Nuestra estancia en Kandy estaba llegando a su fin. En un principio, nuestro plan era coger el tren desde Kandy hasta Nuwara Eliya, hacer una noche en esta última, y al día siguiente relizar el segundo trayecto de tren hasta Ella; pero el reciente ciclón y sus consecuentes inundaciones y desprendimientos en esta zona del país nos negaron el famoso viaje en tren, ya que las vías se encontraban en reparación. Así que no nos quedó mas remedio que ir directamente a Ella, quedándonos sin visitar la ciudad de Nuwara Eliya.
Nos planteamos hacer el viaje en bus, pero tras comprobar que no había un trayecto directo y que las principales carreteras para turismos también estaban cortadas, decidimos contactar con nuestro driver del primer día. Nos dejó el trayecto en 17.500 rupias -unos 48 euros- aunque le acabamos dando 20.000, ya que me invitó a comer y nos fue parando por el camino cuando nos parecía conveniente. Puede parecer un poco caro, pero como tuvimos que ir por carreteras secundarias en no muy buen estado, el viaje nos acabó llevando unas 6 horas, por lo que no nos pareció excesivo -y tampoco teníamos otra opción-.
A pesar de la duración del viaje, se nos hizo bastante corto, ya que la mayoría del recorrido atravesaba gigantescas y preciosas plantaciones de té, en las cuales pudimos observar a trabajadores -mujeres, en su mayoría- recogiendo las hojas de té mientras cargaban su pesada cesta de mimbre a la espalda. También pasamos por varias cascadas que pudimos observar desde la carretera, además de un grupo de monos entrañables cuya especie bautizamos como monos con tupé -y conocidos como macacos de sri lanka, en peligro de extinción-.

Llegando a la ciudad de Ella, pudimos comprobar el preocupante estado de las carreteras, en las que cada pocos kilómetros, una gran cantidad de rocas invadían un carril entero, dificultando así la circulación.
Tras las 6 horas de viaje, en las que Aitana también aprovechó para echarse alguna que otra microsiesta, llegamos a Ella un poco antes del anochecer. Aquí nos despediríamos para siempre de nuestro conductor, ya que los siguientes trayecto los haríamos todos en bus. Nos dejó en nuestro nuevo homestay, el Tantra Ella Lodge -115€ en total, en el cual pasaríamos las siguientes 3 noches. Se encontraba a 10 minutos andando del centro de Ella, la distancia perfecta para estar poder disfrutar de la naturaleza sin el ruido de la calle principal y a su vez no necesitar tuktuk para moverse. El lugar era también precioso, una decoración bastante moderna y una terraza que daba directamente a la selva, desde la que pudimos observar una especie de tucán, la ardilla gigante de Sri Lanka y algún tipo de ave más.

Esa misma noche, dimos un paseo por la calle principal de Ella, entrando en alguna que otra tienda, esperando la hora de ir a cenar. Tras una búsqueda en google maps, nos decidimos por el Café Samsara, al cual volveríamos en nuestra última cena en Ella para poder volver a degustar el mejor Mix Fruit Juice que probamos en todo el viaje. No sin menospreciar la comida, que también estaba muy rica, en especial el rice & curry y los noodles.
La mañana siguiente nos despertaríamos temprano para hacer la subida al Little Adam's Peak -pero no tanto como para ver el amanecer, una hora prudente -. Hicimos todo el recorrido andando, unos 20 minutos desde Ella por carretera hasta el comienzo de la subida y otros 20 minutos aproximadamente hasta la cima. Es una subida sencilla -apta para todos los públicos- con unas buenas vistas desde arriba. Ese día tuvimos suerte porque estaba despejado, ya que habíamos visto que mucha gente se quedaba sin ver nada debido a la niebla entre las montañas. Nos hicimos otras fotos de rigor -esta vez sin la camiseta del Celta- y procedimos a bajar lo subido para degustar nuestro desayuno, la comida favorita de Aitana en estas vacaciones, adicta a los smoothie bowls.
Así que para saciar sus antojos, nos decidimos por el Rainbow Café, bastante popular en Ella y con buenas valoraciones. Pedimos -como no podía ser- dos smoothie bowls y un trozo de tarta del día, ya que donaban la mitad del coste a la ayuda de los perros callejeros.

