Después de lo intenso del día anterior, hoy tocaba descanso. Y menos mal, porque al terremoto se le acabaron las pilas, literalmente. Se tiró todo el día durmiendo, algo que con ella es muy inusual. Nos llegó a preocupar, hasta que vimos que lo que le pasaba era que estaba KO tras tanta intensidad. Así que dedicamos el día a descansar en la piscina.
También aproveché para buscar alguna agencia que nos llevara de excursión por Cozumel, mi obsesión desde que en Playa del Carmen había visto esa mar turquesa. Así que después de preguntar mucho y de que casi todo el mundo me dijera que nuestra niña de 4 años no podría meterse en el agua, encontré a Cozumel Best Tours. Me dijeron que, si llevaba chaleco salvavidas y venía todo el rato con nosotros, no había problemas. Ni lo dudé. Reservé los pasajes de ferry con Xcaret (tienen un descuento del 10% si compras los boletos en su web), contactamos con Abenamar, nuestro taxista de referencia para el día siguiente y nos preparamos para vivir la que, para mí, fue la mejor experiencia del viaje.
A última hora de la tarde nos preparamos para ir a Bravo, la cena de cortesía que nos entraba con el upgrade a Family Selection. Mi marido y yo no estábamos muy convencidos, no somos especialmente fans de las cenas con espectáculo, pero nos gustó mucho. Realmente es más música en vivo (de todas las épocas y archiconocida) y algún espectáculo de acrobacias. Además, no es un show continuo, sino que cada 10-15 minutos hacen un pequeño descanso. Lo curioso es que en algunos intermedios sacaban un avión lleno de chupitos de licor de frutas.


La cena estaba buenísima y se nos pasó volando. Así que, si os lo ofrecen como cortesía o podéis probarlo, no perdáis la oportunidad porque vale mucho la pena.