El agotamiento que tuvimos ayer y el A/C de la habitación nos ha hecho mejores personas después del descanso. El desayuno del hostal está fenomenal, porque no es nada chino
Salimos del hutong, fijándonos bien en coger referencias para nuestro regreso. M saca fotos de casi todas las esquinas y yo dibujo un simple plano en mi móvil. La luz del día nos ilumina los errores que cometimos ayer y si bien, somos conscientes que varios factores de mala señalización no nos facilitaron ayer el trabajo, fue absolutamente un error salir como salimos.
Mi idea es ir primero a la colina del carbón a ver desde allí las vistas de la ciudad prohibida. El parque está justo al otro lado de la entrada norte de la ciudad y fue construida con los restos que sacaban de la construcción del palacio. Yo he realizado esta visita ya innumerables veces porque viví unos meses en la capital del país del medio. No es de las visitas que más me guste repetir, pero por M ¡lo que sea!. El cielo está encapotado no…lo siguiente. Parece imposible que en todo ese grisor encima de nuestras cabezas quede espacio para el oxigeno que respiramos.
Cuando llegamos hasta la puerta decido que no subiremos al mirador. He subido demasiadas veces como para no saber que hoy es unos de esos días poco afortunados para hacer fotos desde allí. Mi idea era entrar por el norte para salir por el sur, justo lo contrario a los que hace todo el mundo. Así al final de nuestra visita quedaríamos delante de Tian’men y al lado derecho visitaríamos el Gran Teatro Nacional de China, el “huevo” para los amigos. El edificio es espectacular por fuera y en la otra ocasión nos fuimos a la ópera con tal de ver el edificio por dentro. La obra fue Carmen, de Bizet.
Los planes se me van al traste cuando veo que, además, ya no puede entrarse por la puerta del norte, como siempre había hecho. ¡Me he pasado de lista! Rodeamos la ciudad, pues, para obedecer a las reglas impuestas, aunque a medio camino entramos por el Parque de la Ciudad para que la vegetación aplaque el bochorno que nos ha traído este nuevo día.
Llegamos, pues, a la puerta sur dónde miles de turistas se hacen fotos delante de la entrada principal regida por la foto del dirigente Mao.
Delante, la plaza de Tian’men con sus gigantes, a la par que horrendas, pantallas de lcd y sus miles de turistas todos pegaditos haciéndose fotos unos a otros.
Hacemos la visita, ya cansadas antes de empezar. Hay mucha gente y el bochorno es bestial. Recuerdo la primera vez que lo visité, sobretodo porque nevaba y la Ciudad estaba prácticamente vacía. No había problema a la hora de sacar fotos ni colas para las entradas. Seguro que ese día pase frío porque recuerdo que llevaba unas orejeras que sólo uso de pascuas a ramos, pero en un día de tanto calor como hoy, el recuerdo del frío es bueno y placentero.
Entre unas cosas y otras se nos ha hecho tarde. Ayer localicé uno de los locales de masaje Dragon Fly, en la misma calle de la Puerta Este de la ciudad, así que salimos por allí y después de un pequeño tentempié, vamos a ver si a pesar de no tener cita, pueden atendernos. Dragon Fly es considerada la mejor cadena de masajes de toda China. Sus precios son más elevados que los estándares Chinos, pero vale la pena de ir a vivir una experiencia en sus salones al menos un vez.
M lleva días arrastrando dolor de espalda y de hecho le prometí que en China nos curaríamos de todos los males con un buen y profesional masaje. Estamos tan cansadas que nos cuesta hasta elegir, pero en el fondo sabemos que necesitamos de todo después de tantos días viajando y castigando nuestros cuerpos. Pies, hombros, cabeza y cuerpo… de regalo: nos harán la manicura.
Tres horas más tarde salimos como nuevas y muy relajadas. Nos parece mentira que seamos las mismas personas que hechas un guiñapo hemos cruzado hace unas horas la puerta de entrada. Noto mi pie fenomenalmente bien, aunque lo sabía ya por experiencia: las últimas torceduras que he tenido siempre se han acabado curando con un buen masaje, y no con pastillas ni otras medicinas. (Nota para maria424: C-U-R-A-D-A casi 99% seguro)
Un poquito más adelante visitamos el mercado de comida nocturna de Wanfujin. Tampoco es la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que lo visito. Siempre es lo mismo. Pero es una atracción más de la ciudad que hay que ver y/o probar alguna tarde.