Nuestra próxima parada, despues de reposar un poco el desayuno, era la visita al famoso Nine Arches Bridge, aunque no podríamos ver el tren pasar en ese momento. Realizamos otra pequeña caminata por el monte y llegamos a ese precioso puente, rodeado de vegetación y plantaciones de té, donde nos sacamos unas fotos que tanto a Aitana como a mí nos encantaron. Después, volvimos caminando por las vías del tren -sin peligro ninguno- de vuelta hacia Ella. Entre fotos y más fotos, ya se había hecho bastante tarde, así que decidimos ir a dejar nuestra ropa a una lavandería para recogerla al día siguiente y seguidamente a cenar. Cenamos en el Chill Café, uno de los restaurantes más grandes de Ella y al acabar ya llegaría el momento de ir al ansiado sobre.

La mañana del día siguiente, teníamos reservada una clase de yoga en el Murunga Yoga Café Ella a las 8, así que nos preparamos velozmente con ropa deportiva y nos dirigimos a nuestra primera clase de yoga presencial -ya que ambos ya habíamos practicado yoga con alguna clase en youtube-. Fue una clase amena que duró unos 45 minutos, en la que sobre todo hicimos bastantes estiramientos y movilidad -no voy a negar que me vino bastante bien, ya que soy un tronco-. Al finalizar la clase, aprovechamos para desayunar en el mismo establecimiento, ya que era una especie de hostel, en el que nuestra monitora de yoga estaba alojada.
Realmente no habíamos planificado nada para ese día, así que fuimos a dar un paseo sin rumbo, pero que nos deparó una buena aventura. En nuestro camino, vimos varias indicaciones hacia una cascada, e intentamos dirigirnos hacia ella -aunque sin suerte-. Ya cuando habíamos decidido dar la vuelta, un señor de una de las casas próximas al camino, se ofreció a enseñarnos el camino correcto. Nosotros pensábamos que nos iba a indicar la dirección, pero el señor, astutamente y sin decirle nada, se dispuso a hacernos de guía y a acompañarnos toda la ruta - ganándose así su posterior propina-. Después de atravesar varios campos de arroz y avistar un ritual de apareamiento de un pavo real salvaje, llegamos a la cascada, cuya caída impresionaba al verla desde arriba. Nos despedimos de nuestro guía improvisado -y también fotógrafo- al cual le dimos 1000 rupias de propina, que le pareció insuficiente y seguimos nuestro camino. Esta vez volveríamos por las vías del tren hacia Ella de nuevo, pero desde la dirección contraria que el día anterior, un camino mucho más sencillo que la ida.

Una vez llegados al centro y realizadas unas compras en el supermercado, me di cuenta que durante el camino a la cascada me había picado una sanguijuela -mi primera picadura de sanguijuela, qué emoción-. Lo curioso, es que Aitana se había percatado de la sangre un rato antes, pero no le di importancia ya que supuse que era un corte con alguna rama o piedra. Fue cuando estábamos sentados a la salida del supermercado, cuando vimos a una sanguijuela atacar a una chica y una pareja se la arrancó del tobillo haciendo un charco de sangre, cuando encajé las piezas del puzzle ya que mi orificio de la herida era un círculo y no un corte.
La tarde de ese mismo día, la pasaríamos en nuestro homestay escribiendo nuestro diario personal, ya que caería sin parar el diluvio universal, sin apaciguar ni un solo instante. Llegada la hora de cenar, se abrió un claro en el cielo que aprovechamos para salir y volver al sitio de nuestra primera cena en Ella y tomar el mejor zumo de frutas de nuevo como despedida de la ciudad, ya que el siguiente día nos tocaba de nuevo cambiar de ubicación.