Desayunamos temprano porque a las 8h00 nos pasa a buscar Rouben, nuestro tuktukero. Hablamos un poco de dónde nos llevará hoy (su versión del Short Circuit). Pasamos primero a comprar los tickets. Como solo vamos a estar 5 días, tenemos claro que necesitamos el de 3 días (que cuesta 62 $ por persona) porque el de 7 días nos parece exagerado, no por el precio, que solamente es un poco más caro, sino porque no queremos saturarnos de templos. Volvemos al tuk tuk y empezamos el circuito. Lo primero que sorprende es lo bien montado que lo tienen: las carreteras arregladas, limpias, señalizadas, todo es armonioso. Incluso al llegar a los templos los tuk tuks se sitúan en su lugar, no hay conflictos, no hay pitidos. De hecho lo mismo veremos en toda Cambodia, es un caos tranquilo, sin estridencias, todo el mundo se espera y nadie va pitando (o como mínimo sin exceso, al contrario de Vietnam p.e. que recuerdo como un continuo sonar de cláxones).
La primera parada es el templo de Angkor Wat, el templo hinduista dedicado a Vishna del siglo XI, que luego fue budista. Es el monumento religioso más grande del mundo. No sé si es el más visitado de la zona (supongo que sí), pero desde luego es sencillamente impresionante. De tan grande y laberíntico que es, mi pareja y yo nos perdemos de vista nada más entrar y hacemos todo el recorrido cada uno por su lado. Eso nos permite disfrutar del magnífico templo en solitario. Para subir al Bakan, el punto más alto del templo, como es sagrado, me piden cubrirme los hombros y como no llevo el pañuelo conmigo, una vigilante me deja un pañuelo absolutamente sudado y maloliente. Pero mejor eso que perderme la visita. Nos encontramos finalmente en el puente, a la salida del templo, los dos maravillados, pero decidimos no hacer más experimentos en solitario: estoy muerta de sed ya que yo no llevaba agua, y el olor del pañuelo en mi piel me da arcadas. Por suerte Rouben nos espera con un botellín de agua helada y unas toallitas aromáticas que prepara su mujer (o eso nos cuenta) que lo arregla todo.
Subimos al tuk tuk. La siguiente parada es la Puerta del Sur, con el puente que cruza el foso que rodeaba antiguamente la ciudad. A un lado del puente 54 esculturas de dioses, y del otro lado otras 54 esculturas de demonios, mucho más divertidas.
Después, vamos a ver el templo de Bayon, el de las caras vigilantes. Nos recibe una panda de monos que no molestan pero ahí están, vigilando también. Bayon es bastante más pequeño que Angkor Wat y está dedicado a Buda. Cientos de caras enormes, sonrientes y enigmáticas decoran las paredes del templo y a medida que caminas por las ruinas parece que te van siguiendo con la mirada. Damos dos vueltas en cada sentido, para que no se nos escape ninguna cara, ni escultura ni ninguno de los increíbles bajorrelieves de deidades que decoran los muros del templo. Al terminar, nos espera Rouben con más agua fresca y otra toallita, que buena falta nos hace.
Nos lleva entonces al templo más conocido, el templo budista de Ta Prohm, el que sale en Tomb Raider que yo no he visto ni tengo ninguna intención de ver, pero me suena vagamente Lara Croft y algunas imágenes de árboles enredados en muros. Efectivamente ese es. Se accede como en casi todos los templos por un sendero ancho rodeado de árboles y ya de lejos se intuye lo que vamos a ver. Un templo fascinante, intrínsacemente ligado a la jungla que lo rodea y casi se lo come. La luz de la mañana que penetra por entre las hojas le da un carácter misterioso. Tiene una estructura un tanto confusa y tienes que entrar y salir por donde puedas (puertas, agujeros o muros derruidos) para acceder a los patios, pasillos y túneles que lo constituyen. Como voy de verde, me dice una turista inglesa que hago juego con el fondo y es verdad. Me podría fusionar con una pared que no se me vería. Las raíces de los gigantescos árboles parece que se estén comiendo los muros y el resultado es de una gran belleza. Hacemos fotos una y otra vez, con cuidado de no pegarnos un lechugazo con algún escalón o una raíz, lo cual sería poco conveniente. Únicamente para hacer una de las fotos tenemos que hacer una pequeña cola, debe ser la famosa de la película. Pero si no, nos sentimos que estamos haciendo una visita bastante en solitario y disfrutando del silencio del templo y de la naturaleza en soledad.
Regresamos al tuk tuk por el lado opuesto de donde hemos entrado y ahí nos espera Rouben con su cortesía de siempre. Nos explica algunas cosas pero por suerte ha bajado el ritmo y ya va más a piñón fijo sin tanta habladuría como al principio. A veces preferimos el silencio y tener tiempo para fijar en la mente lo que acabamos de ver y de sentir. El último templo del día es el de de Banteay Kdei, más pequeño pero igualmente encantador, y este está prácticamente vacío. Según Chat GPT es "tranquilo y misterioso" y no podemos más que darle la razón. También es budista y también está metido entre la selva, con las raíces de los árboles incrustadas en los muros. Lo recorremos de un lado al otro y al salir, en frente de la salida, vemos un lago y nos acercamos a ver: es Srah Srang, un estanque con una vista hermosa. Recordamos que nos han recomendado venir a ver la magnífica puesta de sol y nos lo apuntamos para volver una tarde. Al final no lo haremos porque casi cada tarde va a llover pero aquí lo dejo anotado como posibilidad.
Volvemos a Siem Reap hacia las 14h30. Hacemos un bañito en la super piscina del hotel, y nos vamos a comer. El día anterior vimos de pasada un restaurante con muy buena pinta, así que vamos a probarlo. Mejor no podríamos haber escogido, de hecho volvimos dos veces más. Pido un wok de verduras con salsa de ostras que estaba buenísimo, unos rollitos fritos también espectaculares (o sea nada sofisticado pero delicioso), una sopa de pescado del lago y langosta de río (una especie de langostino enorme). De postre me encapricho de unos platanitos que no están a la venta y me los regalan. Después damos una vuelta pero rápidamente volvemos porque se larga a llover y de hecho lloverá hasta la mañana siguiente. A las 19h00 salimos con el paraguas a hacernos un masaje que teníamos reservado desde el día anterior (en el Devatara Spa) y de regreso compramos unos pastelitos en Le Pain du Coeur y nos vamos a encerrar al hotel atravesando las calles con el agua casi hasta los tobillos.