Yo tengo un hambre canina, así que comemos en Wanfujin. La tienda de libros Beijing foreign Language Bookstore está demasiado cerca de mí, como para no sacar la cabeza. Aquí comprábamos nuestros libros de lectura y guías de viaje y de bien seguro que hubiera comprado algo si, a) tuviera espacio en la maleta, y b) no me hubiera pasado de forma incondicional al formato e-book.
Hacemos coincidir nuestro camino de regreso al hostal con la Catedral de la Inmaculada Concepción de Beijing. La Catedral es de un gris mucho más oscuro que el día de hoy. Hoy su plaza está llena de niños en patines, pero no es nada extraño ver a skaters realizando acrobacias en el mobiliario urbano y parejas de recién casados haciéndose fotos delante de su fachada.
Vamos a dar por zanjado el día. Después del relax que hemos tenido no queremos desperdiciarlo. Yo tengo que ponerme al día escribiendo entradas y a M no le irá mal un descanso extra.
Ya en el hostal yo salgo al patio a escribir. La chica que me ha hecho la manicura ya se ha horrorizado cuando he hecho el gesto de sacar el monedero de la cartera, puesto que iba a destrozar parte de su trabajo y ha sido ella la que me ha ayudado a evitar tal desgracia. Así que seguramente ahora mismos estaría escandalizada de verme teclear, mientras como unas chips con tan lindas uñitas. Y que nadie vaya a pensar que no voy a relamerme los dedos para saborear la sal que queda pegadas a las manos. Lo hacemos todos, y en el fondo se que las uñas me van a durar menos de lo que canta un gallo…catxis, he abierto la cámara y ya me ha saltado parte del esmalte.
Juego un rato con Obama, el perro del hostal, pero como lo mosqueo con mis juegos acaba mordiéndome en la rodilla. Lo hace a modo de advertencia, así que no me ha mordido realmente, pero ya he entendido que él es el jefe del lugar y que con perritos cucos de nombre Obama…¡no se juega!
Hoy la inglesa ha llegado a Beijing de Datong y casualmente, nos alojamos en el mismo hostal. ¡Será que no hay alojamientos en la ciudad!
Salimos del hutong, fijándonos bien en coger referencias para nuestro regreso. M saca fotos de casi todas las esquinas y yo dibujo un simple plano en mi móvil. La luz del día nos ilumina los errores que cometimos ayer y si bien, somos conscientes que varios factores de mala señalización no nos facilitaron ayer el trabajo, fue absolutamente un error salir como salimos.
Mi idea es ir primero a la colina del carbón a ver desde allí las vistas de la ciudad prohibida. El parque está justo al otro lado de la entrada norte de la ciudad y fue construida con los restos que sacaban de la construcción del palacio. Yo he realizado esta visita ya innumerables veces porque viví unos meses en la capital del país del medio. No es de las visitas que más me guste repetir, pero por M ¡lo que sea!. El cielo está encapotado no…lo siguiente. Parece imposible que en todo ese grisor encima de nuestras cabezas quede espacio para el oxigeno que respiramos.
Cuando llegamos hasta la puerta decido que no subiremos al mirador. He subido demasiadas veces como para no saber que hoy es unos de esos días poco afortunados para hacer fotos desde allí. Mi idea era entrar por el norte para salir por el sur, justo lo contrario a los que hace todo el mundo. Así al final de nuestra visita quedaríamos delante de Tian’men y al lado derecho visitaríamos el Gran Teatro Nacional de China, el “huevo” para los amigos. El edificio es espectacular por fuera y en la otra ocasión nos fuimos a la ópera con tal de ver el edificio por dentro. La obra fue Carmen, de Bizet.
Los planes se me van al traste cuando veo que, además, ya no puede entrarse por la puerta del norte, como siempre había hecho. ¡Me he pasado de lista! Rodeamos la ciudad, pues, para obedecer a las reglas impuestas, aunque a medio camino entramos por el Parque de la Ciudad para que la vegetación aplaque el bochorno que nos ha traído este nuevo día.
Llegamos, pues, a la puerta sur dónde miles de turistas se hacen fotos delante de la entrada principal regida por la foto del dirigente Mao.
