada a mitad de viaje, pero el rechazo fue unánime, queríamos bajar de la combi porque los asientos ya eran muy incómodos.
La entrada a Marrakesh fue muy lenta y llegamos a las 20 hs. a nuestro Riad. Habíamos reservado dos noches más por fuera de booking y la cena de esa noche porque suponíamos que llegaríamos con pocas ganas de salir. Apenas nos duchamos nos avisaron que la cena estaba lista y disfrutamos un tajin de pollo y otro de carne muy ricos por 25 euros en total. Antes de las 22 estábamos durmiendo.
El pronóstico para el día era duro 37ºC de temperatura. Nos habían cambiado de habitación, pero seguíamos en la terraza; habían dejado la llave puesta del lado exterior y estaba trabada. Al tratar de sacarla Sanssigné (el encargado) la quebró y dormimos sin cerrar la puerta y tranquilos porque nunca sentimos inseguridad ni dentro del Riad ni en las calles más angostas y oscuras.
Salimos a caminar dejando la puerta sin llave y aprovechamos para buscar la parada del colectivo que nos llevaría al aeropuerto; no fue complicado, quedaba camino a la plaza y estaba en una cuadra donde paran muchas líneas cerca del lugar donde están los carros con caballos que se usan tanto para turistas como una especie de taxi para los locales.
Algunos precios de los negocios: Crema de argan 7 euros – Condimentos en bolsita 3 euros – Sahumerios 4 euros – Té verde 2,50 euros los 100 grs. – Las frutas casi todas entre 2 y 3 euros el kilo. Al volver nos estaba esperando el encargado con el cerrajero para abrir la puerta de la habitación (que estaba sin llave) y tuvieron que cambiar la cerradura.
Almorzamos en la habitación con aire acondicionado frutas y semillas (almendras, castañas de cajú y nueces muy baratas). Probamos unas almendras tostadas que eran exquisitas y compramos para traernos en el resto del viaje.
Por la tarde se armó una tormenta de tierra y viento muy fuerte y más tarde llovió muy poco. A pesar de eso hizo mucho calor hasta las 19 hs en que nos fuimos a cenar a la plaza descubriendo un camino mucho más directo. Comimos una pizza y una botella de agua grande frente al bullicio de la plaza en una terraza por 7,50 euros.
A las 7,45 hs nos buscaron para viajar a pasar el día en Essaouira o Esauira, antiguamente Mogador. Nos llevaron, al igual que en el viaje al desierto, al centro de distribución de turistas para ocupar las combis; nos cambiaron 2 veces de vehículos hasta llegar a uno que se completó y partimos recién a las 8,45 hs.
Essaouira es una ciudad costera de 70.000 habitantes con una parte histórica muy importante, aunque no muy diferente de Marrakesh. Tiene como principales ingresos el turismo y la industria pesquera. Son característicos sus botes y lanchas pequeñas de color azul que caracterizan el lugar junto a barcos grandes que buscan la pesca en zonas alejadas y profundas. Muchos de los barcos son de madera, especialmente eucaliptus, y los construyen y reparan en galpones situados a la vera del puerto. Cuando lo recorrimos vimos una gran cantidad de cajones con anchoíta, pero comentaban algunas personas que no había buena pesca en estos momentos del año, lo que coincidía con la imagen de la mayoría de los botes y lanchas amarrados uno al lado del otro.
El complemento del puerto son la enorme cantidad de restaurantes pequeños que ofrecen pescado fresco en diferentes formas y también puestos con venta de pescado en improvisados carros.
Antes de llegar hicimos una parada en una cooperativa de productos de mujeres de aceite de argán. Se trata de un producto de mucha calidad alimenticia y cosmética, que se obtiene de un árbol bajo espinoso y perfectamente adaptado a zonas de clima seco. La producción de sus aceites y cremas se hace de forma artesanal, partiendo los frutos para extraer las semillas que a su vez son peladas y sometidas a un tostado si su finalidad es cosmética o naturales para ser prensadas para extraer su aceite. Había una cantidad increíble de productos de variados costos.
Recorrimos el puerto, sus restaurantes y sus callecitas durante largo rato y después fuimos a disfrutar de la playa donde, a diferencia de Marrakesh (190 km.) estaba fresco (19ºC) y había poca gente que se metía en el mar. Entramos y salimos rápido porque el agua también estaba fría. Alrededor de las 16,30 hs nos reunimos nuevamente y comenzamos el regreso. La entrada a Marrakesh fue muy lenta y caótica; la combi entraba y salía por callecitas que desorientaban a cualquiera menos al conductor. Gracias a eso conocimos la parte moderna de Marrakesh con sus shoppings, construcciones muy modernas y marcas comerciales globalizadas. Totalmente a contramano de la ciudad histórica que, al menos nosotros, queríamos conocer.
Al llegar, cerca de las 20 hs. fuimos a cenar un tajín de verdura y ensalada marroquí por 7,50 euros.
Al volver empezaron algunos relámpagos y truenos que anticipaban una lluvia que nunca llegó como tal y sólo hubo algunas gotas. Regresamos por otro camino más directo y casi sin tránsito que fue el mejor que descubrimos… justo la noche anterior a regresar a Barcelona.
Cuando nos levantamos y bajamos a desayunar comenzó a lloviznar suavemente, como todos los días el desayuno estaba compuesto por manteca, dulce y aceitunas verdes y negras exquisitas para acompañar el pan, omelette y dos tipos de masas semejantes a panqueques de diferente consistencia. Como bebidas había café solo o con leche y un riquísimo té junto a un vaso de jugo natural de naranja.
Fuimos a la última vuelta por la plaza y a imprimir el boarding pass porque Ryanair en Marruecos no acepta el boarding o ticket en el teléfono. Por supuesto los marroquíes, que de negocios saben y mucho, te cobran 1 euro (carísimo para sudamericanos) por pasaje. En Argentina una impresión en blanco y negro no supera los $ 100 o sea casi 15 veces más. Salió el sol y se puso más pesado que antes de la llovizna y aprovechamos para probar los helados de Marrakesh; compramos 2 cucuruchos de barquillo de durazno y chocolate muy ricos y refrescantes por 1,5 euros cada uno.
Volvimos a preparar unos sándwiches para comer en el aeropuerto y después de una ducha fuimos a tomar el colectivo Nº 19 que nos llevó en un viaje bastante más largo que en la llegada, pero igualmente hubo tiempo de sobra.
El vuelo salió muy atrasado, 50 minutos y las ubicaciones fueron alejadas y ambas en pasillo (filas 4 y 32). Tuvimos que atravesar la tormenta de tierra que cubría los alrededores de la ciudad y por 15 minutos el avión se movió bastante hasta que superó la altura de las nubes y el resto se dio en completa tranquilidad. Logré cambiarme de asiento y llegamos cerca de la puerta de salida para ganar tiempo ya que en el aeropuerto de Barcelona el metro (subte) circula hasta las 12 de la noche. Por suerte no había mucha gente en los trámites de seguridad y migraciones y llegamos con tiempo para el viaje y las combinaciones. El L9, metro que lleva a los pasajeros desde el aeropuerto a la ciudad y tiene varias combinaciones posibles circula a una profundidad increíble y no tiene conductor. Es completamente automatizado.
Llegamos al departamento unos minutos antes que nuestro hijo que volvía de jugar la primera final del torneo de básquet.

---