Delante, la plaza de Tian’men con sus gigantes, a la par que horrendas, pantallas de lcd y sus miles de turistas todos pegaditos haciéndose fotos unos a otros.
Hacemos la visita, ya cansadas antes de empezar. Hay mucha gente y el bochorno es bestial. Recuerdo la primera vez que lo visité, sobretodo porque nevaba y la Ciudad estaba prácticamente vacía. No había problema a la hora de sacar fotos ni colas para las entradas. Seguro que ese día pase frío porque recuerdo que llevaba unas orejeras que sólo uso de pascuas a ramos, pero en un día de tanto calor como hoy, el recuerdo del frío es bueno y placentero.
Entre unas cosas y otras se nos ha hecho tarde. Ayer localicé uno de los locales de masaje Dragon Fly, en la misma calle de la Puerta Este de la ciudad, así que salimos por allí y después de un pequeño tentempié, vamos a ver si a pesar de no tener cita, pueden atendernos. Dragon Fly es considerada la mejor cadena de masajes de toda China. Sus precios son más elevados que los estándares Chinos, pero vale la pena de ir a vivir una experiencia en sus salones al menos un vez.
M lleva días arrastrando dolor de espalda y de hecho le prometí que en China nos curaríamos de todos los males con un buen y profesional masaje. Estamos tan cansadas que nos cuesta hasta elegir, pero en el fondo sabemos que necesitamos de todo después de tantos días viajando y castigando nuestros cuerpos. Pies, hombros, cabeza y cuerpo… de regalo: nos harán la manicura.
Tres horas más tarde salimos como nuevas y muy relajadas. Nos parece mentira que seamos las mismas personas que hechas un guiñapo hemos cruzado hace unas horas la puerta de entrada. Noto mi pie fenomenalmente bien, aunque lo sabía ya por experiencia: las últimas torceduras que he tenido siempre se han acabado curando con un buen masaje, y no con pastillas ni otras medicinas. (Nota para maria424: C-U-R-A-D-A casi 99% seguro)
Un poquito más adelante visitamos el mercado de comida nocturna de Wanfujin. Tampoco es la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que lo visito. Siempre es lo mismo. Pero es una atracción más de la ciudad que hay que ver y/o probar alguna tarde.
Yo tengo un hambre canina, así que comemos en Wanfujin. La tienda de libros Beijing foreign Language Bookstore está demasiado cerca de mí, como para no sacar la cabeza. Aquí comprábamos nuestros libros de lectura y guías de viaje y de bien seguro que hubiera comprado algo si, a) tuviera espacio en la maleta, y b) no me hubiera pasado de forma incondicional al formato e-book.
Hacemos coincidir nuestro camino de regreso al hostal con la Catedral de la Inmaculada Concepción de Beijing. La Catedral es de un gris mucho más oscuro que el día de hoy. Hoy su plaza está llena de niños en patines, pero no es nada extraño ver a skaters realizando acrobacias en el mobiliario urbano y parejas de recién casados haciéndose fotos delante de su fachada.
Vamos a dar por zanjado el día. Después del relax que hemos tenido no queremos desperdiciarlo. Yo tengo que ponerme al día escribiendo entradas y a M no le irá mal un descanso extra.
Ya en el hostal yo salgo al patio a escribir. La chica que me ha hecho la manicura ya se ha horrorizado cuando he hecho el gesto de sacar el monedero de la cartera, puesto que iba a destrozar parte de su trabajo y ha sido ella la que me ha ayudado a evitar tal desgracia. Así que seguramente ahora mismos estaría escandalizada de verme teclear, mientras como unas chips con tan lindas uñitas. Y que nadie vaya a pensar que no voy a relamerme los dedos para saborear la sal que queda pegadas a las manos. Lo hacemos todos, y en el fondo se que las uñas me van a durar menos de lo que canta un gallo…catxis, he abierto la cámara y ya me ha saltado parte del esmalte.
Juego un rato con Obama, el perro del hostal, pero como lo mosqueo con mis juegos acaba mordiéndome en la rodilla. Lo hace a modo de advertencia, así que no me ha mordido realmente, pero ya he entendido que él es el jefe del lugar y que con perritos cucos de nombre Obama…¡no se juega!
Hoy la inglesa ha llegado a Beijing de Datong y casualmente, nos alojamos en el mismo hostal. ¡Será que no hay alojamientos en la ciudad!